crítica literaria


CRÍTICA LITERARIA



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 Las tierras de Silo (colección Dabisse - Romero. Editorial Anáfora. Málaga 2023) de Paloma Fernández Gomá. 

Por Manuel Gahete Presidente de ACE Andalucia



Las tierras de Silo

Paloma Fernández Gomá

Málaga, Editorial Anáfora, 2023

 

Con una cita del Libro de Josué, el personaje bíblico designado por Yahvé como sucesor de Moisés, comprometido a asentar el pueblo de Israel en la Tierra Prometida, se inicia el nuevo libro de Paloma Fernández Gomá, con la mirada siempre puesta en el noble horizonte donde no existen límites. La autora es muy clara en la sinopsis del libro. Dos ideas fundamentales la mueven en el proceso de su escritura: por una parte, el poder conciliador de la naturaleza como ámbito donde es posible la reconciliación universal; y, por otra, el papel esencial de la mujer en el núcleo de las sociedades, que debe seguir siendo una reivindicación sin paliativos.

Esta recordación de las mujeres que tuvieron singular protagonismo en la cosmogonía bíblica implica un ferviente deseo de nuestra autora para hacernos reflexionar sobre la injusta discriminación acaecida a lo largo de la historia que nada tiene que ver con la inteligencia sino con la fuerza bruta, el desafuero de la férula draconiana frente al criterio de la autoridad. La poetisa Débora, la matriarca Rebeca, la valerosa Ester, la prudente Abigail, la noble Ruth, la arrojada Miriam, la seductora y seducida Eva, la virtuosa Susana, la anhelante Sara, la intrépida Jael, la pérfida Jezabel, la traicionera Dalila, la  promiscua Rahab, la repudiada Agar, la profetisa Hulda, la adelantada Lea, la predilecta Ana, la agradable Noemí, la adúltera María de Magdala y la ultrajada Dina representan, en su singularidad, al conjunto de todas las mujeres, con sus virtudes y defectos, impregnadas de ese aroma lírico que Fernández Gomá imprime a sus textos.

La tercera parte incide en la figura de los ángeles, presencia capital en la iconografía poética de Paloma: ángeles detrás de la lluvia, ángeles del hogar, ángeles de color violeta, ángeles trasnochados, ángeles en el frío, en la estación vernal, en el trayecto de la luz, en los cálices vacíos del invierno, ángeles que emulan el canto de las alondras, ángeles poblando todos los rincones de la tierra en un eterno viaje sin destino.

Escoger la tierra de Silo, como vértice capital de esta obra que busca la concentración de ideas en torno a los valores que nunca debieron soslayarse, nos conduce a la concluyente mirada de la autora en pos de un mundo solidario donde la espiritualidad aspira a recobrar su carisma sagrado como fundamento y destino de las relaciones humanas; esa mirada que siempre busca horizontes que quiebren los silencios, espacios de luz capaces de anegar las sombras, leyes no escritas que trasparecen en el imaginativo universo que envuelve de símbolos y asociaciones epifóricas los poemas de la siempre fértil y sorprendente Paloma Fernández Gomá.

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 Manuel Gahete Jurado nació en Córdoba en el año 1957. Catedrático de Lengua y Literatura. Doctor en Filosofía y Letras. Numerario de la Real Academia de Córdoba y director del Instituto de Estudios Gongorinos. Presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España, sección de Andalucía. Historiador y crítico, su obra abarca el teatro, la literatura infantil, el relato y la prosa periodística, aunque su esencial vocación es la poesía, donde ha obtenido, entre otros, los premios “Ricardo Molina”, “Miguel Hernández”, “San Juan de la Cruz”, “Ateneo de Sevilla” y “Fernando de Herrera”. Antologías: Carne e cenere (1992), El cristal en la llama (1995), El tiempo y la palabra (2011). Su obra, volcada a la proclamación del amor y la paz como salvación del hombre, ha sido traducida al árabe, francés, inglés, italiano, rumano y chino. Sobre ella se han escrito El universo luminoso de Manuel Gahete (AA.VV.: 2005), Emoción y ritmo: la visión poética de Manuel Gahete (J. Cenizo Jiménez: 2007), Miti urbani (M. Bianchi y M. Benvenuto: 2012) y Manuel Gahete: el esteticismo en la literatura española (A. Moreno Ayora: 2013). Es Cronista oficial de Fuente Obejuna.

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Paloma Fernández Gomá ( Madrid-Algeciras) Poeta, escritora y crítica literaria. Académica de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera.   Consejero  de  Número  del Instituto  de Estudios del Campo de Gibraltar. Fundadora y Directora de la revista Tres orillas-Dos Orillas (2002-  ) La Asociación Colegial de Escritores de España, sección de Andalucía ha concedido el VII Premio Mecenas de la Literatura Andaluza “ Manuel Altolaguirre” a la revista Dos Orillas.Coordinó la antología ARRIBAR A LA BAHÍA, ENCUENTRO DE POETAS EN EL 2000 (germen literario de la revista Dos orillas). Miembro de honor de la AEMLE (Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española).  Pertenece al Club de Amigos de Marruecos en España. Asesora literaria del Instituto Transfronterizo del Estrecho de Gibraltar, hasta su cierre. Ha sido galardonada numerosas veces por su obra literaria e intercultural. Codirige junto al poeta Aziz Amahjour la colección de poesía “Voces del Estrecho” editada por ImagenTa Tarifa. No se presenta a premios literarios desde el año 2000. Su obra está recogida en distintas antologías y revistas de ámbito nacional e internacional y ha sido traducida al mallorquín, al árabe, al inglés, al francés, al italiano, al rumano y al portugués y al griego. Ha participado como ponente en conferencias, encuentros y  seminarios. Tiene publicados numerosos artículos en prensa y revistas, estudios, ensayos y más de veinte libros  de poesía y narrativa. 

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 Los perfiles del frío de Inmaculada García Haro. Editorial Valpariso. 2022

  Por  Paloma Fernández Gomá



Inmaculada García Haro nace en Málaga, escribe poesía, ensayo, narrativa y crítica literaria. Licenciada en Filosofía y Letras. Los perfiles del frío es su último libro, Ha sido editado por Valparaíso. Anteriormente ha publicado Sirenas ancestrales, Mástil de araucaria, Las hijas de Yemayá, Uno de corazones y la sangre de Erato, entre otros. En narrativa destacamos historias de Babilú.

Es especialista en la recuperación de la memoria historiográfica de la mujer en la literatura y las artes, tema central de su libro de ensayo Heroínas ocultas. Es vicepresidenta del grupo ALAS ( Autoras por la Literatura y las Artes).

Los perfiles del frío es un libro que contempla la expectativa de los acontecimientos, asomándose a la ventana del sentimiento y  mostrando paisajes tanto de Rumania como del sentimiento íntimo de la autora. Así se nos muestra, tal y como dice la poeta “Desde arriba” cuando lo oscuro desaparece; ofreciéndonos los umbrales de la oscuridad desde donde se escriben algunos de los poemas de esta primera parte del libro, donde podemos leer poemas como Ablación, El vacío de la colmena o cristales rotos.

En la segunda parte del libro, Tocata y fuga, Inmaculada García Haro se muestra reflexiva ante la vida, y con buen criterio y buena poesía invita a trazar una línea definitoria que nos aconseja mirar a nuestro alrededor:

“Devolviendo mentiras y artificio

de insensata ceguera ocasionada

por injusto y maldito artífico”

En el poema El tránsito de los déspotas en este mismo apartado, es una llamada  a la sensación de angustia que provoca la egolatría. Ególatras hay muchos y la autora consciente de ello trata de desnudar con palabras esa falsa apariencia de estos personajes que declinan las conductas hacia caminos imprevisibvles.

Y en el tercer apartado: Extraño viaje, recalamos en el poema que da título al libro: Los perfiles del frío. Un poema perfectamente encuadrado en el contenido del poemario, que avisa del hielo en el corazón causado por el dolor que nos acecha en la vida. Leamos pues estos versos:

“y forjaste una atalaya de nieve

desde donde avisa al enemigo

para no ser vulnerable

a otros cuchillos blancos”.

 

Y nuestra poeta prosigue:

“Por los perfiles del frío ascendente

dejando atrás todo aquello

que pudiera dar calor a tus raíces”

La palabra y el viento cierra el índice de apartados con poemas que inspiran una mirada de apertura a la vida con sus fases de dolor y esperanza. Aquí podemos leer poemas como: Tempus fugit, Solo se muere por contagio, Pájaro sureño o La palabra en el tiempo permanece, con una cita de Antonio Machado y del que recogemos estos versos:

“Cuando el rayo le regala el primer verbo

Y se sacude en sus manos la catarsis

un abecedario raro convulsiona

portando el don de la palabra

que en el tiempo permanece.”

Versos que son todo un alegato a favor de la palabra como vínculo imprescindible para que reine la armonía en los perfiles del frío que rodean nuestra existencia.

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Al hilván que traza la luna de María Jesús Fuentes. Poesía Hiperión 2023

Por Paloma Fernández Gomá



Si Publio Ovidio Nasón en su en su Arte de amar  ofrece recomendaciones sobre el cortejo y el Kamasutra nos dirige en el  arte de la seducción y cómo hacer el amor; nos encontramos ante la  deriva del acontecer amoroso de muchos años  atrás y deducimos  que el arte en el deseo y la entrega que nos ofrece el amor no es materia en desuso, al  apostar por cómo se construye el amor en el dialogo versificado de amantes por el que apuesta nuestra autora, María  Jesús Fuentes, en su más reciente libro “Al  hilván que traza la luna” , donde se  deshojan las páginas del amor y se desvelan poemas henchidos de deseo,  en el  rescoldo de una relación,  el cortejo de unos versos, la seducción  de  la  palabra o el  arte de amar como vínculo de unión entre las personas que sostienen esa  llama encendida que no conoce el paso del tiempo y que es capaz de  trepar por las  luces del insomnio o el despertar que ahuyenta el vacío de una noche.

María Jesús Fuentes argumenta su libro  con cincuenta  y cuatro poemas,  que ante situaciones o personajes,  tiempos o historias, siempre  se  halla en Él y en Ella, en Jane y en Tarzán o en Otelo y Desdémona el  inicio de ese ritual atávico de verso y amor trenzados en poemas.

María Jesús nos ofrece la aseveración de encontrar una misión coherente que le  corresponde a la palabra en el tercio más  adverso o favorable que nos lleva hasta el amor. Así interpela Jane Eyre  a Edward Rochester:  “ Si  me  hubieran dicho/ que estaba loca/ y que te engañaron/hubiera  asaltado la  torre/ como un caballero andante…”

Y Dulcinea se dirige a Don Quijote: “a mí, que sin ninguna primavera bajo las faldas,/siento ahora que soy una nube en el cielo/ dibujada con el  sueño de  un loco…”

Tarzán quiere atraer la atención de Jane: 

recorro lla selva como un rey

para llevarte los primeros frutos

y el agua cristalina,

para verte,

con tu falda corta, con el pelo  suelto,

para que me veas pasar. (pág.40)

 

Penélope se sincera con Ulises: “No puedo destejer las raíces del tálamo./ Se enredan entre los recuerdos/y avanzan como la hojarasca/agitándose hasta el peñasco entre remolinos/como el limón que me dejaste en la  boca./Se decolora mi  labor/y deshago el bordado azul/que me aleja de tu torso robusto/de capitán errante/para que, cubando vuelvas,/lo encuentres intacto”.

Su amor incondicional y sin tiempo es  vestigio de una época anterior, que recupera nuestra poeta para anunciar hasta  donde  pueden volar las alas del amor.

El leitmotiv del libro es buscar la conexión,  no entre los personajes sino entre la autora con sus lectores a través de los versos de los  personajes  de los poemas, que apaciguan el  tiempo de amar entre las páginas de “Al  hilván que traza la  luna”, un libro de armonías al dictado del corazón.

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El mirador de los perezosos de Sergio Barce. Ediciones El Genal

Por Paloma Fernández Gomá


 

El escritor Sergio  Barce, residente en Málaga,  larachense de nacimiento y de  corazón, nos  presenta su último libro “El  mirador de los perezosos” ganador del XXIX Premio Andalucía de la Crítica 2023, en la  modalidad de relatos.

Sergio Barce nos tiene acostumbrados a una lectura viva y profunda,  donde las tramas  tienen un trasfondo marroquí. No en vano, Sergio nació  y vivió en Larache. Ama la tierra al sur del estrecho de Gibraltar, que bien conoce y que le  inspira.

“El  mirador de los perezosos”, la obra en cuestión está  formada por once relatos. Todos ellos “serigrafiados” con relación a la  ciudad de Tánger, ciudad que es símbolo y cuaderno de campo de la literatura de nuestro  autor. Este  “mirador de los perezosos” como apellida el protagonista del relato homónimo, Abdelkrin, al tangerino mirador de los cañones, es (atendiendo al contenido del libro) un transitar por puntos de referencia en la vida de la  ciudad de Tánger. Se citan la playa de Markala, el Boulevard Pasteur, Avenue Josafat, el  cabo Malabata, el  famoso café Hafa, hotel Rembrandt, la calle Dar Niaba, el cementerio judío de Tánger y el  mirador de los cañones, también conocido como el muro de los perezosos, la calle Siaghins entre otros lugares por este deambular urbano al que nos conduce Barce.

Los lugares no son sólo puntos de referencia en los relatos de Sergio Barce, son el punto de partida donde se incardinan los protagonistas, las palabras y el transcurso de la acción.

Las palabras que emplea nuestro autor obedecen al vocabulario francés o árabe y al español, desde ellas nuestro escritor desarrolla sus relatos híbridos de cultura y hondura en el tratamiento del contenido. Nos recuerda “El pan desnudo” de Mohamed  Chukri, en el personaje de Albedkrin, así como el tiempo del Protectorado con las decisiones del  Majzen de ir arrinconando a los que descendían de españoles, en el relato Boulevard Pasteur. Los nombres escritos en francés y otros de origen árabe, se empelan con cierta asiduidad y podemos apreciar al  final  del libro un glosario donde se explica el  significado de las palabras que aparecen en el mismo. Todo ello  nos  lleva a concluir que esta obra señala la interculturalidad como objetivo y plantea el reconocimiento  y aceptación  de  costumbres que sin ser propias son aceptadas para alcanzar un mayor nivel de aproximación cultural. El centro  de  todo este despliegue cultural tiene como protagonista la ciudad de Tánger, destacando, en cierta  medida, aquel Tánger internacional (1923 – 1956) cuando una comisión formada  por autoridades españolas,  francesas y británicas gobernaban esta ciudad,  después hacia 1928  esta gobernanza se vio ampliada por Portugal,   Bélgica, Países Bajos e Italia.   Todo  ello  marcó un carácter cosmopolita y también de cierto colonialismo compartido que subyugaba a la población.

Sergio Barce sabe hacernos llegar a través de su palabra siempre hábil y precisa el resultado  de un perfil que se ciñe a sus relatos,  alternando pasado  con presente, hasta desembocar en un marcado carácter humano que nos conduce a conocer los personajes en profundidad.

Nuestro autor ahonda en la psicología de sus protagonistas, nos descubre  lo que piensan y porqué  actúan de  una forma  determinada.

Barce alimenta las conductas de los personajes con connotaciones históricas, ayudándonos  a recorrer episodios, hechos y lugares que quedan en el imaginario colectivo de una sociedad que él conoce bien; demostrándonos un orientalismo  actual con proyección a occidente, basándose en gran parte en la ciudad  de Tánger, como  fuente inagotable  de un soporte literario y social que puede  llegar a transmitir una literatura del acercamiento.

Sergio Barce en otros de sus  libros anteriores también hace gala  de esta literatura de acercamiento entre oriente y occidente que le caracteriza y le sitúa como uno de los  precursores de la misma, teniendo las ciudades de Tánger o Larache como foco de sus obras. Así podemos hablar de algunos de sus títulos que expresan el concepto anteriormente expresado.  Entre estos títulos podemos citar: “La emperatriz de Tánger”, “Malabata”, “Paseando por el  zoco  chico”, ”Sombras en sepia”, “En el  jardín de las hespérides".

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Esperanza de veletas de Manuel Vilchez de Garss.  Editorial AMARPPE Granada 2023.

Por Paloma  Fernández Gomá.



Si atendemos a la contraportada podemos leer que el  libro “Esperanza de veletas “ es una puerta directa,  por la palabra  intrínseca y barroca, que pretende dar una respuesta a la poesía andaluza, que si bien acude a la experiencia, va más allá de lo meramente vivido,  hallando en la diferencia, muchas veces, su seña de identidad.

Así pues nos adentramos en la lectura del  libro donde la sensibilidad, la vida, lo intangible, la eternidad, la voluntad humana,  así como también la afectividad, la  incertidumbre, el  tiempo y los recuerdos son los mimbres de poemas llenos de intensidad, donde se haced uso de un lenguaje culturalista que trasciende de lo banal,  hecho este que impregna el contenido de muchos de los libros que actualmente se publican.

Manuel Vilchez sabe buscar en sus palabras el  mensaje más  íntimo que puede llegar a transmitir la poesía para identificarse como diferente.

Nuestro poeta escribe:

“Pensé indulgencia capaz de librarme” (pág. 7)

“Tú molusco que llevas todo a cuestas, ¡oh premonición! (pág. 9)

“En consonancia con la ceguera y el hermético silencio” (pág. 11)

“Me levanto en el hueco de esa quietud” (pág. 13)

“Dispersa en el pórtico de la memoria otra vez la razón” (pág. 16)

“Qué desamparo presto crece”(pág. 21)

“Ahora que mis  pies se pliegan al fondo de la nada” (pág. 25)

También destaco el  poema titulado “Sobre  mejilla  la naturaleza  muerta”: … ¿Cómo reconocer si es verdad que allí,/ en el arcaico rojo de tus párpados,/ la fría e impúdica proposición/ distingue la paradoja de la profecía?. El  poema  dividido en tres estrofas acuña fórmulas para ver más allá de lo que a simple vista se nos  presenta como real. Indagamos, miramos el  significado de las pablaras e intuimos que lo real  está en uno mismo, en la  dimensión que damos a lo que observamos  con nuestros ojos. El  hombre busca su equilibrio y lo tiene delante de sus ojos,  muchas veces nublados ante la realidad.

 O el poema  “Meditación a Pedro Rodríguez Pacheco”, donde la palabra alimenta nuevos  cauces  para el poeta y se acerca al borde  de lo imaginable para nutrir espacios que están por  descubrir.

En el  poema “El hombre que caminaba invierno”, leemos:

Recuérdame con un talle renacentista,

con gesto  en displicencia surrealista,

y tú comprenderás fuera de las cordilleras,

del  campo de marte el  extrarradio.

El azar no regirá el juego del ciclo solar:

la  única música disciplinar del celibato

para ser canonizada esta pared del  alma.

Estamos ante un libro rico en vocabulario  y pleno en contenido, donde el poeta toma conciencia de la realidad, su realidad, para presentársela al lector como un medio de llegar a la catarsis que necesita el hombre para desnudar su alma y alcanzar altas cotas de una comunicación basada en la reflexión del pensamiento donde la razón es cuota obligada para asumir una conciencia en libertad, libre de falsas pretensiones que nublan el auténtico sentido de la poesía.

Leer a Manuel Vilchez en este su más reciente poemario es experimentar la sensación del verso auténtico en libertad de expresión, sin ataduras a tendencias o patrones.

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 "Las tierras de Silo"  Paloma Fernández Gomá. Editorial Anáfora. Colección Dabisse - Romero. Málaga 2023
Por Mara Romero Torres

INSHA'ALLAH
Había una vez una tierra, allá por donde despierta el sol, donde la leche y la miel se derramaban en abundancia. El agua corría por fuentes y ríos haciendo fértiles los campos y llenando de vida los días del lugar.
Aquellas tierras pertenecían a un Señor muy poderoso y en ellas vivían grupos de familias bajo el amparo y cuidado de un líder, un patriarca, que velaba por el cumplimiento de la ley, el orden y el bienestar de sus parientes según los deseos y designios del amo del lugar.
Todo cuanto había al alcance de aquellas familias era un tesoro de incalculable valor. Todo cuanto había a la vista era perfecto. Cultivaban las tierras, guardaban los rebaños y le agradecían constantemente al dueño de aquella inmensidad que les permitiera disfrutar de su abundancia. Le estaban tan agradecidos que no tardaban ni dudaban en cumplir lo que les pidiera, hasta la vida le daban si la pedía; a cambio, el Señor les daba protección, poder y riqueza.
Tan leal y fiel le era uno de aquellos patriarcas que el Señor le prometió que un día sus descendientes heredarían aquella tierra. La promesa llevaba elección y requería establecer una alianza.
Todo era perfecto... Excepto la condición humana. Y aquella tierra de promisión también se veía manchada de sangre por la ambición, la codicia, la envidia, la muerte. Tanto era así que el Señor premiaba y castigaba a sus súbditos a la par.
Con el tiempo, una hambruna asoló aquellas tierras y los descendientes de aquel patriarca que recibió la promesa, se vieron en la necesidad de irse a otro país, sin saber que un día acabarían sufriendo esclavitud y miseria. Allí vivieron durante muchos años hasta que pudieron volver a su lugar de origen con la seguridad de que iban en busca de la tierra que un día les había sido prometida. Cuando llegaron, después de huir de la tierra que los esclavizaba y de vagar años y años por un desierto extenso y desolador, tomaron aquellas tierras arrasandolas con dolor y muerte. Así, con la conquista de aquellas tierras se asentaron como herederos.
Esto quiere decir que si unos son los herederos en una tierra de muchos, otros son los desheredados. Y aquellas tierras fértiles y sagradas del principio se llenaron sin tregua de sangre sobre sangre, de dolor, de desigualdad, de injusticia, de venganza, de muerte.
Pongamos ahora que hablo de Canaán y de Silo, la ciudad sagrada de los cananeos donde, para hacer efectiva la promesa, el pueblo elegido que había entrado en ella con la espada en la mano, hizo el reparto de aquellas tierras entre los descendientes del gran patriarca y Silo, ciudad sagrada de la religión cananea, cambió de dueño. Pongamos ahora que hablo de Israel y de Palestina, dos hermanos en discordia por una herencia que dio herederos y desheredados y ha arrastrado en los tiempos de aquellas tierras estos lodos. Pongamos ahora que, aferrándose a lo escrito por siglos, "Las tierras de Silo" es en su conjunto un canto armonioso de indiscutible belleza a la memoria del origen, al recuerdo de un principio donde había unidad, armonía y agradecimiento común a la vida en la grandeza de la creación, un principio que se rompe por la fatídica condición humana que desagua en la sinrazón. Pongamos ahora el libro de Paloma Fernández Gomá en la órbita del Génesis, deshilvanando el Pentateuco, y vayamos más allá con él, vayamos al mismo libro de libros y pensemos en las consecuencias que puede tener un libro para la humanidad, la fuerza de lo escrito y su interpretación.
En las tierras de Silo hay una primera parte de naturaleza arrolladora pintada con polen, abanicada por la brisa del mediterráneo que se cuela en el hueco de las hojas y regada por agua en el "envés de los sueños".
En estas tierras, y no se debe al azar que Paloma coloque a las mujeres bíblicas en el centro del libro, la mujer fue un ente irrebatible, certero, audaz, que dejó su impronta en igualdad al hombre y fue, como él y aún más, profetisa (Débora, Abigail, Miriam, Ana, Hulda, Ester...), jueza (Débora...), matriarca (Rebeca...), heroína (Ester, Jael...) madre (Eva, Sara, Agar, Lea, Ana...), déspota (Jezabel...), viuda y autosuficiente (Noemí, Ruth...). Y junto a ellas, las calumniadas (Susana...), las vituperadas y apedreadas por quienes no estaban limpios de culpa (María Magdalena...) y tantas otras mujeres que pasaron a la historia y tantas otras que quedaron sin voz ocultas en la historia y a las que Paloma viene a reivindicar dando el trazo cierto de sus vidas y diciendo del poder y la igualdad de la mujer desde el principio de todo. Está escrito.
Y en una tierra donde el sufrimiento, la fe y la esperanza caminan de la mano, no pueden faltar los ángeles, esos seres invisibles como el viento que llegan como guías en los tiempos difíciles, dando consuelo y mostrando misericordia, para que se tenga presente y nunca se olvide que hay un poder superior que guarda y protege a cada ser humano y una tierra más hermosa aún que la tierra prometida.
"Las noches de febrero llevan
el invierno en su costado,
dibujando ramas vacías
y deambulando por los caminos
cuando los ángeles salen
a su encuentro,
con sus cántaros de lluvia
y el alivio de sus mensajes.
La espiga no brota en invierno;
solamente arde la leña
en un viaje sin retorno." (XVIII, pág.94)
El conjunto de "Las tierras de Silo" es el equivalente a un ser humano formado por cuerpo: la naturaleza plena en su historia desde el más pequeño detalle; corazón: las mujeres bíblicas y con ellas la mujer de todos los tiempos; y espíritu: el aliento vital representado en los ángeles.
La tierra que es más hermosa que la tierra prometida es la tierra del amor. Esa tierra se cultiva en los corazones y se cosecha en la hermandad. No hay trozo de tierra que valga una vida. No hay vida sin amor.
[...] las manos tendidas
sobre las jarchas hasta dilatar la palabra
en una sincronía de paz; están pendientes
de pasar revista a nuestros actos
para recordarnos la finitud de la existencia
y las consecuencias que tuvo despreciar el amor. [...]" (XXII, pag. 32)
Con versos de promesa que eligen la alianza e iluminan el camino con el esplendor de una belleza conmovedora, Paloma nos lleva en un recorrido desde el Génesis a un presente, implícito en cada poema, que aún sufre las consecuencias del pasado y nos dice en cada desgarro que hay otro camino para llegar de nuevo a los jardines del Edén abierto a este lado de los siglos. Agarrada a cada golpe de dolor que cimbrea los versos, hay una esperanza llamando a la unidad, al respeto, a la convivencia, a la igualdad. En las tierras de Silo se abrió una gran herida que nunca se cerró y que ha ido llevando a nuevas heridas que todavía siguen abiertas. Ojalá tengamos amor suficiente para poder cerrarlas. Insha'Allah... Insha'Allah.
Gracias, Paloma, por traer las tierras de Silo desde más allá de la metáfora y del tiempo hasta un hoy que clama por el cambio tan necesario que desemboque en paz y unidad.
Gracias a ti que me lees. Hazte dueño de "Las tierras de Silo" para que entre todos hagamos que sean de todos.
©Mara Romero Torres


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Afuera hay sol  de María José Sáenz.  Editorial Olifante (Zaragoza, 2022)

Por José   Antonio Santano

Afuera hay sol



             Hace unos meses llegaba a mis manos el libro de poemas Afuera hay sol, de María José Sáenz (Tremp, Lérida, 1953). En su biografía consta que es Licenciada en Medicina y Cirugía, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y en Medicina Naturista. Poco que ver, hasta ahora, con la poesía. Pero si leemos algo más de la nota curricular, comprobamos que «trabaja con mujeres en grupos psicopedagógicos en los que una de las herramientas fundamentales es el análisis de textos». Esta circunstancia, especialmente, es la más clarificadora si nos atenemos al contenido de este poemario. La poesía, entonces, la que percibe María José Sáenz, convierte su experiencia vital con las mujeres de esos talleres, en “ácido almíbar” (título de un poemario de Rafael Soler), oxímoron viene como anillo al dedo y que mejor concuerda con los poemas de Afuera hay sol: «Afuera hay sol. / Detente y míralo, / escucha su cierta melodía / en su triste corazón aún caliente». Ciertamente, y a pesar de las amargas vivencias de las mujeres que atiende como profesional nuestra poeta, la palabra es aquí verdadero bálsamo, el calmante, la pócima capaz de aliviar tanto sufrimiento o tanta soledad: «A la consulta vienen las mujeres casi siempre solas. / Hay trampas en las casas, / largas vigilias donde arde el alcohol y el sometimiento. / Estas historias me hacen tanto daño como un endiablado rayo / de tormenta seca: sin agua para sofocar los terribles incendios / del bosque que crece en el corazón. / Tengo miedo de seguir contemplando desiertos de ceniza».                                                          La poesía es como el sol que nos calienta, como la luz que nos guía o el vuelo de un pájaro en el firmamento. Este poemario, el primero de María José Sáenz, contiene la ardentía de la palabra, esa que nace del silencio y muere en el silencio. La mujer es el centro, su sensibilidad se muestra en cada verso y su condición femenina nos descubre un mundo tan cercano como desconocido. Herida por la cotidianidad de su trabajo desvela Sáenz lugares comunes y voces desgarradoras: «De todas las experiencias, quizá / la menos asumible, y la que deja en el alma / una isla solitaria y oculta, / es ver morir a un hijo o a una hija. // Esta misteriosa frase repetía en la consulta: / “Mi dolor no tiene remedio ni fronteras / pero no quiero perderlo». Del dolor y la soledad nace la palabra poética de María José Sáenz, también de la  ajena se retroalimenta para crear un espacio, una isla, un universo propio donde amasa día a día el amor y la esperanza: «En mi jardín nocturno crece / la mala hierba del desasosiego; el trajín acumulado de los días, / la espina del dolor que traiga a casa, / el ancho sufrimiento que viste los tapiales / como una enredadera; / la enferma flor de amores desdichados, la temblorosa hoja de amargas decepciones. // Y en mi jardín nocturno también crece / el ebrio perfume de las rosas, / el aroma calmo de azahar, / la deliciosa emanación de hierba luisa, / la misteriosa esencia de la madreselva, / el bálsamo fragante de toda la feliz verdura. / Es éste mi vivir y doy gracias por él». Siente la poeta en su ser al otro ser, ese que en el tiempo brama, sometido, violentado tal vez, y ya no cabe sino alentar la palabra, que vuele alta, sobre el mundo: «Qué es lo que hemos aprendido / en las alas del tiempo? / Ya no puedo soñar, la alegría se pudre como un hongo / en el aire brutal de tu dolor, hermana, hermano. / Regreso a casa y abro la ventana: / el monte duerme acariciado por la bruma». A la mujer inquiere, a la que calla en su miedo todos sus padecimientos, cada punzada, cada golpe, en ese calvario continuo que la humilla y la destrona de la vida. Por eso el grito, consecuencia de lo vivido y sentido por la poeta con otras mujeres, como una rotunda sentencia: «Si tú no hablas, hablará tu cuerpo».

 

                                                                                                                                                                                     ********************************************

 


Biografía de olas de  Isabel Alamar. Olélibros (Valencia 2022)  

Por  José Antonio Santano

 

Biografía de olas

           


 El mar o todo lo que tenga que ver con él viene bien para la poesía. En la poesía vive unas veces turbulento y otras plácidamente, acomodado en los dos casos a la mirada siempre atenta del poeta. El poeta se sumerge en sus aguas para conocer y conocerse mejor, para sentir sus silencios, y vivir. El mar en sus aromas y sonidos siempre regresa a la poesía. Como regresa el alba en su esplendor primero o las olas que van y vienen, monótonas, una vez y otra, y chocan, contra las rocas o acarician la arena en su orilla. El poeta contempla. Su mirada es honda y serena. Bucea entre corales y peces. En sus ojos la luz azulada del origen, de la vida. En este sentido, la poeta Isabel Alamar (Valencia, 1970) nos propone adentrarnos en Biografía de las olas, su último poemario. Con anterioridad la poeta valenciana ha publicado los libros Cantos al camino A la intemperie de tu boca, ambos editados por Playa de Ákaba en 2017 y 2018, respectivamente. Biografía de olas viene a centrar la mirada de Alamar (apellido tan apropiado para el tema que nos ocupa) en la Naturaleza y sus cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire), y construir así un universo poético en el cual y a través del poema breve (haiku) nos invita a conocer su singular mundo pleno de imágenes, con un lenguaje sencillo y vivo. Dice la prologuista Mila Villanueva: «Como en la poesía tradicional japonesa o china, los versos de Isabel son fotografías de un instante, destellos en un firmamento de vocablos. La sencillez, en todos los ámbitos, es siempre lo más difícil de alcanzar, la poesía sencilla suele ser la más lograda porque con pocos ornamentos nos hacer llegar a la iluminatio que encierra». Y ciertamente, la poeta alcanza su propósito con este poemario, que no es sino un viaje, su particular viaje al centro mismo de la palabra, de su máxima expresión lírica. Ya desde el inicio Isabel Alamar nos habla de sí misma: «Mi biografía se escribe / prácticamente sola: / unas cuantas piedras por aquí y por allá, / algunas conchas rotas / y un manojo de arena intempestiva / que a veces me emborrono los ojos / y entonces no puedo ver / ni a nada ni a nadie / ni tan siquiera pensar». En la misteriosa soledad del mar y sus olas, que ahora son de tierra, vive y se desvive, siente y sueña. En la segunda parte (Olas de agua), el agua es la fuente donde halla el poema, la escritura en sí misma, las palabras: «Agua de palabras, / huellas, fluidos / que son voces…». El fuego ahora (Olas de fuego) como símbolo único e imperecedero del amor, ese ardiente deseo de la entrega absoluta, de abismarse en sus azules llamas: «No esperes más, nos esperan / el agua, la tierra, el aire / y, sobre todo, el fuego. // Ven conmigo, amor, ven. / Amor, conmigo ven». Y, por último, el espacio, el aire (Olas de aire) como señal inequívoca de libertad, del vuelo infinito hacia la luz más intensa de los días: «Al amanecer / la luz en la maceta / toca la flor». Las olas, en su mágica sonoridad, en los silencios poéticos de Isabel Alamar.                                  

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A la música de Francisco Lucio

Corona del Sur (Málaga, 2022)

Por  José Antonio Santano

 

A la Música

     


       Días atrás recibía, deferencia del amigo y poeta Antonio Pérez Roldán, un excelente poemario póstumo de uno de los grandes poetas del siglo XX y principios del XXI, por desgracia desconocido para muchos, roquetero de nacimiento, afincado durante toda su etapa laboral en la ciudad de Terrasa (Barcelona) y que regresa a su ciudad natal donde fallece en agosto del año pasado: Francisco Lucio (Roquetas de Mar 1933-2021). El poemario en cuestión lleva por título A la música y según el propio Pérez Roldán, conocedor de su obra publicada y no (más de dos mil páginas inéditas de poesía y otros cientos de prosa), formaría parte de su obra magna Hojas secas. Acercarse A la música, texto imbuido por la más clara y luminosa tradición poética española, es como respirar el aire fresco de un bosque inmenso de hayas o pinares, contemplar la paz del mar Mediterráneo que le vio nacer y morir o adentrarse en los múltiples silencios de una armoniosa música, de una cadencia y ritmo abarcadores del infinito cielo, sería como alcanzar la nada y lo absoluto al mismo tiempo: «Y mientras os saciáis de música, de paz, / de amor y de ternura, no temáis que se agote: / la fuente, con la noche, ha de seguir manando, / derramando sus aguas en medio del silencio». Francisco Lucio recoge en este poemario las piezas musicales que en vida escuchaba apasionadamente, autoría de los más destacados compositores de todos los tiempos Johann Sebastian Bach, Mozart, Chopin, Schubert, Ravel, Beethoven, Schumann, Haydn, Mendelssohn, Purcell, Händel, Vivaldi, Rimski-Kórsakov, Mijail I. Glinka o Johannes Brahms. El eje central de esta grandiosa obra pivota entre la música y la noche, ese momento mágico en el cual el poeta se rinde al hecho poético que la música y la noche le brindan y en el que siente vibrar el corazón humano. En vida, desafortunadamente, Francisco Lucio no publicó muchos libros, siete tan solo nos dice Antonio Pérez en su prólogo, para añadir al respecto que: «Los lectores habituales de poesía sabemos que hay poetas que tienen más nombre que obra, poetas que por circunstancias ajenas a la poesía gozan —o son víctimas, según se mire— de una fama desmesurada. (…) Francisco Lucio es un caso claro de poeta con más obra que nombre, o renombre, teniendo en cuenta tanto la calidad como la cantidad de su obra». Y no le falta razón. Hay, desgraciadamente, quienes viven del nombre más que de su obra, en su mayor parte mediocre. Pero en el caso que nos ocupa podemos afirmar sincera y taxativamente, que nos hallamos ante un poeta extraordinario, que supo aprender de la tradición clásica los más valiosos recursos lingüísticos y retóricos, la esencialidad del discurso poético para trasladarlo en su más pura excelencia y belleza al lector: «…Surgen y crecen, / por la margen, violetas y alhelíes, / flores sencillas del prodigio. Siente / el corazón el beso de la música, / el río que sereno va a la muerte, / y al fin, como criatura humana, / se apaga en ella blanda, dulcemente…». Poesía y música, o viceversa, se funden en un mismo cosmos, como también el poeta, nacido de humilde cuna atiende siempre a la llamada de los más desfavorecidos y ahonda en la vida, y le duele el dolor de la pobreza para con ella surgir hacia la cima de un cielo azul esperanza, infinito en el sueño: «Allí, en el aire indemne, / escucha el buen oráculo: / ha de llegar el día / en que, saciados ya del pan más tierno, / de los frutos terrestres, / los pobres de la tierra / restauren su dolido corazón / —como el más puro don, como gracia suprema—, / con la fuerza auroral que fluye de esta música. / Y la alegría encenderá sus pechos / con un rayo divino de luz resplandeciente». Porque el poeta Francisco Lucio creía, inspirado en el místico Canto espiritual de San Juan de la Cruz que, «Todo bien es posible, todo fulge / con la música pura, aunque es de noche». Y así la música y la noche, la poesía en su más honda raíz renace y se revela como el más grande de los tesoros en la palabra, hasta trascender en una especie de éxtasis espiritual a ser música de nuevo: «Mas ella está, con el gemido, bajo / la delicada niebla. Ella, presente, / aunque no la veamos. Y así, lenta, / como las secas hojas del otoño, / como la noche o muerte que la ampara, / cae sobre el blando sueño de la tierra». Quizá nuestro mayor homenaje fuera, en honor a su ingente y extraordinaria obra literaria tanto en poesía como en prosa), que una institución pública (me atrevo a proponer al Ayuntamiento de Roquetas de Mar, lugar donde nace y muere) publicara todos los textos del excelso poeta Francisco Lucio, por ser una de las voces más destacadas de la reciente Historia de la Literatura Española: «Como la noche, vístete de música. Y la noche / te dará compañía lo mismo que una madre».  Esencialidad y compromiso, saber y corazón iluminan e iluminarán siempre su poesía.

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        Arpegios y mudanzas de Enrique Villagrasa.

        Editorial: Diputación de Teruel (2022)

       Por José  Antonio Santano

 


Tomo prestadas las palabras del profesor y poeta Jaime Siles sobre la antología poética Arpegios y mudanzas, del poeta y crítico aragonés Enrique Villagrasa (Burbáguena, Teruel, 1957): «Todo poeta tiene, guardado en su memoria, un espacio-tiempo al que siempre que lo necesita —y poeta es quien lo necesita— suele regresar». Y así es. Una vez más y en todas las ocasiones precedentes que he tenido la fortuna de acercarme a la poesía de Villagrasa, siempre encontré ese espacio-tiempo del que bien habla Siles en el preámbulo de esta antología. Para Enrique Villagrasa ese espacio-tiempo es, sin duda alguna, Burbáguena, donde el poeta es y se hace («Un poeta para poder ser ha de ser poema, no verso /  en y con su esperanza en la muerte amada: / en las fuentes de Burbáguena y su río Jiloca»), en su infinito paisaje, paraíso perdido, la voz de la infancia que se perpetúa en el rumor del río Jiloca («Y sí, tú me salvas, Jiloca líquido. / Regresar es mi destino: dejar atrás estas playas. / Volver a tu horizonte. El murmullo del río espera. /Recuerdas la noche en tus pozas de juventud / gloriosa. El alba se hace esperar en el Jiloca»), en el arrullo continuo del silencio en las noches sin luna, en el viento del cierzo cuchillo («El cierzo acaricia las sonrisas de tu tierra, / limpia y deshace tu pasado. / Y convierte tu mundo en un lugar abierto / a todas sus posibilidades, poesía. // El cierzo arranca tu máscara de la rutina. / Allí, en mi tierra, te pone frente a su página / en blanco: ese espacio sin límite»), los crudos inviernos o en la luz de unos versos. Villagrasa pertenece a ese grupo de poetas españoles nacidos en el año 1957 (más de una decena) y que he venido en bautizar como “Quinta del 57”, cierto que desconocida como tal, pero loable por la trayectoria poética de cada uno, y que algún día formará, por derecho y méritos propios parte de la historia de la poesía española contemporánea. Hallamos en esta antología poemas seleccionados por el autor y pertenecientes a libros publicados entre 1983 y 2021 bajo el título Arpegios y Mudanzas. Viajar por las páginas de este libro, detenerse en sus versos es como sentir un soplo de aire fresco, tan necesario hoy, no sólo físico, por la insoportable ola de calor, sino también emocional. No obstante, el lugar, tal vez ese paraíso perdido al que siempre regresa Villagrasa no es otro que su particular Ítaca y a la que acude en todo momento, como si su salvación le fuera en ello. Ese lugar, ese entrañable paisaje es, por reiterado y constante, Burbáguena. Pero a ello, no podemos olvidar, el hecho poético en sí mismo, el yo que se transforma y muta viene acompasado por un lenguaje en el cual la metapoesía enriquece y aporta al lector un lugar donde detenerse, donde ahondar para comprender con más exactitud el mundo que le rodea. Villagrasa entonces se rebela contra sí mismo, intima con la Naturaleza, mira y observa cuanto acontece para marcarlo, señalar su trascendencia y vivir una experiencia mística, en la cual la palabra es el instrumento que aglutina la verdad del poeta: «Tal vez el poeta deba ser aquel que bajó / al abismo. Y nunca olvidado, triste o duro / y siempre abierto al afecto de la página / donde derramar versos de lava ardiente / llegados de muy hondo sentir siendo». La viva desnudez de la poesía de Villagrasa nos deja un hálito de esperanza, un fulgor creciente e imperecedero que nos aloja en las entrañas mismas del “ser”. Nada se resiste al poeta y bebe por igual de la tradición poética como de las nuevas tecnologías, expresión de un lenguaje en el cual se reconocen formas relativamente recientes y distintas de comunicación, tal es el hecho de las redes sociales como facebook, whatsapp, twitter, etc: «Facebook lee antes la voz del poeta. / Twitter es su eco. Y en mi mirada queda / el naufragio azul de tu gesto altivo». Por todo, la poesía de Enrique Villagrasa es silencio también, un continuo abismarse en la nada. En este sentido, Jaime Siles escribe: «Y él, que ha sido un poeta del silencio, sabe muy bien que solo el poema nos revela el sueño que nos sueña». Para aquellos que desconozcan el devenir poético de este poeta y crítico español, Arpegios y mudanzas es una oportunidad de oro para comprobar su valía y calidad lírica de Enrique Villagrasa, una voz imprescindible 

                 

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España*Diván árabe de Sergio Macías. Vitruvio 2021

Por Paloma Fernández Gomá


Sergio Macías nació en Gorbea, región de Araucania, al Sur de Chile. Fue durante veinte años agregado cultural de la Embajada de Chile en España.  Siempre manifestó un marcado compromiso social  y un destacado interés por Marruecos en su producción literaria. Fruto de ello son, entre otras de sus  publicaciones: Presencia árabe en la literatura latinoamericana. Chile 1995. Literatura marroquí en lengua castellana (Sergio Macías y Mohamed Chakor). Madrid 1996. Influencia árabe en las letras iberoamericanas. España 2009. España * Diván árabe, es una aproximación poética a España desde su geografía, con un marcado sentimiento emocional que el poeta proyecta en sus versos y acentúa el carácter de exilio que la historia nos ha deparado. En Diván árabe el poeta destaca de nuevo el exilio, incluso aludiendo a su propio exilio. También recuerda el ambiente hispanoárabe, haciéndolo patente en su poema Al-Mutamid, dedicado a Fernando de Ágreda: “Esa noche las estrellas/dejaron caer sobre Marruecos/lágrimas de fuego”. Sigue su recuero de nostalgia  con el poema titulado Rumaykiya: “La esclava de belleza sevillana,/con ojos azabaches de gacela/y piel de olivo de Al-Andalus”…”Al quitarse el manto, descubría su talle/ floreciente rama sauce,
(1)

 

                                                                 

(1)    Traducción de Emilio García Gómez en poemas Arábigo Andaluces

 

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Tres Antologias diferentes

Por José Antonio Santano



            Si se hubieran puesto de acuerdo los tres poetas en lisa para publicar sus textos antológicos seguro que no habrían coincidido en el tiempo como ha sucedido realmente en estos días. A los tres vates que se citan en este Escaparate de libros les une una amistad larga y duradera, la pasión por la poesía de calidad y un movimiento o corriente poética de la que participaron activamente. Dos son granadinos y uno sevillano: Antonio Enrique, Fernando de Villena y Pedro Rodríguez Pacheco. Cada uno por separado y sin saber los unos de los otros han publicado recientemente sus antologías poéticas. Antonio Enrique (Granada, 1953) lo hace con El siglo transparente [Antología poética 1974-2020], un volumen que abre con una cita de Wallace Stevens: «La poesía es un faisán que se pierde en la espesura» y que contiene poemas de sus veinte libros publicados hasta ahora. Como novedad a esta edición cabe destacar el comentario del autor a cada uno de los libros signados en esta antología, desde el primero de ello 

Poema de la Alhambra (1974) hasta el último Resplandor (2020), al indicar el proceso de creación o el tiempo empleado en cada uno de los poemarios y las referencias críticas del mismo, algo novedoso en este tipo de textos. Sobre la poesía contenida en esta antología, ya se ha dicho mucho, bien y variado, de tal manera que los lectores podrán encontrar en esta bella edición una de las voces más destacadas de la poesía española y andaluza, de múltiples registros y temáticas. Como muestra de esta antología sirvan los versos que se reproducen a continuación pertenecientes a su libro La palabra muda: «Llueve sobre la luna la carbonilla / de los calcinados. / Se posa sobre los hombros la ceniza / y se respira las almas que ya no vuelven. // El tren maldito / no para de resoplar / anclado en el andén. / Lo ves de lejos cada día, / brillando como un ataúd interminable».


