viernes, 26 de agosto de 2016


Caras y Caretas, 60 personajes en busca  de  un disfraz, de Juan  Antonio Palacios Escobar. Editorial Absalon. Sevilla.

Por  Paloma Fernández Gomá
Resultado de imagen de Caras y caretas de Juan Antonio Palacios

Caras y Caretas, libro  de Juan Antonio Palacios publicado en octubre  de 2015 por la editorial Absalon (Sevilla), es el último de los muchos libros que se suman a la prolífica obra de Juan Antonio Palacios Escobar. Haciendo memoria  recordamos algunos de los títulos: Andares y caminos, Cabezas y gorros, Entre la hiel y el  almíbar, entre otros.  No podemos dejar sin nombrar, cuando hablamos de la  obra de nuestro autor, los cuatro mil seiscientos artículos que lleva publicados en diferentes medios de comunicación.
Juan Antonio Palacios es miembro de la Asociación Colegial de Escritores de España en Andalucía (ACE  Andalucía), fue Alcalde de la ciudad de Algeciras y Director General de Acción e Inserción Social  de la Junta de Andalucía,  entre otros cargos. Es licenciado en Psicología , Pedagogo Terapeuta y profesor en Técnicas de Expresión y Comunicación.  Pionero en Andalucía de la Educación Especial y Psicomotricidad.
Retrotrayéndonos al libro  que comentamos,  hemos de  señalar que quizás sean los conocimientos psicológicos y pedagógicos antes mencionados,  materia certera de la  que  hace gala Juan Antonio Palacios a la hora de tratar  a los personajes de su libros.
Mas sigamos hablando de Caras y Caretas,  60 personajes en busca de un   disfraz, en este libro   se  pone  de manifiesto no sólo el dominio  del lenguaje,  siempre  acertado y calculado para definir a los  protagonistas,  sino también un ejercicio de conocimiento de las  características psicológicas y sociales de los hombres y mujeres que  son objeto  del  estudio del autor.
Componen el libro sesenta personalidades diferentes entre hombres y mujeres,  todos  ellos  en  busca de su Careta;   pues  Juan Antonio  Palacios sabe bien, lo que  quiere  transmitir a los  lectores: una  conclusión única llena de  matices,  un ir y venir que se aproxima a la Careta  con la que  cada uno de  nosotros, así como  los personajes retratados en el libro experimentamos  una conducta aproximativa a cada una de nuestras personalidades.  
Qué verdad  se esconde detrás de cada Careta. Cuál es la  Cara auténtica. Detrás de cada persona existe una Careta que no  deja ver nuestra auténtica  personalidad o quizás nuestra personalidad se haya desvanecido detrás de nuestra Careta.  Todas estas conjeturas nos transmite la obra de Juan Antonio Palacios.
El escritor y psicólogo  va descifrando cada matiz, cada sensación o comportamiento de sus personajes en busca de hallar su  posicionamiento social.  
Bien  sabe nuestro escritor del mundo de mimetismo que se esconde en el alma humana y desde  sus páginas  nos va descubriendo las últimas  verdades, las apariencias y el  posicionamiento de sus protagonistas ante sus actitudes en la  vida.
Olivio Agonia (pag. 101), Anémico Pamplinas (pag. 73), Crispín Cascarrabias (pag.81), Don Mandón Egolatrón (pag. 85) son algunos de los personajes   incluidos en los seis apartados.
En el  apartado primero Los  mejores  del  coro está incluido Romualdo  Animado.  En Los peores del reparto  tenemos a Olivio Agonía, Aménico Pamplinas, Crispín Cascarrabias y a Don Mandón Egolatrón. En fuera de contexto situamos  a Domiciano Dudoso. En A bombo y platillo está incluido Eufemio Orgulloso.  Ni fu ni fa aglutina a Perico Ripioso, Macedonio  Aflorado o a Pepe Repetido entre otros.  Y en el  último apartado Con un sello especial podemos ver a Apolonia Discursiva,  Reparata Renovata, Rigoberto Rígido y otros personajes.
Cada uno de los  apartados aglutina bajo  un velo común caracteres  parecidos de  los  personajes tratados en el  libro.
Los  mejores  del coro son los más aplaudidos por la sociedad. Los  peores del   reparto son aquellos teñidos de maledicencia. Fuera de contexto implica a quienes van dando la  nota. A bombo y platillo son los que siempre  están ahí a cualquier precio. Ni  fu ni  fa  serán los  que pasan casi  desapercibidos. Con  un sello  especial  retrata a aquellos  personajes más destacados por sus peculiaridades más llamativas.
No  podemos dejar de comentar el libro sin hacer una mención a su  prologuista  José Manuel Serrano Valero,  un hombre dedicado a la  cultura y al  periodismo, que atiende  siempre a los más pequeños con su proyecto  Pacopeco.
Los dibujos  del  libro pertenecen a Carlos Villanueva, dibujante que colaboró con el periódico Europas Sur, amigo y admirador de Mingote. Sus creaciones son una referencia para Algeciras.
Pero sigamos  con nuestro autor Juan Antonio Palacios y con Caras y Caretas, libro abierto a la  imaginación y a la interpretación, ya que al  ir leyendo  sus páginas muchos  lectores  se  pueden ver reflejados. El  autor en este libro hace un  acertado  uso de su faceta interpretativa del comportamiento de las  personas y también  de un delicado  sentido del humor.
Les animo  a leer este libro lleno de matices, de personajes marcados  de  sensaciones vitalistas y abierto  siempre a  sacar conclusiones.



