martes, 28 de julio de 2020

TRABAJO DE ANA HERRERA : INVITACIÓN AL CARPE DIEM
Ana Herrera Barba. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga. Criitica literaria y poeta.
Entrevista a Ana Herrera Barba. Una escritora en blanco femenino ...
Ana Herrera Barba
MI NUEVO TRABAJO
La poesía de Paloma Fernández Gomá en Altazor: una invitación al Carpe diem.
Por Ana Herrera
Hace unos meses tuve el placer de leer el libro “Iris” de Paloma Fernández Gomá. La lectura me llevó posteriormente a escribir mis observaciones en una reseña crítica. Hoy he vuelto a releer algunos de aquellos poemas en la revista Altazor, y es por ello que traigo a mi mente una cita de lo expresado en aquel momento y que concierne a algunos de los poemas referidos: “Un canto a los niños vestidos de exclusión, a los refugiados que vierten su sangre en otras orillas que no son las suyas, una llamada de atención a nuestras conciencias, desde su posición de poeta humanista y solidaria, son otras de las razones de estos entrañables versos. Su crítica a las actitudes del hombre moderno concluye en una invitación al Carpe diem y a un renacimiento continuo”.
En esta nueva lectura me reafirmo. Los niños es un magnífico poema de corte humanista en torno a la exclusión de estas clases desfavorecidas, circunstancia que se remonta en opinión de la poeta a los tiempos más remotos (“recorrido de siglos y acero”), y la situación de los refugiados en el mundo moderno. Una llamada de conciencia al ser humano (“una conciencia oxidada”) y a las instituciones (“Parlamento de Estrasburgo”) se desprende del desgarro de su voz (“La cumbre de la historia se ha roto en pedazos”). El léxico culto, las contundentes metáforas (las arañas, el cazador, las playas vírgenes, el néctar…), la metonimia (“el rojo de la sangre”), la constante alusión a la naturaleza y la métrica libre entretejen un poema de exquisita belleza y elegancia que culminan en unos versos finales de tono sublime:
“Se ha ido olvidando el espliego detrás de las horas
y el baile de las abejas alrededor del polen”.
Carpe diem es un título esperanzador que nos trae a la memoria la divina oda de Horacio:
“Vive el día de hoy. Captúralo.
No fíes del incierto mañana”.
La vida está en continua evolución, cambio o metamorfosis (“Navegamos en el diapasón de las mareas”), nos advierte con mesura la voz poética. En la Antigüedad, el ser humano vivía sometido a los idus de marzo; hoy, encorsetado en el mundo de la imagen. “Sobre el zenit se ciñe una andadura / de tierra nueva / para renovar todos los espacios”, es la esperanza que nos protege de cualquier amenaza, de todas las derrotas, y es el mensaje alentador en palabras de Paloma Fernández Gomá, que concluye magistralmente:
“Carpe diem.
Nacer en cada momento
para recoger las hojas nuevas”.
Dice Francisco Ayala que “La patria del escritor es su lengua”. En el poema Palabra la voz poética se presenta en un contexto de paz capaz de atrapar todas las miradas y donde la palabra del poeta se erige en símbolo de libertad, de verdad, de creatividad sin límites, de instrumento esperanzador, de bálsamo de serenidad, al tiempo que la autora nos sigue envolviendo con el velo de la belleza y de sus perfectas metáforas. ¿Es esta nuestra patria? Yo me atrevo a decir que “Sí”.
“A veces el gran árbol de la tarde
oculta el horizonte (…)
Una hojarasca imprevista envuelve
el eco vacío de los patios (…)
la mirada sobre la tarde, se mantiene intacta.
El nombre de Tamuda corresponde a un yacimiento de la ciudad púnico-mauritana de Tamuda, sobre la que se instala un castillo de época romana, que se encuentra ubicado a escasos kilómetros de la actual Tetuán. Y Tamuda es otro poema sugerente y evocador del libro “Espacios oblicuos” que nos conduce a esta ciudad de tantos amigos, y que a medida que leemos inunda nuestros sentidos con toda clase de sensaciones sinestésicas, visuales, de ruidos, de olores, y de un caudal de emociones nostálgicas y de empatía hacia sus lugares exóticos y su gente. Hermosa ciudad retratada en sus murallas y jardines, en el canto del agua, en el aire henchido de mar, en sus calles, en la medina, en el olor de la menta, en la penumbra de las celosías, en su arquitectura morisca e imperecedera, en su paz, en el paso del tiempo, en la lluvia de sus calles, en el bullicio, en sus patios, en su luna y sus noches, en todo su universo de luces y de sombras.
Por último, Paloma nos ofrece en Altazor un poema diferente y que dentro de esa línea que defiende de instrumento creador y sin límites centra su temática en una crítica contundente hacia el mundo de la hipocresía por el que nos dejamos arrastrar a veces los seres humanos, de absurdas adulaciones, de comparación con el otro, de reconocimiento social, de búsqueda de un estado de gloria. Nos referimos a “Beber la cicuta”, beberla y callar, beberla para no estallar:
“Beber la cicuta para no estallar y ser
señalado como el que no pudo más:
pobre diablo que necesitaba sentirse reconocido”.
Concluyo con unos versos de mi autoría:
"Es el tiempo de las horas felices,
de la belleza en la plaza y de la aurora en las fuentes,
y, cuando quede atrás el peso de las profundas contradicciones,
solo esta dicha será un tesoro en el diván de mi memoria".
Que la dicha de la palabra nos eleve por encima de las profundas contradicciones en un continuo Carpe diem. Enhorabuena, querida Paloma.

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