La segunda de las antologías viene de la mano de Baker Street Ediciones, titulada Las estaciones de la existencia. Antología poética (1980-2020), cuyo autor es el también poeta granadino Fernando de Villena (1956). La producción poética de Fernando de Villena es extraordinariamente fructífera. Ahora, con esta nueva antología de su larga andadura como poeta, nos ofrece lo mejor de su trayectoria, y esta es una invitación que no se puede rechazar en modo alguno. Desde 1980 y hasta 2020 es el periodo elegido para estas Estaciones de la existencia, en las que hallamos verdaderas joyas, versos inolvidables, la esencia de un pensamiento que trasciende la realidad para convertirse en conmoción. La poesía como catarsis o estado de gracia. La selección de poemas pertenecientes nada más y nada menos que a treinta y cuatro obras poéticas es aval suficiente para adentrarse y bucear en este relevante legado del poeta granadino. Paisaje y paisanaje que el poeta siempre supo elevar a la condición de arte, donde el lenguaje adquiere una nueva dimensión para llevar hasta el lector la esencialidad de su poesía. Enmarcado en la corriente llamada “Poesía de la Diferencia”, como también el poeta Antonio Enrique, esta es una excelente oportunidad para reafirmarse en la excepcionalidad de una poesía que bebe de la mejor tradición, pero que al mismo tiempo aporta elementos diferenciadores, pero de una calidad indiscutible. Sirvan como ejemplo estos versos de su libro Estampas de vejecía: «Al fin, después de tanto andar a ciegas, / descubres la grandeza del silencio, / la dicha de quedarse sólo en lo esencial / o la gran hermosura que el bien siempre conlleva».

 


La tercera antología toma por título Memorial del Arte de la Seda. Antología apócrifa, del poeta y profesor Pedro Rodríguez Pacheco (Sanlúcar la Mayor, Sevilla, 1941), y al cuidado del maestro editor José Membrive (Ediciones Carena). En el prolegómeno del libro el autor expresa, aún estando en desacuerdo con opinar sobre el contenido de un libro y de forma excepcional, cómo se gestó el presente texto, del que dice que organizó como «una antología apócrifa”, en la que «hay muchas dedicatorias, es un libro de despedida y rindo, poema tras poema, culto a la amistad, al amor, a los recuerdos…». Con todo, Rodríguez Pacheco nos tiene acostumbrados a la disensión razonada tras honda reflexión, al considerar que el pensamiento libre nos enriquece y nos distancia de la mediocridad en la que vive la sociedad actual. Memorial del Arte de la Seda es, sin duda alguna, una antología que se aparta de los modos y modismos, que resurge de la necesidad de expresar poéticamente lo acontecido, lo vivido y sentido, siendo la emoción la clave sobre la que se sustenta su poética. Como parte también de la llamada “Poesía de la Diferencia” reclama la libertad como esencia misma de la expresión poética, lingüística y literaria frente a “la Experiencia” y, sin embargo, cuidado con los estudios oportunistas que solo han citado a la corriente “de la Diferencia”, por intereses espurios, por conveniencia o proyección académica. Pedro Rodríguez Pacheco es una voz imprescindible de la poesía española contemporánea, le pese a quien le pese, y muestra de ello es su impecable trayectoria no solo como poeta, sino también como profesor universitario, ensayista y conferenciante. Por todo ello, importa dejar claro en este breve comentario que este libro, Memorial del Arte de la Seda viene a corroborar lo dicho y a engrandecer el panorama poético español y andaluz con su siempre vibrante, lumínica y emocionada palabra. Para dar fe de ello, como en los dos casos anteriores, veamos una muestra de su poesía, con unos versos pertenecientes a Esquizofrenias galantes, concretamente del poema “La ruta de la seda” y dedicado a su Griselda: «… para vestir de espléndido brocado / las palabras que vierto en tus oídos / y que aceptas, sabiéndolas / las palabras más bellas con las que / tú te dejas vencer, / como yo soy vencido / susurrando los dos antiguas preces / de una logia masónica de pájaros / que cantan sin saber qué es la alegría». Tres asombrosas antologías de tres poetas diferentes pero unidos en el fervor por la palabra poética, por la vida.  

 

 

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 La bruma que apacigua la memoria de Juan Naveros Sánchez

Editorial: Nazarí (Granada, 2022) 

Por José Antonio Santano


La Bruma que Apacigua la Memoria

Sucede en muy pocas ocasiones. Es entonces cuando el poder de la literatura se visualiza de forma clara en la pureza y la calidad del texto, dejando para el escaparate y las alfombras a las personas que detentanese poder basado en la manipulación reiterada, el amiguismo u otros extraños manejos que nada tienen que ver con la excelencia de la literaturay sí con la exclusiva vanagloria, la ambición desenfrenada en el vacuo camino hacia la fama o la futilidadtan propia del mediocre. No es el caso que hoy nos trae a este Escaparate de libros, en el cual la literatura, el verdadero poder de la literatura nos hace creer que todavía es posible, que hay esperanza para seguir sustanciando todos los aspectos fundamentales de un texto esencialmente literario. Y como muestra un botón: la novelaLa bruma que apacigua la memoria, del profesor, ensayista y escritor Juan Naveros Sánchez (Castillo de Tajarja, Granada, 1952). Con anterioridad a ésta, y también perteneciente al género de novela histórica publicó, con el mismo sello editorial granadino de Nazarí, Barminán. Las hogueras del inquisidor Lucero (2017), que reseñé en su día. Para esa ocasión escribí algo así:«Hay ciertos libros que están destinados a las minorías: lectores de sólida formación literaria y, en algunos casos, a críticos insobornables, honestos e intachables…»; hoy, después de adentrarme en las entrañas de esta nueva novela de Juan Naveros, suscribo en su totalidad lo dicho. Y lo hagoporque si la anterior buceaba en un hecho histórico (la Santa Inquisición) que tuvo gran repercusión en la historia de España, no lo es menos el que nos presenta su autor en esta segunda novela, tal es la Guerra Civil española y sus dramáticas consecuencias, hasta el punto de comprobar que aún hoy perduran («Porque en todas las personas que sufrieron los desgarros de aquel tachón de sangre fratricida del fatídico año 1936, el miedo, en todas sus formas extremas, resecó sus órganos vitales para el resto de su existencia y les selló la boca para siempre»).  Esta no es una novela más sobre nuestra incivil guerra, no, sino una obra de referencia literaria en la que importa, sobremanera, el lenguaje, el desentrañamiento de lo vivido, la visualización del miedo, el extraordinario ensamblaje de los dos personajes principales: el rehén y el Comisario (hijo y padre), el tiempo y el espacio en el cual el narrador ahonda hasta límites insospechados, la recreación del momento histórico sin alarmante estridencia, porque a su autor solo le interesa construir un edificio literario sólido, coherente y al mismo tiempo conmovedor, como debe ser todo arte que se precie. Esta novela representa dos mundos enfrentados, antagónicos y en cada uno de ellos vive, de una manera u otra, el miedo, el desgarro interior que hace al ser humano miserable, egocéntrico y tirano, o, de otra,callado y sumiso, resignado y miedoso hasta el punto de anular la vida misma. No es ésta una novela cómoda en la que el lector pase página tras página sin más, bien por un lenguaje excesivamente coloquial (nada literario), bien porque la historia sea incoherente o vaciada de contenido; en La bruma que apacigua la memoria habrá que dejarse llevar por las imágenes, a veces por las metáforas y siempre por un lenguaje pleno de vida, en el cual el uso exacto del léxico, de las palabras trasciende de tal manera que, la propia existencia de una tensión lingüística y argumental, se apodera del lector hasta crear en él una verdadera conmoción. La escritura se rebela, es un grito de atención y debe así servirnos para alertarnos de lo vacuo y efímero, de esa tendencia actual de la novela en la cual todo es superficial. Naveros ha buceado en el interior de los personajes principales hasta desfallecer, convirtiéndose así en parte inseparable de ellos, los ha psicoanalizado hasta hallar las claves necesarias para ensamblar una historia que, ambientada en una guerra, no sea la guerra misma el núcleo central, sino sus consecuencias: el miedo («El miedo es el único que da la medida de la crueldad y la impotencia»), el dolor, la soledad, el hambre («El hambre absorbe la grasa de las células, ablanda los huesos, curva las piernas de los niños, consume los músculos y sobre todo, devora el alma, convirtiendo a las personas en bestias crueles y desesperadas»), la tiranía eclesiástica y militar, la resignación, el silencio perpetuo o el espanto, todo a través de lo vivido por sus dos protagonistas. El drama, la devastación interior de quienes vivieron no solo los años bélicos, sino esa posguerra de misal y sumisión en que quedó convertida la vida, es lo que se cuenta aquí. No es La bruma que apacigua la memoria, una novela al uso, ni el autor ha pretendido que así sea, por cuanto su único reto ha sido valerse del lenguaje para escribir un texto de extraordinaria calidad literaria, hecho que a mi modesto entender la hace candidata a ser reconocida por la crítica española y premiada como tal por quienes tengan a bien acercarse a sus páginas, en la seguridad que quedarán atrapados irremisiblemente en ellas.Lo dije en otra ocasión y lo reitero ahora para La bruma que apacigua la memoria, una novela singular que nos aporta solidez y excelencia literaria, y su autor, Juan Naveros Sánchez, un escritor de amplios registros y estilo brillante al que no hay que perder de vista. 

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El cautivo de su paraíso de Fernando de Villena. Ediciones Evohé. 
Por José María Torrijos Carrillo

                                     VILLENA LIBERA AL CAUTIVO GRANADINO


Quiso la malaventura que Pedro Soto de Rojas (1584-1658) naciera en un siglo repleto de planetas literarios (Cervantes, Góngora, Lope, Quevedo, Tirso de Molina…), que, en vez de permitirle brillar como uno de ellos, quedara relegado casi al papel de satélite.  Esta novela biográfica ilumina adecuadamente una figura importante en su época y en el marco de una ciudad que ha sido incontables veces inspiración de artistas. El cautivo de su paraíso (2019), firmado por el escritor Fernando de Villena, vino a abrir de par en par dos jardines: el de la vida de Soto de Rojas y el de la propia ciudad de Granada. Naturalmente, una y otra seguirán siendo paraísos cerrados para muchos, pues la literatura ha sido desterrada de los programas bachilleres y no todos los excelentes poetas granadinos actuales cuentan con la difusión debida. La ciudad de Granada, a pesar del turismo invasor, seguirá siendo eso: un jardín abierto para pocos.

   La fría y escueta nota biográfica de Wikipedia, sin embargo, aporta dos datos ilustrativos: el interés de la Generación del 27 por Soto de Rojas y los varios trabajos fundamentales de Antonio Gallego Morell, personalidad a cuya memoria está dedicado este libro.

   La obra está escrita en primera persona, con expresa mención al primer pícaro de nuestras letras pues algo tienen en común los dos personajes: el desengaño y el aviso a navegantes, desde el primer párrafo, que se cierra así: “[…] me propongo dar cuenta de todos mis descaminos para que quien lea estas planas no venga a padecer tropiezos semejantes a los míos”. La palabra “desengaño” aparecerá en bastantes páginas y situaciones, por diferentes motivos, como un recordatorio, además de subtitular así el capítulo segundo. También es el sentimiento que impregna toda la obra poética de don Pedro.

   Nacido y educado en familia granadina de cierto abolengo, aunque de recursos limitados, se graduó en Cánones, vivió un amor juvenil y sin futuro con Catalina (la Fénix inspiradora de sus primeras rimas), pues ella contrajo matrimonio con quien él consideraba su mejor amigo. Nueva decepción, que a la larga le llevará a buscar consuelo en la religión, en el apartamiento del mundo y a desconfiar en adelante de “femeniles pechos”, pues “así le sigue al ser mujer mudanza;/ no hay firmeza en mujer, no hay cosa estable”, se desahoga en uno de sus sonetos.

   Participó en Sevilla en las fiestas en honor de la beatificación de San Ignacio de Loyola, donde conoció a Luis de Góngora, al que ya admiraba como el “Píndaro español” y quien le informa de que el camino de la fama poética pasa necesariamente por la Corte. Y a Madrid llega con la esperanza de lograr algún puesto que le sostenga y algo de la fama que pretende. Pero con mal pie comienza su estancia en aquella Babilonia, siendo víctima de un robo. Poco apoco irá conociendo los lugares más importantes o más frecuentados: el mentidero de las gradas de San Felipe el Real, la colación de San Miguel, lols alrededores de Palacio… y abriendo los ojos gracias al encuentro providencial con el jurisconsulto y paisano Francisco Bermúdez de Pedraza, buen conocedor de Madrid, de la política y sus engaños: “no conviene fiar de los ministros porque todos son fáciles en prometer lo que luego no han de cumplir”. Así, irá pasando de un aristócrata a otro, de un escritor al de más allá, hasta llegar a la famosa Academia o tertulia literaria en casa del conde de Saldaña.

   Allí se encuentra con Góngora, conoce a Lope de Vega, Bartolomé Leonardo de Argensola, Miguel de Cervantes, Luis Vélez de Guevara (con quien vivirá un enfrentamiento que pudo acabar en duelo si no hubiera sido aplacado por Cervantes), etc. Pero en esos salones, los poetas se pelean por obtener favor de alguno de los próceres, y “entre jícaras de chocolate y galletas, entre vasos de vino y encurtidos […] lo que regía casi todas las conversaciones eran los negocios de corte, las solicitudes de prebendas, la lisonja y la maledicencia”. Don Pedro se estrena con una disertación sobe Poética, que es celebrada por muchos de los presentes. Corren por Madrid unas copias, escritas por Góngora, con el título de Soledades. La opinión literaria se divide entre defensores y detractores, de modo que “la poesía castellana se vino a convertir en un divertido palenque”. Entre los primeros, se encuentra nuestro Soto de Rojas. Entre los segundos, el ácido y temido Francisco de Quevedo. Asiste a las funciones teatrales en los corrales de comedias, que describe con todo detalle. Acude a misa diaria, no solo por devoción, sino por ser los templos lugares donde concertar citas y lograr prebendas. Una corrosiva y sustanciosa descripción se hace en la página 60. Quien desee conocer con más amplitud la vida de la Corte, especialmente la mala vida, que no deje de acudir a las obras de José Deleito y Piñuela, un armario lleno de sorpresas.

   Las albricias le llegan a través del duque de Lerma, a la sazón ministro de Su Majestad, en forma de canonjía en la colegiata granadina del Salvador, lo cual le obliga a ser ordenado sacerdote. Así entra a formar parte de un cabildo con el que tuvo sus más y sus menos a causa de unos canónigos que parecen escapados de La Regenta de Clarín. La vida de nuestro poeta es “un ir y venir continuo de los regocijos a las amarguras”, aunque “más al lado del dolor que al del gozo, más a las sombras que a las galas, más al recogimiento que a las fiestas y comedias”. Como abogado de la chancillería también se encuentra con la arrogancia y grosería de algunos oidores.

   La llegada del conde-duque de Olivares al poder gubernamental le trae un nuevo favor: ser nombrado abogado del Santo Oficio y si no llevaba consigo gran aumento del sueldo, sí el del respeto entre todos sus colegas. Y en el capítulo dedicado a la Inquisición refiere algunos casos sorprendentes de cómo se las gastaba el célebre tribunal, así como el inesperado reencuentro con la anciana esclava Nunona, la negra que entretuvo sus años de niñez y le inició en los secretos del sexo. El azar pone en su camino dos encuentros: sabedor que en una casa paredaña a las que ha comprado en el Albaicín se oculta un cofre de plata con gran valor, la adquiere, lo encuentra y lo vende a un genovés que vive de eso. Y una noche en que no puede conciliar el sueño por el ruido de la carcoma en la vieja cama de su padre, un hachazo al cabecero le pone en las manos casi treinta ducados de oro.

   El capítulo séptimo describe el Carmen de los Mascarones y su maravilloso jardín que nuestro protagonista y narrador construye con los mejores materiales, distribuido en siete “mansiones”: toda suerte de estatuas alusivas al mundo bíblico y a la mitología. Los azulejos, pinturas, adornos, alberca, fuentes, alternan con un inmenso mundo vegetal hasta convertirlo en un jardín botánico. Es decir, un jardín para el disfrute de su propietario y para los escasos amigos que piensa convidar. En este capítulo deslumbrante, el escritor Villena echa por la ventana toda su sabiduría botánica que no es poca. Si Soto de Rojas se reconoce condenado a morir un día, al igual que su casa y su jardín, confía en que sobreviva su última creación: el libro Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos.

   Quiero detener aquí la descripción del contenido para animar a su lectura, llamando la atención sobre el aspecto literario: dentro de un estilo suficientemente claro para el lector medio, Villena reproduce con maestría el léxico clásico de un escritor que narra su autobiografía sin dejar arrinconado del todo el culteranismo que practicó en sus poemas. La riqueza de vocabulario es inagotable. Pocos libros tan bellamente escritos se han publicado recientemente en España. Es el libro firmado por un autor culto que hace hablar a un poeta culto. Y por volver de nuevo al contenido, es una obra que debería ser de lectura obligada a todo granadino que se precie de serlo, sea estudiante, profesor, ama de casa o dependiente de un mercado. Porque el mundo editorial nos tiene amansados con baratijas en forma de prosas y versos intrascendentes y, ante eso, la inmensa minoría ha de rebelarse.

   Y cierro mis opiniones revelando la causa de mi retraso en redactarlas. Lo leí de un tirón nada más recibirlo, fascinado por ese jardín en el que Villena me invitaba a entrar, tan absorto en el placer de la lectura que apenas tomé alguna nota. Y durante mis diez días de confinamiento por covid-19, volví a sus páginas más reposadamente. Los medicamentos, toses y soledad se me hicieron más llevaderos en mi paraíso cerrado para muchos, jardín abierto de libros para pocos. José Mª Torrijos

 

 

 

 

 

 

 

 

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El arrojo de vivir (Antología de poemas de amor) de Ángel Guinda

Olifante. Papeles de Trasmoz (2022)

Por José Antonio Santano

 El arrojo de vivir

(Antología de poemas de amor)


 

            Es este un tiempo de incertidumbres y miedos, de oscuridad y tristeza. El odio se ha instalado de tal forma en el seno de nuestra sociedad que es rara avis hallar mención al amor. Sin embargo, el amor se abre paso incluso después de la muerte, con esta entrega del libro El arrojo de vivir (Antología de poesía de amor). Poeta de la muerte se le ha llamado en muchas ocasiones a Ángel Guinda (Zaragoza, 1948-Madrid, 2022) que fuera Premio de las Letras Aragonesas, y así lo expresa Raquel Arroyo en su nota final al citado libro: «Ángel Guinda, poeta al que se asocia inmediata y fundamentalmente con la temática de la muerte y por una mirada amargo-realista…». En realidad, Guinda fue algo más y antes que poeta, hombre cabal, y supo así, combinar experiencia vital y emoción para construir un universo poético que quedará como un tesoro de incalculable valor. La cuestión no es otra para Ángel Guinda que trascender la existencia a las más altas cotas de la poesía, vivir en los demás, compartir y explorar la condición humana para ser él mismo: poeta y hombre, de ahí su introspección a textos que versan sobre la soledad, el tiempo, la vejez, el olvido, la enfermedad, o, como no podía ser de otra forma, el Amor. En el libro que nos ocupa, El arrojo de vivir, precisamente, es el amor quien ocupa sus páginas tras la selección de sus poemas por Raquel Arroyo. Editado con esa elegancia y saber propio de Trinidad Ruiz Marcellán, directora de Olifante, en una de sus colecciones, Papeles de Trasmoz, el libro viene a ser un objeto de arte. Mas no cabe duda alguna que su verdadero valor no es otro que su contenido. Poemas que nos predisponen a mirar a lontananza con la esperanza de que, después de un tiempo vivido tan opaco, no solo por la pandemia sino también por la deriva del pensamiento humano de los últimos años, sea el amor el que nos haga avanzar hacia un mundo mejor, y es, en este sentido, como se inicia el poemario: «Yo te he dado las claves del mañana, / lo poco que sabía para que tú lo olvides. // Te he dado compañía hasta quedarme solo / y calor hasta quedarme frío. // Tú me has dado el arrojo de vivir». Cada poema contenido en el libro nos acerca al amor con múltiples matizaciones, aportando al lector una riqueza extraordinaria tanto por su estructura como por su lenguaje, sencillo pero hondo, reflexivo, conjugando experiencia, conocimiento y emoción. El amor como fruto del desentrañamiento del yo para convertirse en el otro, en el tú, en el nosotros, como podemos comprobar en este par de ejemplos: último terceto del “Soneto de amor”: «Si ere tú lo mejor que me ha pasado, / si arderán los demás de nuestras llamas. / Si tú me faltas ya me sobra todo», o, en este cuarteto de “Somos pareja”: «Somos pareja pero somos grupo, / como grano es el trigo y es granero, / como luz es el sol pero es el día, / como río es la lluvia y se hace mar». Variada es la extensión de los poemas, incluso llega a la mínima expresión, el aforismo o sentencia, creando así una amorosa sensación de desnudez al escribir: «Abre los ojos para que amanezca», «Toda la luz del mundo pasa por tu mirada», «Tu piel es la profundidad de mi deseo», o, «Voy por la casa apartando sombras porque / falta tu luz». La excelencia poética de Ángel Guinda queda más que demostrada y es ésta una gran oportunidad para acercarse a su poesía amorosa en una primera instancia, porque el lector quedará muy satisfecho y con ganas de continuar buceando en el resto de su grandiosa obra.  Concluyo este comentario con el poema “Punto muerto”, por definitivo y por acoger la sabiduría y el más intenso sentimiento humano del enorme poeta que es Ángel Guinda, vivo por siempre en su lumínica obra poética: «Antes de ti / vivir era un viaje a ninguna parte. // Ahora sé que la muerte / debe de ser lo que es sin ti la vida».

 


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 El paso de la luz  de Blas Muñoz Pizarro

Editorial: Isla Negra/Crátera, 2021

Por José Antonio Santano

            La poesía es de lo poco verdadero que le queda al mundo; acercarse a ella desde la soledad y el silencio en este tiempo abominable de reyezuelos y tiranos, señores de la guerra, al menos te reconforta y serena. Es quizá, un escape necesario, luz entre tanta oscuridad. De la esencia de la luz trata este comentario, de la luz que nos salva de los túneles y precipicios, del frío de la noche; de la vuelta y regreso a los libros que la contienen. Si ya De la luz al olvido. Antología personal (1960-2013), que reúne la obra de Blas Muñoz Pizarro (Valencia, 1943), venía a ser para Sergio Arlandis“un libro que nos lleva a un debate mucho más hondo y que nos hace distinguir, lejos de toda polémica sobre tendencias y modas, la buena poesía de la mala. Y estoy muy de acuerdo, es reconfortante hallar a poetas como Blas Muñoz, alejado de modas y tendencias, porque en su propia conformación y concepción de la poesía solo la esencialidad de la palabra modela su capacidad creadora. Muñoz Pizarro es un poeta de una autenticidad e intensidad indiscutibles, como acierta a decir Arlandis. En ese proceso de creación desde la soledad y el silencio al que me refería al inicio, trasciende la voz del poeta, que vislumbra ya otros territorios, otros sueños. La mirada de Muñoz Pizarro es, sin duda alguna, abarcadora y así se muestra en esta antología personal y lumínica, en la quedó incluido esta que comentamos El paso de la luz, en esta ocasión editada por los sellos editoriales Isla Negra y Crátera y que añade unas extraordinarias ilustraciones del artista argentino Pablo Santin; un libro que muestra multiplicidad de registros, matizaciones o detalles, convirtiendo así a  la luz en un misterio por descubrir, y que necesitaba, de alguna manera, separarse de la edición antológica y transformarse en un ente independiente. Nace la luz de la necesidad del poeta de interiorizar todo lo que le rodea, de abismarse en lo desconocido para de esta forma crear un mundo nuevo, un lugar mágico, capaz de silenciar el dolor de las ausencias. Escribe Muñoz Pizarro desde adentro de sí, desentrañándose, dejándose llevar por sus propios miedos e incertidumbres, aferrado al latido de la vida. Es alentador comprobar que el poemario está dedicado al poeta fallecido recientemente Ricardo Bellveser, “avizor sagitario, en su luz permanente”. Y con esa luz permanente sueña aún el poetacon la Naturaleza que debemos celebrar cada día, con los aromas de las tardes de invierno o los amaneceres marinos; toda una cosmovisión en la cual la palabra distingue y se distingue como único instrumento de salvación: «Porque decir la vida / es más difícil que vivirla, y porque / nada sé más allá de lo que olvido, / enmudezco otra vez. Y aprendo. Y oigo. / Aquí, al resguardo de la lluvia, en este / ajeno patio de vecinos donde / se oye el trajín de una cocina y vuelve / el olor a manzanas de mi infancia». ¡Ay, la infancia siempre! El persistente rumor machadiano de la infancia, esa Arcadia a la que se regresa siempre para beber el néctar de la inocencia y la luz: «De la unión de la luz con la inocencia, / ¿no nace la verdad, esa certeza / que cada ser inventa en su destierro, / con tanta confusión como esperanza, / para darle calor a su novicio / corazón?», se pregunta el poeta, y encadena el final de cada poema al principio del siguiente —comunión de la palabra. Es la luz y su silencio un diálogo poético inconmensurable, pues tras la soledad del poeta, «sólo queda / oír cómo respira, acompasada, / la fatiga del mundo, mientras llueve», y el regreso siempre a la luz primigenia.

 

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Un horizonte de significados de Custodia Tejada. Amazón 202 

Por Paloma Fernández Gomá 



El poeta granadino Custodio Tejada ejerce como docente en Guadix (Granada). Ha publicado varios libros de poesía, así como participado en distintas antologías. 

Su último libro es Un horizonte de significados, donde el poeta crea una línea divisoria de significados, desarrollando toda una estrategia sobre lo que supone la creación de la palabra como fuente de inspiración y, o conocimiento de una obra literaria, basándose en la palabra como  portadora de un mensaje subliminal que va más allá del campo fonético.

En el libro se describe todo un paralelismo entre la creación del hombre y de la palabra.

Concepto-palabra, lenguaje-fonética, significado-significante, expresión y contenido se van tejiendo en una sola mirada que nos avoca a un índice de contenidos que cuestionan, deliberan y enriquecen la palabra, como poseedora de todo un equipaje creativo de la obra  del hombre para expresarse. Siendo el hombre creado por la divinidad, la palabra ejerce derechos aleatorios de certidumbre indivisa con su creador, el cual es: el hombre.  

El libro se sumerge en todo un contenido de palabras, como elementos que sustentan una comunicación necesaria, sensible y capaz de llegar más lejos de lo que simplemente se escribe o se habla. Llegando a transmitir una fuerza capaz de mover las conciencias; tal y como se va desglosando en los versos que siguen a continuación: 

La palabra se hizo amanecer/en la costilla de Adán.

La palabra es poder

Sin la palabra no tenemos futuro/ ni pasado..

El poeta no es Dios en el poema/ a lo sumo es un simple mensajero/ que registra al dictado una oración.

El poeta ha de ser, a la vez/ profeta y mesías en el mismo poema.

Las palabras son los verdaderos animales

El universo del lenguaje viaja

Las mismas leyes que rigen el cosmos/ dirigen la terapia del lenguaje,/ esa ley de atracción infinita/que expande corazones

El hombre nace para estar atado a la tierra/ y adherido a la palabra solo/ hasta que la eternidad lo reclame/para ajustar cuentas

Y qué son las palabras/ sino pájaros de luz

El libro contiene un total de veinticinco poemas, nunca causales y sí llenos de causalidad.

Las citas que aparecen son una clara declaración a la tradición conceptual de la palabra, siempre sustentada por nombres como: Rafael Guillén, San Juan o Percy B. Shelley.

Un libro arriesgado en su contenido, pero fiel defensor de la pablara y por lo tanto necesario a la hora de poner en valor la transmisión oral y escrita de la palabra.  

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Esencia y Solo inclasificable

  Esencia / Solo inclasificable

Efi Cubero


La Isla de Siltolá (2019-2021)

Por José Antonio Santano

          


  Es costumbre, diría que obsesión, mirar el buzón de correos varias veces al día. Me estimula pensar que hallaré algún libro amigo. Y la verdad es que tengo suerte, porque sucede alguna vez que otra durante la semana. No hace mucho tuve la fortuna de recibir dos en un mismo sobre. La edición de ambos era extraordinaria: sencilla y elegante, muy agradable al tacto, pero sobre todo eran dos libros notables en la trayectoria literaria de su autora, Efi Cubero (Granja de Torrehermosa, Badajoz, 1949), del sello editorial La Isla de Siltolá. Comencé la lectura por Esencia, que me sorprendió por su esplendorosa prosa y la temática: el arte en sus distintas manifestaciones a través de sus protagonistas.  Sirva como ejemplo este párrafo del dedicado a Pablo Picasso: «—¡Sólo tiene ojos! — afirman que exclamó la tía del pequeño Pablo cuando delgadísimo y frágil comenzó a abrirlos al poco de

nacer (…) Ojos penetrantes y profundos… Es la intensa mirada de la seducción, la fijeza abrasiva de atrapar lo que observa sin darle tregua al tiempo ni resquicio al olvido…»; luego escribe pensando en el Guernica: “Todo el dolor se halla aquí representado: la noche de las noches, sin consuelo frente a la huella helada de Caín. Una abrasadora acción sangrienta que turba las conciencias llenándolas de horror y de ceniza. Todo está estructurado por la mano que ordena. Por la mirada que escenifica el odio y lo plasma sin que le tiemble el pulso fijando la locura inhumana del hombre”. Seguirán a Picaso otros como Doménikos (El Greco), Da Vinci, López Hidalgo, Kapoor, Velázquez, Gauguin, Monet, Mora, Turner, Antonio López, Pollock, Rembrandt, Hütte, Rodchenko, Carmen Laffón, Tàpies, Caravaggio o Goya, entre otros, y en todos, la esencialidad de la palabra de Efi Cubero, que viene a decir que “el arte nos salvará ante toda adversidad, pues es “un soplo de esperanza que se elevará sobre la podredumbre y los escombros”. En Esencia hallará el lector no solo a las figuras más representativas del arte universal, sino también la expresión poética de sus obras de una manera magistral. El otro libro: Solo inclasificable es un poemario que entronca con ese estado de ánimo que se perpetua en el subconsciente de tal manera que el poeta se acomoda a él para vivir intensamente cada leve rumor de la palabra, hasta abismarse ineludiblemente sobre el calmo silencio. Efi Cubero nos transporta así a un lugar desconocido y misterioso, donde solo habita la soledad en un espejo que refleja el tiempo vivido y por vivir y en el cual el vacío permanece invariable. Escribe, a cuento de lo dicho, la poeta extremeña: «Un solo se interpreta en el vacío: / su ejecución te impedirá el reposo. / Aristas acusadas / en una dimensión extemporal, / abismo de absoluto, / ascensión de fracaso. // Solo inclasificable». La soledad se acompaña de músicas y vuelos de avecillas, el sol calienta las mañanas y las noches se adornan de sueños inalcanzables, mientras que Efi se adentra en un jardín colmado de palabras y silencios, para ser agua y semilla, el fruto de la nada que crece y crece en lo absoluto, como la música. Dividido en cinco partes: acordes, contrapunto, allegro, andante y adagio, el poemario vuelve a tomar el sendero del arte, en este caso de la música y amalgamado con el hecho poético. Y es que mucho tiene que ver la música con la poesía, o, viceversa. Una y otra se complementan beben de la misma fuente el agua que las sustenta. En cada una de las partes del libro la poeta es una y distinta, para conseguir una voz que resplandece, que aúna singularidad y belleza, hondura, pero, sobre todo, emoción, sin la cual la poesía no sería poesía. Solo inclasificable es un libro evocador de ausencias que solo el amor es capaz atemperar en el tiempo de la existencia; y vital, como lo es su autora, Efi Cubero, y así lo atestigua: «Hallar el corazón / del acontecimiento, / descorrer las cortinas, / reivindicar el hecho / de que sigues aquí. / Para eludir la muerte / atestiguar la vida».

 


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El Sol de los ciegos de Alfredo Pérez Alencart

El Vaso Roto, 2021

Por José Antonio Santano


 

 

            Como pórtico de la última obra del poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart hallamos esta certera reflexión: «…en estos tiempos, cuando avergüenza hablar de lo que atañe al espíritu. Tal vez el Amor independice al hombre de arreos truculentos, nutriéndolo con otra ley fundamental que lo torna depositario del diario milagro de existir». En estos tiempos, digo, tan críticos, en los que el odio crece sin límite y el dictador de turno aniquila ciudades y seres humanos, todo aquello que encuentra a su paso con delirante actitud, encontrar la palabra Amor es algo tan necesario como benefactor. Como lo es también, adentrarse en la lectura del poemario El sol de los ciegos, de Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). A lo largo de su amplia ya trayectoria poética hemos podido comprobar la catadura ética del vate peruano, su capacidad creadora y la generosidad que lo distingue en todos los ámbitos de la vida. Y es que el poeta no puede separarse de su propia condición como ser humano, no puede alejarse del verdadero camino, del resplandor de la palabra como único instrumento de transformación del mundo. Pérez Alencart ha conseguido, una vez más, asombrarnos con la calidez de sus versos, adentrándose en el silencio de la soledad para proclamar su reino de Amor y de Poesía: «Digamos / que en el principio era la Poesía / y que ésta nos nutre / y nos alcanza, // así pasen dos lustros / o dos Milenios». La influencia bíblica está bien presente («Vives en la resurrección, / Eunice, / mueres y resucitas / en tus letras impregnadas / del sagrado manantial / y de la corteza astillada / del existir»), su espiritualidad bebe de ese pozo inagotable y es un elemento imperioso en la concepción de El sol de los ciegos y del compromiso humano que condiciona al poeta. Conforman este volumen cien poemas y en todos ellos, de una forma u otra, el sol como símbolo de la luz que nos guía y acompaña para mostrarnos el camino de la bondad, como así sucede en el poema “Invocación”, tan oportuno en estos tiempos tan dramáticos: «Hermano, / estés donde estés, / abre los puños / y que no vuelvan / las armas a tus manos, // que la lucha / no insista en acercar / distancias, // que sólo las palabras, / se levanten y convenzan. // Que convenzan tus palabras, / no los golpes ni las balas, // y que en ti se agigante / la benevolencia». Encontramos en los versos de Pérez Alencart la riqueza de su humanismo militante, pero también está presente, en la mayoría de estos poemas, su ángel Jacqueline, pues aún vive en el hombre y el poeta; no hay distancia para el Amor, no hay frío ni sombras, solo el Amor reconforta el espíritu, lo sacia con su serena voz: «Lo nuestro es eternidad / e instante, fogosa / soberanía, / compañera que me besas / y acoges. // Recuento tu sacrificio / hecho sólo por amor, // compañera en todo, / amantísima / gacela…». Pérez Alencart, desde sus varias atalayas: Salamanca, Portugal o Perú ama cuanto la vida quiso darle; sabe bien que la palabra vino a él para quedarse y acompañar sus días en la certeza de un nuevo reencuentro con la luz que alumbra la existencia de quienes un día perdieron sus ojos para siempre. Pérez Alencart ha sembrado a lo largo de los años extensos campos de poesía, de palabras que ascienden al cielo y las estrellas para acabar luego sobre la tierra madre, la que le dio el ser y la de acogida, para recoger el digno fruto del verso hecho luz y sinfonía, espíritu y materia en comunión perfecta. El sol de los ciegos es un libro plural, inspirado en la experiencia vital, en la Naturaleza y la más grande tradición poética; amparado por el cálido y lumínico destello solar que nos hace mirar hacia el futuro con una cierta esperanza en el ser humano. En él se citan los poetas de siempre y con ellos camina Pérez Alencart, seguro en la palabra que nos alienta y alimenta ahora y para siempre.  

 

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Las razones del hombre delgado  

Rafael Soler

 Nueva York Poetry Press (2021)

Por José Antonio Santano

   


  Cierto que la muerte es un tema constante en la poesía universal. Cierto, también, que han sido y son muchos los poetas que de una u otra forma han escrito magistrales versos sobre la muerte en sus variadas formas de aparecer, conceptualmente hablando: tránsito, partida, acabamiento, expiración, agonía, estertor, silencio, sueño eterno, extinción, trance, etc. Ese último viaje al que todos estamos llamados es, ha sido y será para la poesía un lugar común, si bien cada poeta lo ha expresado y sentido de manera diferente. En el caso que nos ocupa, también observamos esa distinción, tan rica en matices. Cuando leemos “Las razones del hombre delgado”, del poeta valenciano Rafael Soler (Valencia, 1947), advertimos de su capacidad para crear una obra magna y diferente, originalísima. En este poemario Rafael Soler se ha vaciado, ha querido dejarse llevar por una espiritualidad compleja, tal vez mágica, en la que el propio hombre y poeta se ve a sí mismo y desdoblado en dos; por una parte, la materia y, de otra, el silencio de todos los silencios. Para ello ha construido tres voces que hablan entre sí, que dialogan y perpetran un viaje hacia un lugar único, aunque bien pudiera decirse que son una única voz: «Una mujer se observa cautelosa en el espejo / agoniza un anciano de espaldas a su banco / busca el poeta las sílabas precisas (…) comienza a nevar / desde la cuna al nicho». Esta es la hora, principio y fin de todo. En esa original estructura hallamos, y ya lo he dicho otras veces, desde el punto de vista de la forma y el fondo, un universo propio, diferencial respecto a otros poetas, a la otra poesía que, desgraciadamente, persiste en el panorama poético español. Soler es un poeta singular, reflexivo y en esta ocasión ha querido que le acompañemos en su viaje al ser, a la verdad poética que día a día vislumbra desde su atalaya de soledad y silencio. Aun siendo una temática consustancial al hecho poético, el poeta plantea, con esa precisión de su palabra, una nueva forma de entender la vida, de vivirla a pesar de todos los pesares; descubre en lo humano la verdadera causa de la vida, sin vuelta atrás, porque la vida no es otra cosa que su contrario, la muerte. En anteriores entregas poéticas Soler se desvivía, y ahora, diría que se desmuere, lo que nos recuerda aquel verso de Juan Ramón Jiménez cuando se preguntaba ¿qué me vas a doler muerte? He seguido con atención la trayectoria de Rafael Soler y puedo decir, sin temor a equivocarme que, Las razones del hombre delgado, como ya se ha dicho, marca un antes y un después en el itinerario poético del vate, conjugando experiencia y simbolismo hasta crear una obra que no dejará indiferente a nadie. Soler se desnuda, se vacía por entero sin que nada le importe, sino la fuerza expresiva del verso, su hondura lumínica. La soledad permite vivir consigo mismo, desdoblarse para entender el mundo, para entenderse. En este descenso alucinante a la conciencia, el amargo latir de lo que poco que nos va quedando, ni siquiera el cuerpo que nos sostenga delante del espejo, si acaso el leve tacto de unos labios que se rozan en la noche: «solo para tu muerte yo» (…) «solo para mi muerte tú». El dolor de la decrepitud, de las pérdidas y los fracasos, de la incertidumbre y el miedo, de la oscuridad y el olvido («caer oscuro / en un tiempo sin tiempo») es una eterna huida hacia la nada, pero también la certeza ontológica del poeta de saberse vulnerable y de paso, como nos dice en su nota preliminar. Soler nos sorprende una vez más con una obra magistra y de indiscutible esencialidad poética.   



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Hijos de Melilla (Ulad el Milili) en el recuerdo, de Filomena Romero

Servicio de publicaciones. Consejería de Educación, Cultura, Festejos e Igualdad de la ciudad de Melilla

Melilla 2020 

Por Paloma Fernández Gomá


Según escribe en su prólogo Antonio Abad, en el libro hallamos el ámbito geográfico cercano y cotidiano de la autora, Filomena Romero. En lo referente a la expresión poética, la nostalgia recorre los poemas, llegando al fondo de las cosas, a los cimientos de la construcción poética, asegura Antonio Abad.

Recorrer las páginas del libro supone un placer para los sentidos. La impresión es magnífica y cuenta con fotografías de la autora tanto de su niñez, vivida en melilla, como de su familia, su juventud y aquellos acontecimientos familiares que fueron grabando su vida. Pues de su vida trata el libro, de su vida y de su poesía.

Filomena Romero nació en Melilla y a la edad de cinco años, partió de la ciudad. En la poesía siempre ha encontrado el refugio y la necesidad de sentirse tal y como es. Reside en Málaga, desde donde observa el mar, que bien sabe conduce a su infancia, a la ciudad de Melilla, lugar de nacimiento.

Como bien dice Filomena en sus palabras previas: este libro es de añoranza y  melancolía. En estos dos sentimientos se cobija su alma y su pensamiento para recordar, su pasado y reconducirlo a su presente. Desde la alta torre de su apartamento en Torremolinos, la poeta, contempla la otra orilla, la de su infancia y los recuerdos la visitan y nacen sus poemas para recorrer el parque Hernández, la huerta de Farhana, la calle Abad Ponjoan. En el poema dedicado a la roca Rusadir fenicia, romana, árabe y cristiana, nuestra poeta escribe:”…plural en tus culturas/anhelante y conversa./A todas amas y a todas perteneces./Mágica miel que embriaga el paladar del cielo/néctar y jugo especial hecho ambrosía.

Filomena Romero exalta la convivencia entre culturas, base necesaria para que la convivencia pueda transcurrir en paz. Melilla es ejemplo de ello.

Sus poemas siguen entre estrellas doradas, la magia de su ciudad natal, los sabores, los caminos, el zoco, la mezquita, las viejas costumbres, las pompas de jabón, el patio, la torre de la Concepción, el colegio San Vicente de Paúl, campanas y chilabas.

La infancia queda grabada en el recuerdo y marcas el carácter, la personalidad de quien fue niño y se convierte en adulto.

Nuestra autora escribe:”Entre altivas palmeras, legendarias y eternas./Todo tenía y tiene su olor a noble infancia./Por siempre perdurable.”

El libro cuenta con cuarenta y dos poemas con citas de Konstantino Kavafis y Amin Maalouf. Un álbum fotográfico pone imágenes a los sentimientos.  El prólogo de Antonio Abad y la breve introducción de la autora nos adentran en el contenido del poemario.

Hijos de Melilla es un libro para ser leído desde la complicidad con el recuerdo, el afecto y la aproximación a la interculturaliad.





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Serena diosa de Encarna Lara.

Real Academia de Nobles Artes de Antequera. 2021

Por Paloma Fernández Gomá

 Serena Diosa de Encarna Lara, son 30 poemas reflejo de una sensibilidad poética que es carta de presentación de una obra llena de lirismo, donde la mirada se entrecruza con el destino y con un acertado tratamiento del tema, donde la autora nos hace participes de sus versos, comunicando sus vivencias, sus impresiones, los lugares y la historia; siempre desde el acento poético que Encarna Lara es capaz de desgranar en sus poemas. Tarea nada fácil, llegar “al otro” desde las propias sensaciones que describen un libro que recorre semblanzas de la bella ciudad de Antequera.

Calle Trasierras nº5, Plaza de Castilla, Callejón del aire, Plaza de los escribanos, Coso Viejo, Fuente de las Descalzas, Iglesia del Carmen, Fuente del toro, Postigo del agua, Puerta de los besos, Ribera de los molinos, Peña de los enamorados o Los dólmenes; constituyen una visión de los diferentes lugares emblemáticos de la ciudad de Antequera, que Encarna Lara nos acerca desde su palabra, con versos llenos de luz, brillantes, acompasados en la métrica, descriptivos y solemnes, llenos de contenido. La historia se hace poesía en octosílabos y decasílabos.

Después la poeta invita al pensamiento sobre leyendas, molinos o dólmenes para interpretar otros de sus poemas. Pero será en el comienzo del libro con poemas como Génesis, Cuando tú me llamaste, No mentirnos, Cómplices o Poeta; cuando nuestra autora se implica con las sensaciones que inspiran sus versos y la aproximan a la ciudad de Antequera que ella ama y es cauce de sus vivencias.