martes, 16 de agosto de 2016
















Reseña del libro Espacios oblicuos por Francisco Vélez Nieto publicada en http://www.aceandalucia.org/index.php…








RESEÑA DE ESPACIOS OBLICUOS
POR FRANCISCO VÉLEZ  NIETO en Sur de Córdoba
http://www.surdecordoba.com/opiniones/francisco-velez-nieto/espacios-oblicuos-paloma-fernandez-goma

Espacios oblicuos - Paloma Fernández Gomá


"Intelijencia, dame / el nombre exacto, y tuyo, / y suyo, y mío, de las cosas”.
Juan Ramón Jiménez
En todas mis lecturas de la obra poética de Paloma Fernández Gomá, se me viene al presente estos versos de Juan Ramón que abren mi reseña. Son los principios que ya largo tiempo representan altura concentrada de calidad y exigencia de la propia autora, Una exigencia consigo misma que significa el yo de su compromiso creador comprendido de la razón que la poesía se merece por medio del lenguaje en el tiempo de su ser o no ser, interrogante e incógnita en la palpitación lírica de la lírica de la palabra en Paloma Fernández Gomá:
“El silencio se densifica penetrando
rituales venideros, solapados en el iris de la lluvia para guardar su último designio.”
Para tan exquisita constante poeta la poesía no es un triángulo de base por altura y multiplicarlo por dos. Perdería toda su fuerza y belleza. Lo atmósfera del espacio social es todo y su esencia siempre cuelga del poder creativo y reactivo de la palabra. Ella, vestida de verso limpio es la que envuelve toda su poética, sus dos orillas desde la gloria hasta el hundimiento de su Dorado en el Estrecho sometido al oleaje de sus vivencias las dos orillas de sus Espacios oblicuos:
“Mantuvieron los iconoclastas su desdén
hacia las representaciones, negando su mensaje, en la latente euforia de sus vestiduras.”
El náufrago sediento en la larga noche, remar existencial de la clandestinidad producida por la derrota. Nostalgia del ayer, navegando a contramano hacia un sueño que es puro decorado entre esas dos orillas. Todo ha cambiado, enarbola su palabra herida, sed de estancia protegida contra toda posible agresividad de lo vulgar.
“Qué madrugada será aquélla que sustente
la afrenta, sostenida por los herederos de Agamenón para reclamar el fin de sus días,
una vez consumado el último estertor”
Aquí la interrogación insistente a sí misma, esperando que por su fuerza insobornable y anhelante poder recibir la consumación que:
“Súbitamente se desvanecerán todas las incógnitas y se abrirá la senda del agua
perfilando una ruta interminable encaminada hacia los altares
donde es anunciada la aventura del reencuentro.”
 Y es que para la creadora la poesía no es un “arma cargada de futuro” (creo), sino el escudo que protege la palabra desafiadora, ante la contaminación del presente y el envolvedor y pestilente futuro de la mediocridad reina del apogeo mediático, donde, tanta equivocada poseía ha caído, intento no válido, fracaso de ser algo poético cuando no se es nada más que puro desparpajo versificado. Lograr la permanencia póstuma por medio del autoelogio, que frente a un mero soplo de los detectives salvajes de Bolaño y las insobornables sentencias de Juan Ramón, todo desdén sobra. Pues bien, cierto resulta ser que no pasan de mero sainete versificado:
“Después llegó la oscuridad y un temblor de jarcias y extremos, debilitando el legado de nuestra herencia hasta que el hombre hallara el vínculo más antiguo de su posterior nacencia”.
Es el sentir de una queja nostálgica de lo perdido, esos valores evaporados que sucesivas generaciones no supieron defender. Aquí el cantar de Paloma Fernández Gomá a la espera del:
Ángel del ocaso
“Si la luz difuminase su aliento cansado un extenso horizonte en declive extendería el eco de su presencia
al ceder las fases migratorias ante las riberas del néctar,
que aguardan su ayer, declinando el núcleo de sus esferas en radios que convergen
en un único ocaso cegador de pistilos.”


sábado, 6 de agosto de 2016

CENTÓN CON VERSOS DE PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ 
Estudio realizado  por el  profesor Antonio García Velasco 
(publicado en la revista digital de Literatura y Crítica Literaria "Papel Literario" )


Digresión inicial

Existen tendencias críticas tan variadas como bien clasificadas. Pero ni voy a enumerarlas ahora –que ya las tengo comentadas a propósito de más de una publicación- ni voy a encuadrar mi artículo en ninguna de ellas. Ni siquiera en la llamada crítica artística, en la que el autor vuelca su modo de sentir ante la creación poética que ha leído y degustado, haciendo una nueva creación literaria, una creación provocada por la creación. Juan Ramón Jiménez, por ejemplo, practicó este género y nos dejó páginas con gran valor lírico. Anatole France afirmaba defendiendo esta tendencia que “es buen crítico el que cuenta las aventuras de su alma en el seno de las obras maestras”. Hoy se diría que el crítico impresionista, o sea, el que escribe siguiendo esta modalidad, lo que en realidad hace es tomar el poema, el libro como pretexto para expresar un parecer, un sentir que bien poco “ilumina” al lector sobre si debe buscar o no la obra “criticada”, o sobre en qué valores se sustenta. Y eso sin contar con que, a veces, los críticos consiguen una obra superior al texto que les inspira y, otras, caen en una palabrería vacua e inútil. Podemos buscar ejemplos en muchos prólogos o muchas introducciones a libros que se pidieron a un autor notable y, éste, por no negarse, solicita auxilio a las musas de la palabrería literaria y entona un “canto” en prosa pretendidamente poética que sólo demuestra el compromiso en el que se ha visto.

Introducción y propósito

Pero dejemos la digresión y vayamos al grano que nos ocupa: he emprendido una especie de aventura crítica o de homenajes consistente en acercarme a un libro de poemas o a una antología de obra poética por medio de un divertido juego literario: el centón de generación aleatoria. ¿Qué puede revelarnos un centón sobre el autor o autora del que toman sus versos? Puede que nada –y entonces jugamos sin otras pretensiones. O puede que mucho –así ocurrió con un anterior centón homenaje a Juan Manuel González-, ya que, según la lectura que hagamos del mismo y, partiendo, por supuesto, del conocimiento de la obra del poeta, cabe la posibilidad de que se pongan en evidencia tanto sus aciertos como sus faltas. De cualquier forma, los centones que me ofrece Hescrea –ya he hablado de esta herramienta de escritura creativa- constituyen una hilarante manera de jugar con la literatura, homenajear al autor del que se parte, recordar el modo de la creación dadaísta o/y surrealista, abrir la mente y la sensibilidad lírica ante las combinaciones del azar y, a veces, hasta leer verdaderas combinaciones de indiscutible calidad o absurdo.