En el comienzo del libro Encarna Lara con el poema Génesis interpela a sus comienzos: “ Hoy pregunté a la rosa que emergía del claustro:/¿qué ser equivocó el rumbo de la vida/y me dejó tan cerca y tan lejos a un tiempo/en la noche desnuda de aquel día primero?”

Continúa nuestra poeta con el poema Cuando tú me llamaste: “Llegó la primera flor de manzano/y el viento con sus cítaras a mi ventana,/y me llamaste un día en la propicia hora/cuando la verde alfombra de tus campos/regentaba la arquitectura de la espiga.”

En el poema No mentimos, dice la poeta:”No hay viento que me encienda como el tuyo/ni brisa que aligere la huella de mi pie/ cuando me llamas desde tus esquinas.”

La ciudad y la poeta son cómplices de la aventura de los poemas; y así se expresa en los versos de Cómplices: “Pasa clarividente y me ofrezco contigo/a la complicidad que nos vincula./Te hallo en la luz y en el agua,/en el gozo de andar por tus aceras,/en el blanco lirio de tus calles./Y así, en lo más hondo de cada instante mío,/vibro al clamor encendido de tus plazas,/fuentes, arcos, rincones…”

A lo largo del libro Encarna nos conduce por su recorrido de las calles de Antequera, ciudad que hace suya, porque ella, la poeta es parte de la ciudad, es hija de sus calles, monumentos y de su aliento, el que la hace fuerte y la colma de vida.

Es indicativo y digno de resaltar el lenguaje sublime de Encarna Lara, pues dentro de un vocabulario apegado a la realidad, nos sabe llevar a momentos, casi iniciáticos de un reencuentro del hombre con sus nacencias. La tierra, su tierra,  suspira por los poros del verso, que se va enalteciendo en un lenguaje expresivo de profunda calidez; llevándonos a puntos álgidos: “Cada vez que regreso a sentir tus piedras ancestrales,/me acerco a aquellos hombres /de ritos funerarios,/de bosques, de montañas,/de signos y planetas.”

Nuestra poeta apuesta por el hombre y los valores de acercamiento a su entorno, como paso necesario para constatar sus vivencias, su compromiso con la vida y con su historia.

Una visión universalista que recrea el pasado con culturas anteriores y nos hace sentirnos parte de un todo indiviso y común, donde nos identificamos con lo que somos.

El paseo por la ciudad de Antequera invita a un conocimiento de la ciudad. La poeta actúa como cicerone personalísimo y de gusto lírico para mostrarnos no sólo la parte material de la ciudad, sino su contexto sentimental, el que conmueve e invita a sentirse partícipe de esta invitación convertida en poesía.

Un libro sereno y de una bella factura, Serena diosa; desde el que contemplamos, observamos y conocemos más sobre Antequera. Todo ello desde la voz cálida, sonora y llena de matices de Encarna Lara, poeta comprometida con su tierra y con la poesía.       



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La poesía no es un cuento 

Xoan Abeleira
Banfile 
Por José Antonio Santano

                                                              La Poesía no es un cuento

            Una de las propuestas más interesantes que han llegado a mis manos del recién pasado año 2021 es un ensayo de acertadísimo título en su sentido más amplio: La poesía no es un cuento, como así reza en el frontispicio del libro, y con subtítulo en interiores de, Y otros escritos impenitentes. Su autor, el traductor, el poeta y escritor gallego Xoán Abeleira, abre sus páginas con citas de autores que, sin lugar a duda alguna, han influido en su manera de entender la poesía. y de escribirla. En él están impresas el pensamiento de Novalis, Arthur Rimbaud, Josefina Maynadé, Rainer María Rilque, André Breton, Stanislas Rodanski, Alejandra Pizarnik o Matsúo Basho. Estructurado en tres extensos apartados que contienen a su vez artículos sobre Arte y Literatura, pasando por la entrevista o la poesía en particular. Es esta miscelánea variada de creación y pensamiento la que hace que este libro no sea un ensayo tradicional, académico, sino otro cuya base está determinada por la experiencia literaria del autor y las muchas lecturas que lo complementan, de tal manera que La poesía no es un cuento viene a ser un texto oportuno para el tiempo de agitación literaria, aunque ésta sea en la actualidad más insustancial que en otras épocas. Xoán Abeleira ha sabido limpiar todo aquello que representa lo banal o vacuo, no dejándose influir por fuegos de artificio, sino por la reflexión y profundización de cuanto considera que puede enaltecer al hecho literario, sea poesía o prosa, pero con la distinción de su excelencia creativa, de su sabiduría. A ella se refiere cuando en el primero de los textos del libro, Arte y meditación, escribe: «Escuchar, contemplar y meditar son las tres grandes “herramientas de sabiduría”»; de igual manera en el siguiente texto Las canciones de poder chamánicas: música, poesía y videncia”, nos revela que: «En las culturas chamanísticas se desconoce, en efecto, el concepto de autoría. Quien transmite el canto no es más que un médium de la energía cósmica (…) Por encima de la poesía y de la música está, sin embargo, el ritmo, auténtico motor de las “canciones de poder” y de cualquier tipo de poesía que se precie». Pero, centrémonos en la segunda parte, la central y más importante, la que da título al libro: La poesía no es un cuento, por cuanto el autor con serena locuacidad y muestras de una sólida determinación, se adentra en la actualidad poética española, y más concretamente, sobre la joven poesía española. En este sentido escribe: «Un poema no es un cuento, ni tampoco un post de un blog o de una red social, y mucho menos una anécdota prosaica». Entiende Abeleira que «el poético es un lenguaje fuera de lo común, más ligado, más ligado el mundo del sueño e incluso al de la magia que al de la realidad». Y por ello no entiende esa tendencia poética actual de lo anecdótico, superficial y plano de algunos afamados cuya poesía incapacitada para trascender; tendencia que, y así lo expresa su autor «las editoriales alientan, fomentan e incluso “premian” —como “premiaron” antes a los “padrinos” de muchos de esos “jóvenes poetas” que, a la vez y con tanto descaro como impunidad, se “premiaban” entre ellos». Siguen a este valioso y atrevido artículo otros como El poema en prosa, la entrevista realizada a Pilar Pallarés, El aberrojo en la biblioteca, Duda y amor de un hombre llamado Dámaso, Charla con Rodrigo Olavarría, sin olvidar el que dedica, por su condición de gallego, a Rosalía de Castro en Rosa (lía), la flor rota. Para concluir habría que decir que este libro, de principio a fin, está colmado de una lucidez poco habitual, que la hondura de lo pensado, meditado y escrito es tal que merece ser leído por todo lector que se precie, pues en él encontrará respuestas a muchas cuestiones sobre arte y literatura, en definitiva, sobre la vida. Xoán Abeleira ha reunido en este volumen el conocimiento necesario, la experiencia literaria y vital indispensable para acometer este ensayo extraordinariamente esclarecedor y apasionante, que viene a ser una bocanada de aire fresco en el más amplio sentido. 

 

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La poesía española de la II República a la Transición

 Ángel L. Prieto de Paula

Serv. Publicaciones Universidad de Alicante 

PorJosé Antonio Santano

 

                         La Poesía Española de la II República a la transición 



 

            El estudio de la poesía española correspondiente al periodo comprendido entre la proclamación de la II República hasta la Transición, no se había llevado a cabo hasta   ahora con la rigurosidad analítica que merecía y que el profesor de la Universidad de Alicante Ángel L. Prieto de Paula aborda en un libro que, para otro estudioso de la literatura española, el profesor José Carlos Mainer, “es una obra ya de consulta obligada, un indiscutible referente de la poesía española del siglo XX”. Edita este libro el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante, y lo hace en una edición muy cuidada, para que lectores interesados por este tramo histórico de la poesía española, estudiantes y estudiosos se acerquen a él con mirada atenta y crítica, si así se considerase. Lo cierto es que esta es una gran ocasión para admirar una obra compleja, pero imprescindible para aquellos que quieran saber y entender con detalle de cuanto sucedió en una época convulsa de la poesía española, más aún si cabe cuando avistamos una situación política y social muy encorsetada, opresora en todos los sentidos, que anulaba la libertad de expresión y, en consecuencia, la enunciación de preceptivas y movimientos innovadores, o, al menos, liberadores de influencias negativas y contrarias a desarrollar un pensamiento diferente al establecido por el poder reinante en aquellos días. Para su autor, “la idea consistía en armar un panorama histórico y crítico, tan sucinto como fuera     posible aunque sin renunciar a nada fundamental, de la poesía española en castellano desde el umbral de la Guerra Civil hasta la Transición democrática…” y añade, de forma categórica: “He compuesto este libro porque a menudo necesité recurrir a él y no estaba a mi disposición”. Es esta la razón por la que ahora nos acercamos a su lectura, para comprobar que, efectivamente, esas lagunas existentes en la historiografía de la poesía española, se completan y complementan con el magisterio y sabiduría de Ángel L. Prieto de Paula, uno de los profesores universitarios y críticos literarios más prestigiosos de España. El resultado de sus conocimientos y el concienzudo análisis de un tiempo en el cual la poesía española presentaba una considerable dificultad dadas las diferentes poéticas y movimientos estéticos diversos, no solo en cuanto a las figuras de más renombre, sino también de las menos, es este libro. En este maremágnum de maneras distintas de entender el hecho poético se adentra el profesor Prieto de Paula, y lo hace, desde la absoluta imparcialidad y ajeno a tendencias que pudieran distraer al lector de la esencialidad objeto de estudio, no otro que el literario. Por ello, este libro es tan necesario como imprescindible si se quiere comprender lo acontecido en el panorama de la poesía española en el periodo comprendido entre la II República y la Transición democrática. De tal manera estructura el trabajo académico nuestro autor que nada se escapa a su global y detallada visión de la poesía española contemporánea. Tanto la labor creadora de cada uno de los poetas de la época, como de las revistas que acogieron a los unos y los otros vates, se dan cita en este texto, congregados todos bajo los epígrafes referenciales correspondientes: De los precedentes de la guerra a la lenta recuperación, El patetismo y sus márgenes, Cauce y contorno de la poesía social, Poéticas del medio siglo: los emergentes; En la España del desarrollismo y El alma del 68. Constituye, pues, este libro, el más valioso instrumento para conocer nuestra más reciente historia literaria respecto al hecho poético, analizado desde la avezada mirada del profesor Ángel L. Prieto de Paula, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alicante, y concretada en el periodo que va desde la II República a la Transición. Reitero, el presente estudio del profesor Prieto de Paula, recupera, sin ambages, desde una perspectiva crítica, alejada del dogma, los aspectos más importantes del panorama poético español de más de 50 años de existencia, y lo hace, aclarando o corrigiendo llegado el caso, desde la más absoluta libertad, tal y como debiera ser siempre. El profesor Prieto de Paula lo ha conseguido, sin duda alguna, al canalizar la creación de todos y cada uno de los poetas españoles objeto de este estudio.  

 


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Los amores sucios de Juan José Téllez
Editorial Aguilar
Por José-Reyes Fernández 

La fatídica atracción de los amores sucios


Tras una primera y ávida lectura impactante, dejé el libro por unos meses y vuelvo ahora a releerlo para ver si se confirma o no aquella primera impresión. Y no solo se confirma, sino que creo que me quedé corto al valorar la magnitud, el calado y el alcance de este libro. Un libro que, según su autor, le ha servido para romper diez años de silencio; y no podía ser de otra manera, pues los grandes libros necesitan un tiempo de gestación y maduración muy alejado de los imperativos mercantiles de las editoriales. Porque este no es un libro de Juan José Téllez, este es el Libro de Juan José Téllez.

Me precio de haber leído toda, o casi toda, su obra poética y narrativa, y creo que este libro es el mejor de todos, cosa harto complicada considerando la valía de los anteriores. Un acierto de principio a fin. Desde el título: Los amores sucios, acertadísimo para los que ya tenemos más amores recordados que vividos, o los que pudieron ser y no fueron, y que nos lleva indefectiblemente a ese espacio de derrotas donde se estrellan nuestros sueños sobre un paisaje de nostalgias quizá nunca vividas.

Desde el primer anhelo del deseo, que lleva a la invitación: “Tómate un café con mis ganas de verte”, continúa con la generosa ofrenda: “También te nombro propietaria de la tarde”, hasta seguir en la súplica de: “Convídame a la fiesta de tus brazos”, para incurrir luego en la melancolía de la nostalgia: “Qué noche la de sus labios, qué patria la de su gozo”, o recordar, finalmente: “Cuánto relámpago había en tus mordiscos / cómo gritaba tu falda en las tinieblas”.

 Es el gozo que, con reiterada persistencia del deseo, invita: “Entra de nuevo a saco en la nevera de mis días. / Pide un taxi para buscar otra vez el deseo, / aunque vuelvas a irte como un maremoto / que dejara un rastro de catástrofe y de espuma”.

Patria gozosa que, sobrevenido el naufragio “de la avenida de tristezas”, se convierte en “tu patria, las señas que llevas en el bolsillo / para que el taxista sepa dónde llevarte borracho”. Ese náufrago de la desolación y la madrugada confiesa que cuando: “Me piden el carnet, pero les muestro en cambio / ese tatuaje sin cicatrizar que lleva el nombre / de la mujer de mi vida y de mi muerte”. Porque “La muerte lleva escrito un nombre de mujer en sus respuestas”, aunque vanamente se advirtiera: “Tatúame la fecha de tu último desastre, / pues yo seré quien te salve de mí mismo”.

Creo que Téllez alcanzaaquí un punto de plenitud y expresión que solo nos ofrece la madurez. Y con esa tinta del desamparo traza un mapa de cicatrices que emborronan nuestra alma hasta convertirla en el plano aturdido de la soledad y de un infierno recuperado que ya nadie puede escamotearnos, pues “…ganaremos derrotas / […] y tal vez nos crea Dios”.

Tengo la costumbre o el defecto de leer siempre con un lápiz en la mano. Si me quitan el lápiz ya no puedo leer, no puedo avanzar. Y suelo ir subrayando todas aquellas ideas, palabras o frases que, de alguna manera, me impactan o me motivan. De tal manera que, al final de la lectura, mis libros terminan emborronados, llenos de subrayados, asteriscos, llamadas y palabras o frases escritas en los márgenes. Por la cantidad de estos signos y marcas se puede evaluar hasta qué punto el libro me ha interesado, gustado o motivado. Y puedo decirque Lo amores sucios ha quedado hecho un Cristo después de mi lectura. He subrayado muchísimo, prueba de que me ha gustado aún más. Incluso hay poemas que los he subrayado todo, todos sus versos, aunque subrayar todo sea no subrayar nada, pero es mi forma de mostrar la excelencia. Es el caso del titulado Divorcio. Me he quedado con sus ocho versos. Sólo los que hemos pasado varias veces por ese trance podremos comprender que hay que huir de los que nos quieren demasiado, o como nos llega el rencor con aguacero, o podemos comprender qué significa que se nuble el libro de familia, o que se apague el árbol de navidad, o que nadie vuelva a pronunciar nuestro nombre en las veladas o celebrar los cumpleaños de la soledad. Todo un hallazgo delirante. Y como ese casi todos los poemas en los que se vez la madurez, la decantación de la experiencia, la larga reflexión del tiempo grávido y la sensibilidad curtida en un currículum de derrotas.

            Sin duda alguna creo que estamos ante uno de los grandes títulos poéticos del 2021. Es un libro de larga trayectoria y creo que vamos a tener ocasión de comprobarlo.

            Mientras tanto, apresurémonos, Telléz, no vaya a ser que nos cierren el último garito de guardia y concluyamos naufragando, una vez más, en las aguas inciertas de una madrugada que nos confunda con perros vagabundo.                                                                                                                                     ***************************************************

LA CAZA, CAPTURA Y MUERTE DE LA ABUELITA HISPÁNICA, EN UNA CASA DE LUJO DE UNA CIUDAD DE LUJO, SOMETIDA A LA MÁS RIGUROSA DE LAS DEMOCRACIAS Y REPLETA DE PADRES HONESTOS Y NIÑOS FELICES


 

La narrativa española actual, salvo raras excepciones, está falta de ingenio, originalidad y valentía a la hora de tratar temas o ensamblar una historia que sea al mismo tiempo entretenida y verosímil. Pocas son las ocasiones en que la lectura de una novela o un libro de relatos o cuentos provocan en el lector esa inquietud propia del asombro o la conmoción que toda obra de arte debiera ocasionar, y, sin embargo, coincidirán conmigo que muchos son los nuevos autores y las novelas que se apiñan en las librerías, porque el interés de las editoriales no se esencia en la obra de calidad a priori, sino en la oportunidad de vender un producto que deje pingües beneficios. La cuestión que nos importa, y mucho, está determinada por la calidad del texto, y si se puede complementar con el ingenio y la originalidad del autor, pues mejor que mejor. Lo cierto es que estas capacidades a la hora de construir un discurso narrativo que nos seduzca o embelese desde principio a fin no es muy habitual en los tiempos que corren, salvo contadas excepciones. Así, una obra tras otra, y excepcionalmente, Francisco López Barrios (Granada, 1945) consigue deleitarnos con la pureza de su narrativa, como de lo nuevo lo hace con su último libro, de largo e ingenioso título: La caza, captura y muerte de la abuelita hispánica, en una casa de lujo de una ciudad de lujo, sometida a la más rigurosa de las democracias y repleta de padres honestos y niños felices. Arriesgado título sin duda y complejo, si nos atenemos a su configuración en el limitado espacio de una portada o cubierta de libro. Pero, también en esto, López Barrios ha querido mostrar su capacidad imaginativa y su provocadora mirada al mundo que le rodea. No es la primera vez que me refiero a este narrador, y cuando lo hice en su anterior entrega de relatos El violinista imposible, no pude sino escribir: «En López Barrios es de suma importancia su capacidad creadora, el poder de fabulación con el que nos sorprende siempre, tan diferente de un libro a otro, tan sugestivo y al mismo tiempo complejo en la estructuración y desarrollo de los relatos…». Esto mismo sirve para este libro de tan largo título. El narrador granadino dosifica, como nos tiene acostumbrados, las diferentes temáticas y argumentos, de manera que, como si se tratara de una obra de filigrana, construye sus relatos con tanto esmero del lenguaje, sea a veces grosero o lírico, según el relato en cuestión, que la medida es exacta, precisa, como la mano de un orfebre en la colocación de tan diminutas piezas. En este libro, compuesto de seis relatos, el tono burlesco o irónico, el humor, el lenguaje, las temáticas y el desarrollo argumental de los relatos se amalgaman para crear una obra trascendente y única, esencial, honda y reflexiva, capaz de sorprender, diría más, de conmover al lector. Estos son los mimbres de uno de los más grandes narradores actuales de este país que, mientras otros aún se empeñan en emular reproduciendo tics usados hasta la saciedad, él indaga, bucea en la memoria y en la realidad propia para trascenderla y crear otra bien distinta y abrevar de ella lo insondable. López Barrios, una vez más, nos invita a comprobar su capacidad de sorprender, de tal manera que en el relato  Cosas de hombres, que trata de dos futbolistas y adversarios en el terreno de juego, y que el narrador resuelve, como nos tiene acostumbrados de forma sorprendente; el segundo de los relatos, titulado Éxtasis es, a pesar de su abrupto lenguaje a veces, pero necesario, un homenaje a la juventud, en la que su autor presenta la historia al límite y donde el mestizaje esencia y trasciende la realidad vivida por sus personajes, un ecuatoriano y una española;  La noche de terror del terrorista es un relato extraordinario, en el cual su título ya nos proporciona la clave del relato y en el cual López Barrios nos muestra lo mejor de sí mismo, componiendo una historia digna del creador que es y donde el humor y la ironía, el sarcasmo y el bagaje político y cultural de su autor son elementos definidores de una narrativa diferente, muy alejada de los círculos del poder y la ortodoxia literaria española; el cuarto de los relatos, La plata en el espejo (Cuento Sufí) es, del conjunto, quizá el más cercano a lo poético, lo lírico («Deslizó la mirada sobre el alféizar de la ventana y dejó que abarcase desde la proximidad de los huertos y los olivares hasta la lejanía azul del mar en calma»), contado con el oficio que da la experiencia vivida y que fluctúa entre lo real y ficcional, de manera que su aporte al discurso narrativo avala sobradamente el ingenio y oficio de López Barrios; el quinto relato es el que da título al libro, La caza, captura y muerte de la abuelita hispánica, etcétera, etcétera, y en el cual su autor pone toda la carne narrativa en el asador, a sabiendas de que su valentía y provocación tendrá su repercusión en las estrechas mentes, pero que colmará en mucho a los que tienen la exacta consideración de lo que debe es literario, de esa capacidad creativa que solo anida en los mejores escritores, un relato cargado de una sinceridad poco habitual, donde López Barrios se deja llevar por la verdad literaria, la imaginación y fantasía por encima de todo, lo hondo frente a lo banal, la sabiduría frente a la ignorancia, un relato que nos deja a todos un poco tocados, pero por la varita de la magia de su autor; y, por último, Patera (inmigrantes, invernaderos, occidente benefactor, marroquíes, violencia, mafias, etc.), una historia cercana, cálida y escrita desde la maestría a la que nos tiene acostumbrados su autor y en la cual introduce algunos elementos nuevos que confieren a la historia esa chispa, esa luz capaz de alumbrar la oscuridad literaria que algunos se empeñan en mercantilizar de la manera más incomprensible. Seis historias engarzadas por la excelsa pluma de Francisco López Barrios, que nos devuelve así, la esperanza en la buena literatura, en la palabra escrita como fórmula inequívoca de alcanzar el paraíso que todos deseamos.   

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 LA HONDURA POÉTICA DE PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ EN IRIS

POR PEDRO GARCÍA CUETO.  20 - 11- 2021

 

 Transita la obra de Paloma Fernández Gomá, poeta, profesora, narradora y crítica literaria, por senderos donde la noche es un espejo donde mirarnos. Después de más de veinte libros de poesía y de premios muy renombrados, logró en Iris, publicado en la colección Ánfora Nova en 2017 esa conjunción de hondura poética e imágenes que irradian luz.
   En el poema “Iris”, podemos ver la profundidad de un verso que es llama y fervor, que llega como un acto inaugural:
“La cuenca profunda que recorre la vida, / la monotonía de la noche, / el insonoro sonido de los sentidos / se trasladan al iris / allí se delimita y absorbe / el surco hendido desde el que observamos /
Más allá de la noche/la mirada busca hallar/un punto cardinal,/mariposa errante y neutra/que sobrevuela horizontes de estaño..pág.13

la tenaz persistencia de los crótalos / que anuncian nuestras estaciones”.
   La noche es espacio de creación, donde el acto creador se produce, además podemos ver cómo el detenimiento minucioso ante esos crótalos, esas serpientes, prevalece, porque el azul que llevan en su piel es también el color del tiempo. Hay en la poesía de Paloma Fernández Gomá una claridad que convierte el acto crear en un acto de amor.
   Y además el paisaje está siempre presente, teñido de esos azules, del ámbar del poema “Retorno” que dice:
“Se deja caer la tarde / en el leve sopor / de sus márgenes / vaticinando que la inercia de las olas / llegue más allá de la orilla, / hasta libar colmenas de miel / que marquen órbitas ajenas al tiempo”.
    Todo el paisaje emocional de la poeta viene trazado por ese tejido fino que dibuja el poema, donde va dando color y textura a imágenes hermosas, de ahí esas olas que rompen en la orilla o esas olas que liban la miel como si fuesen abejas que danzan en su inercia temporal.
   Todo el libro es un paisaje de sensaciones, que van trazando un universo de miradas y de secuencias que llegan al lector como una iluminación.
  En el poema “Tormenta” vive la noche, su acto creador y el poema termina cuando dice:
“La noche suele dejar un extraño rescoldo / de olor a hollín / donde se cobijan las farolas / cuando se cierran las puertas”.
  Todo el poema, desde la llegada de la tormenta es una sucesión de llamas, que inundan al lector, son fogonazos que prenden su mirar y que consiguen que nos detengamos en el poso de la luz que queda en el verso.
   Hay mucha belleza en el libro porque la poeta sabe extraer de la Naturaleza la voz que la sustenta, el eco que la enuncia. En el poema “Ventana” nos dice:
“Desde la ventana / llega el eco de los árboles / engendrando por el iris / que desde sus membranas / aproxima cadencias / que la luz va tamizando en los patios”.
   Esa forma de reflejar el paso de la luz y como irradia en los patios convierte el poema en un acto de entrega donde Paloma Fernández Gomá va hilando fino para dar al verso su textura y ahondar en nosotros la luz que lleva dentro.
   Hay mucho andalucismo en la poesía de Fernández Gomá, poesía trenzada en imágenes que son destellos, poesía luminosa que vibra como el canto de una cigarra o el sonar de la guitarra al escuchar la voz del rapsoda en la noche.
  Concluyo con el final del poema “Comenzar de nuevo” porque todo acto de vivir es repetición, pero en el acto de caminar ya hay un milagro: el asombro ante la vida y su continuo esplendor:
“Después comenzar de nuevo, / volver al requisito establecido / para que comience la primavera”.
   Lo que siempre vuelve, el eco que retorna y que hace que la vida fugaz se torne eterna en el recuerdo, en nuestra memoria.
    Un libro luminoso, bello, de una poeta que sabe entender el mundo y que, como un amanuense, va traduciendo el esplendor que este tiene, para que sepamos que, aunque fugaces, vivir es siempre un milagro.

TÍTULO: IRIS
AUTORA: PALOMA FERNÁNDEZ GOMÁ
EDITORIAL: COLECCIÓN ÁNFORA NOVA
AÑO: 2017.
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Mariana, de Concha Quintero

Por Paloma Fdez Goma




Editorial Imagenta, 2021


La escritora algecireña Concha Quintero nos presenta su novela Mariana.

Concha es una mujer de gran sensibilidad que siempre ha tenido una decidida vocación literaria. La poesía es una de sus aliadas más fervientes, pero también la narrativa es foco de su atención. Ganó el Premio de Relatos Victoria Kent y el del periódico El Faro.

Con esta obra Concha Quintero se interna en el mundo de la tercera edad. Quizá busca nuestra autora un punto de partida basado en la pandemia y las muertes de los ancianos en las residencias de los que todavía no tenemos unos datos clarificadores en cuanto al número de bajas.

Concha se adentra en el mundo de las residencias de ancianos, en su soledad; tomando como protagonista a Mariana una anciana con demencia senil, que se ve sola y alejada de su familia. Un hijo, al margen de la situación y una nuera que no la quiere con ellos.

Sus recuerdos, la vida en la residencia y las relaciones con sus compañeros. El día a día y las vivencias tan paralelas entre todos los que comparten una vida señalada por el olvido, que en su mente se columpia entre la incertidumbre de una realidad solapada en el tiempo transcurrido, desde que entraron a convivir en un espacio compartido y alejado de hijos, nietos y otros familiares, que siguen con sus vidas arrinconando a quienes todo lo dieron y nada esperan.

Un mundo alejado de la familia y de su entorno es en el que vive Mariana, debatiéndose entre los recuerdos y la frialdad, también el olvido, que en su demencia va aumentando lentamente.

Nuestra autora pone el dedo en la llaga de una sociedad que aleja por diversas causas a sus mayores de estar junto a ellos. Los valores se ponen sobre la mesa en este libro bien argumentado y construido desde un enfoque realista que expo.ne los hechos con naturalidad y que nos abre una ventana introspectiva de valores y sensaciones que debemos de replantearnos en esta sociedad del siglo XXI en la que vivimos.

El libro, dividido en ocho capítulos, desgrana la vida de Mariana y se despide de los lectores con la promesa de una segunda parte
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Aldaurada “Brisa del Dauro” de Manuel Vichez  García de Garss. Editorial Stratega. Granada. 2020.

Por Paloma Fernández Gomá


Leyendo Aldaurada “Brisa del Dauro” de Manuel Vilchez García de Garss me retrai a los versos largos (hexámetro) de aquellos versos épicos que son reflejo de una época anterior donde el autor loa (en este caso nuestro autor Manuel Vilchez) emociones, sentimientos, tierra y lugares. Sea pues esta lectura una yuxtaposición de pasado y presente que se condensan en versos, insertados en setenta y siete poemas.

“El arroyo convierte renacuajos en ninfas,/sus branquias laberinto de moho,/tan profundas embeben en su dermis/conmociones de sangre bíblica” (pág. 43)

García de Garss hace uso en Aldaurada de un lenguaje profundo, donde la lírica y la naturaleza se unen para ofrecernos poemas de hondura y luz mediterránea.

“Yo no creo que los árboles ganadores de altura con gran dignidad,/de reojo vistan las noches de temblores camino del aserradero,/aunque el linaje de los nidos reclame, huyen libres lo gorriones” (pág 44)

La sensación de camino recorrido por lugares de Granada, por poemas que invitan al sentimiento, siempre con un lenguaje de gusto barroco, hacen que este poemario tenga un matiz muy personal, buscando la tendencia más pura de la poesía, en la esencia que envuelve un verso depurado, cargado de emoción y rotundo en la apuesta que hace por la poesía como vínculo entre el hombre y sus sentimientos.

La vida, el verso, la naturaleza, el dolor se unen en este libro que roza lo épico en su intensidad para ir desgranando todos y cada uno de los poemas que lo integran; poemas como: A ritmo de cólera, Onomástica, Amarrada a su género, Dulce canto, Somos barro, Manera de juzgar, Rehúso, Y nunca más volvimos, entre otros poemas.

La poesía de Manuel Vilchez García de Garss es una apuesta directa  por la palabra intrínseca y barroca que pretende dar una respuesta a la poesía andaluza, que si bien acude a la experiencia, va más allá de lo meramente vivido, hallando en la diferencia, muchas veces, su seña de identidad.

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Las formas del enigma de José Lupiáñez. Ediciones Carena. 2021

                         Por Paloma Fernández Gomá


He leído con atención y deleite los poemas de este último libro de José Lupiáñez, poeta nacido en La línea de la Concepción y residente en Granada. Sus versos tienen esa hondura de madurez poética que te traslada a un mundo más allá de las palabras. Se palpa el sentimiento del poeta en un organigrama de conceptos que giran en torno al ánimo o intención que acompaña al poema, más allá de donde alcanza la vista; y lentamente vas entrando en la esfera de su poética: sobria, íntegra, llena de matices y conmovedora. Porque los poemas tienen que conmover al lector cuando se adentra en la lectura de un poemario, para ir desgranando la raíz que habita en los versos. Entonces te pierdes en la lectura, no quieres encontrar el final y vas hallando el camino que te conduce inexorablemente a disfrutar de su lectura. No quieres acabar el poema porque en él habita la conciencia de lo interpretable, y sin darte cuenta lo haces tuyo e interpretas los versos como si abrieras la puerta de los poemas para que sean habitados por ti. Así he vivido la lectura de Las formas del enigma.

Después me llegó la reseña que del libro de Lupiáñez  ha hecho otro poeta, José Antonio Santano y en esta reseña observé lo que del libro reseñado  ha dicho el también poeta, Pedro López Ávila: “Cuando los poetas orientan sus actividades hacia fórmulas exitosas dominantes, con la finalidad de no caer en el olvido de sus contemporáneos y adoptan métodos sazonados ideológicamente con un lenguaje prosaico, conversacional, excesivamente coloquial, anti literario, soez y hasta procaz en algunas ocasiones, me parece a mí, que la poesía pierde una de sus aspiraciones fundamentales: la plenitud..” ; y no puedo estar más de acuerdo con lo expresado por Pedro López Ávila. Creo que sus palabras son acertadísimas y además reflejan a la perfección el sentimiento que en mí experimentan los versos de José Lupiáñez.

Las formas del enigma está dividido en siete apartados:

I Soliloquio del navegante

II Cifras del Azar

III Osadías

IV Fábula profana

V Auroras y marinas

VI El rastro de lo eterno

VII El ausente

En Soliloquio con un único poema denominado de forma homónima, el poeta conversa consigo mismo: “ Qué lejos ya de todo, qué poco he comprendido/a cuantos eligieron vivir en tierra adentro./¿Quién ató mi destino a un mar siempre cambiante?”

En el segundo apartado el azar camina entre los versos, oportuno y a veces inesperado,  trenza las cuestiones y experimenta caminos.

“¿Sólo la mente se desplaza/ y se asoma, como en un sueño, hasta el borde violento?” (pág.23)

“El sol, el sol en Holsteinische Strasse;/el sol en tu rostro que es, de repente,/el rostro hermoso de Palas Atenea.” (pág. 28)

En el apartado Osadías, me detengo en el poema Mujeres cubiertas (Casablanca) “Nunca sabrás la causa, la razón de sus pasos,/ ni siquiera sus nombres…” (pág.47). En el poema hay un enigma transgresor, un afán sin límite que evoca entornos acotados por viejas tradiciones.

Los versos de Fábula profana, apartado IV, se abren con una cita de Giacomo Leopardi y un único poema. Fábula Profana: “ Y llegó aquel otoño con su brasas de oro/a la antigua ciudad desprevenida…/Yo vagaba extraviado, descreído, sin norte./

En el quinto apartado, hallamos  Auroras y marinas; son las orillas, el mar, el amanecer  o la lluvia ese estado natural que convive cerca de nosotros y deslumbra con sus incertidumbres y, entonces: “ Deambulan los perros por el jardín;/cantan locos los pájaros del parque;/ es domingo y ya noto en la sangre,/en el aire, en el ánimo, llegar del año/la estación alegre, con su ardiente cestillo/de promesas floridas/y verdades sagradas bajo el brazo.” (pág. 90).

En el rastro de lo eterno, sexto de los apartados del libro; irrumpe el emisario, el edén confuso, los amantes en el valle que ya no se miran y llegamos al poema Isla de Lanzarote:”Quiero la tierra negra/de tu patria en mi lengua;/los filos peligrosos del malpaís,/el vaho de los viejos volcanes/protegiendo nuestra fragilidad/de héroes caídos.” (pág.105).

En el apartado Ausente que cierra el libro, el poeta escribe:”Tú que eras tan locuaz, tan parlero de divinas/ palabras; inventor de mensajes turbulentos/y de consignas enigmáticas, ¿por qué callas ahora?/ (pág, 129). El hombre, y en su nombre el poeta, entra en silencio, se ausenta de su realidad y analiza sus momentos.

“O ¿es que existes ahora, definitivamente lejos,/pleno en tu integridad, colmado y cierto,/aunque yo sienta que eres esa nada redonda/que perturba mis días y me persigue/y no pueda librarme de tu triste recuerdo?.” (pág. 130


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 Título: El lugar de los dignos     

Autor: Mario Lourtau

Editorial: Algaida (2021)

Por José Antonio Santano

 

El lugar de los dignos


        



Sucede a veces que prestamos excesiva atención a todo aquello que es baladí, sea por su nombradía continua en los medios de comunicación o como recomendación de libro 
más leído por más promocionado, ambos aspectos rigurosamente irrelevantes. Si hablamos de poesía, en uno y otro caso, desgraciadamente, se agrava más esta cuestión. Los poetas y libros más interesantes, por su rigor y hondura, pasan desapercibidos en la mayoría de los casos, y sucede porque las editoriales son pequeñas e independientes y no pueden promocionar sus publicaciones o el poeta vive alejado de los círculos del poder mediático de quienes lo ostentan. Esta es una situación que se viene dando no de ahora sino desde hace muchos años. Sin embargo, ocurre que cuando llega a tus manos un libro de poesía como El lugar de los dignos, de Mario Lourtau, avalado, además, con el XVIII Premio de Poesía José de Espronceda, Ciudad de Almendralejo, uno se siente reconfortado y agradecido por su envío, como es el caso. No es la primera vez que la poesía de Mario Lourtau (Torrejoncillo, Cáceres, 1976) es reconocida, y premiada. Con anterioridad al libro objeto de este comentario, el poemario Donde gravita el hombre quedó finalista del XXII premio Gerardo Diego y Quince días de fuego obtuvo el accésit del premio Adonais 2009, pero además acompañan a estos premios otros dos libros publicados: Catálogo de deudores y La mirada del cóndor. Ya desde el poema que abre El lugar de los dignos hallamos una voz contenida y madura, en un homenaje al lenguaje, a las palabras como esencia de la expresión poética, y en ellas se abisma, y en ellas el fuego irresistible de la luz y sus silencios, amparados por el devenir de la experiencia vital, de la profunda reflexión donde todo muta y vive: “Por eso están ahí —desnudas, generosas—, / sobre un arca de espuma que recoge / las sílabas del tiempo, sus grietas, sus enigmas, / ese lenguaje anfibio donde reptan / las líneas de la vida con su elixir de asombros, / esa voz que redime y nos consuela, / esa azul celebración de lo nombrado”. Cuatro son las partes en las que divide Lourtau este poemario: Raíz de la memoria, donde pasado y paisaje se mezclan y complementan como elementos destacables; El reino escrito (Dimensión de la palabra), que ya anuncia el expreso pronunciamiento sobre la metapoesía; La estatura de un hombre, en la cual el imaginario del poeta se ensancha y amplifica de acuerdo con lo vivido y experimentado —clarividencia de recuerdos y vivencias— y El lugar de los dignos, que da título al libro y cierra de manera magistral este poemario de Mario Lourtau. Comienza el poeta con recuerdos de la infancia, ese paraíso machadiano al que siempre parecen regresar los poetas, y lo hace hacia la mar y de la mano del padre: “Me llevas de la mano a ver el mar, padre, / cuando aún siquiera he alcanzado / la edad de ser un niño…”; allí recibirá las palabras del padre como savia de vida y quedarán para siempre en la memoria: “Nunca olvides, hijo, / —aunque ahora no me entiendas— / que el dolor es otra forma de amar / lo que apreciamos. // Nunca olvides, hijo —al cabo de los días—, / quién te trajo a ver el mar / por vez primera”. El mar Mediterráneo, Marrakech, Zagora, Toubkal, Essaouira serán lugares, raíz de la memoria donde regresará una y otra vez, y en la contemplación vivirá plenamente los dones de la tierra, los dones del hombre y sus sueños: “Yo sé qué recoge mi mirada / después de tanto asombro, / después de acariciar, sin yo tocarlo, / el gesto de la vida, su regazo. / Tal vez aquí, en lo intangible, / resida la grandeza de las cosas. / Tal vez de aquí, de los sencillos dones, / derive lo sublime”. Mario Lourtau es un poeta que interioriza cuanto a sus ojos aparece, que bucea y ahonda en los significados, en la raíz misma de las palabras, que son luz de vida: “Residir en la luz, ser luz, beber su esencia, / fundar con las palabras / las estancias secretas de un idioma, / viajar todos los mapas, servir en otros cuerpos, / no ser miedo; / hacer que entre las páginas de un libro / la soledad no exista”. Las palabras son moradas del poeta, en ellas se adentra como si fuera un bosque sagrado, y con ellas se reencuentra en el dolor por la muerte del amigo poeta Miguel Ángel Velasco, que con tono elegíaco lo recuerda: “Tan puro y mineral yaces ahora, / tan hueco y tan distante de labios y licores, / del polvo de la vida y sus cortejos / que apenas veo horizonte si recuerdo / lo tanto que sufriste y lo temprana / que levantó en tu ser la muerte el vuelo”; y en ellas, las palabras, el verso vivo del poeta de Orihuela, Miguel Hernández. También otros poetas serán objeto de homenaje en este “Reino de lo escrito”: Claudio Rodríguez (“Pero tú, orfebre infatigable, / ensamblas los vocablos como quien canta el mundo, / aclaras los paisajes y moldeas  con palabras / el eco donde habitan los silencios”), Leopoldo María Panero (“Nunca más la demencia, ni la nieve, ni el féretro / sellado del olvido”) o José Hierro (“Aquella misma noche las noticias / hablaron de humildad, de sencillez, / de un hombre digno, / de aquel que supo por el dolor que el alma existe”). Pero si tuviéramos que resumir este libro pleno de luz y madurez, donde la palabra vuela hasta los orígenes de los asombros y el silencio, de la vida en suma, el poema que da título al libro, El lugar de los dignos, sería el más certero y adecuado. En él Lourtau nos descubre con detalle el acontecer de los días, la vida que se proclama única heredera en la palabra: “Si supiste interpretar en las palabras / el signo que nos nombra erróneos e imperfectos / y llegaste a descifrar que en el enigma late / la dimensión exacta de la vida, / su azul celebración, su esencia pura, / entonces, de algún modo, / tendrás la sensación de haber logrado algo, / de ser alguien, / de alcanzar en la mesura de tus actos / el lugar de los dignos”.


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Título: Las formas del enigma     

Autor: José Lupiáñez

Editorial: Carena (Barcelona, 2021)

Por José Antonio Santano

 

Las Formas del Enigma


 

            Escribía días atrás el profesor, poeta y crítico granadino Pedro López Ávila: “Cuando los poetas orientan sus actividades hacia fórmulas exitosas dominantes, con la finalidad de no caer en el olvido de sus contemporáneos y adoptan métodos sazonados ideológicamente con un lenguaje prosaico, conversacional, excesivamente coloquial, anti literario, soez y hasta procaz en algunas ocasiones, me parece a mí, que la poesía pierde una de sus aspiraciones fundamentales: la plenitud…”. No puedo estar más de acuerdo con este comentario. Existen motivos suficientes como para estar preocupados por la evolución de la poesía española de las últimas décadas. Poetas y poemas para olvidar en la mayoría de las ocasiones. Las librerías adornan sus escaparates con libros que poco dicen, por no decir nada, aunque el nombre de su autor o autora retumbe una y otra vez en los medios, sea prensa, radio o televisión. Pero nada de nada, todo es humo y fuegos de artificio. Poesía, lo que se dice poesía, brilla por su ausencia. Prostituida la poesía, ganancia para la oligarquía editorial, para las multinacionales del libro. Poco importa la calidad entonces, basta con un nombre y una extraordinaria difusión para ganar adeptos, pero sobre todo para acumular grandes cantidades de euros. Sin embargo, y me alegro por ello, alguna vez aparece una humilde editorial y un excelente poeta para romper con esta maldita inercia de lo vacuo, mediocre y prescindible. Hablo de un extraordinario poemario, Las formas del enigma, de la editorial Carena y de un poeta, José Lupiáñez (La Línea, Cádiz, 1955). Siempre he considerado que la obra poética de José Lupiáñez está conformada por esa plenitud citada por López Ávila, pero es ahora con una madurez desbordante cuando el hecho poético se convierte en una verdadera fiesta. Es tal el júbilo cuando te adentras en Las formas del enigma que uno no sabe bien que está ocurriendo, por su desbordamiento mismo, por su fulgor en cada poema, cada palabra, cada silencio. José Lupiáñez viene a demostrar una vez más que no comulga con modas y modismos, que su poesía es algo más que artificio, aunque disponga de él discretamente, sino que su fuerza radica en el lenguaje, en la conformación de un universo nuevo y diferente, en el cual la palabra se colma de los afectos, de la emoción hasta el punto de alcanzar la pura trascendencia, el éxtasis, los misterios del silencio. Por eso, para Lupiáñez son muchas y variadas Las formas del enigma, porque el enigma está tierra adentro, mar adentro, cielo adentro, en el abismo de los días, en el silencio de las nubes. El poeta, amparado por la mejor tradición poética española, bebido de su manantial inagotable, observa, interpreta y traduce cada sonido, los colores del alma o el silencio de la noche. No es un libro cualquiera Las formas del enigma; podríamos decir, de principio, que es un canto a la amistad, al recuerdo de lo vivido junto a sus amigos de Jerez (Mauricio Gil Cano, José López Romero y Juan Cienfuegos), por eso construye este sencillo edificio poético y comparece ante sí y el mundo, honestamente. José Lupiáñez crea un discurso arriesgado pero conforme a su particular manera de entender el hecho poético. Y así, desde adentro dialoga con todas las formas posibles del enigma, que no son otras que aquellas que el hombre va descubriendo a lo largo de la vida del pensamiento mismo, del paso del tiempo, de la soledad, el dolor, el paisaje, el amor o la muerte como partes o elementos integrantes de la tragedia humana. Lupiáñez no hace otra cosa que, desde el conocimiento y el magisterio de la vida, componer un poemario en el que todo está y es, interactúa y se combina de forma natural, sin ambages ni exageraciones. Siete partes componen este poemario de José Lupiáñez: Soliloquio del navegante, Cifras del azar, Osadías, Fábula profana, Auroras y marinas, El rastro de lo eterno y El ausente. Ya desde la primera cita de Jorge Guillén, “El que yo fui me espera / bajo mis pensamientos”, el poeta declara sus intenciones, con una confesión intensa y extensa bajo el título de Soliloquio de un navegante y en versos alejandrinos: “Navega silencioso por el mar de la noche / el barco oscuro de mi vida y, muy lento / va surcando las aguas bajo el cielo apagado”. En este soliloquio vital el poeta nos irá acercando al pensamiento y la emoción de cuanto experimenta en propia carne: “…buscábamos la patria, que siempre estaba lejos”; pero también la nostalgia de otro tiempo perdido: “La juventud se ha ido, pero no sé por dónde, / gastada en los altares de la belleza efímera”; sucede entonces que el tiempo, o mejor dicho, el paso del tiempo clava su aguijón de ausencias y el poeta mira hacia el futuro que es el presente que sostiene su mirada, tan humana y frágil. Lupiáñez escribe desde su experiencia vital sumergiéndose en el vacío de su propia soledad para crear una poesía diferente, donde el lenguaje, la palabra deriva en sustancia, belleza y emoción sin límites: “Siento en una profunda inquietud en el corazón / por esa lumbre ignota que viene desde más allá / del horizonte”. Tomen los poemas formas métricas de soneto, el romance, versos alejandrinos, endecasílabos o libres, como savia de una tradición poética española sin parangón, Lupiáñez mira hacia el mar de su infancia o tierra adentro para saberse vivo y vivir en la palabra como única razón de la existencia. Bucear en los misterios de la vida, en la magia de los días o los enigmas del tiempo, el dolor, la muerte o el amor, determina su poesía, una poesía cargada de matices, de texturas y tonalidades, heterodoxa, rebelde, pura y excelsa. En este libro encontrará el lector poemas breves y extensos, viajará a lugares impensables, comprenderá el alma de las cosas y sentirá cada silencio, como un nuevo desafío, un reto que le llevará al corazón mismo de la vida. Las formas del enigma representa la “plenitud” de la que hablábamos al principio de este comentario, poesía en estado puro. En este singladura o itinerario poético el lector hallará todas las temáticas posibles, multitud de formas lingüísticas, y diría que todos, absolutamente todos los poemas serían objeto de análisis, aunque el espacio ahora no lo permita. Este poemario de José Lupiáñez es un verdadero tratado de la vida contenida en magistrales versos; en él la música de cada sílaba asciende libre por el aire y un destello, un fulgor de luces infinitas nos advierte de la más palmaria belleza. Lupiáñez ha construido un colosal monumento a la poesía, a la palabra que nace del abismo para abismarse en el silencio de las cosas, de la vida que fluye inagotable en cada amanecer. Poemas inolvidables como Lo sagrado, Tras la noche más larga, Fábula profana, Una bruma interior (Recuerdo de Juan Bernier), Rojo sangre, Noche de Alejandría, La casa encantada, Al encuentro, Bañista, Con esta lluvia, Edén confuso, Al poeta Mauricio Gil Cano (En la noche del mundo), Plegaria o El ausente, entre otros, aunque como ya he dicho todos merecen atención lectora. Lupiáñez, el hombre y el poeta, se complementan para crear un universo donde las cosas, los objetos, el paisaje y los afectos aparecen en su esencialidad, porque en la esencia de lo pequeño y sencillo, en las espinas y el dolor, en la fugacidad del tiempo y en el silencio eterno, radica la verdad lírica del poeta, que adensa en su interior la luz en temblor primigenio. Estos son los mimbres de un libro que no dejará indiferente a ninguno de los lectores que se acerquen a él. Con estos versos de quién es, por derecho propio, uno de los más grandes poetas españoles, José Lupiáñez, concluyo este comentario: “Todo está por decir / en este renacer con mar y pájaros, / en este alborear de la conciencia / que inicia nuevamente su camino / su vuelo azul sobre la mar vecina, / o de un salto de súbito al vacío, / para hurgar en el hueco, en la huella / que deja lo ignoto entre nosotros. // No es sólo recibir esta luz clara, / que ahora toca la frente, / sino sentir que es anticipo, aviso / de cuanto nos aguarda / y no sabemos ni siquiera nombra… / Pues nos confunde el mar, el aire, el trino, / la vida que repite sus espejos / en medio de esta espera tan ardua, / de la que todos vamos siendo cautivos”.