Autora, versos y centón

En el 2007, Paloma Fernández Gomá publica Ángeles del desierto (colección Ancha del Carmen, Ayuntamiento de Málaga, dirección de José García Pérez). Recibo el libro en el 2008, con dedicatoria de su autora. Entre tantos asuntos pendientes, hablar de esta obra. Y lo hago ahora valiéndome de un centón con sus versos.
Tomo, pues, cuatro poemas del libro y los someto a los algoritmos de Hescrea. El resultado es el siguiente:

 ÁNGELES DEL DESIERTO DEL CERCANO ORIENTE

Viviendo sus poros el anhelo de la espera,
en el flujo de las corrientes,
esparciendo la fruta del sustento,
reposan las ausencias.

Entre las olas se augura el dolor,
la última quimera
en el flujo de las corrientes.

Fue trasladada por ángeles
en cierto vuelo,
así, fue derramada la púrpura de la opulencia.

Los presagios vacían las lindes.

En el fulgor de las estrellas,
Alejandría hubo de trasladar su imagen,
fijar su aliento
sin reparar en la inerte hostilidad.

El ámbar se nutre de luz
allí donde las estrellas son venero que
derrama todas las sombras.

Los presagios vacían las lindes.

Salpicando sobre la arena
desde Estambul hubieron de partir navíos,
acantilado de silencio,

cabalgarán los jinetes de la arena
vaticinando hallar vidrios de destello.
más allá del ritmo del agua.

Los presagios vacían las lindes
y dejan su huella en los surcos;
así, fue derramada la púrpura de la opulencia,
preludio del lastre de las sirenas.

Abandonado quedó el empuje.


Comentario

He corregido sólo signos de puntuación; mayúsculas o minúsculas, según correspondieran en consecuencia con tal puntuación, y alguna que otra partícula –preposición, conjunción o determinativo. Después de la lectura y valoración, he sometido el resultado al algoritmo del recuento silábico para apreciar su métrica: el número total de versos es 30, que se distribuyen de la siguiente manera:

Versos de 5 sílabas: 2
Versos de 6 sílabas: 1
Versos de 7 sílabas: 1
Versos de 8 sílabas: 3
Versos de 9 sílabas: 7
Versos de 10 sílabas: 4
Versos de 11 sílabas: 3
Versos de 12 sílabas: 3
Versos de 13 sílabas: 2
Versos de 14 sílabas: 2
Versos de 16 sílabas: 2

He de decir que nos refleja –más o menos pálidamente- los tipos de versos que emplea Paloma en su libro. De hecho, una muestra de 172 de sus versos nos da el siguiente resultado:

Versos de 2 sílabas: 1
Versos de 3 sílabas: 2
Versos de 4 sílabas: 4
Versos de 5 sílabas: 8
Versos de 6 sílabas: 14
Versos de 7 sílabas: 19
Versos de 8 sílabas: 24
Versos de 9 sílabas: 22
Versos de 10 sílabas: 31
Versos de 11 sílabas: 21
Versos de 12 sílabas: 11
Versos de 13 sílabas: 7
Versos de 14 sílabas: 5
Versos de 15 sílabas: 3
Versos de 16 sílabas: 1

Tanto en un caso como en otro –centón y muestra-, podemos observar las oscilaciones métricas: no se centra la autora en un ritmo concreto -7 y 11 sílabas, por ejemplo, 8 sílabas, 6…- sino que se deja llevar por el fluir expresivo sin excesiva preocupación por la fijación métrica. A veces, el juego por conseguir un ritmo, con independencia de la regularidad métrica, queda de manifiesto, como en el siguiente ejemplo:

En aquel reflejo se auspiciaba el mar   13 12
quedando distante la cadencia   10 10
    de hojas,   3 2
            de luz quebrada,  5 5
                   de vientre desalentado,   8 8
de légamo.  4 3

(El primer número refleja las sílabas reales, el segundo, las métricas). El primer verso, con sus doce sílabas parece marcar el tono, que continuaría con la unión del segundo (10 sílabas, más el tercero, dos sílabas) y aun podría seguir mediante una pequeña modificación: uniendo el cuarto y quinto. Pero la autora ha preferido basar el ritmo en la anáfora enumerativa “de hojas, / de luz quebrada, / de vientre desalentado, / de légamo”. También podríamos hablar de versos libres, con lo cual sobrarían todas las consideraciones sobre la irregularidad métrica.