             

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                              La Música del Silencio en la Poesía de Manuel Iris

                                                  Por José Antonio Santano 

            Mucho se ha escrito y se escribirá, seguramente, sobre poesía española actual y latinoamericana, claves y diferencias de cada una de ellas, como habrá, también, con toda certeza, opiniones y valoraciones distintas, según sea la formación y experiencia de cada uno de los autores o autoras de esas reflexiones acerca del hecho poético de uno y otro lado del Atlántico. El propio cuestionamiento es ya un punto de partida: reconocer que existe una y múltiple poesía tanto española como latinoamericana. En este sentido, ya en el año 2009, en el ciclo “Encuentros 080”, actividad de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, coordinado por Albert Tugues y como participantes Rosa Lentini y Edgardo Dobry, se afirmaba que, “mientras la poesía española estaba muy arraigada a la tradición que tiene detrás”, la latinoamericana, en cambio, era “más vital, más fresca, con ánimo de experimentar”. La profesora de literatura española y latinoamericana en la Universidad de Montclair de Nueva York y también poeta Marta López Luaces afirmaba, allá por el año 2012, en la revista Tendencias 21 que, “la poesía latinoamericana actual recrea un mundo plural y múltiple”. Han transcurrido algunos años desde estas referencias respecto a la poesía latinoamericana, sin embargo, me atrevería a afirmar, por la experiencia de mis lecturas que, el panorama poético latinoamericano en la actualidad es mucho más rico que el español, por su rigor, el equilibrio entre ética y estética, sus valores formales, su capacidad de fabulación y un lenguaje que ahonda en los orígenes sin perder sus vínculos con la tradición pero apostando por la creación de nuevos horizontes, en los que la soledad y el silencio se convierten en tantos y diversos universos, como tantos y diversos son los poetas que configuran ese particular cosmos de la poesía. La poesía española actual, al menos la más joven, se halla distraída y alejada de la tradición y mucho más atenta al resultado mercantilista de las editoriales y las redes sociales. No obstante, en España, esa dicotomía entre poesía española y latinoamericana tiene un claro reflejo de magisterio en los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que vienen celebrándose en la ciudad de Salamanca, que este año cumplen ya su vigésimo cuarta edición, y coordinados por el también poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart. Un premio, el Pilar Fernández Labrador de Poesía y una voluntad férrea de conocimiento, resultan claves para acercar esas dos maneras de entender el hecho poético. Mucho se sabe ya de lo que se escribe y cómo se escribe al otro lado del Atlántico gracias a eventos como el citado, de tal manera que la participación resulta imprescindible para el intercambio y el conocimiento de cada una de esas experiencias poéticas, pero también, no lo podemos olvidar, internet, que a través de las redes sociales han propiciado ese intercambio, así como la posibilidad de comunicación y envío de textos mediante el correo electrónico. El caso que me ocupa, y que quiero destacar en este espacio es el del poeta mexicano Manuel Iris (México, 1983), radicado en EE.UU, concretamente en la ciudad de Cincinnati. Desde allí partieron hasta tierra almeriense, tres textos de su autoría y que, como anécdota, hasta su recepción, hubieron de soportar un accidentado viaje. Pero por fortuna, aunque con alguna demora, llegaron a mis manos. Ni que decir tiene que esos tres textos, desde el día de su llegada, ocuparon los días siguientes de mi tiempo lector. Leídos primero y dejados reposar luego, para retomar su relectura más detallada después. En ese intervalo de tiempo he reflexionado mucho sobre el hecho poético, me he preguntado mil veces: ¿para qué se escribe poesía?, ¿qué tiene este noble oficio de poeta?, ¿es un modo de rebelarse contra sí y el mundo?, ¿cuál es su verdadera utilidad, si es que la tiene?, ¿qué busca el poeta? Pues a todas estas preguntas he hallado precisa y certera respuesta en los textos de Manuel Iris, tres poemarios publicados en distintas fechas y editoriales: Los disfraces del fuego (Atrasalante, México, 2015), Devocionario (El taller blanco, Colombia, 2020) y Lo que se irá (Dos madres, Ohio, 2021), éste en edición bilingüe inglés/español. Reconozco que su lectura me ha deparado momentos inolvidables, que se perpetuarán en el tiempo, porque adentrarse en la poesía de Manuel Iris ha sido una de las mejores experiencias de estos últimos meses, cansado de tantas poéticas mediocres existentes en la actualidad. Leer a Manuel Iris me ha provocado una conmoción interior, porque del interior nace su poesía, del silencio, en esa búsqueda constante y, ¿utópica?, ¿de la verdad y la belleza? De la nada a lo absoluto. Decía el poeta José Ángel Valente que, “para ascender primero hay que descender”, y, ciertamente, en los versos de Iris se halla ese descenso, que puede ser la nada como esencia del silencio, para luego ascender hasta su propia altura: lo absoluto. Todo es silencio de la oscuridad a la luz en una milésima de segundo.


            Sirve de pórtico al libro Los disfraces del fuego una cita de Vicente Gerbasi, donde nos habla de un relámpago, de la oscura nada y de lo que somos: sueño frente a la sombra. Algo que ya anunciaba en líneas anteriores. Pero llama la atención en este poemario, la recomendación del autor para que su lectura se lleve a cabo con la música del compositor estonio Arvo Pärt, de tal manera que para la sección Tintinnabuli (concepto que el compositor sugiere por su parecido al tañer de las campanas) invita al lector a escuchar la pieza Für Alina; para la segunda parte, Los disfraces del fuego, se haga con Tabula Rasa; para la tercera, Fuga, con Kyrie, Berliner Messe¸ y por último, para Réquiem, se vuelva sobre Für Alina. Pudiera parecer banal la recomendación musical del poeta, pero no lo es. Música y poesía son una misma cosa, un ente vivo, que nos acerca a una realidad soñada, nos deja libres y solos, como al principio del mundo. Los primeros sonidos de Tintinnabuli equivalen a los primeros fonemas, al silencio que esconde cada sílaba hasta concluir en una palabra significante y significado. El escritor venezolano Alberto Hernández escribe en la revista Letralia sobre esta obra, Los disfraces del fuego, y Viena a decir que “nuestro autor “juega” a establecer una relación íntima, personal, cercana al silencio como referente del aire, de lo que flota, posiblemente de lo inalcanzable, pero también de lo que se desprende y se destruye”. Es el momento de la creación en sí misma, cuando el poeta se enfrenta al silencio, a su silencio y se precipita en su propio abismo: “Quiero jugar a herirte, mi silencio. // Quiero jugar a que te arrojo piedras, / a que te aviento pájaros y peces, / todo lo que vuela, / y que te rompes, te cuarteas // y caen tus pedazos solamente en ti, / y los recojo y te miro / entero como siempre, / sin que te falte nada”. El poeta busca en el silencio la luz, como esa cortina de seda que deja entrever el movimiento de unos cuerpos desnudos, la transparencia del sueño, el verdor de unos campos, la presencia de la nada: “No eres la luz, sino la transparencia. // Tu desnudez es la otra cara del cristal / de la quietud. // Pero te mueves, andas / mis silencios / nuevos, tu camino / de plateado pez, / de claridad espesa, / de soledad sin horas. // Permaneces”. ¿Cuántos disfraces usan hombres y mujeres a lo largo de sus vidas? Muchos y variados, tal vez: la desnudez, el amor, el silencio, el miedo, los recuerdos, la infancia, el tiempo y la muerte… Así el poeta ahonda en los sonidos de la luz y el amor, y escribe: “Todo tu nombre / galopando en mis arterias como un tambor de luz”, o cuando dice: “Todo el amor es un disfraz desnudo”. // Sólo el amor / es verdadero al tacto”. Y acude a los recuerdos, al territorio de la memoria para no ser olvido: “Porque el olvido es otra forma de ocultarnos, de nacer”, “Todo el olvido es regresar la inocencia, es desdoler. / Todo el olvido se nos queda entre las manos como un / montón de abejas / y reímos disfrutando, sin saber qué pasa”. El ritmo y la cadencia de los versos, las imágenes (“El relámpago, al surgir / muestra las venas del cielo”) o la verbalización (“y amaneces / o te ocasas”), las metáforas y un cierto sentido de abstracción mantienen la viveza del texto. Pero también la materia es un disfraz, como lo es el vientre: “Tu vientre es un disfraz / de música sagrada, de permanente luz”, “Tu cuerpo es una forma de la música. Es el disfraz / de todo lo invisible”; o lo es también la realidad, al decir que “es un disfraz del todo”. Lo que acontece, lo visible y lo invisible, la verdad, pero ¿y la belleza, en qué lugar habita? Para el poeta “Belleza es la evidencia de un lugar / anterior al nacimiento y posterior a la muerte. / La cuerda tensa entre un silencio y otro”, pero también es amor sin condiciones, y añade: “Belleza son los cardos inocentes / bajo la lluvia anciana, / belleza el monte, los cometas, / la galaxia, / tu piel de piel pretérita y futura, / belleza es tu disfraz, / tu máscara de ahora”.  Los disfraces del alma, la cotidianidad, una huida continua hacia adelante marca el camino del poeta, su voz es la voz de cuanto existe y vive y nace y muere. Y el poeta entonces se pregunta: ¿Adónde me regresas, muerte mía? // ¿Hubo otra muerte antes de ti, mi muerte?, y se responde: “Hay una sola / muerte natural: el nacimiento”. “No se agotan los disfraces”, escribe el poeta. Y así es. La vida, en su disfraz de muerte, camina en el silencio de la noche y el tiempo. En Los disfraces del fuego encontrará el lector a un poeta excelso y sugerente, que vislumbra la luz en el remanso y la quietud del silencio.

   


         El segundo comentario se refiere al libro Devocionario. Con un sabroso prólogo o preámbulo del también poeta y ensayista mexicano Jorge Ortega nos acercamos al contenido de este poemario. En él Ortega disecciona cada una de las partes que lo integran, de tal manera que como idea central escribe: “Pero, lejos de merodear la sacralidad desde el vértice del arrebato místico o el afán de trascendencia, nuestro poeta tiene en la concreción de la vida el contrapunto de un ángulo de vocalización apremiado por hallar una respuesta, una reverberación, en el dorso de la realidad. Cuestionando lo invisible e incomprensible, el poeta discurre y a veces interroga sin aspirar a una réplica”. Sin lugar a duda alguna, Devocionario sigue la estela del anterior poemario, aviva el fuego del misterio, de la búsqueda por hallar un lugar donde el silencio sea la luz o la nada en sí misma. Iris sabe bien cómo y a qué sabe el silencio, y por ello, se aferra al lenguaje, vive en la palabra el fulgor de la existencia, y con ella, con ellas, camina por la vida como si tras de sí no hubiera sino silencio. La mirada del poeta traduce e interpreta (Traducere). No tiene otro sentido la vida para Iris, y en el conocimiento del mundo y su exégesis después intuye la respuesta final. Luego vendrá de nuevo el silencio (Silentium), y en su fuego interno encontrará toda quietud, para recoger al final del trayecto, ese camino forjado de palabras que anuncian resplandores o se asientan en el temblor de lo invisible, el fruto de lo vivido y sustanciado desde el deseo y la devoción por sentir el huracán de algo incomprensible por indecible, la poesía en toda su pureza, como unión de lo divino y lo humano. Nos invita Iris, nuevamente, a acompañar la lectura de este libro con el Stabat Mater de Arvo Pärt. Para la primera parte, Traducere, el poeta selecciona una cita, muy apropiada para el caso, de George Steiner: “La traducción se halla formal y pragmáticamente implícita en cada acto de comunicación (…) Entender es descifrar”. Escudriña el poeta todo cuanto acontece en derredor suyo, y lo interpreta después de vivirlo. Lo corpóreo necesita ser observado y   traducido, las imágenes y los sonidos, todo en su abismo de silencio aporta al poeta una mirada nueva: “(Amar es traducir)”, escribe el poeta. Pero necesita más, el poeta necesita sentir que fluye la sangre y que el amor se hospeda en ella: “Poner la oreja en tu muñeca y escuchar un río. Yacer sobre tu / pecho y oír tu corazón repitiendo te amo, te amo…y presentir / el silencio. Poner la oreja en tu vientre y escuchar la maquinaria / del mundo, la vida siendo hecha. Recostarme en tu espalda y / escuchar el aire que alimenta el fuego, que sostiene pájaros. // Callar sobre tu sexo y escuchar la apertura entre el silencio y la piel, / la eternidad y la muerte”.  Para la segunda parte del libro, Silentium, Iris se vale de esta cita de de Thomas Merton: ¿Quién / eres tú? ¿El / silencio / de quién eres / tú? Y a manera de síntesis, de conclusión o como respuesta a la pregunta Iris responde de forma contundente y brillante: “No en lo blanco de la hoja, sino detrás de la tinta / está el silencio”. Es ese temblor de la palabra el fruto de una revelación, de un abstraerse en caída libre hacia el abismo lo que distingue al poeta, que añade sabiamente: “En la otra cara de la piel está. // Es el envés del amor, / su reverso es la música. // Por dentro de los párpados / devela su escritura. // Detrás de la palabra, / en la palabra misma / puede revelarse”. Devocionario, que da título al libro, es la tercera y última parte del poemario. Y como no podía ser de otra manera nos introduce en ella con estos versos de San Juan de la Cruz: “Su origen no lo sé, pues no le tiene, / mas sé que todo origen de ella viene, / aunque es de noche”. La oscuridad como espacio natural del silencio, de lo trascendente. De ahí que Iris desee que su religare sea esencialmente más humano, que la poesía sea contemplada como fe que trasciende e ilumina los actos cotidianos. En los poemas que contienen esta parte: Jaculatoria, Letanía, Misterio Nuestro, Salmo 25, Salve Regina, Acción de gracias o Plegaria, entre otros, manifiesta el poeta esa fe en lo humano, que no es sino poesía, que no es sino silencio, como este poema que en sí mismo lo representa (Misterio nuestro), de tanta similitud con el rezo del Padre Nuestro cristiano: Misterio nuestro, / hermano del silencio: / jamás revelado sea tu nombre. // Venga a nosotros tu dispersada calma. // Hágase música tu voluntad / en el alma y la piel. // Danos hambre de ti. // Perdona los poemas / que pretendan revelarte. // No nos dejes caer / en nuestras propias metáforas / y líbranos, Silencio / de cualquier certeza.

 


           El tercero y último de los libros merecedores de este comentario es The parting present / Lo que se irá, traducido al inglés por el propio poeta, y revisado por el también poeta irlandés-americano Kevin McHugh. En un bello y emocionado preámbulo Iris escribe: “Hija, este libro ha nacido alrededor tuyo (…) Lo escribí porque, mientras compongo estas líneas, el mundo es un lugar muy triste, pero ahí eres feliz. También lo escribí para que no estés sola, para que mi voz —después de mí— continúe diciéndote te amo. Te lo doy con estas palabras de otro padre a su hijo: espantado de todo, me refugio en ti. Te quiero siempre, Papá”. Con esta inmensa declaración de amor se abre el libro. Nuevamente el poeta nos hace reflexionar desde su atalaya de soledad y silencio sobre el hecho misterioso de la vida. Iris conoce bien el territorio de los sueños, también el de la cruda realidad, pero sabe que cada día en el despertar se halla un nuevo horizonte, un hilo de esperanza con la que seguir el sendero. Las palabras descienden para luego retomar el vuelo hacia la altura del cielo, y ser pájaro o nube, lluvia o fuego, es el destino del poeta. En este sentido, Katia Rejón Márquez, escribe en la revista mexicana Carruaje de pájaros: “Porque Manuel Iris en Lo que se irá resignifica las palabras amor, milagro, poema. Son palabras migrantes, que se instalan en un espacio y en un idioma distinto. Y ahora suenan y significan cosas diferentes”. Ciertamente nuestro poeta siempre anda a la búsqueda de la palabra exacta, de aquella que exprese lo absoluto de la nada, su silencio último, para crear un universo en el cual el poema en todo su significado sea como un fulgor, inocencia y quietud, tiempo de amor y muerte. Y así escribe: “Para que brote el silencio / abre su herida el poema”. Iris se aparta de la poesía fácil, contempla cuanto a su alrededor vive y luego en un canto invariablemente humano sacude las conciencias, invoca a la Naturaleza como Madre tierra y escribe, escribe desde dentro, muy adentro. Decíamos al principio que en los textos de Manuel Iris encontraríamos respuestas. Así, las razones de por qué escribe quedan patentes en las siguientes líneas, extraídas de la revista Latin American Literature Today “Escribo desde ahí: frente a la luz de esa misma pantalla en la que a veces convoco al silencio, en la que busco que también sucedan la lentitud y la contemplación. El resplandor que cae sobre el teclado y la percusión del texto que nace son mi manera de danzar frente al fuego, como lo hicieron los primeros poetas, cuando apenas empezaban a inventar el lenguaje. Escribo, imagino: veo la tradición literaria como una enredadera con un ancestro común: el deseo de traducir el silencio, de decir lo indecible”, y añade, respecto a ese silencio: “La guardia del silencio es uno de los tallos de la poesía contemporánea, el más urgente, y el que más me interesa. Entiendo, por supuesto, que hay poetas que confían todavía en su vocación de líderes y que quieren mantener su aura de iluminados, pero son la excepción, no la regla”. La poesía testimonial en Lo que se irá se muestra con clarividencia. La hija no nacida es el trasunto, y con esa idea previa trabaja el verso, piensa la vida y traduce sus silencios, porque él es Testigo principal de cuanto acontece, de esa danza primera en el vientre materno: “Está bailando tu hija, dice mi esposa / y se toca la barriga. / Desde hace varios meses / soy testigo de lo que sucede ahí, / debajo de sus manos. / Mi esposa es una casa dentro de mi casa / y yo estoy fuera de mi propio corazón. Seguro está contenta,  dice. / Y yo sería capaz de renunciar a la poesía / a cambio de tener dentro de mí a mi hija, / de sentir la danza que las une / a todos los principios”. De ser justo tendría que hablar de cada uno de los poemas, pero ante tal posibilidad abrumadora y quizá cansina para el lector, me acomodo a la luz de algunos versos más, de algún breve comentario imprescindible. Lo que se irá es resultado de un abismarse continuo, de un caer lentamente hasta insospechadas simas para luego levantar el vuelo hacia la altura cósmica y absoluta de cuanto respira vida, un himno al amor. Sí, al amor, a esa palabra que tantos denuestan y aborrecen, por entenderla excesivamente espiritual o mística, banal o de cierto tono sensiblero o cursi. Sin embargo, Manuel Iris la enriquece con sus matices, en esa búsqueda por conocer el misterio de las cosas, la magia que se esconde tras su imagen, por saber que en los asombros fluye la última razón de la existencia, y que bien pudiera hallarse en ese amor que el poeta testimonia a su hija: “todo está a la vista / si prestas atención / a las cosas pequeñas. Hay más verdad en un abrazo que en un libro. (…) Ahora que el mundo / es completamente nuevo / te regalo, también, / estos dos amuletos / para que puedas guardarlos / o llevarlos en tu pelo: El silencio es la música. / Te amo”. Pero Manuel iris también ama la poesía, tal vez como otra hija que el silencio traduce y convierte en grafías que vuelan por el incandescente blanco de la página o la pantalla: “Mi hija se duerme sobre mi pecho / y el poema de silencio se completa”. Este libro tiene mucho de ese sumergirse en la poesía, en su significado, en su invisible universo, en su dolor de madre y de frontera, de exilio y soledades, y que de alguna manera podría resumirse en estos versos pertenecientes al poema El idioma de la casa: “…Últimamente / tengo miedo de los meses / porque tú has nacido aquí, / en este sitio, en este idioma / en el que soy un extranjero // y yo quiero / vivir dentro / de tu mundo, / del idioma que tendrás, / de tus palabras. // Me da miedo / que conozcas / la imposibilidad de pertenecer. // Pero te harás tu patria, como cualquiera. // Si te preguntan de dónde eres / diles que has venido del corazón de tu padre, / de un corazón / que aprendería cualquier idioma / para hablar contigo”. En este diálogo padre-hija se anuncia, también, el calor de lo que humanamente importa, como un lamento que demanda el grito en ocasiones, la presencia de una mirada solidaria y fraterna respecto “al otro” que soy “sin mi yo”. Trasciende la palabra entonces que cruza ríos y fronteras en la búsqueda de la existencia, del sosiego y la dignidad humanas. Y escribe Iris, desde el silencio de la luz que lo conmina en esa otra tierra fronteriza, la Canción de los que migran: “Migrar es regresar / a lo que nunca hemos tenido: / a la esperanza. / Y usted, que vino del silencio / y va camino a la muerte, / que vive en una lengua / ajena y propia / como el cuerpo, / que busca el pan y el amor / como cualquiera, / que gusta / del olor de la lluvia / y la danza del fuego, / que se ha sentido solo / y que tampoco sabe por qué / vino a nacer / precisamente aquí, / ¿de verdad piensa / que no es un migrante? Estos son los mimbres de la excelsa poesía de Manuel Iris, poeta del silencio, ese que nos abraza en la quietud de las aguas y acaricia el sonido de la noche para saberse libre. Si tienes oportunidad, amigo lector, de acercarte a los textos poéticos de Manuel Iris, no lo dejes para luego, adéntrate en sus silencios y déjate llevar; abre puertas y ventanas y deja que su música, con su multiplicidad de variantes te abstraiga del mundo. Solo así hallarás la verdad y la belleza, de la poesía, que en la escritura de Manuel Iris es, la música en sí misma del silencio.



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En la noche del mundo de Mauricio Gil Cano. Editorial Dalya. 2019

Por Paloma Fernández Gomá

Mauricio Gil Cano en su libro En la noche del mundo asume el relato de su conciencia frente a la vida con sus claros oscuros, sus pros y sus contras y pone a Dios como testigo de sus actos y de todo aquello que motiva su comportamiento.

Autoreflexión, confesar sus culpas, diagnosticar cuestiones hasta llegar a lo que de espiritual guardan nuestras vidas; ésta es la escala por la que discurre este poemario de Mauricio Gil Cano; donde la poesía busca el espíritu y en lazo místico encuentra respuestas, objetico último y cuestionado en este poemario que reseñamos.

En la noche del mundo está dividido en tres partes: Entre tinieblas, Liras cristianas y Homenajes.

En la primera parte el poeta expone secuencias de la vida en la noche que nos habita; donde encontramos poemas como Misterio, Nosotros, Identidad, Sin voz, un loco, Muerte de una idea, Hijos del hombre, Diluvio o Desafío. El poeta indaga, reflexiona, se autoexamina y supone las relaciones del hombre con respecto al mundo en el que vive; hasta llegar a una segunda parte de reencuentro con la esencia espiritual, escribiendo poemas como: Coplas, Décimas de amor y vino, Maitines, Más luz, El sueño de Dios, Dios te salve o El árbol de los sueños.

En el apartado Homenajes, Mauricio Gil Cano se une al recuerdo de Pilar Paz Pasamar, Ramón Epifanio,  Enrique Bedoya O´Neale, Victoria Guerra Carreteo, al Cristo de la Vega, a la Virgen del Socorro o al enlace matrimonial de su sobrina. El autor busca el nexo espiritual del recuerdo que  guarda íntima relación con él.

 Este es unlibro de serena y activa vocación de reencuentro del autor con su conciencia de hombre que se interroga ante sí mismo sobre su conciencia; nuestro poeta hace uso de un exquisito dominio del soneto, las décimas y coplas , recordando a Jorge Manrique.

Me detengo en el soneto de la pág,17: "Como si hubiera sido todo un sueño/y , al despertar, mirase enajenado/las cosas con luz nueva y, extrañado,/temiese haber caído en otro sueño,/" El  poeta halla la luz que reconduce sus pasos.

En el poema, Vivir la noche, pág 36. Leemos: "En sentencias muere Dios/y el poeta, loco divino,/reclama en los cementerios/que florezcan los lirios." La sintonía imperfecta o la  llamada del espíritu.

“Pregunto por un dios cuya respuesta ignoro” pág. 40

Dolor y miedo que induce a beber a solas en esa búsqueda itinerante del poeta a través de sus versos.

En el poema Invocación, pág. 47. Se lee: “No soy digno , Señor , pero me basta/una rama florida en este mayo,/respirar la dulzura de tu clima.”

El poeta haya en este poema una especie de equilibrio vital, que le inspira la tranquilidad de haber consumado su propósito de generar respuestas capaces de sostener el discurso de su libro En la noche del mundo.

  

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Manual de supervivencia de Ramón Martínez. Valparaíso Ediciones 2020.

Por Paloma Fernández Gomá






Ramón Martínez López. Fuente Vaqueros, 1975. Poeta y profesor formado en la Universidad de Granada. Siempre ha mantenido un vivo interés por Federico García Lorca llegando a estudiar el pasado de su pueblo a través de Lorca, que siempre respetó la la mirada popular; nos dice  Luis García Montero en el prólogo de Manuel de supervivencia.
Más allá de lo meramente poético destacamos en el poeta Ramón Martínez su interés por la enseñanza y el teatro, vocaciones que se conjugan con la poesía, el estudio y admiración por el poeta de Fuente Vaqueros, con el que comparte paisanaje y versos. 
Todo ello desemboca en una poesía de sentimiento abierto y comunicativo donde las sensaciones, el amor y sus pensamientos se perfilan en un bloque único de poemas cortos en su gran mayoría, pero punzantes. "Parecen respuestas, pequeñas declaraciones, aforismos, lecciones largas, pero resumidas en la brevedad de unos versos que han aprendido de la condensación de las coplas y las canciones líricas depuradas"; afirma Luis García Montero en el prólogo del libro que comentamos.
En la lectura del poemario encontramos poemas como: Predestinación. Leemos: Si la vida es un viaje,/mi destino eres tú."
En De amores y olvidos, nos dice el poeta: "También el olvido a veces/es una forma de amar."
En el poema Batalla, el amor claudica: " No hay refugio que guarde nuestros cuerpos,/ni rendición del rocío sobre la rosa./tú y yo, heridas sin contorno,/perfiles de una luz bañada en sombra./En esta batalla de pieles incendiadas/esta noche me entrego a tu derrota.
En el Haiku, estrofa que por antonomasia desnuda la poesía, y que aparece en la página 143 del libro; leemos:" Quiero que sepas/que eres ese poema/ que nunca escribo."
Es en el poema titulado Días grises, donde el autor considera que elmundo es diferente ante el amor: "Y hay días que sólo sé/que el mundo es diferente/ cuando lo tocas con los dedos."
En La vida que se escapa (pág.138) el recuerdo es un vasto desierto, para nuestro poeta que contempla el hueco de unos ojos alejados, donde en otro tiempo se alojaba el mar.
Poemas llenos de vida, de aliento y de pasión poética conforman este poemario, merecedor de formar parte de la Antología (español-inglés): Eternity Was Shaped Like Her Lips. Translation byMary - Dryden Maio and Caitlin Nguyen.  Antología a modo de trilogía de la obra de Ramón Martínez que comprende poemas del libro Manual de supervivencia y también poemas de los libros Septiembre en los armarios y Cuando la duda es certeza.
La poesía de Ramón Martínez desprende la luz de un lirismo comprometido, en el que la voluntad de amar asume realidades empíricas a la naturaleza humana.



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Las puertas del cielo y otros relatos de José Antonio Sáez. Ediciones Dauro. 2020.
Por Paloma Fernández Gomá


José Antonio Sáez poeta y escritor, nacido en Albox (Almería) tiene una amplia y fructífera trayectoria literaria. Ha publicado recientemente el libro " Las puertas del cielo y otros relatos" editado por Ediciones Dauro; un libro polivalente en el sentido de aproximación al autor como como persona y como escritor. La narrativa de José Antonio Sáez en esta entrega destila acercamiento hacia las personas y conocimiento de causas emocionales. El autor abre su alma, y la entrega a la obra que nos presenta, reconociendo valores y reflejando el intrínseco camino de las conciencias.
En contraposición con otras opiniones sobre las obras y los autores; mantengo que José Antonio Sáez refleja la bondad de su persona en sus escritos. Su obra está llena de autenticidad y carisma, transparencia que lentamente se introduce en el lector, descifrando poco a poco la personalidad de quien escribe.
En esta ocasión José Antonio Sáez nos invita a leer sus relatos desde la certeza de abrir nuestro interés, acercándonos las conductas humanas, desvelando matices más allá de lo que se percibe a simple vista, recogiendo datos, explorando sentimientos y estableciendo un ritmo acompasado en las narraciones.
Así iremos leyendo siete relatos de carácter antológico donde convergen el cuento y las publicaciones periódicas. También leeremos relatos del blog del autor "La mirada ausente", para hablar del amor en la juventud, el paisaje o historias almerienses, donde está presente el mensaje humanista, la emoción de un lirismo implícito resaltando valores, con el hombre como protagonista de sus actos indagando en las relaciones  interpersonales, abriendo vínculos, siempre con un lenguaje preciso y directo. Nuestro autor hace acopio de una sintaxis impecable con un vocabulario variado y siempre ajustados a lo descrito o narrado.
Leer "Las puertas del cielo y otros relatos" es tener una experiencia edificante, donde la palabra camina segura, invitando al interés del lector.
En estas páginas encontramos a Roberto Alascio, que después de su estancia en la Isleta del Moro, no se supo más de él ( Cuentos del Cabo de Gata. Coordinación de Pilar Quirosa).
Aniceto murió dejándole todo a Teresa Rodríguez Montoya ( Historias y relatos sobre la vejez, Axarquía almeriense).
Los vestidos de novia en La sala de los exvotos (Cuentos del Santuario del Saliente).
Virginia Woolf no pudo amarme (VII Concurso de novela corta "Gabriel Sijé" Mención especial del jurado). Historia de amor inconcluso.
Entre las narraciones del blog "La mirada ausente" citaremos algunas, tales como:
Alegoría de la nave de los locos: en la deriva del mar, buscando hallar tierra firme.
Aniversarios: el contacto con la naturaleza.
Los remeros románticos: paseo en barca de los enamorados. La misma barca y ocupantes diferentes.
Los frutos del granado: el rescate de la joven perturbada entre los granados.
Pliegos del cordel: Cantar de ciego. La doncella que muere junto a su amor  fallecido.
Toque de difuntos: Indigente con el único consuelo de una muerte bienaventurada en la visión de la luz divina.



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Anacronía de Gerardo Rodríguez Salas.Valparaíso Ediciones 2020.
Por Paloma Fernández Gomá


Del libro Anacronía de Gerardo Rodríguez Salas, no se puede salir fácilmente, una vez que has entrado de lleno en su lectura. Las palabras de Teresa Gómez en la contraportada son una antesala que define a la perfección el recorrido poético - personal de Anacronía: " ...El pasado no es un territorio de nostalgia, sino de catarsis, de reconciliación, un intento desesperado de exorcizar la ausencia..."
Y así es el poemario de Gerardo Rodríguez Salas una experiencia vivida gota a gota desde la ausencia que ha dejado una huella profunda en el poeta y le condiciona a pensar y replantearse el pasado como una secuencia interpretativa del presente, sin la cual lo vivido en la actualidad deriva en un vacío extremo que le reconduce a buscar en el pasado la esencia de lo vivido y de lo que ha de vivir.
El libro se divide principalmente en los siguientes apartados: Ayer, Ausencia y Porvenir. Tres poemas abren el libro a manera de preámbulo: Odisea, Palabras de papel y Lobo.
Un lenguaje intenso y de aproximación, abierto y definitorio; construido con la exquisitez de la palabra exacta y auténtica definen el poemario Anacronía.
La muerte se abre al recuerdo anterior a su visita inesperada y penetrante: "...de madrugada, él estaba allí/urdiendo insomnes hilos, palpitando/al son metálico de aquella rueda,/lentamente enredado en su bobina,/en el ensueño gris que nos deshizo" (pág. 25)
Después la ausencia es como el quitamiedos que corta la vida. Mientras los recuerdos hilvanan poemas de acento neozelandés: Maui, Victoria, Whakapapa, Moko Kauae...
En el apartado Porvenir, el poeta vuelve su mirada hacia Granada y enlaza sentimientos y experiencias, que si fueron lejanas, ahora cobran cercanía frente al Generalife, La Sala de los Secretos o un Semáforo en su intermitencia, avisando del paso seguro o de la necesidad de pararse.
Ya en Cartografías, dentro del apartado que comentamos y con una cita de Luis García Montero, Gerardo visita sus inspiraciones desde "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis Carroll, hasta He wawata ( canción tradicional maorí).
El libro en su itinerancia poética cuenta con citas de Álvaro Salvador, Teresa Gómez o Ángeles Mora, junto a las de Katherine Mansfield,Selina Tusitala Marsh o Janet Frame; dejando evidencia de una senda entre culturas abierta en en las páginas de los versos de Gerado Rodríguez Salas, poeta y profesor titular de Literatura Inglesa en la Universidad de Granada. Gerardo añade a su senda poética el exotismo maorí del que pudo disfrutar en uno de sus viajes. Nuestro poeta es una persona abierta y comunicativa que experimenta el aliciente de culturas alternativas para expresar sus sentimientos.

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Leer como adicción

(Narrativa)

Por José Antonio Santano

 

            El verano siempre ha sido y es un tiempo propicio para leer. En esta estación del año se hace más frecuente encontrar a los turistas de playa o montaña, asidos a un libro, elegido según los gustos de cada uno. Ese contacto esencial con las páginas de un libro debería atraernos siempre, aunque así no sea, porque los libros contienen algo que a todos nos incumbe: la vida. Con ellos aprendemos, nos divertimos, sufrimos, sonreímos o sollozamos; en cada personaje o en cada pensamiento la vida está presente; podemos vivir lo mismo la Edad Media que la Era espacial, o, adentrarnos en la tragedia de un cáncer o una pandemia. Los libros son, sin lugar a duda alguna, nuestro mejor amigo, dejemos al perro en un segundo término, entre otras razones porque se establece un diálogo, una complicidad. Por ello, y en este comentario, la lectura se convierte en una extraordinaria adicción que deleita y ennoblece, que alarga nuestra vida en la vida de los otros, en un mestizaje solidario, respetuoso y festivo. Y dado que esta adicción ya no tiene vuelta a atrás, pretenden ser las siguientes lecturas que indico un oasis donde descansar del tórrido verano, sea en una playa o en la montaña, pero siempre asidos a un libro, plenos y felices de aventurarnos en sus páginas para ser más libres y más humanos.

            Mis propuestas, de forma resumida, pues de algunas detallaré más adelante en otros medios, las voy a establecer en tres ámbitos fundamentalmente: narrativa, poesía y ensayo. Comenzando por la narrativa, y por ser de los últimos libros recibidos me detengo en uno, de más extenso título que hasta ahora me he encontrado en el panorama literario, “La caza, captura y muerte de la abuelita hispánica, en una casa de lujo de una ciudad de lujo, sometida a la más rigurosa de las democracias y repleta de padres honestos y niños felices”, del escritor granadino Francisco López Barrios, que viene a confirmar el magisterio del autor con un libro compuesto por cinco relatos, entre ellos el que da título al libro, y de los cuales, como aperitivo, me inclino por “La noche de terror del terrorista”, por ser una historia extraordinariamente bien contada y mejor resuelta, que deja al lector con la miel en los labios para continuar leyendo y ahondando en las claves de un autor que conoce bien el oficio y sabe transmitir y construir desde la exquisita fabulación historias inolvidables. “El óxido del cielo”, del escritor cordobés Alejandro López Andrada(Villanueva del Duque, 1957)nos adentra en la magia de lo desconocido y la Naturaleza, para devolvernos la esperanza en el olvidado encanto de los pueblos de interior, de las zonas rurales que a pasos agigantados se están vaciando. En esta ocasión López Andrada nos propone un viaje al “declive y añoranza de la minería”, como reza la portada del libro, y lo hace con esa lumínica manera de escribir que posee, con esa mirada serena y deslumbradora que nos descubre otra realidad desde la nostalgia y el amor a la tierra madre.  El escritor valenciano Rafael Soler nos presenta la reedición de su novela publicada en 1983 titulada “El sueño de Torba”, cuidadosamente editada por Olélibros. A estas alturas no vamos a descubrir quién es Rafael Soler dentro del panorama literario español, sin embargo, sí reiteraré su destacada voz, particularmente distinta del resto de escritores del momento. En cada historia que nos cuenta, sea relato o novela, se distingue al autor por su lenguaje y por la sólida configuración de los personajes, por su dominio del tiempo y del espacio, creando siempre las condiciones más favorables para la lectura, enriqueciendo el acto de leer. Así ocurre en “El sueño de Torba”, donde se entrecruzan historias y donde la terrible incomunicación del tiempo actual, en detrimento de las relaciones humanas a través de los distintos personajes son la esencia narratológica de esta propuesta.  Otra de las citas narrativas imprescindibles es la del novelistas, poeta y crítico granadino Fernando de Villena, con su última entrega “Los nueve círculos”. En ella nos cuenta de Villena, con casi toda seguridad uno de los escritores más prolíficos en lengua castellana, la historia de una ciudad de provincias (Granada) durante las últimas siete décadas, protagonizada por un hombre y una mujer pertenecientes a clases sociales distintas. El magisterio, el estilo y la capacidad narrativa de su autor, Fernando de Villena, es indiscutible. Solo hay que echar un vistazo a toda su trayectoria literaria para comprender que nos hallamos ante una de las voces más destacadas de la literatura española. Así, desde el territorio de la auto-ficción, desde la sabiduría que le otorga su experiencia y su compromiso humano, Fernando de Villena ha escrito unas memorias noveladas, necesarias, que no dejarán indiferente a cualquier lector que a ellas se acerque. Otro de los libros que traemos a este escaparate y continuando con el mismo género anterior, corresponde a “El muchacho pálido”, del narrador, poeta y crítico literario Manuel Jurado López (Sevilla, 1942), que nos presenta la historia del joven Ramón Mengíbar que, tras su paso por el internado de las Escuelas Sagrada Familia de Úbeda, contrae una enfermedad contagiosa que marcará su vida. La evocación de aquel tiempo será el antídoto para su obligada soledad. Un retrato exacto de los internados religiosos masculinos de una época que nos acerca a la verdadera condición humana. La novela histórica es otro de los géneros que bien se adecúa a este tiempo veraniego. Y, “Jaque al Emperador”, del escritor valenciano J.R. Barat(1959), es la elegida. Su autor nos lleva hasta la primavera de 1808, cuando las tropas napoleónicas invaden España. Nunca antes el pueblo español estuvo tan unido para expulsar al invasor. Uno de esos protagonistas fue José Romeu, que Barat recupera para historia. El propio Barat declara que Romeu lo “abandonó todo por defender lo que consideraba justo: familia, hacienda y vida”. Este personaje que descubre por casualidad Barat, va a convertirse en el protagonista principal de esta narración, “un hombre maravilloso que encarna lo mejor del ser humano: nobleza, valentía, dignidad y sentido de la justicia”, al que se conoce como el “héroe Romeu” fue quien puso contra las cuerdas al ejército del Emperador Napoleón. Otra de esas narraciones históricas, en este caso, ambientada en la postguerra española, cuando la guerrilla antifranquista actúa en las sierras de Ronda y Grazalema es “Eras la noche”, del escritor gaditano Ramón Pérez Montero (Medina Sidonia, 1958). Su autor ha sabido trasladar a la narración la esencia de ese momento histórico a través de un lenguaje depurado, lumínico, donde la imaginación, aun cuando la novela está basada en hechos reales, trasciende esa realidad para convertirse en una obra en la cual la condición humana aflora en sus múltiples aspectos. Un autor y una novela para tener muy en cuenta. Tal y como se lee en la contraportada de esta novela: “El imposible lenguaje de la noche”, de del escritor Joaquín Fabrellas (Jaén, 1975), se trata de una narración “fragmentaria, dividida en tres partes. Su discurso se mueve ente la novela, el ensayo y el análisis cultural de los años 50 y 60 en la efervescente Nueva York”. El principal personaje de esta historia totalizadora abarcadora en géneros no es otro que el escritor beat Paul Demut, pero sobre todo es la historia del fracaso, de los naufragios de una sociedad noctámbula con melodías de jazz. El espacio y el tiempo contenidos en una narración inusual, atrevida, pero donde la creación (pictórica, cinematográfica, musical o literaria) es expresión, principio y fin del ser humano, con todos los ingredientes propios del discurrir de la vida. Otra de las novelas que ha dado que hablar y que fue merecedora del Premio Valencia de Narrativa es “Pájaros en un cielo de estaño”, del escritor gaditano Antonio Tocornal (San Fernando, 1964).No sitúa su autor en un pequeño pueblo andaluz, Las Almazaras, y en justo en la posguerra. Se narra en ella la capacidad de transformación del ser humano, las relaciones sociales y la fuerza para conquistar lo deseado, sobreviviendo a cuantas vicisitudes presenta la vida. Una nueva forma de narrar, de adentrarse en los recovecos del lenguaje para expresar, de forma rigurosa, aquello que esencialmente corresponde decir. Una furgoneta deteriorada, un forastero pelirrojo y sus dos hijos y una jaula con un pájaro son los elementos narrativos que desencadenarán los acontecimientos que los lugareños vivirán a partir de la llegada de este ser extraño.         Entre el olvidado género del relato encontramos algunos libros muy interesantes que merecen la pena mencionar. Uno de esos libros es “La vida anticipada”, del escritor cordobés Francisco Javier Guerrero (1976), con ilustraciones de Lola Castillo. Para Ángel Olgoso, una de las voces más autorizadas del relato o cuento en España, La vida anticipada “es una obra apabullante, hermosa. Un volumen perfectamente cuajado, repleto de frases redondas, potentes, listas para ser grabadas en bronce; con rumor de letanía, de prisma con destellos incesantes, de molino de pensamientos. Historias que extienden valientemente los límites. Un impresionante libro de relatos”. Un pequeño fragmento podría resumir la fuerza de la palabra, su filigrana: “El presente es un tiempo manchado de cenizas. Tiene bordes afilados y duele”. Luis Lisquete (Villasarracino, Palencia, 1952) nos deja un ramillete de relatos en “La teoría del ímpetu”, que reúne un total de treinta y dos historias. El amor, la venganza, la fatalidad, el destino, y otros tantos temas extraídos de las distintas situaciones existenciales se funden en una prosa locuaz y ágil que hace que el lector mantenga su atención hasta el final de sus páginas. Con un poder de fabulación extraordinario el escritor Andrés Ortiz Tafur (Linares, Jaén, 1972) nos acerca a su último libro aparecido con el título “El agua del buitre”, publicado por el sello editorial Baile del Sol. Dieciocho son los relatos incluidos en este volumen. Y en honor a la verdad hay que decir que bien armados, coherentes, bien resueltos -diría que explosivos-, ocurrentes y sutiles a un tiempo. Después de sus tres libros de relatos publicados hasta ahora Caminos que conducen a esto, Yo soy la locura  y Tipos duros, se confirma con esta cuarta entrega que Ortíz Tafur tiene mucho que contar aún y que su forma de hacerlo atrapan al lector. En último lugar llega a mis manos, recientemente -por lo que me ocuparé de él con más detalle en otro espacio-, “En la Era de Acuario”, del escritor vallisoletano Santiago Redondo Vega (Villalón de Campos, 1958), publicado por la editora Difácil. Como aperitivo, me hago eco de lo dicho en su prólogo por el profesor y poeta Fermin Herrero al referirse a los relatos que componen el libro: “De hecho, vistos así, en su conjunto, me da la impresión de que componen una especie de ópera bufa de nuestro tiempo, a veces en forma de vodevil, protagonizada por neurosis variopintas, con las que atañen a trastornos de la libido a la cabeza  y por las extremidades, a tal punto que parece con frecuen cia que la función la dirigiera, bajo su atenta mirada, herr doctor Sigmund Freud, rodeado de una cohorte de ceñudos psicoanalista”. 