Final

Y volvamos a nuestro centón. El título recoge no sólo el del libro sino también un tema muy frecuente en la autora: el cercano oriente, el norte de África, el mundo magrebí y, en general, musulmán. El poema resultante posee tonos oscuros, si se me apura, trágicos: en el libro de Paloma encontramos naufragios, desembarcos de muerte, panoramas humanos de dolor que harán decir a la autora: “Tendamos la palabra / para estrechar horizontes / hasta hacer brotar el manantial de la razón, / que las manos trencen la red del verso / donde habite una luminaria de paz, / un Estrecho de esperanza / donde haya de germinar la vida”. Por otra parte, también en el centón ha aparecido Alejandría y Estambul, el mar y la arena, el dolor y las carencias, paradigmas de su obra poética.
Lucha Paloma Fernández Gomá por el acercamiento de los pueblos –la revista que fundara y que dirige “Tres orillas” es una prueba fehaciente- y de las personas (militancia en la Asociación de mujeres progresistas Victoria Kent). Sus versos ponen de manifiesto sus preocupaciones humanas y sociales. El centón, reitero, no está lejano –ni en tono, ni en temática- de la obra de la autora. Podríamos comentarlo más extensamente en otra ocasión.


lunes, 1 de agosto de 2016

RESEÑA DEL LIBRO "LAS EDADES DEL  ALMA" 
POR  JOSÉ SARRIA 
( APARECIDA TAMBIÉN EN LA WEB  DE  ACE ANDALUCÍA Y EN EL PERIÓDICO DIGITAL  LUZ CULTURAL)

Las edades del alma


“Las edades del alma”
Paloma Fernández Gomá
Torremozas (Madrid, 2016)