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Cantares de flores nuevas de Antonio García Velasco. Edita Amazon 2020.

Por Paloma Fernández Gomá


El pasado año 2020, el escritor y profesor Antonio García Velasco publicó el libro “Cantares de flores nuevas”, donde se recogen diferentes estrofas: haikus, soleares, pajaronas, coplillas, zéjeles y ovillejos. El antes y el después se citan para recordarnos que nunca estuvieron en desuso las rimas del ayer y que en el escritor está el poder revivirlas llegando a ellas con palabras actuales.

Esta es pues la cita y el reto conseguido de nuestro autor Antonio García Velasco, que ha conseguido actualizar aquellas estrofas que creíamos olvidadas.

Nuestro escritor las recrea y dinamiza haciendo que lleguen hasta aquel 2020, que tanto nos trajo de inquietud, al contemplar una perspectiva de futuro incierto. Hoy ya en el verano de este 2021, releemos  “Cantares de flores nuevas” con todo el trasfondo que encierran sus versos, citando la vida como un transcurrir de fechas, entre lo popular y el más hondo sentir, que nivela y aquilata tiempo, entrega y enseñanza.

El haiku desnuda la poesía. Las soleares templan el amor regalando al oído su rima en asonante en el primero y tercero, quedando suelto el segundo. En las coplas se rasga el alma con el viejo acento de lo vivido. Las pajaronas traen el aroma de los campos que a estas alturas del siglo XXI, ya casi hemos perdido, pero que nuestro autor recupera para incentivar lo que de propio tenemos. El zéjel de origen andalusí aviva la relación con un pasado común. Con los ovillejos se quiere recordar la figura de nuestro Miguel de Cervantes, pues esta composición se le atribuye al insigne creador de Don Quijote de la Mancha, caballero andante donde la hallara, y que camina hacia este libro “Cantares de flores nuevas” para acercarnos la rima del que fuera creador de sus aventuras y de esta estrofa, donde la ironía y la alabanza se buscan hasta encontrarse.

Entre todas estas estrofas, me detengo en el zéjel por lo que de herencia andalusí conlleva. Una composición de amplio calado que llegó a derivar en el villancico;  con lo que se pone de manifiesto la intensidad popular de sus raíces.

Señalamos pues que en Marruecos el zéjel se mantiene vivo, aunque en España no sea una rima al uso; si bien a este respecto debemos de sostener que la poesía rimada, en ninguna de sus variantes se emplea en la actualidad, salvo excepciones.

Antonio García Velasco aproxima el ayer con letras actuales, quizá en ese único y esclarecedor mensaje de que la Poesía se escribe con letras mayúsculas y que el sentir no lleva rima ni busca tendencias, simplemente es Poesía.

 

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  Título: Devoraluces     

Autor: Ángel Olgoso

Editorial: Reino de Cordelia (2020)  

Por   José Antonio Santano

 

       


                                                    Devoraluces

            Confieso que cada vez que me dispongo a realizar una lectura de un libro, o lo que es lo mismo, abismarme en sus páginas impresas, siento un temblor inexplicable, como si fuera un enamorado que declara su amor por vez primera. Entonces, como el enamorado, miro atentamente, me adentro en el bosque de letras o grafías y me dejo llevar por el aroma de la tinta y el poder de encantamiento de la escritura para conformar mundos y paisajes, personajes de variada índole, sentimientos y afectos. Es este siempre el inicio de un libro un momento especial por cuanto desconoce el lector qué hallará en sus páginas, hacia qué lugares viajará o quienes serán los personajes que guíen sus pasos hasta su conclusión. En realidad todo libro es un viaje, una exploración, un vuelo hacia no se sabe dónde. Por ello que esa incertidumbre primera, en las primeras páginas y el mejor de los casos puede satisfacer las expectativas del lector, o en el peor, que la propuesta carezca de interés y se abandone su lectura. El caso que nos ocupa pertenece al primer enunciado, es decir, que satisface con creces al lector, de tal manera que ya desde sus primeras páginas el lector queda atrapado. Así es el último libro de relatos, “Devoraluces”, de Ángel Olgoso (Granada, 1961), en bella edición de “Reino de Cordelia. Anuncia la faja del volumen: “El esperado regreso de un gran maestro del relato fantástico”, y cierto es que Olgoso representa lo mejor de la producción del relato en España, como se puede comprobar si hemos tenido ocasión de seguir su trayectoria escritural. En este libro, desde el principio, hallamos al trascendente, riguroso y paciente Olgoso desmenuzar las historias, contener gramática y sintaxis hasta crear un universo propio que engrandece su discurso narrativo. Y si bien es cierto todo lo dicho, también añadiría que en este extraordinario libro encontramos al Olgoso lírico, que es capaz de esculpir un bello monumento al lenguaje haciéndose valer tanto de una adecuada sustantivación, como de una lumínica adjetivación, elementos indispensables para ensamblar un relato capaz de conmocionar al lector, como todo buen arte ha de originar. La gran valía de Olgoso consiste en trascender la realidad con su poderosísima imaginación, con su capacidad de fabular construyendo desde un detalle, un objeto o un paisaje una historia sorprendente y enriquecedora por su continuo discurrir por territorios desconocidos, exponiendo situaciones o momentos jamás pensados o imaginados. Esa es la gran virtud de Olgoso, hecho que desde su primer cuento “Las luciérnagas” (“el fuego de la soledad, la amargura y la saña no han conseguido evaporar el remotas noches de verano”), pasando por “Hajdú”, el soñador de sueños; “Fulgor”, el regreso heroico de Ulises en “La Rosa de los Vientos”, los avatares del abuelo marcado con el Azul del número del campo de concentración nazi en “Pelikan”; el reencuentro con los poetas en “Villa Diodati”; la historia del carretero japonés “Okitsu”, “La arena de las historias”, “El calendario quiméri o de lo que podía haber sido”, “Medio real”, “Émula de la llama”, hasta el último “Odres nuevos”, Ángel Olgoso, una vez más, quizá más distanciado de lo fantástico, que no del enorme magisterio de la fabulación, compone historias que dejan perplejo al lector, precisamente por ese aluvión de palabras y palabras, que no cesan de florecer en cada página como verdaderas luciérnagas, como frutos imperecederos de un lenguaje depurado, sutil, sugerente y capaz de emocionarnos hasta extremos impensados. Porque da igual que Olgoso se adentre en el microrrelato, narre hechos extraños y turbadores, como que simplemente escriba de una Villa, para mostrarnos su gran virtud, que como hemos dicho, no es otra que fabular, trascender la realidad para crear otros espacios literarios capaces de conmover al lector. Y esto es lo que ocurre con “Devoraluces”, un título que ya en sí mismo podríamos considerar su credo.

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Título:El grito de un pájaro     

Autor: José María Muñoz Quirós

Editorial: Difácil (Valladolid, 2020)

Por José Antonio Santano 

El grito de un pájaro


 

            Escribía días atrás el profesor, poeta y crítico Pedro López Ávila: “Cuando los poetas orientan sus actividades hacia fórmulas exitosas dominantes, con la finalidad de no caer en el olvido de sus contemporáneos y adoptan métodos sazonados ideológicamente con un lenguaje prosaico, conversacional, excesivamente coloquial, anti literario, soez y hasta procaz en algunas ocasiones, me parece a mí, que la poesía pierde una de sus aspiraciones fundamentales: la plenitud…”. No puedo estar más de acuerdo con su opinión. Corren tiempos extraños para la lírica, sobre todo cuando el objetivo último, la finalidad de la creación poética se convierte en un simple mercadeo, en el cual la poesía pierde su verdadero sentido. Dicho lo cual no puedo sino añadir que, de esta persistente atrofia poética, se salvan algunas obras que sí contienen elementos literarios de peso, con los cuales se activan la reflexión, la retórica más o menos compleja, la profundización en las temáticas y la emoción para dar como resultado un libro que imante el interés de los lectores de poesía. Así, el último poemario de José María Muñoz Quirós (Ávila, 1957), “El grito de un pájaro”, publicado por la editorial Difácil, viene a confirmar lo dicho. Creo no equivocarme si afirmo que, de todos sus poemarios publicados hasta ahora, este es el más intimista, el que ahonda y analiza con rigor la relación hombre y mundo, quizá el que se desprende de lo banal y superfluo constituyendo un corpus coherente en el que cohabitan por igual conocimiento, experiencia y la emoción de lo vivido. Con “El grito de un pájaro” asistimos a un deslumbramiento que nace de la observación del mundo, de la vuelta a la Naturaleza y de la constatación de que todo tiempo es fugaz, que a duras penas somos un instante solo; y todo contemplado desde la óptica del goce, de la pasión por la vida, de la capacidad para vislumbrar belleza en todo cuanto le rodea, aunque desde la nostalgia: “Sol de la mañana / acógenos / con toda la plenitud / que aborda el tiempo herido / en este instante nuevo”. La esencialidad de la luz y la libertad fijan el pensamiento del poeta, como también abismarse en lo verdaderamente importante de la vida, en esas cosas que son imprescindibles, bellas, espirituales, pequeñas: “Son tan pocas las cosas esenciales, / tan pequeñas / que apenas conocemos / hacia dónde transcurren sus pasos, / dónde nos regalan su ausencia / cuando están lejos”. Muñoz Quirós sabe bien de los silencios y por ello nos deja una perla mística cuando escribe: “Estoy callado / frente al ruido del mundo”, porque el poeta ya no quiere hablar, solo abismarse en el silencio, como así lo hicieran Santa Teresa o San Juan de la Cruz. De todos los poemas que integran el poemario (sesenta y uno), creo que el titulado “Estar aquí” viene a ser clave para comprender “El grito de un pájaro”, porque el poeta asiste a un desprendimiento de lo vano, para concebir un mundo en el cual lo esencial es la búsqueda continua de lo desconocido, del misterio y la magia que nos liga a la vida. En este poema central, escribe el poeta: “Estar aquí / para ser testigo / de toda plenitud: / mirar desnudo el día, / bautizar la mañana / donde se esconden / sustraídos los sueños / que se han perdido / si despiertan”. Halla Muñoz Quirós en lo cotidiano la desnudez del mundo y es agradecido por ello: “Y dar gracias al cielo / por la belleza que te entrega / este vivir así, / este misterio”. Y continúa en estos versos el deseo de ser, con el recuerdo de otros versos de Santa Teresa: “nada es inmutable, / nada permanece…”, para concluir con “Al fin de todo, / vivir / es lo que nos deja / un indecible abismo / en este abismo”. No podría concluirse mejor este comentario que con estos versos del poeta: “No creo en más verdad / que la que alienta / este vivir tan pequeño y tan mío”.  

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Supersticiones de Albert Torés. Corona del Sur 2020.

Por Paloma Fernández Gomá  

Como apunta el autor en la introducción del libro, ha contado con la generosidad del reconocido editor Francisco Peralto y entre los proyectos que compartió con él, ha escogido el tridecasílabo para Supersticiones.

Cuarenta y siete poemas conforman este libro, donde la vida, la libertad, el amor, la poesía, paz o la memoria son alentados por el autor como referencia poética.

Las “vidas” del poeta, en alusión a La aventura de mis siete vida, libro anterior de Albert  Torés, recorren los versos acompañando los recuerdos del padre o de la madre y que han ido dejando grabado su sello en la conciencia del poeta.

Leemos “Sus ojos con el tiempo más claros tornaron/y sobre el tiempo también me habló más claro/sin pronunciar palabra, sólo con los ojos/se despide: Me voy y gracias por todo. (pág. 30)

“Madre he visto las lunas incendiándose de obuses,/estrellas en fuga y golpes de mar, cruces/en las que no creo, chisteras que me roban/mis noches: pero tu mirada me conforma. (pág. 44)

Los veros tridecasílabos, poco al uso en la actualidad y que fueron empleados en el Modernismo, suponen para Alberto Torés un nuevo reto a la hora de “evitar el contagio de las supersticiones”.

Todos los poemas del libro guardan y ejercen el valor de la palabra en pos de aseverar certezas, que el poeta comparte con el lector.

No podemos pasar de forma inadvertida la coherencia y luz creativa  de Alberto Torés, Premio Andalucía de la Crítica, cofundador de Humanismo Solidario, avezado crítico literario y una de las  voces más acreditadas de la cultura literaria a nivel nacional y fuera de nuestras fronteras.

De Supersticiones me gustaría señalar los poemas de las páginas de las páginas 14, 19, 21, 23, 25, 30 ( ya comentado),39, 42, 43, 44 (comentado), 47 y 57. Sin olvidar otros de los poemas que componen el tablero poético de Supersticiones.

Desde esta aproximación destaco en ellos la universalidad de la poesía, la muerte como liberación, el paso por la vida, no perder la esperanza, la brevedad de la vida, el recuerdo de un ser querido como antorcha que ilumina la vida, los pasos que marcan la existencia, la fragilidad de nuestra existencia, los momentos vivido frente a la muerte.

Albert Torés también navegó entre Haikus y Décimas y escribió versos de arte mayor y menor. Buscó el verso libre y blanco. Un poeta experimentado que toca el núcleo de la Poesía con ritmos varios, pero siendo siempre fiel a la esencia del verso, transmitiendo más allá de la palabra, en las distintas confluencias que marcan diversos ritmos.

El valor de la vida en libertad es el objetivo más universal y transversal que el hombre debe asumir y defender, es el mensaje al que nos convoca Albert Torés, en un abrazo solidario y humanista.

Nuestro poeta a lo largo de toda su obra se ha comprometido con una visión  de aproximación a los valores humanos,  que sustentan el reconocimiento de la dignidad. 


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Título: Actos sucesivos     

Autor: Heberto de Sysmo

Editorial: Olélibros (2020)

Por José Antonio Santano


             Puede que haya más misterio o magia en aquello que hacemos habitualmente, en nuestros actos cotidianos de lo que pensamos. Observar la realidad que nos circunda con honda mirada es abismarse, aunque no lo parezca, en lo desconocido, o al menos, en lo extraño por singular. Solo así podremos comprender el mundo, nuestro mundo. Todo está por descubrir, si bien algunos quieren pensar que ya todo está hecho y dicho. Un detalle de nuestro entorno puede proporcionarnos nuevos significados y formas según sea nuestra disposición a imaginar, a trascender esa realidad aprehendida. Y en esa otra realidad se suceden actos y señales que muestran caminos dispares por los que vivir se hace necesario. Vida y creación entonces se convierten en una necesidad. Esto mismo es, sin más, este libro de poesía, “Actos sucesivos”, de Heberto de Sysmo, seudónimo del ensayista, crítico y poeta José Antonio Olmedo López-Amor (Valencia, 1977), publicado por el sello editorial Olélibros. El prólogo es autoría del también poeta Antonio Praena, que destaca la convergencia de “naturaleza y humanismo, conciencia y oscuridad, eternidad e instante”. El tiempo y el amor como protagonistas, nos dice Praena, “porque la palabra que sabe de la humidad del silencio es la que alumbra para restañar el daño del otro, y no para inmortalizarnos en un poema retrato”, sentencia. El tiempo y su enseñanza en ese discurrir de los días que el poeta interioriza: “Porque envejeces, crees que pasa el tiempo; / porque se oculta el sol y después sale / y las cosas ocurren o no ocurren / a intervalos de nada”, en estos versos del primer poema que titula “Tu vida”. Es el canto del poeta, la luz de la palabra convertida en luz y esperanza, mientras el tiempo golpea incesante cada minuto de vida: “Vivir es exponerse / a la frivolidad del tiempo. / El tiempo es un vergel de probabilidades. / Si algo te ocurre es porque puede; / si ocurres sobre algo es porque / una pequeña brizna / de cada decisión es inmutable”. Heberto de Sysmo es aquí más José Antonio Olmedo, por cuanto su humana presencia es eco de otras voces. Obedece este poemario a la necesidad de afrontar el tiempo en toda su crudeza, en el dolor si se quiere, cuando el poeta comienza a apreciar cuáles son las huellas que deja el transcurso de los años, si todo pasado es la nostalgia de lo vivido, de la juventud que ya no puede recobrar, de la vejez que vendrá y de la muerte como resultado final del ciclo vital. Mas en todo ese bagaje se incluye la poesía, el acto de la creación en su origen, ese estado de abstracción definitivo y revelador: “Y cuando aquel dolor / que dio origen a su escritura / te impulse a regresar a esos renglones, / comprobarás que debes ofrecerlo; / ya que tal vez, no a ti, / pero sí a otros muchos / será capaz de restaurar su daño”. El poeta sabe bien que “el tiempo nunca accede a sobornos” y por esto mismo advierte de su inflexibilidad, porque se ha de vivir en la esperanza de un nuevo despertar, y así escribe: “Si vivir es saber que todo acaba, / es a partir de entonces, el momento preciso / en el que somos vida, / vida consciente de su acabamiento. (…) Si eres   brasa o rescoldo incandescente / muere pensando que serás ceniza: manto nutriente de otras flores / nuevas”. De la observación del mundo que le rodea el poeta registra una voz aud renace, que se hace luz entre la niebla de los días: “En los antepasados del lenguaje / el amor era el modo de entenderse. / El odio / pretende serlo ahora. // Aprender a sufrir es tensar la escritura. / Dejar que todo fluya es amar sin reservas”. Tres pilares fundamentales contienen esta obra de Heberto de Sysmo o José Antonio Olmedo: el tiempo, el amor y la poesía, como así y refiriéndose al último confiesa: “La imposibilidad de ser feliz, / me hizo poeta. / El sentirme una presa indefensa y con miedo. / Sentir hervir las llamas del coraje / y explosionar en letra de furia incontenible. // Recoger a mi madre —y sus dientes— del suelo; / que no se engañe nadie: / me hizo poeta”. Apegado a la vida, sentirla, lleva a Heberto a incardinar cada acto con otro, en heredad creciente, pues al fin y al cabo, como bien dice: “Tan solo somos actos sucesivos, / la suma de momentos que ya hirieron / la anciana arcilla, el barro desprovisto / de una mente fundada por el miedo. // Sólo sé que al amar algo parece / correr a tu favor”.



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Los Nueve Círculos de Fernando de Villena. Editorial Carena. 2021

Por Paloma Fernández Gomá

Fernando de Villena, Granada 1956. Ha publicado más de una veintena de libros de narrativa.  A su obra literaria también incorpora una importante y fecunda obra poética. Este libro que nos ocupa, Los nueve círculos, publicado en Ediciones Carena 2021, es un recorrido por los últimos setenta años de la historia de España, a través de la historia de dos personajes que si bien conocidos entre ellos, sus vidas corren en paralelo, viviendo las mismas circunstancias  sociales, pero desde un enfoque diferente.

El libro se divide en nueve capítulos o círculos, que dan nombre al libro; quizá desde la intención de que esos círculos son recorridos por los personajes: Arturo y Milagros en una espiral que les une, teniendo en cuenta que los hechos descritos durante ese periodo de tiempo los hemos vivido todos en España; de ahí que el lector se llega a sentir muy identificado con lo descrito por el autor.

Arturo, uno de los personajes principales es hijo de un militar y Milagros, el otro personaje es la hija del aparcero de la huerta del padre de Arturo.

La fecha del inicio del primer círculo es 1956, coincidiendo con la del nacimiento de nuestro autor y acaba en el año 1960. Años de infancia de los protagonistas y presentación de sus marcos de convivencia, visita a la huerta del padre de Arturo con unos amigos y  características generales de todos los actores que intervienen en el libro. Todo ello dentro del tiempo de una posguerra.

Los círculos sobre los que gira el libro son parte de nuestra historia, pero encarnada en la vida de Arturo y Milagros.  El fin de la posguerra es la infancia de nuestros referentes, constituyendo el primer capítulo  o círculo a modo de presentación.

El Despertar de un país (1960-1965). Vivencias infantiles en la ciudad de Granada.

Ansias de modernidad (1965-1970). El primer televisor ( Estudio 1).

Ilusión y cultura (1970-1975). Marx y Lenin en las librerías.

El cambio (1975-1981) Las primeras elecciones democráticas. Reaparecen Santiago Carrillo y La Pasionaria.

Los nuevos valores (1982-1996) La Caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y el auge del nuevo mundo.

Fuegos reales (1996-2004) Entra a gobernar el PP con José María Aznar, poniendo fin a la era socialista.

La caída (2004-2011) Surgen en España leyes como la de Igualdad, Dependencia y Memoria Histórica.

La confusión (2011-2017) La gran crisis. El 15M. La guerra de Siria.

Arturo y Margarita han ido viviendo y envejeciendo junto al mundo cambiante que les acompaña. Granada su tierra les ha visto envejecer y es testigo de sus vidas. Los años igualan en monotonía y también socialmente. Nuestros protagonistas son testigos de una España que ha ido evolucionando y cambiando, quizás no siempre para bien, pero como sujetos de este cambio ellos,  Arturo y Margarita, y también los lectores, damos fe, que se podrían haber hecho las cosas bastante mejor. Pues a la parte final del libro me remito: Conclusión, donde nuestros compañeros de viaje Arturo y Margarita se ven en un hospital en plena pandemia de Covid 19. Cuando las cosas están peor y hay que elegir a quien salvar. Entonces, la cuestión se determina desde una óptica distinta, entra un tercer personaje, al que políticamente es correcto salvar. Arturo y Margarita son rechazados. Es la pandemia.

Pero hay otras pandemias como  las conductas  anómalas que nos han llevado a este estado de cosas; donde los valores han sido trastocados y hemos ido sumando puntos en nuestra contra. Así hemos llegado a ver como normal lo anormal y como cotidiano lo extraordinario.

Fernando de Villena en su novela nos descifra la vida y desmonta lo ocasional de lo necesario. Los valores corren paralelos  a los personajes que habitan esta ciudad que tanto y bien ama nuestro autor Ferrando de Villena. La plaza de Bib Rambla, el Darro, las casas, calles, amigos y vecinos componen la estrategia de dinamismo narrativo –histórico al que nos invita este excelente y gran escritor que es Fernando de Villena.

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Jacob Cohen de León Cohen Mesonero. Hebraicas Ediciones. Madrid 2020.


El escritor León Cohen Mesonero nos presenta su último libro “Jacob Cohen”, donde hace un homenaje a su padre. No se trata de un homenaje al uso; se trata de recordar desde el mayor aprecio a su progenitor, exponiendo todo lo que éste representó para el autor. Así y desde esta perspectiva León Cohen Mesonero inicia este libro con unas palabras de su autoría, donde expresa lo que ha supuesto a lo largo de su vida, la figura de su padre.

“Si esta especie de biografía ilustrada o retrato, empieza con el entierro de mi padre, es porque a raíz de su muerte inesperada, cobró vida para mí una manera diferente de ver mi infancia y sus personajes” Nos explica el autor en el Prefacio.

Fotografías de su padre en Larache, lugar de nacimiento del autor ilustran las primeras páginas del libro, también Sevilla, Madrid, Córdoba y la lápida donde reposan los restos de su padre en el cementerio judío de Casas  Bermejas en Málaga, donde reza: “…Jacob Cohen Levy (Larache 1917-Algeciras 1997), larachense eterno donde los haya, que nació y vivió en Larache desde su nacimiento hasta 1975, y sobre cuyos apellidos descansa todo el peso de la historia y de la tradición judías”, constituyen un documento gráfico que aporta realismo vital a los textos.

La estrecha relación que ha supuesto la figura paterna en la vida del autor, se traslada a su obra donde en la gran mayoría de sus libros se reflejan vivencias, recuerdos o relaciones con su padre, unas veces como personaje, otras como persona. Siempre vinculando una estrecha relación, que es el común denominador de este intercambio emocional y creativo entre padre-hijo, autor-personaje. Es muy difícil en la obra de León Cohen desasociar el vínculo emocional entre padre-hijo. Además ha de tenerse en cuenta que la obra de León Cohen está asociada al recuerdo infantil y juvenil de su vida en el Marruecos del Protectorado; dando así una visión histórica de un tiempo acontecido. Sus vivencias son el exponente histórico de una sociedad, que no trata de ser asociada a opiniones más allá de lo que su tiempo constata. Así creo que lo quiere transmitir su autor.

La Memoria Blanqueada, Relatos robados al tiempo, Apuntes, Crónica de un reencuentro son algunas de las obras que reaparecen en este libro con algunos de sus capítulos como testigos de la relación familiar que ha motivado la obra de nuestro autor.

Siempre mantuve en mi reseñas sobre León Cohen la coherencia expresiva, la calidad de sus textos y el uso preciso que hace del lenguaje, sin olvidar el valor testimonial de sus escritos, imprimiendo la relación con la historia que vivió en primera persona el autor.

Sea pues esta nueva entrega de León Cohen una nueva ventana abierta a la historia social y familiar de nuestro autor. Pero esta vez se suma a sus páginas la fuerza expresiva de las imágenes que avalan las palabras, imprimiendo a los relatos una dimensión nueva, más directa y como consecuencia reforzando los lazos con el lector, que a partir de ahora verá la figura de Jacob Cohen (padre de nuestro autor) como un personaje mucho más directo, capaz de ser objeto de todos los calificativos que expresa el narrador.

Y la abuela Luna, recobra presencia directa, a través de imágenes que sustentan presencias. Victoria (la madre del autor) revive en su sonrisa. Y las calles de Larache sobreviven al tiempo, como la calle Chinguiti.

Pero yo me pararía en el capítulo “El rincón del comedor” donde la familia se reúne y habla, se mira, comparten el alimento la dafina y la orisa. Todo se vuelva retorno y cobra presencia. El vínculo familiar se percibe y recorre las páginas de este libro “Jacob Cohen” donde las ausencias se suman al presente.

Leer este nuevo libro de León Cohen es pasearse en blanco y negro por la biografía de León Cohen, siempre con la compañía del entrañable recuerdo que el autor guarda de su padre y que le ha conducido a permanecer allegado a sus a sus raíces.

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Mil grullas de Origami de Felipe Sérvulo. El Bardo Colección de Poesía, 2020

Las mil grullas de Origami de Felipe Sérvulo dejan patente un acercamiento en el recuerdo. El poeta recrea vivencias  y mira al pasado;  se asoma al futuro y ve en la comunicación virtual y  en la papiroflexia  una vía de acercamiento a un viaje a Japón. La nostalgia,  la juventud, la tierra primera y las sensaciones que le envuelven son el margen que define el transcurrir del libro. Los poemas cortos y sin título marcan una secuencia firme y definitoria que te conduce en busca de la idea  central del libro: el poeta y su yo, su voluntad  de transmitir con poemas de  versos con ocho sílabas o menos.

Las grullas de Origami sobrevuelan más allá del papel y traen al libro nombres de ciudades y personas, costumbres y formas de vida ajenas, pero cercanas. Pues el otro siempre suma, y así lo percibe Felipe Sérvulo en su libro. Mostrando su viaje como un acercamiento cultural que reafirma el espíritu de la condición humana en el acercamiento a otras nuevas costumbres de vida.

Estamos ante una poesía que surge de forma directa, conectando con el lector desde la aproximación, mostrando vivencias, pensamientos y la voluntad de conocer mejor la realidad que vivimos; la nuestra y la de los  otros.  

El libro dividido en tres partes: Ayer por la mañana, donde leemos versos como: morir mucho, vivir poco, con el mandato de nacer,  volver al tedio de las mañanas en Castelldefels,  poesía es la mujer que amas.

Tokio es un dragón que canta, en el segundo de los apartados, encontramos: Las dunas de Tottori, Mitaka-Shi, Tokio, Skipe y la Navidad en Oriente, de Reyes Magos y Papa Noel.

Narita , Terminal 1, es el último de los apartados en el que leemos: Cuando se agotan las veredas/ que van a la laguna,/acudes a destiempo/ y el sueño se entreabre./ En Kyoto pronto amanece/ porque despierta al día./Yanaka en la lejanía,/es un horizonte gris.

La vida, su transcurrir y la muerte, la juventud, el amor, la nostalgia y el recuerdo de un viaje a Oriente, la proximidad y la lejanía son conceptos sobre los que giran los poemas de Felipe Sérvulo y nos transmiten la experiencia de un poeta comprometido con su pensamiento. Sus poemas  son testigo de una vocación poética que vuela más lejos que las grullas de Origami.

 

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El cuerpo del aire de José Juan Yborra. Corona del Sur. Málaga 2020.

Por Paloma Fernández Gomá

El cuerpo del aire es la última entrega de José Juan Yborra, doctor en Filosofía y Letras. Ha publicado más de cincuenta estudios sobre la creación literaria en las dos orillas del Estrecho de Gibraltar, así como sobre aspectos patrimoniales y culturales relacionados con el Campo de Gibraltar.

En El cuerpo del aire José Juan Yborra explora la sintonía poética de su experiencia armónica con la naturaleza.  El aire es compañero de su viaje para hilvanar  recursos literarios que evidencian sensaciones percibidas, a veces,  más allá de lo que los sentidos nos pueden transmitir. La ciudad sin aire, En busca del aire son partes que concluyen en una tercera: El cuerpo del aire, que da título al poemario. Así el poeta observa, experimenta, argumenta y percibe en el aire su búsqueda poética, modelando sus  poemas  a manera de círculos que se retroalimentan y sugieren experiencias cognitivas propias, que revierten en un poemario personalísimo,  lírico  y sensitivo.

Los espacios urbanos como boca del Metro, calles de luces rojas o la luz de los semáforos  son la oportunidad del poeta para buscar en el aire el mensaje de sus poemas que trascienden más allá de lo que vemos a simple vista; pues sus versos ocupan también dimensiones románticas, como en el poema Lucero amable, entre otros.

Tampoco olvida Yborra su admiración por Caballero Bonald, a quien dedicó su tesis doctoral.

La presencia reflexiva del propio poeta también identifica este poemario como una obra de matices, extensa y llena de inquietudes.  Si bien podemos recordar al poemario Mar de azogue, obra anterior de Yborra,  en este poemario que cometamos vemos una  división en tres partes bien definidas y observamos una consolidación en torno a un campo de acción más amplio.

La poesía de José Juan Yborra  se abre ante vivencias propias que determinan un ritmo más abierto y comunicativo hacia los lectores; siendo estos mismos los que determinarán los códigos  poéticos empleados por el autor.

Las citas poéticas : Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda , Trino Cruz, que dan inicio al libro o las referencias a Dante, en el poema de la mano de Dante, a Caballero Bonald con Campo de Agramante o a Venus en el poema Lucero amable, denotan un espectro de acción poética que abarca un amplio conocimiento y un deseo de ejecución implicado en  saberse heredero de tendencias que conjugan un libro pleno en profundidad con poemas breves en su mayoría, que son memoria escrita. Leemos: Escribo para conjurar el olvido (pág. 129), así el poeta nos transmite la decisión con la que escribe y que le impulsa a llegar al lector.

 

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  Herencia del tiempo de Alfredo Jurado. Ánfora Nova. Rute (Córdoba) 2021.

    Por Paloma Fernández Gomá

El poeta cordobés Alfredo Jurado nos presenta su última publicación, Herencia del tiempo, publicado por Ánfora Nova. Un libro divido en tres partes que constituyen la memoria temporal del poeta. Desde el Pretérito Perfecto, primera de estas tres partes, donde se constata el presente de la acción terminada. En el segundo apartado con el nombre de Bitácora, cajón que acoge la brújula, para guardar por esta vez los versos de Fernando de Villena junto al timón del libro: Antaño siempre me eran/muy propicias las musas,/acaso en mí veían la inocencia perversa/de los años alegres en los que nos creíamos/ungidos por los dioses y dueños de otras vidas. Para encarar el último de los apartados: Ventana interior, y tercera de estas partes, el poeta cita versos de Paloma Fernández Gomá: Aguardamos un milagro que nos saque/ de nuestro ensimismamiento./Somos y seremos guardianes imperfectos de nosotros mismos./Hacia dónde caminamos. Desde esta ventana, Alfredo Jurado mira hacia su interior.

Alfredo Jurado es un  poeta de una trayectoria consolidada en base a una obra cimentada en una poesía intimista de hondo calado, bien construida y sensitiva, que sabe acercarse al lector con poemas sugestivos.

En esta entrega nuestro autor se centra en el tiempo y la herencia que deja en nosotros. Somos consecuencia del tiempo y éste nos va doblegando. Somos pasajeros de un tiempo que vamos consumido lentamente, mientras vivimos, con mayor o menor intensidad como Alfredo Jurado apunta en la primera parte del libro. Para  después resucitar el recuerdo de la juventud, del amor en sus albores. La luz cálida de un tiempo ya consumido, que nos devuelve la placidez de intensos momentos que forman parte del pasado. Más tarde el poeta se asoma a la ventana del presente y logra configurar la realidad de su tiempo. De lo que vive ahora.

El libro es un  paseo de la palabra a través del tiempo,  que nos deja un recorrido de relación vivida desde un prisma sensitivo de leves matices eróticos, con una visión de la naturaleza transmitida en el uso de nombres de plantas que son elementos adjuntos de fondo para que los poemas recobren vigor natural aproximación e incluso compañía . Así torvisco, celindas, nenúfares, jara o licopodio acompañan los versos de Alfredo Jurado.

Alfredo Jurado sabe transmitir tensión temporal- sensitiva en sus poemas, recogiendo la vibración de juventud, la intensidad aproximativa de los años primeros cuando crece el amor de forma espontánea. Despuésviene la nostalgia cuando leemos: Y pasaron las horas/los días, las semanas/todas las estaciones/que trajeron los años;/alcanzaron distancia/descubrieron caminos/y contaron los cúmulos/ -que se forman inmensos-/como grandes magnolias./ Pasó la juventud,/ se escapa lo mismo/que una torcaz en vuelo; (pag. 47)

Porque la juventud fue como recita el  poeta en estos versos: Apresa la torcaz que se esconde en su pecho,/que no escape volando, que no se escape huida,/pues se abronca asustada y pudiera perderse,/enlaza muy despacio su cintura,/con tus brazos de hiedra. (pag. 30)

Al finalizar el libro, el autor se encomienda al amor como valedor del tiempo, requisito único para alcanzar el concepto que encierra la palabra vida. El poema Epílogo reúne estas consideraciones. Leemos: Amar es un concepto inabarcable/que te arrastra hasta el centro de un volcán que no estalla,/la fuerza inexplicable que te sacude el alma,/la savia enrojecida que te hidrata la piel,/el juego de los brotes de una tierna mandrágora. (pag. 56)

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Madre lluvia de José Antonio Santano. Editorial Olifante. Zaragoza 2021.

Por Paloma Fernández Gomá

El poeta y crítico literario José Antonio Santano nos presenta su nueva obra editada en tierras aragonesas con acento andaluz: Madre lluvia. Un libro de poemas que aproximan los recuerdos del poeta hacia su madre, desde su admiración. El afecto hacia su progenitora eleva el contenido de los versos, siempre sugerentes, transparentes y acertados; trazando una sincronía de tiempo y acontecimientos vividos por su madre. Vivencias que van marcando la existencia del propio poeta como coprotagonista. Su madre vivió la guerra y la posguerra , como muchos otros españoles, perdiendo parte de su familia en una contienda fratricida que produjo muchísimo dolor. Pero nuestro poeta se sobrepone al dolor; lo va dilatando en sus versos, hasta convivir con él y demarcar su campo de acción entre recuerdos, sensaciones, vivencias, ausencias y amor como regenerador de la convivencia.

La lluvia es un elemento regenerador que aparece en el libro como símbolo necesario para unir y transmitir. Identifica nuestro poeta la lluvia con su madre, para aproximarse a ella a través de  la huella limpia y fértil que supone la lluvia en los versos de José Antonio Santano.

El autor inicia el poemario con citas concernientes a la lluvia, de Ángel Valente, Pablo García Baena y Antonio Colinas.

José Antonio Santano es un poeta de calado con una trayectoria amplia y fructífera. Su poesía bebe de la fuente del humanismo y siempre está cerca del hombre y su esencia vital y trascendente  como persona, capaz de reconducir  la sociedad e intentar cambiar el mundo. Junto a otro escritores Santano es fundador del Movimiento Humanismo Solidario fundado en el año 2013 con ocasión de la primera gran crisis vivida en el siglo XXI.

Los versos  de Santano son  humanistas y cercanos, donde la figura de su madre es la lluvia necesaria para cambiar el mundo y acercar la conciencia hacia la solidaridad y el respeto al otro.

En la página 26 del libro leemos: La lluvia toda/ su voz en la azotea,/ en el patio y los geranios,/ aletea como una mariposa/ de múltiples colores por la estancia,/un río en los ventanales/ corriente abajo/ regresa,/ en murmullo de sílabas/ al tiempo de la historia/ sigilosamente,/ de puntillas pasa la hierba,/ su frágil cuerpo acomoda,/ azulan los recuerdos en la sala,/ el retrato de una joven relumbra/ en el silencio/ lento vuela/ monocorde el sonido de campanas,/ también de los espíritus,/ la lluvia que no cesa. 

Página 29. En otoño/ los amantes se sueñan/ y un temblor de cuerpos/ se oculta en la noche/ por la lluvia invocados/y la negrura del miedo..

Página 33. Madre lluvia/ que humedece las mejillas/ y sabe a sal y sangre/ y a derrota/después de aquel temblor/ primero y naciente/ llegado el invierno a los caminos/ y a los campos de olivos,/ como si nada existiera/ en la alcoba/ desolada de la ausencia,/repetida y fría como el hielo/ que se hospeda en la mirada/ que otea el horizonte/ y nada ve y todo extraña.

La ausencia de la madre deja un espacio de vacío que el poeta no puede llenar con palabras. Es un salto mortal imposible de afrontar que te deja: un grito vacío en los muebles oscuros de la sala lejana en la puerta palabras que las noches de estío se tragaron de un golpe de regreso a la lluvia.

Las calles y plazas del pueblo, los muebles de la casa y hasta la lluvia recobran vida llaman a la ausencia sentida que se muestra en este libro. La ausencia de la madre son su dolor y el amor, junto  al recuerdo y la añoranza.

Nuestro poeta describe en su poemario la figura de su madre alentando su vida. La lluvia fértil y necesaria que le ayudó a crecer.

La sincronía y similitud entre madre y lluvia son eje y cuerpo en torno al que gira el libro. Los versos escalan las sensaciones vertidas por el poeta y a las que el lector se aproxima llegando a la máxima del libro: identificar madre y lluvia como dualidad única que genera protección, amor y sendero que nos conduce en la vida.

El hombre es el auténtico protagonista, capaz de llegar y asombrar con sus versos fraternos, transmitiendo los valores inculcados por su madre.

Un libro y un poeta unánimes, necesarios para recuperar valores sociales desde la convivencia.

En el epílogo leemos: Nuevamente la lluvia por su pálido rostro en rumor de silencios y una leve sonrisa.

José Antonio Santano nace en Baena en 1957 es poeta, ensayista y crítico literario. También publica narrativa.El Excmo. Ayuntamiento de Baena ha creado en 2021 el Premio Internacional de Poesía Joven “José Antonio Santano”.

Blogs: www.elolivardelaluna.com  En este enlace podrán ver y consultar la obra del escritor y poeta José Antonio Santano.

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Al final del paisaje de Alicia Aza. Editorial  Valparaíso. Granada 2021.

Por Paloma Fernández Gomá

La palabra mujer. El  espíritu de la mujer. La  esencia  mujer está en “Al final del paisaje” de Alicia Aza.  Ediciones Valparaíso. Granada  2021.

Nunca  fui proclive a las comparaciones  ni a las citas con respecto a otros  autores, sobre posibles parecidos o referencias del libro que comento.  No es por nada. Sólo es mi forma de enfocar el contenido del libro que he leído.   En contadas ocasiones reflejo ciertas  similitudes. En este  caso me sumo a  las percepciones de la  profesora Remedios Sánchez. Y sigo impregnándome de la lectura de “Al  final  del paisaje”, para llegar a su último contenido, en cierta media hacerlo mío, perderme en él, y después expresar lo que yo he  visto,  sentido o  intuido.  Quizá me aleje de la intención del autor. En todo caso el lector no tiene que contemplar el contenido de los versos de la misma forma  que el autor.

Los versos tienen que transmitir y encerrar mensajes para ser auténticos.

Y ante el libro “Al final del paisaje” me encuentro  con versos auténticos y como decía al principio de mi comentario: encuentro en ellos,  esencia de mujer.

Alicia Aza nos presenta una obra muy personal y humana.

La poeta divide el  libro en seis partes, cada una de las  cuales se inicia con un texto en prosa poética para ir acercándonos a los  versos que podremos leer a continuación.

En estos apartados de prosa poética Alicia Aza nos abre las puertas al contenido  de sus poemas desde la  estrecha franja de un silencio  implícito que más tarde se convertirá en versos abiertos, sensitivos, humanos y muchas veces enérgicos con una carga de pasión desnuda y contenida, que concilian erótica y verso.

En los versos de Alicia siempre hay una fusión acertada de humanismo y mujer,  sentimiento personal y naturaleza. Las  imágenes en sus poemas proyectan la emoción del verso.

La voz de la  mujer va de de la mano de Alicia, y cita a Cesare Pavese, Claudio Rodríguez o al  río Yangtsé en China. Porque la  poesía es universal y la poeta así lo reconoce en este libro.

Los  apartados de este libro son:

La suerte no viene de fuera de mí.

Despertar en esta época del año.

Cada objeto  cambia según la  perspectiva.    

No sé en qué  lugar nos perdimos.

Amanecer y darte cuenta de que apenas has dormido.

Fui madre  junto al  río Yangtsé.

Estas partes del libro indican el interés de la  poeta por la vida, el tiempo y sus cambios, los proyectos, la mutación que poco a poco  nos transforma  y la maternidad. Son pilares sobre los que nuestra poeta construye esta nueva obra que hoy comentamos.

Apartados o puertas giratorias para recorrer este camino al  que nos conduce la poeta con veros tan brillantes, tales como:

Contigo conocí a una Ofelia/sumergida en el  río  de tus valles,/respuesta  a tu mirada embravecida,/abandono en las rejas de mis sueños./Paramos, conocimos  la violencia/de la  piedra en el alga,/ademán lujurioso en el silencio/de tus tierras sin mar estremecidas./Y supe de la mancha verde/convertida en el mito/ de tu pasado en mi  presente,/agua arrastrando la memoria/de las huellas desérticas,/y tus ojos desembocando/en las laderas húmedas del alba.”  Mancha verde (pag. 42)

“Se  hacía la  noche,/tus manos no florecían,/esperaban la llegada del sol/y la tierra  arrastrada por los pájaros/dibujaba en el suelo/el espacio de la espera.”  Noche (pag.43)

 En la contraportada figuran las palabras de Remedios Sánchez, profesora de la Universidad de Granad con un amplio  recorrido  sobre la  poesía escrita  por mujeres; avalado por sus investigaciones y tesón en que la  mujer ocupe el  puesto  que se pertenece por méritos propios en el panorama  literario actual, rescatando muchas voces que han sido silenciadas.

Remedios Sánchez percibe en los poemas de Alicia Aza influencias de Herta Müller, Unica Zürn, Virginia Woolf, Byung – Chul Han, Mario Sanz, y Siri Hustvedt. Destacando la musicalidad de los veros de Alicia, así  como el riesgo asumido  por nuestra autora para construir una nueva obra en la  que se combinan verso y prosa poética. Riesgo que logra superar con este  brillante libro.

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El libro El resplandor de la lágrima, editado por Renacimiento, de Belén Núñez.

Por Paloma Fernández Gomá

Viene a mis manos este libro de la poeta Belén Núñez, que no tiene fecha de caducidad. Sus versos fecundos investidos de la llama de la poesía, la que prende en, no todos los libros de poesía, hace que me detenga en todos sus poemas. Poemas sin título, pero con el titular de sus versos emplazando a su lectura, adentrándose en el alma de cada poema. Veintiséis poemas con nombre propio que nos trasladan a la vivencia dilatada del tiempo - emoción - sensación de la poeta Belén Núñez. Nuestra poeta nació en Triana (Sevilla). Anteriormente ha publicado La música del sol (1996). Su poesía con sentido carácter emocional rememora la tradición andalusí del amor. 

El primer beso, el último abrazo pendiendo de un recuerdo (pag. 15).
Los años recorridos (pag, 16)
La fisonomía de una ciudad (pag. 19)
El resplandor de la lágrima (pag. 20)
El otoño (pag. 27)
La salina (pag. 28)
Los poemas se suceden, el libro avanza. La poeta traslada su intuición a los versos que acreditan la aventura de escribir un poemario con voz propia.
Leemos:
Como pega el sol de noviembre a las rejas,/el dorado fulgor callando la tarde./Los naranjos parecen antiguos bodegones mientras su luz inquieta./ Reflejos solares se adhieren en las hojas./Ya es todo  poder ser esto./Ya  todo es  un milagro. (pag. 30)

Tu son de adormidera esta  noche/ y las lenguas de sol a mediodía/ rozándote la cara/y desandarte el alma y ni la espalda,/ abrazarte detrás hasta chasquear los dedos./Y amarte  mi amor, amarte.(pag. 31) 

Los  poemas de Belén Núñez  en este libro El resplandor de la lágrima iluminan las horas que discurren por las páginas del poemario.  Veros de  vida,  amor, muerte, espera y reconciliación, que suscitan la  esperanza de ser y estar en cada  momento y en cada lugar. Encardinando poesía  con palabra, deseo  con pensamiento y vivir con quizá, esperanza.

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Tipos de interés. Relatos breves,  de José Cenizo Jiménez. Ediciones Vitruvio. 2020.

Por Paloma Fernández Gomá

José Cenizo prestigioso crítico literario y flamencólogo, nos presenta este libro de relatos breves, que suman un total de treinta y cuatro, todos ellos intensos, con la tónica común del interés que despiertan en su lectura, en momentos misteriosa, a veces irónica, siempre humana.

El prólogo del libro es de Antonio Rodríguez Almodóvar; y en él me gustaría destacar algunas  consideraciones que creo esenciales a la hora de hablar de esta obra de José Cenizo: Su figuración del mundo. Punto de irrealidad. Así pues figuración e irrealidad son dos ejes esenciales en este libro, bajo mi punto de vista.

José Cenizo ejecuta su propia figuración del mundo con personajes no atípicos, pero sí diferentes a lo que asumimos como cotidianos o normales  desde la perspectiva que acostumbramos a vivir a diario. Así pues, el cartero, el huérfano o aquel hombre que iba a tomar café al mismo bar, a las cuatro de la tarde, son personajes diarios, pero en los relatos de José Cenizo toman una dimensión que va más allá de lo que suponemos como habitual.

En referencia a la irrealidad, el otro eje que he tomado como identificativo de este libro; constituye  una tendencia que se mantiene en la obra, dando un carácter de vía intermedia entre hecho real y lo parapsicológico ( como en el caso de las mariposas que barruntan una muerte cercana). En otros relatos la ficción corre paralela  al terror, como en el caso del lobo que devoró al abuelo.

Los relatos de José Cenizo en ningún caso nos dejan indiferentes.

Cada relato tiene su impronta y aunque no tienen nada en común, sí nos  llevan a establecer un estilo diferente y muy personal de contar las cosas.  Bien merecen denominarse relatos cortos en el más amplio sentido de la palabra “corto” rehuyendo a ese esnobismo de llamar relato corto, a lo que constituye poco más de una frase.

José Cenizo se centra en el hecho que nos quiere transmitir, siempre de forma breve y guiando nuestra atención directamente, con un lenguaje preciso y bien definido.

He querido rescatar de entre todos los relatos sólo cinco, sin desdeñar ninguno de los otros; sólo por lo que personalmente me pueden transmitir estos cinco:

Las tribulaciones de Margarita Alcántara. A las cuatro de la tarde. El alma de las mariposas. Apenas una sombra. El lobo.

Bondad y maldad, interna o externa; dos caras de una sola moneda, moneda - persona ¿ Cuál prevalecerá?. En el relato Las tribulaciones de Margarita Alcántara, se desvelará después de una noche.

La imaginación vuela, determina y delata la acción de este otro relato breve:  A las cuatro de la tarde. El hombre que entra en el bar, siempre a las cuatro de la tarde buscando su mujer ideal. El camarero solícito que vive esa historia,  quizá su propia historia.

Esta vez no es el efecto mariposa, es El alma de las mariposas de José Cenizo;  donde las mariposas son  augurio de muerte,  que se cumple  en hora y día. Presagio funesto que planea en su vuelo.

Apenas una sombra es el título de otro de los relatos. Sombras que se van perdiendo en el recuerdo de los que ya no están; y sin darnos cuenta flota en nuestra propia conciencia, fluyen como nuestras.

El relato El lobo lleva tintes misántropos. El lobo que se comió al abuelo y al padre del autor. El padre lo relata. Juzguen ustedes.  Fantasía, misterio o es que el abuelo y el padre bebieron de la singladura atávica del lobo y el autor lo quiere hacer ver como si se los hubiera comido.

José Cenizo explora personajes y sus características y nos ofrece su visión más personal, para que el lector imagine, suponga o saque sus propias conclusiones.

Un libro que experimenta sensaciones y se adentra en las posibles conducta del hombre.

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La lactancia seca de Rocío Biedma. Editorial Autobiografía. Barcelona 2021.

Por Paloma Fernández Gomá

El libro Lactancia seca de la poeta Rocío Biedma se divide en seis apartados: Los niños de la guerra. Los ahogados. Los que huyen de la barbarie. Los feminicidios. Las madres. La esperanza.

Todos son puntos esenciales de un único tema que es el centro del libro y constituye su leitmotiv. Me refiero a la queja en forma de  llamada de atención a la totalidad de lo que sucede en la sociedad de este siglo XXI que habitamos, quedando insertada a lo largo de todo el libro y, cómo no,  presente en los poemas.

Los versos de Rocío Biedma retoman la línea de atención del poemario, y que la autora se ha propuesto de forma inminente, para llamar a la puerta de la conciencia de aquellos lectores que se acerquen a Lactancia seca.

Todos los poemas del libro son esenciales, todos transmiten fuerza y despiertan la atención de los lectores desde una perspectiva de humanismo – social, buscando iniciar una lectura de compromiso literario – humanista del que estamos muy necesitados.

Me gustaría citar algún poema de Roció Biedma para que quedase patente el marcado carisma que la poeta imprime a su obra.

He elegido un suceso que nos marcó hace años y que aún sigue conmoviéndonos; se trata del caso Marta del Castillo, un crimen sin resolver, a pesar de estar detenidos los presuntos autores.

“Tal vez, si te busco detrás de cada astro/y pregunto a los lirios si por aquí soñaste,/se me haga más fácil, este echarte de menos/que aconseja el atajo que eterniza tu ausencia./ 

Tal vez, si te nombro a escondidas/con este amor de madre,/que escarba con las uñas/los terrones inciertos,/te regrese a mi llanto;/y un manojo de días te coronen la frente/y te alienten la vida, tal y como te hube pensado./

Tal vez, sé que pretenden esconderte/en las profundidades./Y tú, inundas este carnal espacio/cuando sales cada día con el sol/y te veo alzar la mano, ya de espaldas,/para decirme adiós desde la calle./   

Y luego en el silencio hostil,/percibo ese aroma a café,/el sonido arterial de la cucharilla,/las horas amordazadas,/que transitas cual mariposa,/irradiando tu luz entre mis cosas.”                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   **********************************************                                                                                                                                                       

Título: Felizidad

Atutor : Olga Novo

Editorial: Olifante

Por José Antonio Santano   


                               Felizidad

Sería aterrador vivir sin poesía. La poesía está en todos los objetos y seres vivos. No  podemos escapar a su influencia, a su perseverancia, a su existencia, no solo la que fluye en la palabra escrita, sino también aquella que revolotea en cada uno de los silencios que nos acompañan mientras vivimos. Nada existe sin ella. Podría decirse que la poesía nos hace ser lo que fuimos, somos y seremos, nos condiciona aunque nos cueste percibirlo. Está ahí, delante de nuestros ojos, en el aire que respiramos, en la voz de la lluvia o en la tierra que pisamos. Poesía de la nostalgia y de la luz. La poesía como estallido y quietud, ley de contrarios, como la vida, vida en sí misma, como lo es  el libro objeto de este comentario, Felizidad, que merecidamente ha sido galardonado recientemente con el Premio Nacional de la Crítica de poesía en gallego, autoría de Olga Novo (A Pobra  do Brollón, Lugo, 1975), publicado por uno de los sellos editoriales españoles más singulares del momento actual, Olifante, con traducción y notas de Xoán Abeleira, quien nos aclara que «el título original del libro es un calambur creado a partir de la división en dos partes de las sílabas del vocablo gallego felic-idade: Feliz Idade (Feliz Edad). Un juego semántico que, por desgracia no es posible mantener en castellano».  Desde sus primeras páginas el lector puede comprobar que se trata de un poemario lúcido, nacido de una experiencia vital que trasciende lo puramente cotidiano y donde el tiempo marca la expresividad del yo poético, que se debate entre el nacimiento a la vida de su hija Lúa y la muerte del padre. Principio y fin de un tiempo que no puede detenerse y en el que Novo proclama el amor y la belleza como razón existencial. Todo se sucede de forma natural, y entre el crecer de la hija y el decrecer del padre, queda al descubierto un poderoso vínculo con la palabra, con la poesía. La poesía entonces toma el vuelo hacia lo más secreto y lo más hondo hasta sentir que el oxígeno se acomoda muy adentro del cuerpo, muy adentro del alma, en el centro mismo del corazón, y fluye y fluye sin parar. Felizidad es un libro mágico, doloroso y tierno al mismo tiempo, porque bebe de una experiencia vital única, pero también un canto extraordinariamente bello. Olga Novo afirma que “la belleza salva”, como también la poesía, añado yo. Y así, con estas mimbres, Novo construye un universo personal de una grandeza inequívoca: «porque un milímetro de vida / basta / para saber / que un milímetro de vida basta / para que persista la vida». Esta es la poesía honda e introspectiva de quien se ha dejado embaucar por el sonido de una rama, el rugido de un bosque o el silencio de la piedra, una poesía directa al corazón. Como dice la poeta en la Carta proemio, “la poesía es un acto radical de vida”, y, ciertamente, indiscutible parece esta aseveración cuando nos adentramos poco a poco en Felizidad, cuando nos dejamos llevar por la música de sus versos en nombre del amor paterno: «Estabas allí / sentado / yo admiraba tu potencia de bicho sin domesticar / que hozaba en el aire y me había concebido a mí / que lloro leyendo los versos de Derek Walcott / como si entre nosotros mediasen tres siglos o más / y era una victoria sobre el mundo que tu hija escribiese libros / que tú no leerás nunca». Pero la palabra viene a la vida y se va también hasta oscurecer el mundo en el más aterrador de los silencios y olvidos: «Porque al fin / papá / te diriges a mí sin orden en tus órdenes / y  deshaces la sintaxis igual que desgranabas habas / y todo cobra el sentido profundo de cuanto no tiene lógica / ni está sometido a nada. // Igual ves cómo se me encoge el alma / cuando se te encoge la tuya». Es la poesía de Olga Novo vital, amorosa, indómita en su belleza, y la emoción, el instrumento que la crea y la define: «Y yo aún no sabía / que la poesía tiene ojos / como el pan / esas burbujas de dióxido de carbono / que contienen los secretos del Universo / y calman el hambre / y ven / más allá de lo invisible».

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Concierto de contrarios de Juan Ramón Torregrosaa Torregorsa. Ediciones Entorno Gráfico. Granada 2017.

Por Paloma Fernández Gomá



Descubro al poeta Juan Ramón Torregrosa a través de su libro “Concierto de Contrarios”. Amor, tiempo y mundo, esa extraña burbuja que nos envuelve en todas sus vertientes y controversias; invitándonos a desvelar mensajes y percepciones, aquellas que duermen en este Concierto de Contrarios, donde los versos se suceden como la vida misma en una corriente de imprevistos, sensaciones y vivencias.

Las citas de Jorge Guillén, Miguel de Unamuno, Francisco de Quevedo, Agustín de Hipona y Fernando de Rojas nos hacen reparar en los gustos poéticos y humanistas de nuestro autor, así como en la amplia y variada visión que para él supone la poesía.

Su libro recorre espacios de compromiso y acercamiento en un ámbito de rigor literario, donde los versos alcanzan cercanía y excelencia.

Estamos ante cuarenta y dos poemas divididos en cinco apartados, estando el último de ellos compuesto por un solo poema, que con el título: “Dos vidas” nos invita a compaginar trajín y ociosidad (paz y acción).

El prólogo de Fernando Parra Nogueras nos lleva a acercarnos a los poemas de Juan Ramón Torregrosa y dice textualmente: “Este recelo ante el hombre produce en el poeta una desorientación ante  un mundo, el actual…Pag 11

Y es este recelo, quizá esta  impotencia del hombre ante su mundo más cercano, el  que invita al poeta a explorar en sus momentos, en su vivir cotidiano, para avanzar en un mayor conocimiento de sí  mismo, a través  de  su poesía.

 Conforme vamos leyendo este poemario nos introducimos en una poesía de matices con voz propia y generosa, que siempre nos motiva.

Leemos:”La nieve cubre prados y senderos/que se adentran y ocultan/entre árboles desnudos, ateridos/como tus labios secos y cortados.” Pag.58

“Corrí desesperado, como un loco,/por la playa desierta. Un miedo frío/se  apoderó de mí. No estaba solo./Aquella huella infame no era mía./¿De quién podría ser? Más de veinte años/llevaba construyendo con tesón/un mundo confortable a mi medida./ La soledad no me pesaba y era,/feliz, el soberano sin rival/de aquella isla que Dios en mi desgracia,/generoso me había destinado.”pag.46

Y seguimos adentrándonos en los poemas de Juan Ramón Torregrosa, para pararnos en el poema “Teatro Griego”. Un poema corto de gran calado, donde arraiga el sentimiento del poeta, con visos románticos: Qué pequeños los hombres, los actores;/los dioses, qué terribles y crueles./Indiferente, la naturaleza/ sigue su curso./Los olivos viejos,/el aire, el cielo azul/y estas piedras sonrosas son testigos:/continuidad de la tragedia eterna.

Juan Ramón Torregrosa es poeta de oficio y vocación. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona, nación en Guardamar del Segura (Alicante) en 1955, doctorándose en Teoría de la Literatura, del Arte y Literatura Comparada por la Universidad de Granada.

También ha escrito teatro y crítica literaria y ha sido coautor de libros de texto de Literatura Española y Universal.

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 Mecánica de fluidos de Santiago Redondo Vega. Ediciones Vitruvio 2018.

Por Paloma Fernández Gomá



Como bien apunta el autor en el Preludio de su libro: “De todo lo que por el mundo fluye se alimenta el espíritu del ser humano”. Esos fluidos que son elixir de su existencia, le rodean y le hacen ser tal cual. Las leyes físicas conviven con el hombre  en su día a día y dictan sus obras. La naturaleza y sus fluidos, sus leyes, la Física, Arquímedes y su principio, las Matemáticas y la relevancia de sus algoritmos que conciertan, acotan y descifran “el íntimo fluir de un no sé qué, que –al menos íntimamente-le ayude a imaginarse, a creer, a soñar que vuela libre” Y será aquí donde Física y Poesía se dan la mano en este poemario vibrante, que apuesta por el hombre y su dimensión más allá de lo material.

El libro está dividido en cuatro apartados, cada uno de los cuales consta de quince poemas bajo el nombre de Hipótesis básicas, Hipótesis del medio continuo, Concepto de partícula fluida, Estados de equilibrio.

Para nuestro autor la Poesía es esa dimensión esencial que acentúa el límite entre lo material y el espíritu. Es ese punto donde el hombre encuentra su dimensión más humana  en la que lo inmaterial cobra presencia y trasciende para ser vínculo de experiencia a través de la palabra. Con Santiago Redondo Vega, la palabra toma esa dimensión necesaria que transfiere dimensión más allá de lo puramente material.

El apartado Hipótesis básicas contiene poemas derivados de una emoción permanente del poeta que lleva su mirada sobre el deseo depositado en sensaciones, la persona, la vida o la tristeza “emboscada en los cristales”.

En el siguiente apartado Hipótesis del medio continuo. La sensación del poeta se expande hacia el recuerdo, la soledad o la lluvia.

Después en el Concepto de partícula fluida, tercero de los apartados,  los poemas encuentran cierta conexión entre materia y lo espiritual o código sensitivo que enumera poemas y escribe sensaciones.

Y llegamos al último de los apartados donde el equilibrio es el eje que dirigen los poemas hacia una plena sostenibilidad.


Todos y cada uno de los apartados en  sus distintos poemas están escritos desde una conciencia sensitiva, que apuesta por el valor poético.

Leamos el poema "Noche": 

Noche

de entablillado espectro, negra/percepción que entumece con terquedad la sombra./Rompe/ un violín la abstracción de la nostalgia/altisonante y cuerda,/tose un oboe,/y un saxofón renuncia , sin más, a seguir vivo./¿Con cuánta oscuridad se alumbra el miedo/en bulevares de silencio ilícito?/Me ha dado por pensar, sentirme aupado/sobre esta tierra abúlica y con asma/que insonoriza de ebriedad los féretros./La muerte es un lugar, una inclemencia/ vacía y delatora/de filo embaucador negro y cortante./La muerte  es impiedad, aunque no duela;/al fin y al cabo –amor-/la muerte es muerte sólo.(pag.56).

En este poema se muestra como los versos de Santiago Redondo Vega son esa sincronía perfecta que guarda Física y Poesía. Materia y espíritu sostenidos por el vínculo de la palabra, la frase, el verso, que el poeta interpreta y transmite de forma tangible en este libro Mecánica de fluidos.                         

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Título: Estanterías vacías     

Autor: Ricardo Bellveser

Editorial: OléLibros (Valencia, 2020)  

Por José Antonio Santano

 


Estanterías Vacías

 

            Nunca el verbo se hizo tan carne, carne herida y sangrante. Carne de otra carne dolorida, carne hermana, carne gemela, esa que solo la palabra puede explicar en sí misma, porque grande y generosa son las huellas dejada en ella, la carne, señales y cicatrices que solo el verbo es capaz de mostrar en su rotundo esplendor de cenizas o de luz. Horadada la carne se halla el verso más limpio y puro, como si te hubieran abierto las entrañas y notaras fluir toda su esencia, desnuda y libre, cuando el tiempo cae sobre el mundo como una gigantesca losa que acalla todos sonidos del silencio. La carne y el verbo, la palabra renacida una vez y otra, hasta la extenuación. Nunca el verbo se hizo tan carne como ahora, nunca. Y digo esto por aquello de que la “literatura es artificio”, que queda bien para la abstracción teórica, pero no para el poeta, sobre todo, que es un ser ungido por la revelación, el conocimiento y la emoción. El poeta, desde su experiencia no puede ni debe dejar de expresar lo que adentro lleva, lo que es carne y alma al mismo tiempo. No puede abstraerse de lo que es, de su humanidad como tal, de su lugar en el mundo, de la emoción que contiene todo lo creado y sobrevenido a su mirada, a su verdadera concepción vital. Porque la poesía es vida, y la vida, todos lo sabemos, nos sitúa en realidades que no se pueden abordar exclusivamente desde el artificio, sino también y acompañándose de la emoción al sentirlas, al vivirlas. Esta es la cuestión de fondo. La poesía que se escribe desde el mestizaje de lo uno y lo otro, es decir, desde el conocimiento y la emoción, trasciende, llega al lector con una gran dosis de humanidad, que no puede ser talada de un hachazo por la simpleza de una modernidad falsa y una mirada corta, sin horizonte alguno. El poeta verdadero bebe de una y otra fuente, y esa es la diferencia entre una poesía clónica, plana, amorfa y otra, personalísima, clara, culta y viva. Y en esta estamos cuando hablamos de un libro, una obra singular, diría que maestra, de la poesía española actual, cual es Estanterías vacías, del gran poeta valenciano Ricardo Bellveser, y publicada por la destacada editorial OléLibros. No es Estanterías vacías un libro más que viene a engrosar la lista del gran número de títulos que se vienen publicando en nuestro país, todo lo contrario es “el libro” que uno querría haber escrito o el que siempre se deseó leer. Es un libro, que si se me permite, diría que tensa, que identifica, que marca un camino y una esperanza, a pesar de su dramatismo argumental, que no deja indiferente al lector que se acerca a sus páginas, que desde la primera lo mantiene imantado a ellas. Los anteriores libros de Bellveser cumplieron sobradamente su propósito, y en su buen hacer nadie duda, pero estas Estanterías vacías son, por decirlo de una manera gráfica, la guinda del pastel. Sabiduría y emoción son su esencia, y ambas, al unísono, se reparten el protagonismo, sin duda, pero si tuviéramos que delimitar alguna, diría que la emoción potencia a la otra. El yo lírico de Bellveser en este libro es de tal calibre que deja al lector perplejo, por serlo en su grandeza y generosidad poética. Es el mejor, que ya lo era, de todos los Bellveser anteriores, el Bellveser definitivo, el más puro poéticamente hablando, el poeta de raza, que ha sabido, nunca mejor dicho, trascender lo aprehendido al verso, a la palabra, que fue siempre el más sobresaliente de sus dones, y Estanterías vacías, lo contiene: «Desde su alto, / ya no llueven palabras / ni se enredan los espesos nubarrones / entre mis libros. / Mi biblioteca viva, / tenía su voz y sus truenos, ahora / el silencio se ha ido adueñando / de los estantes, y apenas percibo / su jadeo, como el de quien retrepa / el empinado barranco de la melancolía. / En ellas no hay susurros como antes / los había, ni eco de voces que retruenen / por las paredes del desfiladero / que se inventaban las portadas alineadas / como abedules en los rusos bosques, / cuyas hojas el otoño ha enrojecido. / No existe lugar donde protegerme / de los vendavales de las ideas. / Aquel griterío, se ha transformado / en silencio y ausencia de las cosas». La decisión de donar sus libros determina el hecho poético de este libro. Esa vaciedad de las estanterías, para el hombre que siempre anduvo pegado a ellos, viviendo en ellos, provoca una terrible  tormenta interior, pero aún así, se sabe recompensado. Es esa soledad contemplativa del vacío la que conduce a la revelación, al origen de lo creado para vivirla en primera persona, y crear él un mundo nuevo donde el dolor de esa soledad y la esperanza de lo por venir adquieran el valor de la emoción, que traslada magistralmente al verso: «Con ello me voy despidiendo / de los amigos que han viajado / conmigo tantos años y recuerdos / tras la colosal ruido que allí había, / los ensayos, las epopeyas, las historias / inventadas contadas como verdades, / mis libros amados, compañeros, reos. // El tiempo ha podido con todo, / y podrá hacerme olvidar / aquel que fui cuando no sea». Esta es la poesía tonificadora, expresión máxima de un sentir que deviene en magisterio y en creación intachable. Es el verbo hecho carne que decía al inicio del texto. La carne y el alma consumidas. Esta es la verdad poética de Ricardo Bellveser, indiscutible, trascendente, sin artificio, pero con el magisterio que los libros y la cotidianidad de lo vivido han hecho de él un gran ser humano y un gran poeta. En su poética se advierte lo diferente, que no es sino lo íntimo, el yo poético llevado hasta sus últimas consecuencias, y en esa diferencia estriba la riqueza respecto al otro, y respecto a sí mismo. La pluralidad de lo diferente es la grandeza de lo particular, de lo individual frente a una misma realidad externa. Esa es, quizá, la principal enseñanza de estas Estanterías vacías, el hallazgo más sobrecogedor de este libro que nace para perpetuarse en quienes aman la poesía y la vida. No hay más magia que la de la propia palabra, la inspiración sustentada en lo vivido y sentido, como el río que nunca se detiene y en su soledad desemboca en una otra más inmensa tal es la mar: «Las estanterías vacías. / El péndulo del reloj, detenido. / El viento en calma chicha. / El sol abrasador, la brisa muda. / Un alacrán camina mi conciencia, / mientras una mosca se ha enredado / en la tela de araña, y sus alas se ha pegado / a la viscosa red casi transparente, / en la que la agonía va tomando forma. // Todo anuncia el fin y el fin adviene». He aquí la esencia poética de Ricardo Bellveser, en un solo poema, el primero de la serie que compone este libro, y en el que solo he querido detenerme expresamente por entender que en él confluye todo en un tiempo único. El resto de poemas lo complementan y lo engrandecen también, pero he querido, conscientemente, dejarlo para los lectores que se acerquen a él, con la convicción que seguirán deleitándose con su lectura, pero a veces, un solo poema condensa y perpetua toda una obra. Resumo este comentario, que no ha sido sino un aleccionador viaje a la médula de la poesía,  en este caso a la esencialidad de una de las voces más sobresalientes del panorama actual de la poesía española, la del valenciano Ricardo Bellveser, con los versos que cierran esta apasionada aventura poética: «No es necesario coincidir en el tiempo, / basta con hacerlo en la emoción / y el tiempo desaparece al abreviarse. / Yo ya no estaré cuando leas esto, / mas mi voz pensada, en ti se preserva». Poesía a borbotones, diferente, en la que el verbo se hace carne, pura emoción y esencia.

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      La Tierra y El Cielo de José Manuel Ramón. Editorial Ars Poética 2018

Por Paloma Fernández Gomá






José Manuel Ramón, Orihuela (Alicante) 1966. Escribe “La Tierra y El Cielo” Ars Poética 2018 un poemario con prólogo de Miguel Veyrat, donde el cielo y la tierra se tocan con sus alas únicas, abrasadas de sol unas y otras de fuego mortal.

Abre el libro las citas de Jeans Clottes,  Hildegrad Von Bingen y los oráculos hallados en tabillas de arcilla en el Valle del Kifdum, Antiguo Oriente, que adentran de algún modo en el mundo del poemario.

Un poemario que asume de alguna forma los principios de la naturaleza: aire, agua, fuego y tierra; y el poeta los lleva a su campo de acción. El cielo, el aire. El agua, el hielo. El fuego, fusión. La tierra y la nieve. Legados arcaicos que se conjugan en un poemario.

El poeta observa el cielo con citas en cursiva y poemas, que miran una realidad que gota a gota nos cubre y origina la sucesivas secuencias de lo vivido. En la misma sincronía José Manuel Ramóm pisa la tierra y sus surcos:

“ sin descanso/ danzaron entre brazos de fuego/como ingrávidas osamentas/atraídas por ritmos/tribales/danzaron/e invocaron espíritus/que preservaran las conquistas/y danzaron en círculo/para que el alma alcanzase/nuevos territorios y sentidos/como hermosas visiones/de la vasta dimensión/o diáfanas lascas del pedernal eterno/sin descanso danzaron/rozando altas energías/danzaron y danzaron/descarnado breviario enigmas/como estaciones descortezando la vida…”

Palabras llenas de energía que consolidan esa mirada cosmogónica de latidos que se funde en versos,  versos que se expanden buscando realidades etéreas que se suspenden en márgenes inviables y hablan y generan poesía.

Así es La Tierra y El Cielo de José Manuel Ramón                                                                                                    **********************************

Título: La metáfora del mirlo     

Autor: Pedro Ojeda Escudero

Editorial: Eolas & menos lobos (2020)  

Por José Antonio Santano

 

 

                                                           La Metáfora del Mirlo

 

           


En los días aciagos de un año, 2020, que difícilmente olvidaremos, y con una voluntad férrea, emergía de entre las sombras, un hálito de esperanza en un pueblecito de la provincia de Salamanca, Béjar. En aquellos días del mes de marzo, cuando todo parecía desvanecerse, como queriéndose parar el mundo, sin horizonte casi, y anidando un silencio sepulcral en todas las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, amén de que los muertos comenzaban a contarse por decenas primero y luego por centenares hasta alcanzar miles de cadáveres a causa de un maldito virus, nos esperanzaba, aunque no mucho, todo hay que decirlo, escuchar la voz de un poeta, leer una novela o dejarse llevar por  el sueño de un paisaje deseado o una música que recorriese el cuerpo de pies a cabeza. De ese tiempo, digo, y aun sabiéndose herido por la incertidumbre y el desasosiego, brotó una creciente necesidad de ser otredad, de compartir con el resto del mundo las horas y los días vividos, recluido en su hogar de Béjar. De la experiencia vivida al límite, como jamás se hubiera pensado que sería unos meses antes, surge “La metáfora del mirlo”, del poeta, escritor, ensayista, crítico literario y profesor de Literatura española en la Universidad de Burgos, Pedro Ojeda Escudero (Valladolid, 1963). Narra Ojeda en este libro su experiencia vital durante los meses de marzo, abril y mayo, centrada en la profunda meditación sobre la sociedad actual, donde la tensión ideológica, política, social, económica y cultural ha venido a replantearnos, quizá, un nuevo modelo más acorde con los tiempos por venir. “La metáfora del mirlo” es un viaje al interior hacía sí, al pensamiento y las ideas, a la necesidad de sustentar una sociedad, la nuestra, sobre bases más sólidas, es decir, más humanas. En ese trayecto Ojeda ha sabido sustanciar lo mejor y lo peor de nuestra sociedad actual, pero sobre todo, ha construido un universo en el que convivir todos sin discriminación alguna. La expresión humanista del contenido de este libro es suficiente para acrecentar la esperanza en el futuro, a sabiendas que el camino no será fácil, que necesitará, como todas las conquistas, del esfuerzo y la capacidad creadora para convertir en realidad  nuestros sueños. Reflexiones sobre política, economía, ética, naturaleza, literatura son acicate suficiente para acercarse a este texto, pero sobre todo, y permítanme que lleve el agua a mi molino, se aprecia una considerable tensión expresiva en el terreno puramente literario. Abordar tan variadas temáticas y mantener esa sensibilidad creciente con la que Pedro Ojeda vislumbra y certifica al mismo tiempo su oficio de escritor, su capacidad creadora para mostrarnos el interior de las cosas en ese abismarse en la nada para alcanzar lo absoluto no es fácil, y él lo ha conseguido. Prueba de todo ello es ese continuo ir y venir de lo hondo a lo cotidiano, y viceversa. Este es un libro, un diario del tiempo detenido, donde la fuerza de la palabra lo es todo, y el hombre su actor principal, el único capaz de atemperar calamidades, el centro de la vida y de la muerte. Y en ese estado laberíntico, el escritor no puede ser sino esa luz que  muestra la salida del túnel. Escribe Ojeda: «Es curioso. A pesar de que solo hace tres días que no salimos de casa, echo de menos, sobre todo, andar sin dirección fija. Con las manos en los bolsillos, despreocupado, como quien no tiene más oficio que no ir a ningún sitio en concreto». La ansiada libertad de un tiempo detenido y cautivo, como si nada más importara en el mundo, solo el deseo de ser libres, como los pájaros que sobrevuelan la sierra de Béjar, ese lugar mítico donde tanto brilla el silencio de los atardeceres y el amor es el único horizonte: «En el centro del paisaje, Mayca, que me salvó de la tristeza». He aquí, una vez más, el verdadero poder de la literatura en la serena voz del escritor y poeta Pedro Ojeda Escudero. 

 

 

 


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Título: La sílaba de ónice     

Autor: José Antonio Ramirez Lozano

Editorial: Junta Castilla-León (2020) 

Por José Antonio Santano

La sílaba de ónice

 


            Para un tiempo de desolación e incertidumbre como el que estamos viviendo, cuando el hombre no es capaz de ejercer de hombre y cumplir con su verdadero destino en la tierra, que no es otro que avivar el fuego de la solidaridad y convivir en paz y plenitud con sus semejantes, el remedio más eficaz es la lectura, si me apuran, un buen libro de poesía. En el panorama actual no es fácil hallar textos poéticos que, desde la primera a la última, nos entusiasmen; textos capaces de hacernos olvidar este disparatado e infernal mundo en que vivimos, y ofrecernos otros distintos, creados ex profeso para vivirlos con absoluta emoción. Entre esos pocos libros que a veces uno tiene la suerte de poseer está “La sílaba de ónice”, de José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950), merecido “Premio Fray Luis de León, 2020”.  Como una premonición resulta la primera cita del libro, de Octavio Paz: “En la verdad del tiempo no fechado”. Es este tiempo sin tiempo el que hace al poeta meditar sobre sí y el mundo que le rodea, buscar nuevas fórmulas que aplicar al poema, rebelarse y revelar lo oculto para crear otros espacios donde el poder de fabulación sea tan elocuente como intenso y lo narrado configure una verdad poética tan subjetiva como real. La capacidad creadora de Ramírez Lozano es extraordinaria y su voz un oasis de palabras de innegable belleza. En él siempre admiré al narrador y al poeta, pero he de confesar que a día de hoy, y tras la lectura de “La sílaba de ónice”, creo no exagerar si digo que estamos ante uno de los grandes poetas de España y el mejor de sus poemarios. Ejerce en este libro de poeta orfebre, y lo hace desde el primer poema “Fabián Duclés” («Este  hombre no sabe que se llama / Fabián Duclés y Samarí, / ni que ha vuelto a salir de un barrio de Munara, / una ciudad que tiene un río que se lleva  / las palabras usadas y a la que debe un día / volver para besar la piedra negra en que está escrita / la cruz de su orfandad, / el filo de una sílaba de ónice / con la que abrirse paso en las tinieblas.») hasta el último, “Vaca sola”, excepcional en su forma y fondo («Hay una vaca enorme aquí en mi sueño / que pasta entre las tumbas. / Una vaca que ignora el himno de los mártires, / el ciclo de las témporas / y que apedrean los deudos cuando acuden / con su hebra de luto y sus flores de plástico.»).  La capacidad de fabulación y síntesis de Ramírez  Lozano es abrumadora, no deja descanso para el lector y así construye un universo que destella, que crece hasta alcanzar la luz incendiada de la luna. Dividida en tres partes: “Fabulaciones”, “Invertebrados” y “Vaca sola”, el poeta muestra una originalidad infrecuente, con un lenguaje y pulso narrativo, a veces surrealista y otras de una certera observación del mundo que le rodea o intuye esencial en su existencia: «Hay vidas que no fueron vividas y de noche / toman cuerpo en las sombras y frecuentan / las vidas que los hombres descuidan cuando duermen». Podría señalar algún poema en concreto, pero todos y cada uno de ellos bebe de lo absoluto y la nada al mismo tiempo, se complementan y brillan con luz propia, crecen en su voz de sílaba y vuelan por el firmamento azul del lenguaje, de tal manera que un fulgor inesperado nos vive desde entonces para siempre. Ramírez Lozano busca en el abismo de la hondura, de las profundidades, debajo de la nada, la luz del pensamiento, y en la mar se precipita hasta encontrar su tesoro, el tesoro del mundo: «En el mar de Estambul hay una llave / perdida para siempre / que abre un cofre en Esmirna que contiene / la edad del mundo en cuentas / pequeñas de granates, el préstamo de los desheredados, el diapasón del iris». “La sílaba de ónice”, es un libro memorable y apasionante, escrito por una de las plumas más destacadas del panorama literario español, José Antonio Ramírez.  


 

                                                                                                                                          

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         **********************************************************    

 Título: Necesito un isla grande     

Autor: Rafael Soler

Editorial: Contrabando (2019) 

Por  José Antonio Santano


 


                                            Necesito una isla grande

            El mejor de los refugios para estos días aciagos que vivimos es la lectura. Dejarse llevar por la letra impresa a los lugares más insospechados es de una extraordinaria necesidad. Romper momentáneamente al menos con la realidad más cruel y abismarse en los variados mundos que nos proporcionan las páginas de un libro parece perfilarse como uno de los remedios para este tiempo de penurias. Los libros nos ayudan a pensar, a comprendernos y comprender el mundo y ser más libres. Sin libros, por mucho que quieran sus detractares son un elemento esencial en la vida de los seres humanos, y como tal debiera de procurársele atención, una especial atención. Sin embargo, otras son las miras de quienes administran el común. Craso error que pagamos, ya lo estamos pagando, con el desmesurado crecimiento de la intransigencia y la insolidaridad, algo que no debe ni puede consentir el género humano. Para evadirnos, circunstancialmente, o penetrar en esos otros mundos del  imaginario o la fantasía están los libros, su utilidad más inmediata, pero también para conformar nuestra personalidad, nuestra identidad y nuestra libertad. En este sentido, cabe destacar un libro, una novela no muy extensa pero de una extraordinaria ejecución que nos acerca al mundo de nuestros mayores, concretamente a un grupo de ancianos de una residencia y que responde al título de “Necesito una isla grande”, publicada por la editorial Contrabando, y de uno de los escritores más solventes del actual panorama literario español, Rafael Soler (Valencia, 1947). A estas alturas no hay duda alguna de la excelencia narrativa de Soler, algo que viene demostrando con cada entrega, sorprendiéndonos siempre por esa continua superación de su apasionante discurso narrativo.  No me duelen prendas en reconocer que Rafael Soler es una de las voces más interesantes y necesarias de la actual narrativa. Su concepción del hecho narrativo es de una brillantez poco usual. Soler se adueña de las palabras para construir un universo único, el suyo, el de su verdad y no ceja nunca en el intento de aprovechar cuantos recursos le están a su alcance para dar vida a sus personajes de una manera diferente al resto de narradores españoles. Es su toque personal y contenido en la natural frescura de sus diálogos, por ejemplo, hasta el punto de hacer hablar a los muertos cuando tan complejo ya por sí es hacer hablar a los vivos; el mimo con el que estructura la narración, los silencios, el humor y la ironía que hacen de él un atípico novelista. “Necesito una isla grande”, en resumidas cuentas, es historia de un grupo de ancianos que viven en una residencia y al que les toca un  segundo premio de la lotería que marcará un antes y  un después en sus vidas. Soler es un maestro del diálogo, por su gracia natural en construirlo, y en esta historia mucho tiene que ver este recurso. La historia que se nos cuenta en esta novela contiene todos los ingredientes: amor, soledad, ternura, generosidad, compañerismo, miedos, humor, ironía, humanidad, muerte, y todos en esa coctelera mental del novelista toman las formas más variadas de emocionarnos, de producir en el lector ese temblor propio de la escritura rigurosa, rica en conocimiento y valores humanos, esa literatura capaz de hacernos creer que, pese a todo, hay que seguir caminando en la búsqueda de la felicidad, aunque solo sea de una pequeña porción de ella, porque la vida no es si no se vive intensamente a cada segundo. No es la primera vez que me acerco a la escritura de Soler y nunca hasta ahora me ha decepcionado, ni creo que me decepcione en futuras ocasiones, si las hubiera, que espero que sí. La razón es bien sencilla, Rafael Soler es un excelente narrador, su grado de percepción de lo oculto e imaginario es tan profundo que en su observación detenida del mundo que le rodea está su don más preciado, la luz que ilumina su literatura, tan especial y cercana a la vez, tan precisa en el lenguaje, tan viva y abarcadora, tan suculenta y necesaria.  

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Título: Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones      

Autor: Ángel Guinda

Por  José Antonio Santano 

                          Los Deslumbramientos seguido de Recapitulaciones

            La poesía es ese lugar al que se acude siempre que la vida golpea con dureza. El refugio donde el silencio trasciende y se hace luz y paz, plenitud. El poeta y Nobel Octavio Paz dejó escrito: «A veces la poesía es el vértigo de los cuerpos y el vértigo / de la dicha y el vértigo de la muerte», una definición que cuando menos nos hace reflexionar, hundirnos en el abismo de la nada y vivir en sus silencios para ser más nosotros y ser, también, en los otros, más hombres y más libres. Abrirnos en canal para vivirnos y asombrarnos por cada tiempo, cada objeto, cada espacio, cada palabra pronunciada, cada acto de vida, único e irrepetible. La poesía es como el oxígeno para nuestros pulmones y sin ella  nada somos. La poesía nos embriaga con su fulgor, con su continuo deslumbramiento que nos acerca a lo absoluto y a la nada al mismo tiempo. De este sentido último de la poesía nace este libro “Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones”, del poeta aragonés Ángel Guinda (Zaragoza, 1948) y al cuidado editorial de Olifante, serie Maior. Si nos atenemos a las distintas opiniones existentes sobre la poesía de Ángel Guinda hallaremos distintas y variadas, pero ninguna censurable, algunos, como Fernando Aínsa considera que es “la primera voz aragonesa y una de las más reconocidas de España”, y no le falta razón, porque Ángel Guinda ha construido, a partir de otros mundos, su mundo propio, su universo poético, y lo ha hecho desde una espiritualidad innegable y una profundidad de pensamiento extraordinaria, desde una individualidad enriquecedora por cuanto se precipita en el vértigo de lo vivido y aprendido o experimentado. Solo así puede construirse una obra poética de la calidad y la dimensión de la de Ángel Guinda, un poeta que no deja de preguntarse y ahondar en las muchas realidades y pocas certezas. Una forma de ser y estar trasciende en el luminoso verso de nuestro poeta: «¡Ser humano, rodar / entre el suelo y el cielo! / ¿Vivir devora el tiempo / o el tiempo nos devora? /¡Quiero abrazar el aire, / pero el aire me envuelve / sin que yo me dé cuenta! / ¡Nacer es deslumbrarse!». Todo ronda hacia dentro en una búsqueda por despertar la esencia de la vida, de lo que ésta en nosotros y fuera de nosotros, y en ese ir y venir del poeta a los asuntos cotidianos halla su propia existencia, a veces en la nada y otra en lo pleno. Guinda ahonda en la belleza, en su sencillez de diosa y no se oculta, al contrario, regresa a la luz primera, al deslumbramiento del alba, a la génesis de todo, con un lenguaje de precisión de orfebre, revelando en la palabra toda plenitud: «En esta casa con cimientos de árboles. / Muda y aislada como un monasterio. / En esta casa donde el monte reza. / Cerca del cielo, contemplando el mar. / ¡Qué sereno está el mundo en esta casa! / En esta casa yo me quedaría. / A esperar la llegada del adiós». La capacidad de asombro del poeta se muestra desnuda, sin boato alguno, pero con la belleza propia que el verso bien hecho procura a la creación y enraizado en una mística renovada: alma y corazón. Pero si en los deslumbramientos Guinda nos descubre los silencios de la luz, no menos brillante es en lo que sigue, es decir, en las “Recapitulaciones”. Así, el poeta se pregunta por “la grandeza de lo insignificante”, recuperando de nuevo el hálito de lo invisible e indecible hasta alcanzar un estado de absoluta clarividencia. Es el tiempo y la memoria de regreso a la casa del poeta, al interior de su ser, al humano ser que lo habita: «Tápate los ojos con las manos, como un niño, para no / ver el mundo. / Busca las orillas del aire desde el balcón de la lluvia. / ¡Cultiva la serenidad! Vive austero. Apartado de tanta / vanidad, de tanta codicia. (…) Y olvídate de ti para ser tú con todos los demás!». Poesía de gran calado la de Ángel Guinda, determinante, como el  último verso que cierra el libro: «No hay más lúcida embriaguez que la Belleza».


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Editorial: Olifante (2020)       

 Acerca de los días de Fernando de Villena. Ediciones Carena. 2020.

Por Paloma Fernández Gomá



 

Fernando de Villena y su libro de poemas Acerca de los días. 


Acerca de los días es una recopilación de sus últimos poemarios, seis nuevos títulos , dos de ellos ya editados: Morir por mi demanda y Estampas de Vejecia, los otros cuatro son inéditos: Noticias que me duelen, La luna en la enramada, Libro de las peregrinaciones y Búcaro de cenizas.

Según nos cuenta en Nota Previa el autor afirma que sus poemarios se pueden dividir en los escritos como una suma de textos dispersos y aquellos que tienen una clara intencionalidad temática y estilística.

Sobre este libro han hecho reseñas muy acertadas José Antonio Santano y José Antonio Sáez Fernández; ambos son avezados críticos literarios con un largo recorrido en la  crítica literaria, además de relevantes poetas.