Por JOSÉ SARRIA


Decía Jaime Gil de Biedma en sus “Conversaciones” que: “Cuando lees un poema, lo que importa no es entenderlo; lo que importa es que te guste. Y si te gusta, ya lo entenderás; alguna vez lo entenderás […] Un poema se tiene que leer de una vez, porque es un organismo acústico; es decir, el sentido del poema es un sentido de la totalidad y ningún verso se entiende ni se explica por sí mismo”.
Es éste, precisamente, el efecto que produce la lectura de “Las edades del alma”, última entrega poética de Paloma Fernández Gomá. El corazón y el espíritu son arrebatados por un texto que ha de ser asumido desde la perspectiva de una experiencia fragmentada (en siete episodios o niveles), tránsito del alma hasta alcanzar su destino último, y que la poeta articula a modo de soliloquio existencialista reiterado, que por continuado deviene en la percepción totalizadora de una realidad última: “No existe el tiempo para la última verdad, / es solo un tránsito más / en nuestro continuo devenir, / en nuestro peregrinaje, muchas veces exhausto, / en busca de la esencia última, / esa gota que colma la existencia” (pág. 38).
El contraste de experiencias cotidianas se engarzan con el fluir de la conciencia de la poeta que, como argumento central, como columna transversal, y a modo de salmodia o monólogo interior juanramoniano, sostiene el discurrir de todo el poemario. Desde el lenguaje imperfecto de los hombres, el poeta quiere conectar con la eternidad, tal y como ha escrito Álvaro García: “¿Es discreto venir de pronto al mundo? / ¿Es discreto morirse sin saber?”, al enfrentarse no sólo con los objetos y sus hábitos, sino con la más profunda y solemne significación de la vida, transustanciando la vivencia personal en experiencia poética. Así, Paloma Fernández Gomá, se interroga: “Qué guarda nuestra nacencia primera. / Esa absoluta, eminente y última energía depositada / en la carne, que fluye de forma constante / a través del tiempo, siendo parte de sí misma” (pág. 39). Interrogante que discurre desde el primer nivel del alma, iniciado con el origen del ciclo de la vida, caudal primigenio con el que arranca el poemario, para ir adentrándose en el “continuum” de las siete edades del alma que plantea el texto, como caminos o vías de integración que conducen a la iluminación última: “El alma sabe de la materia que la cubre / y oculta su presencia” (pág.18), “¿Qué habrá después de la carne inerte, / de la materia destruida por la intemperie, / dónde podremos encontrar la razón de la ausencia? …/… Vivir es una senda indescifrable que siempre nos aguarda” (págs. 21-22).
En toda la obra poética de Paloma Fernández Goma, extensa y prolija, hay que destacar su singularidad, que estriba en la fundación y defensa de un mundo totalmente suyo, ajeno a modas o tendencias. Su apuesta ha sido y es absolutamente firme y estable: un mensaje de profundización, búsqueda del conocimiento y reflexión, del cual es claro ejemplo la presente entrega. Y de fondo la vida o la naturaleza, los espacios comunes, las ciudades conocidas o imaginadas, como elementos de contemplación e inspiración, acompañada la reflexión de formas poliédricas, de campos semánticos elaborados minuciosamente, de palabras polisémicas, de la pluralidad de imágenes, símbolos y alegorías.
Es su quehacer poético una necesidad por investigar en la originalidad, acompañada de descripciones plásticas, de un lenguaje cultivado y una gran variedad de formas e imágenes, que adentran al lector en el fascinante mundo de la contemplación y la reflexión. El yo poético o los personajes y su contexto han dejado, en sus poemas, de ser lo que significan para reunirse en el espacio donde habita la intemperie del poeta, que experimenta con el orden trascendente de la palabra. Es por esto que en los textos de Paloma Fernández Gomá el predominio de la imaginación sobre la razón y la ausencia del lenguaje denotativo son una constante.
“La vida es una cosa, la poesía es otra …/… El poeta empieza donde el hombre acaba”, dirá Ortega y Gasset, en su inmarcesible ensayo “La deshumanización del arte”. Y es el caso de nuestra autora en quien ni la historia ni el tiempo es, en sus poemas, una categoría medible linealmente. La función de la palabra poética en nuestra autora no reside en la reescritura de la historia, personal o colectiva, sino que surge de una visión interiorizada de distintas manifestaciones de lo real, enfocada en el silencio como signo cuya función es interrumpir el discurso logocéntrico y producir una emoción estética diferente. Fernández Gomá crea con este procedimiento una estética visionaria que tiene como origen y meta un "punto cero" en el que se manifiesta el lenguaje poético, tal y como lo describió Albert Camus, en “El mito de Sísifo”: “Si el mundo fuera claro, el arte no existiría”. Esa es la esencia del verdadero poeta, nombrar lo que permanece en el silencio, desentrañar ese silencio y darle nombre, hacerlo asequible a los ojos del lector.
De ahí su interés en redenominar a las cosas con otros nombres o con otras visiones, en un ejercicio de radicalidad lírica, que obliga al lector a sustanciar el mensaje, porque el mundo (el verdadero) se origina en las distancias.
Paloma Fernández Gomá nos invita, desde el silencio de su contemplación a la reflexión, más que a la lectura misma de los poemas; a descifrar y a percibir la realidad que se esconde tras las palabras, las imágenes o las ideas. Desde una pacífica rebelión  contenida en sus propuestas poéticas, es posible asistir a la interpretación lírica del mundo de otra manera, recreado desde otro prisma, al modo del poema “Pido el silencio” de Pablo Neruda: “Pero porque pido el silencio / no crean que voy a morirme: / me pasa todo lo contrario: / sucede que voy a vivirme”, es decir,  la deconstrucción del mundo inmediato servirá a la autora para adentrase en un espacio simbólico, metafórico, a veces onírico, casi surrealista, desde el que expresar su escepticismo frente a la realidad que se dogmatiza con nombres y denominaciones generalmente indubitadas.
Su poesía es una subversión que se afianza con su tonalidad apodíctica y se apoya en paradojas, en el versolibrismo, en recursos fonosimbólicos, en neologismos y en la rebelión como armas frente a lo establecido, en un intento de superar lo incomprensible, para deshacer y desintegrar una realidad que, por imperfecta, se le hace, en muchas ocasiones, inadmisible.
“Las edades del alma” es la aceptación final del significado más franco de la existencia, la comprensión del universo, que no es otra cosa que llegar al nítido convencimiento de que estamos abocados a la muerte y al olvido, y que el único pulso real, preciso y verdadero es el de la inmortalidad que habita en el alma más allá de la fugacidad de la vida: “Queda también el insomnio de los años” (pág.36), “Estéril será todo enraizamiento / con la vida terrenal” (pág.41).