Acerca de los días es un extenso y sólido poemario del poeta, narrador y ensayista Fernando de Villena. Poemas llenos de sensaciones donde los días viajan en el tiempo.

Estamos ante un poeta que representa una de las voces más destacadas dela literatura española contemporánea. Pertenece al movimiento de la Diferencia y su poesía es una de las más preclaras. Una voz diferente, significativa, propia y personalísima que señala la autoría de sus poemas. Una Diferencia que hace propia y libre su obra.

Fernando de Villena está antologado por el también destacado poeta Pedro Rodríguez Pacheco en El unicornio en el café Libertad. 25 años después. Ediciones Carena. En la antología también figuran los poetas Antonio Enrique, Concha García, Antonio Rodríguez Jiménez, entre otros destacados autores de la Diferencia. En el cuaderno “Pedro Rodríguez Pacheco Las Poéticas de la Diferencia. El Bardo, colección de Poesía”, escribe su autor, Pedro Rodríguez Pacheco: Fernando de Villena, un luminoso poeta, actual, muy Siglo de Oro, en la corte de Felipe VI de España…”

Ante estas palabras del maestro Pedro Rodríguez Pacheco, al maestro Fernando de Villena, poco más tengo que añadir. Sólo me cabe hablar de algunos de los poemas de Acerca de los días, como muestra de la excelencia de la poesía de nuestro autor.

Una extraña quimera (pag.227). En este poema, Granada y su alma, los tilos de la plaza de Bibrrambla, aromas y jardines, junto al eco dormido que sólo recita el tiempo son el mensaje que nos recita el poeta para manifestar el amor que siente hacia su ciudad.

Relojes de Dios (pag. 27). El poeta evidencia la eternidad del alma.

En La poesía es imposibilidad (pag. 204). Leemos: “ Si me dieran el verso que explicase/el revuelo silente de los ángeles…” Imposible descifrar el intimismo que encierran los versos. Una lírica profunda que sondea el alma.

Continúan los bombardeos en Siria (pag.183). Los bombardeos de Siria golpean las sienes en la distancia, el poeta lo sabe y lo expone desde sus veros:”Este es el triunfo de los veinticuatro: el jardín de Israel está cercado/ por escombros y muerte”.

Cañizares acusa a los refugiados de ser “El caballo de Troya de Europa” (pag. 180). La desidia, política, su mensaje confuso y arbitrario, son motivos de denuncia para nuestro poeta.

 En el poema Paisaje interior (pag.158), el poeta nos descubre su íntima propuesta vital, desde un paisaje cercano, que acumula vivencias y paz.  

Los Difuntos (pag. 148), donde acecha la muerte y las presencias de los que no amaron nos protegen.

 España III (pag. 146) Fernando de Villena mira la España que vivimos, con la tristeza de ver como poco a poco se desvanece todo lo que fue y pasa a ser un reflejo oscuro permanente en la memoria.

  

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Palabras Encadenadas. Multiversos nivel cero, de Alfredo Barrera Cuevas. Letrame, Grupo editorial 2019.

Por Paloma Fernández Gomá



 

El libro consta de dos capítulos.

I Capítulo: Multiversos de los horizontes paralelos: Palabras encadenadas al lenguaje ideal.

II Capítulo: Multiversos de las generatrices continuas: Palabras encadenadas al lenguaje natural. Ambos capítulos se subdividen en otros.

El autor afronta la poesía desde una mentalidad de conceptos apriorísticos.  El libro tiene un carácter pragmático y conceptual, basado en quien entiende la poesía desde un punto de vista matemático. No en vano nuestro autor es doctor en Ciencias Matemáticas.

Poesía de verso libre, poesía rimada, prosa, microrrelatos y microensayos tienen cabida en este libro de jugoso contenido y experimentador de diversidades, si bien tratándose de un libro de poesía, o al menos así lo interpreto,  la poesía no es el contenido prioritario.

La originalidad del libro radica en el tratamiento que hace el autor de la poesía y de la prosa, sumándolas en el contenido de un solo libro, que es exponencial de un pensamiento, reuniendo experiencias desde distintas perspectivas o géneros literarios.

El gusto  por lo rural es un denominador común en esta obra. El autor nació en el pueblo de Las Navas de la Concepción (Sevilla).  El poeta se siente  bien  junto a la naturaleza y así lo  expresa.

La portada y el interior son dibujos de José María Reyes Cazalla

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Título: Las edades del viento     

Autor: Francisco Morales Lomas

Editorial: Dauro (2020)   

Por   José Antonio Santano

 


 

                                 Las Edades del Viento

 

            ¿El viento tiene edad? ¿Podemos hablar del viento exponiéndolo a las vicisitudes de un tiempo dado, una época, un acontecimiento histórico específico? Quizá desde un punto de vista meramente material no, pero como metáfora es de una extraordinaria agudeza. El viento va y viene, libre, no tiene dueño. “El viento sopla donde quiere, aunque oyes su murmullo, no sabes de donde viene ni adónde va…”, dice el Evangelio según San Juan (3:8), y el poeta chileno Gonzalo Rojas afirma que “Uno escribe en el viento:¿para qué las palabras?”. Cada interpretación es una verdad, al igual que la pretendida edad del viento. El viento puede ser interpretado, significado o experimentado de multitud de formas. Y esto viene a colación por una apasionante novela, de título “Las edades del viento”, primera de una tetralogía del narrador, ensayista, poeta, dramaturgo, profesor de la Universidad de Málaga Francisco Morales Lomas (Campillo de Arenas, Jaén, 1957). El anuncio de ser esta la primera novela de una serie de cuatro, del periodo de entreguerras en Europa, confirma que el poder de creación de este autor no tiene parangón en las letras españolas actuales. Su dedicación plena a la literatura no hace sino acrecentar un legado que no dejará indiferentes a quien se acerque a él. Confieso que esta primera entrega de la tetralogía anunciada es, por muchas razones, un monumental homenaje a lo mejor de la poesía del siglo pasado, en concreto al poeta Antonio Machado, pero también una inmensa obra que rastrea el pensamiento y las ideas de un tiempo histórico fascinante, el que va de los últimos meses de la II República española y el golpe de estado del General Franco hasta principios de la II Guerra Mundial, donde el amor es el acicate, la fuerza interior que mueve el mundo, siempre contenido en la idea de un humanismo abarcador y solidario. En las “Las edades del viento” hallamos elementos suficientes como para considerarla de una extraordinaria excelencia narrativa. Morales Lomas ha sabido reunir todos los ingredientes para construir una sólida obra, desde la trama, los personajes, los diálogos, el género epistolar, la ambientación, el espacio y el tiempo, la precisión de orfebre en el discurso narrativo, la forma y el fondo, donde una vez más el pensamiento humanístico del poeta Antonio Machado adquiere un valor relevante que el autor hace  también suyo. Es una novela coral, que inicia su andadura en Colliure pasando por París, Madrid, Valencia, Barcelona, entre otras ciudades y que cuyo hilo argumental es quizá el hallazgo más interesante por imaginativo y arriesgado, pero que viene a demostrar, por eso mismo, la capacidad creadora de Morales Lomas, nos referimos al hecho de insertar en la escenografía a un tercer amor Rose (después de Leonor y Pilar de Valderrama), una actriz francesa que viene a representar a Madrid una obra de Anatole France. Dos investigadores de la figura de Antonio Machado, Virgilio Aguilar, español y Vicent Bergére, francés, la amante, la hija y la nieta de Machado, Rose y Luci Savarroi y Rose Strindberg respectivamente, además de otros personajes secundarios conforman una historia que, ahonda en una época dramática, plena de oscuridad donde la intolerancia y el terror del fascismo, asola no solo España sino Europa. Morales Lomas en su afán por encontrar la perfección, que no es sino la belleza, ha escrito una magnífica novela, de un intenso ritmo narrativo, situando al lector como un actor más que no puede inhibirse de cuanto acontece, para entrar en el imaginario del autor y hacerlo suyo. El conocimiento de Morales Lomas de la Literatura española añade un valor a la historia, la complementa con sus investigaciones, acrecentando así el interés por la lectura de esta obra centrada en el más grande de los poetas españoles, don Antonio Machado, el poeta que hay que soñar como se dice en la novela. Tiempo es de reconocer en Morales Lomas al creador que es, al hombre de un nuevo Renacimiento literario andaluz, y por ende, español, y al

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¡AJEDREZ!  JOROS. Ediciones ALGORFA. Málaga 2020.

Por Paloma Fernández Gomá



El soneto, estrofa de honda raigambre en la literatura española y de origen italiano. Ha encontrado en escritores  como Garcilaso de la Vega, Góngora, Quevedo hasta llegar a García Lorca, excelentes autores que de él hicieron uso.
Estrofa diamantina, directa, que en catorce versos acoge todo un universo de sensaciones, de miradas, de buen hacer, diciendo entre cuartetos y tercetos la verdad que el hombre lleva solapara en su interior.
Nuestro poeta,  se suma a esta lista de escritores que buscaron en el soneto la fuente de su expresión. A él dedico esta reseña.  Hablamos de Juan Orozco “JOROS”: poeta tradicional discursivo, pintor, mail-artista y poeta visual. Nacido en Montellano (Sevilla) en 1964.
Juan Orozco presenta su última obra  ¡AJEDREZ!. Publicada por Ediciones Algorfa. Málaga 2020.
AJEDREZ es un poemario compuesto por treinta y seis sonetos, con prólogo de la poeta Rocío Biedma.
Los sonetos de Juan Orozco son una jugada de estrategia literaria en un tablero de ajedrez, donde las piezas son avanzadillas en una batalla planificada y estudiada por el poeta con todo el rigor de un buen estratega, amante de la poesía y de sus signos. Hoy estos signos son peones, alfiles, torres, caballos reyes y reinas,  todos sobre un tablero, donde  libran su peculiar batalla.
La batalla de la vida se desarrolla ante nuestros ojos, de la mano del poeta, con la precisión de quien sabe, muy bien,  conducirnos hasta donde quiere,  y mostrarnos los caminos a donde pueden llevarnos nuestros actos.
Y vemos un campo devastado  por la lucha fratricida. Asaltos.  Ira y violencia. Muerte. Los peones avanzan hasta la hoguera de los sinsabores donde se halla la daga de todos los errores.
El rey blanco nos da la ley y su reina se desgasta entre los combates. Mientras tanto,  alfiles, caballos,  torres y peones negros caminan por la  contienda.
Y todos reyes y reinas blancos y negros se precipitan hacia la muerte. Da igual su color,  todos y cada uno serán corazones para las urnas. Sin que haya milagro que pueda devolverles la vida.  Porque en esta guerra,  aunque se ganen las batallas, se pierde todo al final: se pierde la guerra y nadie gana. No hay hadas ni príncipes ni pócimas imposibles que arreglen el  daño causado.
 Nuestro  poeta lo  sabe y por eso evoca al  bien y al mal. El Apocalipsis y una guerra mundial flotan en los versos, junto a una Divinidad Superior que parece querer acercarnos al dilema final.
Una  constante abstracción de sumas imposibles, de  equilibrio entre la realidad y lo  espiritual es el contenido de AJEDREZ.
Ese juego milenario,  el ajedrez, es el eje del  libro.
 Conocido desde Al-Andalus . Alfonso X el Sabio,  ese rey intelectual y protector de la cultura, escribió  un libro sobre el ajedrez.
Hoy el  ajedrez es fuente de sonetos, de números cabalísticos,  de batallas libradas y guerra no  culminada; así nos lo presenta el poeta tradicional  y visual Juan Orozco, con esta obra de gran hondura, que linda entre realidad y ficción para ir encadenando estos treinta y seis sonetos,  uno por cada una de las piezas del  juego.
Quisiera dejar constancia de este arte de aproximación entre la realidad y la fantasía,  al que nos conduce Juan Orozco “Joros”;   con algunos de  sus versos como fiel de balanza o equilibrio perfecto al  que nos conduce el autor.
Encaminada en la redonda esquina/del puro erguido monte que se alzara/en la cima por la que se encamina/la vida que subiera, que cantara,/a los cuatro puntos del orbe.  Mina/y blasón de los hombres, almazara/de la luz, claro bastión que se empina/al alto pináculo cual  un ara./
Vientre que nos protegiese y os ama/en su candente abrazo poderoso,/y que mayestático nos aclama./
Guardia del buen gavilán y el oso,/este emblemático fuerte que exclama:/”gloria  a dios en el cielo clamoroso”. Pag. 38
Y la contienda se precipita: Quién gana la contienda?
Leemos:
De la vida a la  muerte hubiese un paso,/un doloroso tránsito en la nada,/que pereciere en esta hora en el paso/de esta luz a aquella sombra anudada:/vivamos pues, amigo, ante el zarpazo/de esta cornisa alada, desolada.


Joros nos deja las señales, las palabras de sus versos como testigos permanentes de una realidad que va mas allá de lo que vemos a simple vista. Se trata de una realidad interpretativa que va explorando lo que hay en nuestro interior.

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Título: Acerca de los días      
Autor: Fernando de Villena
Editorial: Carena (2020)

Por José Antonio Santano



Acerca de los días
            De nada serviría la materia si no se acompañara de alma. Las cosas, los objetos,los seres vivos nada son sin alma. Y aunque dudemos de su existencia, en todo vive, si de vivir se trata y no de muerte, el alma, esa imprescindible espiritualidad que nos hace más humanos. En esa búsqueda de la espiritualidad, del alma si se prefiere, es fundamental mirarse hacia adentro, viajar a las entrañas del propio ser y allá en su silencio, calmos y dispuestos a conocerse dejar de respirar por un segundo, así casi al encuentro con la muerte, para vivir ese segundo solo de luz y paz. Pudiera parecer locura cuanto digo, pero en verdad que es la mejor de las dichas, el momento del resplandor más sincero y saberse de uno mismo, adentro en el propio laberinto de la vida, reconociéndose en la celebración del espíritu, de lo innombrable e indecible, al fin y al cabo de una mística deslumbradora, en la que el ‘ser’ y ‘estar’ se hallan levitando en el espacio y confraternizados. La poesía, entonces, es un volcán en erupción continua, una inmensa lámina de mar convertida en tsunami incontrolable. Este sentido de insuperable grandeza en lo material y espiritual podría definir la poesía de uno de los poetas españoles más prolíficos, un clásico, con una voz tan portentosa como singular, y lo hace en esta ocasión con seis libros en uno, dos publicados con anterioridad y 4 nuevos. El poeta en cuestión no es otro que Fernando de Villena (Granada, 1956) y el libro “Acerca de los días”. Contiene un trayecto poético que va del año 2014 al 2020. Seis libros en total: “Morir por mi demanda” y “Estampas de Vejecia” (ya editados) y los inéditos “Noticias que me duelen”, el más prosaico pero también esencialmente humano y solidario, del que destacamos versos como: «Y helos aquí a los refugiados / con su costal de sueños, / sin comprender que toda su tragedia / nació en cualquier despacho / donde los grandes de este mundo / (no más de veinticuatro) / deciden repartir acá o allá / dolor, miseria y muerte». Con “La luna en la enramada”, el segundo de los inéditos, el poeta trata de la memoria y muestra de nuevo su dominio del verso clásico, fundamentalmente del soneto, y así escribe: «Incierto es el paisaje que me cerca; / amarga, la lección de tantos años; / tristísima, la luz que ya me alcanza, // mas no siento el temor a parca terca / ni me dejo vencer por desengaños / ni he perdido la fe ni la esperanza». El tercer inédito, “Libro de las peregrinaciones” viene a descubrirnos otros paisajes en los que el poeta en su ir y venir a lugares y vidas nos muestra, una vez más, su extraordinario magisterio, como en este canto a Costa Rica y sus Canales de Tortuguero: «No es este el Gran Canal de Venecia, / sino el Gran Canal de Dios, / y avanzas bajo las infinitas verdes bóvedas / de la más hermosa de las catedrales / como por una miniatura de un libro de horas. // Y si tal te parece el río de la Suerte, / ¿cómo ha de ser el mar en el que desemboque?    “Búcaro de cenizas” es el cuarto libro inédito que Fernando de Villena ha querido incluir en este “Acerca de los días”, que al cuidado editorial de Carena viene a confirmar la esencialidad poética de Fernando de Villena y la apuesta constante de este pequeño e independiente sello en pro de la poesía española contemporánea. En esta última propuesta el poeta hace balance de la vida, su vida, simbolizando todo ese trayecto vital en versos como estos del poema que da título al libro: «En suma, que he vivido, mas ya no miro atrás / y si al futuro pido la suerte de los míos, / por lo que a mí respecta puedo afirmar con bríos / que una vida es bastante; de aquí no quiero más». Esta es parte de la grandiosa obra de un poeta esencial como lo es Fernando de Villena.


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 Los signos ocultos del paisaje de Rafael  del  Campo Vázquez. Editorial
Ánfora Nova. Rute (Córdoba)  2019

Por Paloma Fernández Gomá



Rafael del Campo Vázquez nació en Córdoba, es Licenciado en Derecho, Profesor de Derecho Tributario en la Universidad de Córdoba y poeta.
Tiene publicados diversos trabajos de naturaleza jurídica. Ha sido premiado en diferentes ocasiones por sus relatos. De hecho tiene publicados varios libros de relatos  y dos  novelas.
En su obra siempre se encuentra una convicción ética a favor de la  vida, el respeto por la naturaleza, la familia y la amistad.
En este libro de poesía Los signos ocultos, el autor afianza su lirismo, expresado ya en su primer poemario Las edades del día.
En el poemario que nos ocupa Rafael del Campo Vázquez ahonda en su creencia de interpretar los signos del paisaje, pues en él se esconde el  misterio de poder liberarlos a través de la palabra. La palabra se transforma en verso y saca a la luz una lectura íntima y sensitiva que se transcribe en los poemas de nuestro autor.
El libro está dividido en  fases o apartados que nos van desvelando un recorrido visual - poético por el paisaje que contempla e interpreta el poeta desde su aventura personal y lírica. El poeta busca y haya un mensaje implícito en lo que le rodea, tanto de forma material como inmaterial. Así pues hay signos en el árbol,  la montaña, las adelfas, el horizonte y las estaciones del año.
Estas fases interpretativas son:
Prefacio, donde desglosamos: versos, Primeras  palabras, Las claves del misterio, Paisajes y Signos.
Signos de Primavera: Signos de primavera, Niño, Sonrisa, Hermoso.
Signos de Verano: Signos de verano, Hombre, Perro, Vigilia.
Signos de invierno: Signos de invierno, La vieja, Las palabras del invierno,  Infinito.
Últimos versos: Frente al mar,  La  espera,   Sin equipaje.
Epílogo: Últimas voluntades.
 La primavera es el estallido de la luz, el nacimiento o renacimiento de la naturaleza. Así lo siente el  poeta en sus poemas.
“…Y un niño abre los ojos y el  mundo se hace niño/ y su sonrisa aplaca al corazón y al tiempo.” Pag. 24
En el verano llega  la madurez, el color dorado de la mies o de los ocasos que relajan la retina. El poeta se detiene, observa al hombre, a su perro y las vigilias.
Leemos: “…Acodado en la nada que la noche me ofrece/ el verano es oscura metáfora que huye” pag. 32
En el otoño se perciben los primeros signos de cansancio y se añora el regreso, el  tiempo transcurrido;  mientras la herida de todo lo pasado se va agrandando.
“…El viento,  mientras muere,  nos estrecha la mano y sus labios exhalan un suspiro infinito…” pag.  38
Con el  invierno  se cierra el ciclo: “...Tal vez  cuando trasponga las lindes del  destino/ encontraré esas rosas ardiendo entre las nubes.” Pag. 43
Rafael del Campo clausura el libro con poemas como Frente al mar, La espera y Sin equipaje.
Con últimas voluntades firma su despedida.
El poeta se despide con  estas palabras “ razón de las cosas,  hundida bajo el agua”. Porque Rafael del Campo sabe y espera que la poesía vuelva con nuevos versos, con otros signos por descifrar. Trayéndonos siempre una esperanza, sabiendo que el  poeta cree en el hombre y desconfía de quien intenta desvirtuar su verdad. Para ello están los signos ocultos en el paisaje para traernos lo auténtico.
 No duda el poeta en mostrarnos con versos sensitivos aliados con la metáfora, un paisaje distinto,  donde el hombre recupera  valores y la ética solemne que en la naturaleza habita,  nos llega a abrir sus froenteras.    

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Días de asfalto de Francisco Beltrán Sánchez. Ediciones Esdrújula. Granada 2020


Por Paloma Fernández Gomá



Días de asfalto es el último libro del  poeta granadino Francisco Beltrán Sánchez que coordina de forma exitosa el blog “Poemas sin fronteras”:  https://poetarotundo.blogspot.com/p/blog-page.html
Una iniciativa poética que une a poetas bajo el signo de la universalidad.
Es pues nuestro autor un hombre activo de conciencia abierta que decide hacer de la poesía una referencia de unión, y desde esta concepción de acercamiento y aproximación, emerge su libro Días de  asfalto, como un encuentro entre lo natural y lo urbano. Leemos  pues en la página 43 del libro: Pasear en la noche/te lleva al  viaje de otros camino,/un tránsito que hunde sus raíces/ en el rancio abolengo, que invade/las muecas de los dinteles y cúpulas…”
Y en su “pasear en la noche”, en la noche de Francisco Beltrán está implícito el “Pasear de la vida”,  la  vida del poeta que emerge entre las páginas de los versos y establece  similitud y paralelismo  entre las calles y los crepúsculos, los zaguanes y las estrellas, el barrio y el murmullo de la lluvia;  porque Francisco Beltrán concibe el amanecer como parto, que nos abre el  camino de la luz.
Su poesía es un círculo de sensaciones que van y vienen entre las colas del INEM y el oráculo de la Sibila: “  No siempre el  oráculo/ha de ser el  desastre que se anuncia,/hay vacíos que puedes escribirlos/ sin ayuda de la Sibila.”
Leemos: “eres humano y vives el ahora posmoderno/en esta infame cultura del miedo”.  El poeta adelanta el agravio que siente  la naturaleza con la conducta de los  hombres. Su poesía extiende las alas del  entendiendo entre  elementos naturales y urbanos. Y se hace eco de las injusticias del mundo, buscando el  amparo de la casa y la madre. Raíces que habría que  entender para quitarle materialismo a nuestra sociedad.
Los  poemas en el libro de Beltrán  se van comunicando entre ellos, buscando la panacea de la convivencia, del humanismo que sustenta nuestras vidas y tantas veces desaparece de nuestro entrono. El poeta reclama a la “madre  ausente” pag. 14, a la “inocencia en la niñez” pag. 15. Y piensa en “la niebla” pag.16,  que oculta y hace invisible el sentir.  Observa “Jeroglíficos de aceras en las rostros”  pag. 17 donde el hombre se inhibe de responsabilidades.
En “..la ferocidad del hormigón,/del cristal y del asfalto” echa de menso “el  silencio de las sábanas” pag. 18
El metro, el  autobús y los auriculares nos hablan de la prisa y de la introversión que muchas veces padecemos. Y si las marquesinas y los semáforos apuestan  por introducirnos en el anonimato;  será el poeta Francisco Beltrán quien abra las puertas de la oscuridad y nos presente un mundo mejor  que existe  de forma  paralela junto al del  asfalto. 
Beltrán escribe  su poesía desde la proximidad hacia el otro, ya sea el lector o un sujeto paciente que hilvana los versos en justa reciprocidad, al verse reflejado en ellos
Un  libro de proximidad, de poesía intensa y avisadora que mide una realidad llena de obstáculos y  referencias hostiles hacia el medio ambiente.
La poesía de la sostenibilidad es la que enarbola el  poeta Francisco Beltrán, poeta, narrador, y humanista comprometido con la sociedad. Hemos de señalar que mantiene un serio compromiso con “VegaEduca, Salvemos la vega y Templeoliva” en defensa de la naturaleza.
Ha codirigido el evento cultural El Embrujo del Agua, que se celebra en la casa de Federico García Lorca en Valderrubio; también ha coordinado junto a Pedro Enríquez el ciclo cultural Tiempo de Encuentro, que se lleva a cabo en la Casa Museo de Federico García Lorca en Fuente Vaqueros.
Una vez más se pone de  manifiesto el alma participativa y comprometida  con la cultura y la poesía, que posee nuestro autor.                          


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La aventura de mis siete vidas de Albert Torés
Versión bilingüe español-inglés.  Traducción de al inglés de Mo Malone

Amazon 2019

Por Paloma Fernández Gomá


El poeta y crítico literario Albert Torés nos presenta este libro con marcado acento personal y social. Un poemario  abierto a la libertad de interpretación expresiva de quien se quiera acerar a la poesía de Albert Torés, un poeta en esencia, íntegro  de  pies a cabeza que  marca  los tiempos y sus veros con la pauta de su libertad impoluta y absoluta. Un poeta humanista y solidario,  porque le importa el hombre en el sentido más amplio de la palabra y sus causas participativas en la sociedad.
El término  humanismo solidario se lo escuché  a él, a Alberto Torés,  por primera vez en una reseña crítica que hacía de otro gran poeta, Francisco Morales Lomas. Esta denominación, reconozco que me causó un insólito  interés.  La  encontré tremendamente comprometida con el pensamiento o lectura más humana que podamos hacer sobre  ser humano. Vi muchos términos acuñados en dos palabras: Humanismo y solidaridad.  
Así pues y desde esta perspectiva identifica su obra y escribe  sus veros Alberto Torés. Él, el  poeta se sumerge en las vidas,  sus vidas, siete como número cabalístico que indica continuidad o eternidad. Eternidad,  concepto religioso –filosófico, que en nuestro poeta toma la segunda acepción: término filosófico de compromiso del hombre consigo mismo  y con los demás. Porque como dijo Ernest Hemingway:  cuando doblan las campanas también doblan por mí. Porque el hombre es una sola unidad en el universo,  somos partes de una unidad  integradora que nos da la dimensión de seres humanos.
Y vayamos pues al libro de Albert Torés a sus versos cíclicos, reflexivos y universales que tocan ciudades, nombres, partidos políticos o inclinaciones políticas alineadas con el pensamiento del autor; en definitiva diversidad, como el hombre en sí mismo. Naciones, películas, marcas de medias o a Mary Quant, creadora de la minifalda, rompiendo moldes en los años 60.
Así es nuestro poeta rompedor,  poeta enorme  que asume sus ideas y las proclama en sus versos; amasando sociedad, hombre y conciencia en una recorrido de poemas llenos de vitalidad y comunicación casi periodística. La heterodoxia de Albert Torés constituye uno de los aportes más significativos de su poesía.
Grandes personajes graban los  versos de Torés: Che Guevara, Neruda, Edith Piaf, Luis Cernuda, Carme Amaya, Alfred Hitchcock, Flix Grande…
Y nuestro poeta también tiene interlocutores en su poesía, como lo es Teresa; a quien acude y pregunta para deshojar la margarita de sus interrogantes, los que se sostienen  en sus poemas como cuestiones eminentes que buscan respuesta.
Aquí recogemos algunos de los veos de Albert Torés que forman parte de la aventura de mis siete vidas:
No lo vi, porque había murallas de miedo/ que recorrían cada instante de los mares,/cada entendimiento de las calles,/cada lento y febril paso de ceniza./
No hace falta que les recuerde que la miel/puede ser ávida maldad cuando llega  el alba./
Quizá la  ternura bese inútil, luego la pido/más adornada que nunca, en tarjetas postales,/navideños envíos, sitios casi oscuros de trozos de historia./

Ya se lo dije: 20 coches son robados a diario en Barcelona./ Al tiempo, en Londres, entierran al hombre.

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Título: La destrucción del cielo        
Autor: Manuel Jurado López

Editorial: Diputación del Huelva (2019)
                                   
Por José Antonio Santano


La destrucción del cielo
            En este tiempo de oscuridades e incertidumbres, de un miedo que ha sido inoculado lenta pero seguro y que amenaza con quedarse, la humanidad entera se siente desorientada. Cuando la sociedad invierte más en el objeto que en el sujeto es normal que aflore un estado de ánimo desgarradoramente amargo y que el horizonte posible no se atisbe por mucho que miremos. El ser humano necesita señales, pero aún así, es tan incomprensiblemente reincidente en la obcecación que no se percata de la necesidad inminente de cambiar desechando lo inservible y adoptando en su forma de vida lo verdaderamente importante. A veces un libro nos puede trasladar a situaciones futuras, jamás imaginadas. La pandemia a causa de la COVID-19 y las situaciones vividas a causa de la misma eran impensables, inimaginables hace tan solo unos meses. Sin embargo, ha sucedido, y hemos adoptado hábitos desechados con anterioridad pero que nos han servido para sobrevivir en tan atroz situación. Las artes todas han sido el oasis en el que hemos podido calmar nuestra sed y soledad. Entre esas artes se halla la poesía, que ha sido un imprescindible salvavidas para muchos compatriotas. Si además ese libro de poesía elegido es premonitorio o es capaz de trascender la realidad y provocar ese temblor que nos hace más sentirnos más vivos que nunca, más humanos, el objetivo está cumplido. El poeta andaluz Manuel Jurado López (Sevilla, 1942) es un ejemplo de esa poesía diferente y singular, capaz de descubrirnos nuevos universos, tal vez más tristes y dolorosos de lo deseado, pero necesarios para entender el mundo en que vivimos, y al que posiblemente, de no remediarlo, estamos destinados. “La destrucción del cielo” es ese libro que no deja indiferente al lector, que ahonda en la condición humana a través de una voz personal e inconfundible. En este sentido “La destrucción del cielo” ha sido doblemente galardonado, primero con el Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez, 2019, y unos meses más tarde con el Premio Andalucía de la Crítica en su vigesimosexta edición. Sin duda que ambos premios catapultan esta obra de Jurado López, pero sobre todo la principal motivación reside en la propia obra, su estructura, recursos literarios y su concepción de una poesía diferente, capaz de emocionar y crear mundos propios. En ese territorio de la oscuridad, de lo negro, del luto continuo por causa de la estulticia del hombre cabe situar este poemario. En esa estética del negror abunda la luz de sus versos que anidan y se hacen materia viva en el paso del tiempo, en la fugacidad que siempre es la vida: «El negro es la base, no el blanco, no la camisa / tendida y que ha vuelto a mojar la lluvia en la madrugada. / El negro es la esencia de la vida, el sótano, el claustro, / la placenta, o el luto, el lunar, la ceguera, la poderosa rabia / de los ojos de los perros. / Los besos también se han vuelto negros bajo los árboles». El abecedario, sus 28 letras (incluida la ch) constituyen los 56 poemas que nos ofrece el poeta, con ellos recorre un tiempo y un “cielo” inalcanzable por la incapacidad del hombre para conservarlo, de ahí que ese amargor doloroso de la pérdida, de su destrucción total. Sabe bien el poeta cuál es su casa, y por ello, la cita inicial de Karl Kraus viene a confirmarlo: “Soy solo uno de los epígonos que vive en la vieja casa del lenguaje”. Y es la lengua, la de todos, diversa y diferenciadas a la vez la que nos abriga al calor de la vida. La memoria de lo acontecido, del pasado entre guerras y sangre, acaso sea como un resplandor de todos los silencios, y entre ellos, el poeta en su voz: “Siempre queda la amarga caligrafía de unos versos”.  
                                              



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Título: Intermezzo lírico          
Autor: Heinrich Heine (Traducción Jesús Munarriz)
Editorial: Hiperión (2019)  

José Antonio Santano


Intermezzo Lírico


Es conveniente y sano que de vez en cuando miremos hacia atrás y ahondemos en la cosas que nos han sucedido y conocer de las razones y de emoción que el recuerdo nos lega, que la memoria incisiva nos muestra de nuestra historia personal. Lo mismo podría decir si nos detuviéramos en la historia de la literatura, de la poesía en concreto. En cómo fue y ha evolucionado a través del tiempo. Las corrientes o tendencias poéticas que han sido baluarte y todavía hoy mantienen ese pálpito, ese latido necesario que nos hace aprender, porque la tradición no está reñida con la evolución, ya lo creo que no. Quien eso piense creo que yerra, y lo digo sin acritud alguna. Es el caso de ese ciclón literario que vino en llamarse Romanticismo, y que si nos acercamos a él, a cualesquiera de los autores que lo secundaron hallaremos tesoros de incalculable valor literario. Celebramos  en este particular “Salón de Lectura” el regreso de uno de esos clásicos ya libros pertenecientes al movimiento romántico, y más concretamente, al alemán, con la figura de Heinrich Heine y su obra universal “Intermezzo lírico”, en versión de Jesús Munárriz (Hiperión) y edición bilingüe. Nos dice Munárriz en “nota del traductor” que “Intermezzo lírico” viene a ser “la culminación del romanticismo alemán y el final de esa corriente”, que se trata de una obra de juventud pero al mismo tiempo que es su mejor obra. Por otra parte, añade Munárriz que esta versión “pretende mantener el difícil equilibrio entre fondo y forma, decir lo mismo que se dice en alemán, ni más ni menos, pero con un ritmo y una música que recuerden en cuanto puedan los del original” y, ciertamente, se agradece esta consideración del traductor. Por ser una obra de juventud Heine cumple en su construcción con todos los requisitos que el propio movimiento romántico aduce y todos conocen: subjetividad, libertad de pensamiento, significación de las emociones, fantasía e imaginario, etc. El amor se presencia de forma rotunda en este libro, de tal manera que los estados melancólicos se muestran en todo su esplendor. La voz poética de Heine es pura música, que acompañada por los dones de la naturaleza producen en el lector una sensación de serena plenitud: «Quiero sumergir mi alma / en el cáliz de algún lirio; / exhalará el lirio tímido / una canción a mi amada. // Canción que estremezca y tiemble / como el beso que su boca / me dio una vez en la hora / más dulce y maravillosa». Llama la atención que ya desde el prólogo observamos cómo la influencia del romanticismo alemán, y concretamente Heine, tuvo en la poesía española, fundamentalmente en Gustavo Adolfo Bécquer, como se comprueba en el verso 8 de dicho prólogo de “Intermezzo”: “De la casa en el más oscuro ángulo”, y este archiconocido de Bécquer: “Del salón en el ángulo oscuro”. Es evidente que “Intermezzo lírico” y en general el romanticismo alemán, tuvo una gran influencia en el resto de Europa, por ese despertar de las emociones y nueva forma de expresarlas que supuso dicho movimiento. Heine y su “Intermezzo lírico” se configura como un texto singular y necesario para comprender la poesía romántica de la época, que aún en la actualidad asumen, con alguna diferencia, muchos poetas. Bienvenido sea esta rigurosa traducción de Jesús Munárriz, que sirve de recordatorio de la esplendorosa lírica de un romántico como lo fuera Heine. Sin lugar a dudas, y como así se condira por su traductor “Itermezzo lírico” es “la quintaesencia de la poesía de Hein y la mejor introducción a su lírica.   




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Título: Entre trenes         

Autor: Mar Sancho
Editorial: Eolas (2019) 

Por José Antonio Santano


Entre Trenes
            La poesía siempre es un viaje al misterio, a lo desconocido, a lugares soñados o vividos, y no importa el medio de transporte que se elija. Al fin siempre se encuentra un objeto, un lugar, una casa o una razón que nos hace más vulnerables, también más sabios. Ahondar en verdadero objeto de un viaje, antes y después de realizarlo, produce una sensación de plenitud indescriptible. El viaje, la verdadera función del viaje es el conocimiento de la realidad que se otea al horizonte, pero también nos descubre la capacidad del hombre para sentir en su interior todo aquello que los ojos no ven. Cuando el poeta viaje material o imaginariamente, en cualquiera de los casos, un temblor desconocido lo apresa e inmoviliza. Destella en su interior una fuerza desconocida capaz de sobrevolar el firmamento y habitarlo plenamente. Esa fuerza se vislumbra en el poemario “Entre trenes”, de Mar Sancho (Valladolid, 1972). Publicaciones anteriores de Sancho son, entre otras, “Inventario de invierno”, “Variaciones sobre un viaje viejo”, “Oblivion” o “Lisbond Visited”. Prevalece en la poeta el viaje como elemento aglutinador de su poesía, la fuerza del recuerdo o la memoria para crear una nueva realidad a partir de lo vivido en esos continuos viajes, en esta ocasión, bajo la nostalgia que todo viaje en tren provoca. Viajar en tren siempre ha sido algo melancólico, como perteneciente a otro espacio y tiempo. Es esa o tal vez pudiera ser esa la razón de Mar Sancho con este poemario “Entre trenes”, que nos llevará con toda seguridad a lugares desconocidos, pero también a descubrirnos el alma misma de la poeta. Sancho nos convoca a seguir algunos de sus itinerarios vitales, a compartir con ella, todos los misterios, también las sombras, los silencios y sus luces. Estructura en cinco partes, Sancho nos propone visitar el corredor del Amtrak Cascades, en los estados de Whashington y Oregón, la ruta del Transiberiano, el Himalaya, la región andina del Salta-Socompa o el estado de Alaska. Es en la figura del abuelo (“el primer tren partió de la boca metálica de mi abuelo”) donde despierta ese paisaje de tren antiguo entre la niebla vaporosa de  la locomotora, y a partir de ese momento la vida inicia un nuevo ciclo, cuando la soledad acucia en los andenes a la espera de tomar otro tren hacia no se sabe dónde. América del Norte, Europa, Asia o América del Sur, qué importa el lugar mientras el sueño exista. Las vías de un tren como las venas que alimentan la vida, así Mar Sancho detiene su mirada en las ciudades y en los viajeros que la acompañan hacia un lugar del universo, ese que construye en cada uno de sus poemas, dotándolos de luz y de belleza. Nada ni nadie podrá resistirse a la fuerza de la imaginación. Y ahí están los arrebatos del sueño, la encendida lágrima de la pérdida: «El revisor se acerca de puntillas ofreciendo té humoso y porfía / que quiso ser bailarín de ballet con los ojos hervidos de / lágrimas». Versos que se alargan como las vías del tren que surge entre la nieve, las montañas o los ríos, orillado al mar de los silencios. En cada rostro Sancho se contempla, como si se tratara de un espejo que repele el trazo de unos ojos o el color de los cabellos. El poema está en cada ser, en cada objeto, en cada uno de los vagones de ese tren que parte una vez y otra y que no puede dejar que se le escape. Con este poemario Mar Sancho ha sabido ahondar en el alma humana y trascenderla desde la fulgente luz de la palabra, esa que alcanza el corazón: «Esta mañana de cobre es moribundamente mía, / cabe cóncava en mis manos de vasija resquebrajada, / huele a silencio de gallos y a empanadas de humita, / viaja en el mismo vagón que mi desterrado cuerpo».


                                               
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Título: Lumbre y ceniza         
Autor: Yolanda Izard Anaya
Editorial: Devenir (2019) 

Por José Antonio Santano
Lumbre y ceniza



Lumbre y Ceniza
            Cuántas veces el hombre camina a la deriva, sin saber que en un instante todo puede cambiar, que una palabra cualquiera, un gesto, una mirada pueden eclosionar de tal manera que la vida, esa que nos mostraba su cara más ruinosa y dramática, nos refugia en su seno y nos procura un nuevo sentido, una nueva forma de contemplar lo que sucede delante de nuestras propias narices y antes se ocultaba con rigurosa severidad. La rutina nos desborda con tanta crueldad a veces que somos incapaces enfrentarnos a ella, de sacudirnos de un golpe su pesada carga, dejándonos llevar por la azarosa fortuna. Pasa que en contadas ocasiones se tiene la certeza de haber hallado el camino hacia alguna parte, por estar antes perdido y en ninguna. Pocas veces sucede, pero cuando se produce el hecho que nos alumbra y nos convierte en seres distintos, merece la pena recordarlo. En la vida, como en la poesía, la búsqueda por hallar esa luz redentora que nos sublima elevándonos a no se sabe qué planeta, es imperecedera. Cada poeta es uno y diferente, la experiencia siempre marca el camino, pero la voz siempre ha de ser propia, sin ambages de ningún tipo, una y singular, capaz de emocionar y contagiar al lector, de evocar y trascender la evocación misma, de hacernos temblar con el silencio de la palabra desnuda y libre. Así es como la poesía entra en connivencia con la vida, y viceversa, y una vez al compás de su música toda luz y verbo. Algo de todo esto acontece cuando uno se acerca al último poemario de Yolanda Izard (Béjar, Salamanca, 1959), titulado “Lumbre y ceniza”, galardonado con el Premio Internacional de Poesía “Miguel Hernández-Comunidad Valenciana” 2019, también finalista del Premio de la Crítica de Castilla-León 2020. Yolanda Izard nos propone adentrarnos en su íntimo universo, en la palaba que dibuja desde la experiencia vital y cotidiana otros mundos, donde la honda reflexión va construyendo un edificio singular por su lenguaje y trascendencia de lo elegíaco, de la memoria que rastrea lo vivido y sentido. Nos depara Izard una aventura a la raíz del ser en consonancia estrecha con lo aprendido y la emoción que rige el corazón. Consigue la poeta contagiarnos de su depurada sensibilidad en un tiempo tan ajeno a la belleza del alma, en ella tan segura y fortalecida. La simbología, el uso de la metáfora, dentro de la más honesta tradición poética española, hacen que “Lumbre y ceniza” contenga verdaderas perlas poéticas. Esa fuerza interna que empodera los versos, surge como un ciclón lingüístico, metapoético unas veces: «La poesía debe ser otra cosa. / Debe anidar en parajes destartalados / donde apenas habita la sombra del lirio 7 Y despeñarse entre las arrugas del hombre / cinceladas con la tristeza. / Debe decir palabras que no hayan sido dichas / pues proceden de la imaginación de los ángeles / y de la inspiración del loco, / y alertar sobre el estado del corazón, / de su tendencia a recomponerse y naufragar / en cualquier sitio entre el mundo y las almas», y otras, como una intensa luz que ilumina el camino.  No es casual que nuestra poeta persiga a la palabra y la interiorice hasta ser otra y diferente, silenciosa y sonora a un tiempo, a ese inoculado en las venas y que surge para reconciliarnos con nosotros mismos. Así adopta ese tono elegíaco en su recuerdo del padre: «Puso su mano sobre hombro. / Abajo, más allá de la nieve, / sombras inquietantes envolvían mi casa, / pero alrededor de mi padre / solo había destellos/ del color del ámbar silencioso». Es la voz de Yolanda Izard en toda su esencialidad y autenticidad, destacada y singular: «De la oscuridad vengo yo, una mujer oscura y silenciosa / que siente la respiración del viento / y oye el llanto de los álamos».


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Título: Idaho y el jardín de Ezra Pound         
Autor: Boris Rozas
Editorial: Eolas (2019)

Por José Antonio Santano

Idaho y el jardín de Ezra Pound 


Idaho y el jardín de Ezra PoundLa poesía puede ser tan variada y diferente como pueden serlo los lectores que se acercan a ella, cada uno de ellos, según su formación o experiencia vivencial puede interpretarla o recrearla hasta conseguir un nuevo universo particular. La poesía española actual parece parapetada en cierta homogeneidad avalada por un determinado grupo o corriente de opinión que hace de ella un reino de taifas poco frecuentado por vates ajenos al grupo. Esa política cultural de lo mediático y centralizado, entiendo, ha de ser reconvertida, reconducida si se quiere por el bien de todos. Sé que el panorama poético español está muy viciado y que necesita, así lo pienso, aire fresco y voces nuevas capaz de aunar voluntades y que pueda así aflorar un espacio donde la esencialidad y singularidad poética tenga cabida por encima de otras valoraciones. Descubrir esas voces no es fácil por esa centralización a la que me he referido anteriormente, pero hay que intentarlo. Es preciso moverse, abrir los ojos y la mente a nuevas formas de expresión poética, desde el conocimiento y la emoción de lo aprehendido. Es cierto que la experiencia, por otro lado, común a todos los poetas -sin experiencia no hay vida-, pero lo más urgente es hallar esas voces diferentes que, desde el respeto a la tradición literaria española y a las variadas corrientes o formas estéticas, puedan sumar hasta alcanzar un estado sólido y coherente, que beba de la hondura del pensamiento y de la emoción capaz de trascender la realidad. En esta búsqueda hallamos al poeta argentino residente en Valladolid Boris Rozas, que hasta el momento ha publicado 14 poemarios, entre otros, “Ragtine (2012), “Invertebrados” (2014), “Las mujeres que paseaban perros imaginarios” (2017) y “Anny Hall ya no vive aquí” (2018). El último y objeto de atención “Idaho y el jardín de Ezra Pound”. En su poesía encontramos una clara influencia anglosajona tanto musical (Dixie Chicks, Bowie, Dylan…), como literaria (Robert Frost, Derek Walcott, Pound…), principalmente de la poeta Emily Dickinson. Realmente el poemario en sí mismo no es sino un viaje que recorre la experiencia vital del poeta y que no deja duda alguna sobre aquello que interesa desde el punto de vista de la cultura, pero también de la interiorización de todas y cada una de las circunstancias que alientan su continua capacidad de asombro y curiosidad. Su trayectoria poética nos indica, como ya hemos señalado anteriormente. Los textos de los autores que han marcado de alguna manera su propia diferencia o singularidad entrañan un valor añadido a su voz, de manera que esa intertextualidad produce un continuo diálogo interno que viene a atemperar y equilibrar lo aprehendido a lo largo de los años: «Naciendo el mismo día que murió Robert Frost / no puedo sino oscilar en la vida / del mismo modo que los abedules / responden a tu llamada, / viejos columpiadores / somos / regresando a nuestra / tempestad diaria».  El poeta indaga, bucea en su interior y luego contemplar o compara, desde la honda meditación qué sucede y experimenta con la palabra hasta conseguir una voz personal, un estilo propio y diferencial. Creo que todo lo dicho podría resumirse, como botón de muestra, en estos versos del poeta que vienen a ser como esa luz que vislumbra el poeta Boris Rozas: «De los poetas que he leído / me quedo con el que me parta el espíritu / en dos mitades de silencio, / el que alivie mi tragedia /cogida con alfileres de altura / sin pensar en la suma / de ayeres que se fueron».



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Título: Los límites de la singularidad     
Autor: Antonio Rodríguez Jiménez
Editorial: Carena (2019) 
    
Por José Antonio Santano


      
      

                        Los límites de la singularidad


            En la actualidad se escribe mucho, pero no con la intensidad que las diferentes temáticas o géneros necesitan para encauzar al lector a ese estado de gracia tan preciso e importante desde el punto de vista del pensamiento y la cultura. Asistimos, por desgracia, al florecimiento de una incomprensible amnesia colectiva e intelectual que su principal protagonista, el hombre, no combate con la fuerza del saber y la palabra. Quedó, no sé dónde ni cuándo, ese deseo o voluntad de crear desde la nada, y una gran imaginación, otros mundos, otras formas de vida, otro tiempo y otro espacio. Lamentablemente, pocos son los llamados a esta tarea de creación o recreación, de estudio sistemático, de honda reflexión, porque es más fácil dejarse llevar por la corriente del acomodo y la oportunidad, de la ortodoxia simplona y del narcisismo más atroz. Pero no importa, entre tanta estulticia siempre hay alguien que destaca por su rigor y coherencia, por la honradez y la imparcialidad crítica, concluyente solo si a la verdad y la justicia, en esta ocasión literaria, defiende, desde el derecho que asiste al hombre de expresar libremente sus ideas y hallazgos. En los últimos días he tenido la ocasión de comprobar todo lo dicho en extraordinarios ensayos literarios, libros que me han sorprendido por su rigor y su sentido crítico: “El unicornio en el café Libertad, de Pedro Rodríguez Pacheco, “La huida de la imaginación”, de Vicente Luis Mora y “El infinito en un junco”, de Irene Vallejo. Pues bien, como no hay dos sin tres, tampoco tres sin cuatro, como lo viene a confirmar el libro “Los límites de la singularidad”, al cuidado editorial de Carena y cuyo autor es el periodista, escritor, profesor y poeta español afincado en México Antonio Rodríguez Jiménez (Córdoba, 1956). Una extensa obra poética, narrativa y ensayística avala la trayectoria literaria de Rodríguez Jiménez, amén de haber sido durante 23 años (1986-2009) el coordinador de uno de los suplementos literarios más importantes de España, “Cuadernos del Sur” (Premio Nacional al Fomento de la Lectura 2009), del diario Córdoba. En esta ocasión, el profesor Rodríguez Jiménez, gran conocedor de la poesía contemporánea española, analiza con rigor a pesar del extenso periodo objeto de estudio y con equilibrado sentido crítico esa intrahistoria en un ensayo esencial y necesario si se quiere comprender, desde el más absoluto respeto a las corrientes poéticas y a los poetas integrantes de ellas, el acontecer de la poesía española más significativa del siglo XX hasta nuestros días. Dado que, como hemos dicho, el período objeto de estudio es muy extenso, Rodríguez enfoca o determina dicho análisis en lo que él llama “diferencia” o “singularidad”, estableciendo así los límites, que bien podrían resumirse, en palabras de Verlaine, al escribir: “El poeta debe ser absolutamente uno mismo”, o en aquello otro que decía Heidegger: “La misión del poeta es hallar un nombrar nuevo, visionario”. El profesor Rodríguez se aparta así de quienes se afanan por conseguir representación y prestancia mediática dentro de un sistema intoxicado y moribundo, para construir un espacio nuevo o quizá recuperarlo, restituirlo en lo que vale, diferente y abierto a la pluralidad creativa, donde la calidad y la singularidad sean los pilares fundamentales para conseguir la trascendencia y la armonía creadora suficiente. Así Rodríguez Jiménez estructura su estudio o análisis de la poesía española del siglo XX y lo que va del XXI, en nueve apartados o capítulos, en los expone tanto desde la praxis como desde la teoría aspectos tan fundamentales como la esencialidad y autenticidad de la obra, la trascendencia y armonización del acto creativo, ahonda en la determinación de la singularidad, donde la infancia juega un papel extraordinario (influencias de las poéticas de Boudelaire, Rimbaud, Lautrémont, Mallarmé, Verlaine o Bretón, Bécquer, Hölderlin o Rilke), la generación del 27 (Gerardo Diego, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre o Rafael Alberti), para pasar a la poesía social a la esteticista, con parada en la poesía experimental (Juan Eduardo Cirlot, Carlos Edmundo de Ory, José Antonio Muñoz Rojas, José Hierro, Leopoldo de Luis, Pablo García Baena, Ricardo Molina, Concha Lagos, Mario López, Julio Aumente, José de Miguel, Vicente Núñez, Juan Bernier o Manuel Álvarez Ortega, entre otros), en el siguiente capítulo (número VII), el profesor Rodríguez se detendrá en los poetas “desheredados y marginados” de la segunda mitad del siglo XX (Antonio Gamoneda, Claudio Rodríguez, Enrique Badosa, Antonio Gala, Rafael Soto Vergés, Rafael Guillén, Ángel García López, Pedro Rodríguez Pacheco, Rafael Ballesteros o Antonio Hernández). “El esteticismo de los que fueron reyes por unos instantes” es el título del capítulo VIII, y en él dicta una relación muy variada de poetas, no obstante se ocupa sólo de algunos como Rosa Romojaro, Antonio Colinas, Jaime Siles, Ricardo Bellveser, Antonio Carvajal, Carlos Clementson, Pedro J. de la Peña, Domingo F. Faílde o Eduardo Scala. Concluye este ensayo con el capítulo IX, que titula “Los expulsados del paraíso o el Unicornio en el café Libertad”. Son muchos los poetas citados, entre ellos, Miguel Galanes, José Gutiérrez, Luis Martínez de Merlo, Francisco Morales Lomas, Basilio Sánchez, José Antonio Santano, Álvaro Valverde, Francisco Ruiz Noguera, Alejandro López Andrada, María Rosal, Miguel Casado o Miguel Rico. Por ser muchos los poetas, como se ha podido comprobar, y aún faltan los más jóvenes, el profesor Rodríguez, ante tal circunstancia menciona particularmente a Manuel Ruiz Amezcua, Luis Alberto de Cuenca, María Antonia Ortega, Concha García, Antonio Enrique, José Lupiáñez, Fernando de Villena, Manuel Gahete o Juan Malpartida. Una extensa nómina de poetas contiene el presente ensayo del profesor Rodríguez Jiménez, y en insuficientes páginas, pero es evidente que su labor de aproximación a esa poesía singular y diferencial es oportuna y bien recibida, por cuanto todavía siguen silenciados muchos de los poetas aquí nombrados y de una esencialidad indiscutible. Es este, pues, un trabajo necesario y preciso que aporta la otra cara de la moneda, de un estado de la cuestión, la poesía, que venía siendo solo uno y ortodoxo, en el cual no cabían otra poesía diferencia o singular, otros poetas de marcada significación y valía. Este libro, “Los límites de la singularidad” está llamado a ser un referente fundamental para conocer el desarrollo de la poesía española del siglo XX y lo que va del XXI, y por ello, merecedor de ser celebrado, por su honestidad, rigor e imparcialidad. Acabo con las siguientes palabras del autor de este ensayo, el profesor Rodríguez Jiménez, y que viene a resumir de alguna manera lo dicho: «Todo lo anterior que se ha leído en estas páginas es poesía auténtica, original, esencial. Cuando se escribe una composición poética, a ella le importa poso si se la comprende o no, pues la poesía en sí aspira a algo más que ser comprendida, porque ella se convierte en materia espiritual y es ajena a la historia, a la moral, a los convencionalismos. A ella no le importa el diálogo ni la claridad ni lo comprensible. Nace de las cavernas oníricas de los sentimientos, de lo profundo del ser humano y está por encima de los gemidos del amor». 

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Título: Parques Cerrados     
Autor: Campos Reina
Editorial: Debolsillo (2019)
José Antonio Santano


                                                          
                             Parques Cerrados

            Amar profundamente la tierra en la que se nace y regresar a ella no es una ecuación  siempre exacta. Solo se da en aquellos uncidos por alguna divinidad, y cuando esto sucede nos encontramos ante un hecho realmente cuasi milagroso. Asesta a nuestra conciencia la maravilla de lo asombroso, de lo que escapa al raciocinio o así al menos pudiera intuirse. Lo desconocido y misterioso de la vida entonces germina en cualesquiera ciudad, pueblo o persona, en ésta como si se tratara del ADN. Escribir como un poseso, adentrarse en el abismo del lenguaje y que germine luego un texto limpio, preciso, coherente, sabio y emotivo al mismo tiempo no es nada corriente. La mayoría de los escritores solitarios, esos que sólo viven por y para la literatura, no tan escasos como pudiera parecer, pero sí pocos, esos que viven apartados de la farándula editorial y famoseo, son los que verdaderamente acopian una obra, casi siempre de calidad, y, sobre todo, capaz de entusiasmar a los lectores. Lamentablemente en Andalucía, se nos fue hace unos años uno de esos escritores de raza, que, desde su creadora soledad construyó un universo narrativo de un extraordinario valor, iluminado por la tradición novelística del siglo XIX, pero desde una visión transformadora en el tiempo que le tocó vivir. Hablo, naturalmente, del escritor cordobés Juan Campos Reina (Puente Genil, 1946-Málaga, 2009). En su trayectoria literaria caben destacar títulos como Santepar, su primera novela, la Trilogía del Renacimiento: Un desierto de seda, El bastón del diablo y La góndola negra; o el díptico La cabeza de Orfeo formado por las novelas Fuga de Orfeo y Regreso de Orfeo, y Tango rojo, un libro de relatos. Con estas obras Campos Reina puede considerarse como uno de los grandes escritores españoles contemporáneos, gracias a ese don especial para contar historias. Sin embargo, aún después de su lamentable pérdida, Campos Reina nos deja un legado variado con el cual podremos disfrutar de su palabra. Una nueva trilogía póstuma lo confirma, Parques cerrados, donde hallaremos la profunda reflexión y el pensamiento en el ensayo De Camus a Kioto, una visión del acontecer vital del autor en Diario del Renacimiento y por último, la muestra de una sensibilidad extraordinaria para la creación poética en Poesía completa. Este es el legado que nos deja Campos Reina, una obra singular, alejada de modas, consecuente con la experiencia de lo vivido e imaginativa desde el punto y hora que realidad y ficción se cruzan en el mismo camino hasta condensarse o fundirse en un solo cuerpo y definitivo del yo poético. En cada uno de estos géneros hallamos el alma del escritor, en una especie de mística que podría concentrarse en dos mundos opuestos o antagónicos: Oriente y Occidente, fundamentalmente centrado el uno en Japón y su milenaria cultura, y el otro en Europa (El mito de Sísifo, de Camus), y en pasajes muy concretos en la ciudad de Córdoba, la Córdoba del Califato que tanto se asemejaría a la corte de Heian, con ambas y entrelazadas por la mirada del autor nos enriqueceremos a través de su manera de entender el mundo, de sus emblemáticas culturas. De Camus a Kioto es sin duda un viaje al centro de las dos culturas, a la historia de la humanidad. Camus escribe en El mito de Sísifo: «No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía». De este aserto parte este extraordinario ensayo donde las ciudades, los jardines, costumbres y ritos, libros y el pensamiento irán contagiando al lector hasta concluir el texto. Dos mundos en paralelo, lejanos y cercanos a la vez, incluso que se cruzan en el camino hacia la verdad interior de cada uno, que bien pudiera ser desde Oriente la contemplación de un monje Zen o ya en Occidente el misticismo. Tomo, como última referencia, en esa búsqueda de Campos Reina por la verdad interior, las palabras del poeta Rilke que el propio autor reproduce en el texto: «Cada hora que vivimos es para otro la hora de la muerte y ésta prima sobre la de los vivos», un regreso, sin duda al planteamiento inicial de Camus. Un ensayo riguroso y rico en su expresión, de indudable valor humanista. Con Diario del Renacimiento pretende Campos Reina desvelarnos de forma natural su experiencia vital, (Desde la infancia hasta el comienzo del Diario del Renacimiento), una etapa que nos mostrará, tal vez, como en un espejo al otro Campos Reina, o no, pero que con su rica prosa nos acercará sin duda al mejor Campos Reina, en su doble versión: literaria y humana. Nos advierte el autor que «Cuando concebí la idea de escribir estas notas no me llevó a ello la importancia de mi vida, ya que en ese caso me hubiera guardado de plantar una coma, sino el sacar a la luz la extraña red de circunstancias que me han conducido hasta donde estoy», de nuevo aflora aquí su honradez y bonhomía, la vida trascendida a lo hondo y puramente literario, en esas dos direcciones a las que me refería antes. Un libro que comienza con notas que abarcan desde marzo del año 1989 hasta febrero de 2001. Conoceremos en este periodo al niño que fue y la tierra que le acogió en sus primeros pasos (Puente Genil), las ciudades que visitó, su actividad novelística, los libros que iría escribiendo y sus procesos, su relación con su editora Carmen Balcells a quien le escribe una emotiva carta desde el Hotel Bonvecchiatti de Venecia, sus lecturas, sus poetas, sus filósofos, sus pensamientos en horas de soledad y todo cuanto en su vida se cruza y vive. Y la verdad es que todo discurre de forma natural, su pluma se desliza sobre el papel y escuchas su leve son, hasta presientes el deslumbramiento de cada letra, su significado íntimo, tal vez propiciado por dos realidades, como él mismo escribe: «En realidad sólo tengo dos cosas: la infancia y el dolor como dos faros que me iluminan». Todo, absolutamente todos los textos están coronados de alguna forma por esta última reflexión que cierra Diario del Renacimiento, sabedor tal vez de su futuro: «¿Qué importa que no haya un mañana para nosotros si disponemos de la inmensidad que nos brinda un día, del tránsito del sol desde que se levanta hasta que se pone?». He aquí al mejor Campos Reina, al escritor y el hombre, unidos en un solo cuerpo y alma, también la que ejerció de poeta y que recoge el último libro de esta trilogía, Poesía completa, y que también persigue Campos Reina, en esa especie de asimilación de culturas orientales y occidentales. Su Poesía completa nos acerca de nuevo a la muerte, al Seppuku, ritual japonés de suicidio por honor, y que irá conformando la estructura del libro. Parques cerrados comenzará el periplo vital y poético de Campos Reina, y en él los recuerdos, la soledad de esos “parques cerrados”: «Los parques han cerrado sus cancelas. / La que durmió abrazada / a mi espalda no está», y el amor, su amor a Fernanda: «Mientras yo perseguía los castaños, / mi sombra demorada / en el cristal azul / tu aliento recibía». Su poesía nos abrirá la carne y los sentidos, hasta llegarnos el aroma del tiempo a la memoria para hacernos sentir vivos aún: «Mi padre olía a canela / como los exploradores del trópico. / Hay mundos en la memoria / perdidos por la razón / que los niños cruzan leves. // Huele a juncos esta noche / al descender mi padre de la vida. / A su paso en la escalera / yo aguardo de los cerrojos / un eco del tiempo ido, / de la canela al quebrarse». Realmente Poesía completa, continúa o resume en apartados como Lirios, Delirios, Morfina, Tránsito, De Saigón a Kandy, Grecia derruida, Intermezzo, África, América, El viajero o Las noches de Li Bao, la desconocida hasta ahora voz poética de Campos Reina, es más, remata y perfecciona, si cabe, los dos libros anteriores. Es la poesía como el culmen, lo definitivo y determinante en el hombre, el destello de la luz viva en lo absoluto de sí mismo. Así el viajero que es el poeta Campos Reina, nos ofrece lo mejor de él en un tiempo que prevé de tránsito y premonitorio a la vez, en esa búsqueda de la belleza total, cuando escribe estos bellísimos y trascendentes versos en prosa: «Desde la altura, domino la luminaria de la ciudad, el río. Y veo por un instante flotar mi vida, apenas una pavesa al viento, reflejada en las páginas de un libro. A la espera de alguien que la reviva en su pecho, en un latido». Una vez, hay que reconocer que la obra póstuma de Campos Reina es de un rigor, una belleza y profundidad extraordinaria, como antes lo fueron sus novelas. Su obra, al fin, está y estará viva siempre en sus lectores, como lo estará su nombre en el Parnaso de las Letras Españolas.
                                   
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Título: Alexis en la ciudad sitiada   
Autor: Pedro Gomila Martorell
Editorial: La Lucerna (2019) 
Por José Antonio Santano  


Alexis en la ciudad sitiada
Muy pocos son los poetas de hoy que se atrevan a escribir un libro en el cual mitología y épica se complementen, al estilo más puramente homérico. Conjugar ambos aspectos en un poemario del siglo XXI se hace casi imposible, porque hoy, la poesía goza de esa mirada escueta y fragmentada que canta un objeto, un paisaje, un concepto o una vida. Sin embargo, y aunque sea necesario lo dicho, se hace grandioso y deseable que existan libros que nos sitúen en nuestra propia esfera y otras distintas, foráneas, que forman parte de una otra cosa o de otro ser. Hay poetas que desde su inicio como tales ya se les nota esa dimensión de lo universal, de lo incluyente, sin menosprecio alguno a lo distinto y diferente por naturaleza, constituyéndose así su poética en premonitoria, incluso podríamos decir que creadora de un nuevo héroe que lucha contra gigantes y monstruos del siglo que vivimos, un siglo apocalíptico (?). Por infrecuente llama la atención que, en este caso por fortuna, existan poetas así. Y creo que hora de desnudar los ojos de las vendas impuestas y liberarnos al fin de ellas. Salir de la oscuridad, llámese usura, humillación, tiranía, corrupción, hipocresía, mentira, etc., y abrir las ventanas de par en par para que nos deslumbre la luz de la libertad y solidaridad necesarias para construir un universo digno del género humano. Si hay en la actualidad un poeta español de este calibre, no puede ser otro que Pedro Juan Gomila Martorell, y un libro que aluda con contundencia y rigor poético, así como con ingenio y sabiduría a los muchos recovecos de la existencia, ese no puede ser otro que “Alexis en la ciudad sitiada”. Alexis es ese ser desmembrado, marginal, que arremete contra todo y todos, pues ya no halla alivio en nada, sólo la poesía podrá salvarlo. Y por ello, desde el principio, las citas que anteceden al corpus del libro son ya esclarecedoras y proféticas (?): «Días de lanzas y espadas, se raja el escudo, / días de tormenta y lobos, / se hunde el mundo, / no habrá hombre ninguno que a otro respete», dirá Völuspá, también las de Pier Paolo Pasolini y Emilio Lledó acompañan en los preliminares. Por su extensión, nada frecuente en nuestro tiempo, el libro cuenta con más de 300 páginas, el autor ha querido dividir el mismo en siete partes si incluimos como tal el poema final. En la primera, “Los cálices amargos”, Alexis se nos presenta ebrio («Ne despierto con resaca aguardentosa / como si durante la pasada noche de lujuria…»), el yo poético es el cuerpo tras la entrega amorosa y recorre el tiempo desde la creación misma. Versos cortos, de arte menor, combinados con otros de metro dodecasílabo, conformarán el libro en su integridad, aunque en algunas partes prevalezca uno sobre el otro. No obstante, el ritmo y la voz del poeta se expande con agilidad asombrosa y dominio, capaz de contagiar al lector desde la primera página. No cabe duda que este libro es un monumento grandioso a la poesía, a la de todos los tiempos, más cercana quizá a esa que nos dejaran, salvando las distancias Ovidio, Hölderlin o incluso Whitman. Hay como un dolor dentro tan intenso que el poeta (Alexis) no puede sino desde el conocimiento de la tradición clásica más selecta y la intuición, crear un universo extraordinario, un colosal tributo a la Poesía, muy ajena, afortunadamente, de la actual ortodoxia. Pero además es que sus versos son, en algún momento, premonitorios: «El virus, mutando, se radicaliza, / cuando sufre la amenaza del sistema» / defensivo: multiplica las extrañas / variaciones del patógeno, escribiendo, / fulminante, partituras de un Oficio/ de Tinieblas…». Habla, implora, medita y con rabia e impotencia escribe de “hervideros de putrefacción”, de África, y Esparta, Grecia y Roma, Europa, pero ¿de qué Europa?: «Es un nuevo amanecer sin luz de origen / donde el alma y la razón se han extinguido», de una «Europa mentida, vencida, vejada, / envuelta en la tela de estrellas sin brillo». La segunda parte, “Desiertos de la paz en llamas” es un solo y extenso poema en dodecasílabos, sin signos de puntuación, donde el verso fluye y fluye sin descanso, galopante, manteniendo el ritmo y la denuncia, el dolor del abisal futuro y del pasado: «mas quién juzga a las naciones que toleran / las maldades de los cuervos sus crueldades / que levantan nuevos hornos crematorios / con la antorcha de los fuegos como lengua…». Sitiada la ciudad, sitiado Alexis en la voz del poeta continúa su periplo con “Los demiurgos salvajes”, ocasión que aprovecha para sostener su deseo de «Alcanzar el centro mismo del silencio, / la pupila donde el ojo duda y cede / ante el brillo de un azar inconmovible», también para proclamar que «Concordia es la razón, no los caprichos / que rompen la armonía y soliviantan / los ánimos con rábidas porfías». El poeta se crece a medida que vive y siente en carne propia el oprobio, y que sitiado Alexis tendrán que levantarse cada día para seguir su trazado camino: «Pero el ídolo de gentes sin mesura, / sin la brizna de ternura en la mirada, / se levanta sobre el hueso quebrantado / de la patria malherida por los cuervos». En la parte cuarta, el poeta bucea en la “Exégesis de las sombras”, indaga en ese mundo que, por otra, bien conoce. El cuerpo de nuevo, pero no masa de carne como escribe el poeta, como depositario de los sentidos y el alma: «…ahí guardamos como el oro los recuerdos / y engendramos las quimeras y espejismos, / ahí florecen los distintos sentimientos / que revelan en procesos misteriosos // todo aquello que nos hace y nos recrea». Con “Zelin o la música silenciada”, la voz de Alexis resurge del abismo, se revela contra la injusticia y la tiranía del ser humano, cuando se refiere al cantante Zelin Bakáyev, desaparecido y víctima de una purga anti-gay en la República de Chechenia. Y esa música silenciada que nos recuerda a la “música callada” de San Juan, en la que el amor triunfa siempre: «Pero mañana no te quebrarás, / destinado a ser libre, / brisa ardiente, / mientras miras a los ojos de tu amante / hasta que no duela nunca, / hasta que no exista el nombre». “La palabra que arde en la noche” es el título de la parte sexta. La palabra como fuego, como luz que alumbra la oscuridad en la que vive Alexis, y su ciudad Metrópolis, grandiosa, en un recorrido por la Historia de las opresiones («Mas quien arde en la opresión durante siglos / se acostumbra al fuego eterno y luce ampollas». En este sentido la palabra es la esencia, la única salida del largo túnel, y ha de ser, pero la palabra que es grito y verdad, si acaso: «Han vetado aquella lucha de las Clases. / La ganaron hace mucho los que tienen / bien sujeta nuestra rueda. Y no son dioses: / los he visto defecar sobre los cuerpos / reducidos a carnaza, a podredumbre, / humillar al que es vejado con deleite / de ramera, sin consciencia de ese trato, // ufanarse de la saña demorándose / en causar laceraciones diminutas, / extinguir pausadamente a cada víctima». Para el poeta este mundo infame no tiene salvación, si no es a través de la justicia y la solidaridad entre seres humanos, y aunque el peso y el tributo que ha pagado y paga es muy alto, no deja que un hilo siquiera de luz y de esperanza sea suficiente para recomponer y recuperar ese jardín donde la libertad, al fin, sea la salvación del hombre. De esta manera, en la séptima y últitma parte nos propone un “himno para otra Europa”, en latín (origen de las lenguas románicas) y en castellano. Este poema que cierra el libro es más que un himno, es un canto universal, un verdadero canto para la unión, en un deseo único de concordia y libertad, que reproduzco entero: «¡Atendedme, gentes de los pueblos europeos! / Danza la amistad ene torno a la tierra habitada, / y, como un heraldo, anuncia / nuestro contento al compartir; y aún los poderosos velarán por los humildes. // Somos más fuertes unidos: / donde hay Concordia, existe paz, / dulce es la contienda sólo para el inexperto. // ¡Vamos, ciudadanos de naciones europeas! / En la diferencia nuestra autoridad se funda. // La paz alegre del orbe, / madre común universal: / por naturaleza todo ser humano es libre. // Mas no habrá una paz verdadera, / falta de hermosa libertad, / ni para nosotros libertad si no hay justicia». Sin duda alguna que, “Alexis en la ciudad sitiada” es una colosal obra y un excelente legado del gran poeta Pedro Juan Gomila Martorell, como ha demostrado hasta ahora con su intachable trayectoria. Una voz tan diferente como profunda, tan apasionada como liberadora, que viene a ocupar un lugar destacado en el panorama actual de la poesía española.    

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 "Zéjeles de alborada" 
Por Alberto Torés 


Título: Zéjeles de alborada
Autor: Paloma Fernández Gomá
Editorial: Imagenta. 2019

Zéjeles de alborada, Paloma Fernández Gomá, Traducción de Chakib Chairi, Editorial ImagenTa, Tarifa, 2019.
La melodía humanista solidaria en la poesía de Paloma Fernández Gomá.
Albert Torés García

Hace ya una década, se presentaba en una primera edición Zéjeles de alborada que conformaban el segundo número de la colección “Zéjeles del Estrecho, editado por  la Fundación Dos Orillas de la Diputación Provincial de Cádiz. Con esta colección la entidad deseaba  recuperar el zéjel, poema hispanoárabe del periodo almorávide que se desarrolló en los siglos XI y XII y que supuso una expresión poética popular. Este proyecto de la Fundación Dos Orillas se enmarcaba dentro de su línea de interculturalidad y se ha optado por el zéjel por pertenecer a una etapa histórica donde predominó el entendimiento entre las diferentes culturas y donde la mezcla de una y otra dio como fruto un enriquecimiento para una y otra parte. Paloma Fernández Gomá ha seguido ahondando en este mensaje de entendimiento entre los pueblos con diversas iniciativas, desde la creación de la revista Tres Orillas hasta esta reedición de los zéjeles, aumentada con una traducción al árabe del escritor, docente e investigador Chakib Chairi así como por un prólogo del profesor y escritor Aziz Amahjour, sin olvidar las magníficas ilustraciones de Antonio López Canales pasando por una antología de obligada consulta, Arribar a la bahía que, precisamente cumple su vigésimo aniversario.
Por tanto, el peso histórico además del poético que este poemario proyecta es indiscutible, amén de cierta valentía y reivindicación del movimiento Humanismo Solidario al tomar como base un metro, poco difundido actualmente pero con unas resonancias tan ilustres como determinantes. Nos lo explica sobradamente el prologuista Aziz Amahjour, pues el zéjel  viene a ser una composición estrófica dividida en tres partes: un preludio, una mudanza y un verso de vuelta que repita la rima del preludio, con el octasílabo como telón de fondo. Su origen está en la literatura hispanoárabe, posteriormente utilizada en la castellana. En palabras de Aziz Amahjour “ el zéjel es una poesía popular que apareció en paralelo con las moaxajas en el Al-Ándalus; es de carácter oral-dialectal y, por tanto, natural y espontánea (…) que los poetas improvisaban en reuniones donde no faltaban instrumentos musicales para acompañar el ritmo y la musicalidad de los versos” : "En canto de algarabía/ que la noche heredaría./ Todo un vergel nacido/ de luces amanecido/ regó el más fértil nido/ con trino de aljamía./ En canto de algarabía/ que la noche heredaría".
En efecto, nuestra poeta no ha escrito nunca desde la ocurrencia o desde lo externo a los marcos literarios, muy al contrario, su obra se inserta en la tradición poética sin por ello desmerecer el componente de diversidad, aunque ciertamente no cae en lo que podría estar de moda. Con estos 17 zéjeles afianza algunos rasgos recurrentes. Sin duda, el carácter fronterizo pero sobre todo la luz, el brillo y el centelleo apuntados por críticos como Aziz Amahjour, Francisco Huelva o José Sarriá. Una disposición casi pictórica cuando se refiere a los colores del mar, los matices del cielo o los distintos momentos de la jornada. La presencia del ruiseñor, simbolismo máximo de la musicalidad  a flor de piel. En este sentido, conviene señalar la reseña de José Sarriá en Luz Cultural (22/09/2019), resaltando dicho aspecto: “El canto del ruiseñor, protagonista de los poemas, va a metaforizar esa sinfonía armónica que se acomoda en el seno de este tipo de composición a la que Fernández Gomá rinde un merecido homenaje con el rescate de tan bellos poemas estróficos. Un canto que se hace melodía, fantasía o algarabía, desde el almendro, a la llanura herida, desde el naranjo a las arenas enamoradas, desde el laurel a las alboradas del Estrecho o desde el rosal a la letanía del viento, para reivindicar el valor de la naturaleza, de lo primigenio, de lo esencial que se refugia en las pequeñas cosas que nos rodean y que la poeta eleva a verdad apodíctica mediante estos vigorosos poemas”.
Ciertamente, esta reedición de Zéjeles de alborada refuerza la consideración tan fehaciente como manifiesta de su participación del Humanismo Solidario en la consideración de la labor del escritor consistente en una búsqueda permanente que se sustenta tanto en el plano del conocimiento de la realidad como el modo de interpretarla. 
En este sentido, la profesora Remedios Sánchez retoma la “fraternidad universal”, reflejado en el Manifiesto de Humanismo Solidario, como eje crucial de las voces poéticas que lo conforman. De esta suerte, Paloma Fernández Gomá intenta a través de los versos buscar la solidaridad en la sociedad actual. Con una llamada intimista de profundo lirismo, cuyas sensaciones poéticas se enlazan a los principios más efectivos de la musicalidad. De ahí, los campos semánticos y léxicos, escogidos con esmero y certeza, que van dejando huellas en cada rumor de oleaje. Melodías, cantares, meceduras  y suspiros por el amanecer; brisa, espuma, bruma, viento o vacío al alba; estremecimiento, melancolía, herida en los albores de la fantasía y los surcos de la algarabía; y de nuevo, la sintonía, el espacio, la bahía, el azul, las hojas de almendro, laurel y mirto, los reflejos naranjos de las rosas, en suma, toda la luz que sus zéjeles absorben para luego devolver con tanta sensualidad como fuerza expresiva una fórmula para seguir creyendo en la esperanza.


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TORÉS GARCÍA, Albert (París, 1959). Profesor Agregado de Francés de Escuelas Oficiales de Idiomas. Director de la Revista Literaria CANENTE. Miembro de la Asociación de Críticos Nacionales. Corresponsal de la revista SIGILA. Ha sido miembro del Consejo Asesor de la Colección de Poesía "Puerta del Mar" de la Diputación Provincial de Málaga y de la revista EL MAQUINISTA dependiente del Centro Cultural Generación del 27.


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Poesía Valenciana

 Por José Antonio Santano  

 El sueño  dde la funambulista de Ricardo Bellveser
Un yo sin mí de Jaime Siles
Leer después de quemar de Rafael Soler
Prenda de abrigo de Francisca Aguirre
La mirada de la esfinge de José María Álvarez

Poesía Valenciana
Resulta muy estimulante comprobar que la maquinaria editorial en nuestro país no solo se mantiene, sino que se refuerza con la aparición de nuevas editoriales dispuestas a favorecer la cultura del libro, que como bien sabemos quieren aniquilar a toda costa algunos desaprensivos. Esta fortaleza que asumen algunas editoriales merece el reconocimiento claro de lectores y críticos. En este sentido es objeto de nuestro interés la editorial OléLibros, y más concretamente su colección “Vuelta de tuerca”, con una nómina de autores muy significativa ya, y la salida al mercado hasta ahora de las antologías poéticas “El sueño de la funambulista”, de Ricardo Bellveser; “Un yo sin mí”, Jaime Siles; “Leer después de quemar”, de Rafael Soler; “Prenda de abrigo”, de Francisca Aguirre y “La mirada de la esfinge”, de José María Álvarez, todos ellos nacidos en la comunidad valenciana, a excepción del último citado, que nace en Cartagena (Murcia). Además, OléLibros atiende igualmente otras colecciones de narrativa, de artistas plásticos, divulgación, Ites, Mujeres sin límites, entre otras. Lo que viene a confirmar el buen estado de salud de esta empresa con más de 30 años de existencia en el mundo de la edición. No obstante, es a partir de 2012 cuando se constituyen en dos sellos editoriales, Olé Libros y Loto Azul, comienzo de una nueva e ilusionante etapa, en la que se atenderá fundamentalmente a la literatura valenciana. De la colección “Vuelta de tuerca”, como se ha dicho, han visto la luz cinco poemarios, antologías todos. De cada una nos ocupamos a continuación. La primera de ellas la firma el poeta Ricardo Bellveser, una de las voces más interesantes de su generación y del panorama póetico español actual. Voz diferencial, sólida, que bebe de la más culta tradición poética universal. El propio autor, que prologa su antología, alude al hecho de que «Hacer una selección propia de la propia obra, es una de las tareas tan ingratas como insatisfactorias de cuantas me he visto obligado a realizar. El núm. 1 de esta colección corresponde, precisamente, a Ricardo Bellveser, de título “El sueño de la funambulista”, un texto antológico cuya selección ha corrido, como ya hemos dicho, a cargo del propio autor, con la clara intención de acercar al lector a su poesía. Corresponden los poemas a diferentes libros publicados desde 1977 (“La estrategia”) hasta 2016, “Primavera de la noche”. El poema “La casa de los padres”, perteneciente al libro “Las cenizas del nido", con el  que obtiene el premio Gil de Biedma, viene a confirmar su buen oficio y a destacar su singular voz dentro del panorama actual de la poesía española: «La casa de los padres, ahora lo sé, / se transforma en una tibia crisálida, / espesa red de recuerdos aturdidos / que tejen las madres con hilos de seda / mientras nos tienen atrapado el corazón. / Allí pasé de gusano a mariposa, / y emprendí el vuelo si es que andar es volar». Cierra cada antología un poema en contraportada, que en el caso de Bellveser se titula “Nada”, que nos recuerda otros versos de Jose Hierro, y dice así: «La nada, nada es y todo es nada. / Emerge íntegra desde el principio. /En ella, la presencia de un guijarro / engendra la montaña y la desborda. / Una gota fecunda un manantial, / una roca un acantilado hace. / Una sola hoja preludia un bosque. / Plenitudes de nada. Todo en nada». El número 2 de la colección corresponde al poeta y profesor de la Universidad de Valencia, Jaime Siles. Como en el caso anterior la selección de poemas la ha efectuado el autor, señalando así la dificultad que conlleva hacerlo. Sin embargo, nos anuncia que ha querido que los poemas seleccionados mantengan un mismo corpus, de manera que se ha decantado por el hecho de “la identidad”. Comienza la antología con un poema perteneciente a su libro “Génesis de la luz” (1969) y concluye con poemas incluidos en su libro “Horas extra” (2011). Y, ciertamente, el tema principal o el hilo conductor de todos los poemas de esta antología es la cuestión identitaria, el Lenguaje. Esa preocupación por conocer el origen del “yo” en correspondencia con el “tú”, con la otredad. De ahí, tal vez, que haya titulado su antología “Un yo sin mí”, en esa pretensión de hallar todo conocimiento identitario. Nada descubro si digo que el poeta Jaime Siles derrocha luz en cada verso, que el silencioso temblor de su palabra retumba en un eco de voces inextinguibles y su poética el fulgor incandescente del lenguaje: «No está el poema / en las oscuridades del lenguaje / sino en las de la vida. / No está en las perfecciones de su cuerpo / sino en las hemorragias de su herida.  // No está el poema, no, en el lenguaje / sino en el alfabeto de la vida». Ese arraigo de su voz a la tierra, a lo que vive y sueña es, la palabra como eternidad, igual que un beso ascendente al cielo de la luz y los silencios. El poema que aparece en la contraportada se titula “Tinctus colore noctis”. En él la aliteración es un canto, la agridulce música de la palabra: «Tinta la noche extinta, / tíntame, / nocturnidad azul, / de húmedas notas. // Cuanto tiene materia en la memoria / de un cuerpo extinto, / tinta, tíntame». El núm.3 de la colección corresponde al poeta y narrador Rafael Soler, también valenciano, con la antología “Leer después de quemar”. Como poeta ha reunido en los últimos años una valiosa obra, diferenciada de la ortodoxia oficial y donde la ironía y la contundencia del verso son claves de su poética. Los poemas seleccionados por Lucía Comba pertenecen a cinco de sus libros publicados entre 1980, “Los sitios interiores” y 2016, “No eres nadie hasta que te disparan”. Con el libro “Ácido almíbar” obtuvo el Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2015. Del poema “Ha llegado la hora de nombrarte”, contenido en el libro “Las cartas que debía”, estos versos como botón de muestra: «…dame los brazos / que tanto necesito para otros // devuelve por favor / la entera mitad de mis afectos / que siempre se enfriaron en tu boca // y si lo estimas oportuno / por tu descanso eterno y por el mío / dame el perdón que no te pido». Para la contraportada de esta antología de Rafael Soler se ha seleccionado el poema “Cuando tu única certeza es el insomnio”, en el cual el poeta reflexiona sobre el tiempo y la vida: «Sé fugaz / y coge entre tus manos cuanto estalla / para efímero buscar / de la primera noche el último rescoldo / dejando para otros la fortaleza insigne / la rotunda vejez interminable / el hábito de amar a las renuncias // y en plenitud porfía / luciendo con orgullo cada herida  pues siempre vivir te costará la vida». “Prenda de abrigo” es el número 4 de la colección y es autoría de la poeta alicantina recientemente fallecida Francisca Aguirre. Su trayectoria poética está avalada por los premios Nacional de Poesía 2011 y el Nacional de las Letras 2018, año este en el que se publica su obra completa bajo el título de “Ensayo General”, ed. Calambur. El libro está prologado por su hija, también poeta, Guadalupe Grande, y en él hallará el lector las claves de la poesía de Paca Aguirre, como se la conoce popularmente. Nos dice su hija en el citado prólogo respecto a la poesía de su madre: «Una prenda de abrigo, todo en la vida de Francisca Aguirre tiene que ver con el deseo de que la palabra sea el abrigo contra la intemperie:  el habla de la memoria, la palabra hecha de amor, la palabra concebida como amistad, la palabra hecha música, la palabra como recordatorio de un sueño». De los 11 libros antologados, que van de “Ítaca” (1972) a “Una larga dolencia” (2018), seleccionamos estos versos pertenecientes al poema “Desanimada, qué palabra triste”, del libro “La herida absurda” (2006), que vienen, de alguna manera, a resumir toda una vida hecha luz en la soledad  de  la palabra y el rumor de la memoria: «Definitivamente amo / el escándalo deslumbrante de la vida. / Muy pocos paraísos comparables / al asombro que nos regala la existencia: / torpe, desesperada, incomprensible, / audaz, consoladora, inabarcable: / “vida y dulzura, esperanza nuestra». Así son los versos de Francisca Aguirre, desgarradores, luminosos, abarcadores, merecedores de ser leídos en la soledad de estancia o a orillas de la mar que siempre quiso. El poeta siempre vuelve a la infancia, a ese claustro de luz y de inocencia; en contraportada del libro podemos leer este poema: «Se sostiene la infancia en nuestra historia / igual que se sostienen las estrellas / porque dentro del firmamento de una vida / algo brilló una vez con inocencia.  (…) Igual que los vilanos y el rocío, / hermosos e intocables, se sostiene la infancia». La quinta y última antología corresponde al poeta murciano José María Álvarez (Cartagena, 1942), que formara parte de aquella corriente alentada por Castellet y denominada Novísimos. Con una larga trayectoria, la presente antología está prologada por la también poeta Noelia Illán, estudiosa de la obra de Álvarez -su maestro-, por la que siente verdadera admiración, y escribe: «En definitiva, he querido aquí conformar un libro de deseo a base de los versos de José María Álvarez que más me han emocionado a lo largo de los años». Amor y sexo, o el deseo que lo resume, en su más amplio sentido se da cita en esta selección de intensa y extensa obra de Álvarez. Versos que para alumbrar el camino del hombre sobre la tierra o allá en la altura del firmamento, versos para sentir los silencios del amor absoluto y en todas sus variantes. Como síntesis nos vale estos versos del poema “Meditación amorosa”: «Huele este cuerpo, acaricia estos cabellos, / mira estos ojos. Mas no pretendas / tenerlos. Aun en la vasta noche del placer, / cuando más tuyos los creas, / estarán tan lejos como la patria de tus padres. / Sólo tu placer es tuyo. / Nunca traspasarás el velo». Para concluir, como en los casos anteriores, reproducimos el poema de contraportada, que lleva por título “Nocturno XII”, y dice así: «En la mujer como en los gatos, / Una extraña diosa muerta anida. / Y la acariciarás en cuántos cuerpos, / Y alguna vez incluso habrás de demorarte / En la luz de unos ojos. / La desearás cuando ya nada desees, /Y si la fortuna llena tus manos / la buscarás para entregársela. / Ante ella caracoleará tu caballo / Y brillará tu espada. / Y ella, muda y ciega, sonreirá. / Y ha de bastarte ese milagro». Cinco antologías, cinco poetas y una editorial, OléLibros,  que apuesta decididamente por la poesía. Ojalá que esta iniciativa sea por muchos años y que la poesía valenciana siga acrecentando, por su demostrada calidad, el número de poetas que conformen la colección “Vuelta de tuerca”, de la editorial OléLibros.

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Un hombre bajo el agua
 Por  José Antonio Santano

Título: Un hombre bajo el agua 
Autor Juan Manuel Gil
Editorial: Expediciones Polares (2019) 

         
                          Un hombre bajo el agua

            En la vida, como en la literatura se ha de estar dispuesto siempre al debate. Afrontar ideas antagónicas o diferentes enriquece a todos. El conocimiento se adquiere precisamente por el discurso de los contrarios, de esa necesaria confrontación (nunca beligerante) de las ideas, donde las armas de los contendientes ha de ser la palabra o la escritura, según se disponga. Desde un punto de vista netamente literario agradezco que se produzca por ser de gran ayuda para conformar una idea propia. La última novela de Juan Manuel Gil (Almería, 1979), “Un hombre bajo el agua”, muy oportuna, por cierto, al contener dicha narración aspectos relacionados con el debate realidad-ficción-autoficción, con independencia de que su autor haya construido una narración muy sugerente, no solo en la temática sino también de la estructura y el acierto de la realidad trascendida. Esta es la historia de un recuerdo que producirá en el escritor una convulsión, una nueva forma de transmitir al lector una manera diferente de entender el hecho literario: «Todo es normal en mi vida. Solo quienes han escuchado en su interior el crujido de dos engranajes que encajan por ver primera saben de qué hablo». “Un hombre bajo el agua”, desde su primera página nos advierte de la grandeza narrativa de Gil, con independencia de que más avanzada su lectura algunos pasajes autobiográficos propicien el debate al que antes nos hemos referido. El elemento primordial que toma Juan Manuel Gil para desarrollar su discurso narrativo es una balsa de agua (acierto total), pues desde ese preciso instante el autor nos sitúa en un lugar desconocido para muchos, que nos sitúa en todo lo que subyace en torno al invernadero almeriense: «Él estaba en cuclillas sobre uno de los muros de la balsa de piedra y corría el verano de 1993. Yo atravesaba un bancal del Paraje de la Costumbre cuando lo vi de espaldas, con el cuello tenso y estirado, mirando fijamente el agua estancada». Así comienza esta novela y habría que ver una de las muchas balsas que existen en el campo de Níjar o el Poniente para hacerse una exacta idea de lo que cuenta Gil en esta historia y de todas las circunstancias que rodean la agricultura del plástico almeriense. Pero sobre todo tendríamos que destacar de esta narración su pulso, la tensión narrativa que nace desde el preciso instante de ese encuentro del protagonista-autor con el Tusmadres en la balsa. Es a partir de ese preciso instante cuando comienza la construcción de esta monumental historia, combinada con el deseo de ser escritor del propio narrador y que irá desgranando a lo largo de las páginas de esta asombrosa novela. Una balsa, un verso, una muerte y el secreto de esa muerte son los hilos que maneja Gil para demostrar un oficio que comienza a dar sus frutos: ser un buen novelista. Tanto en la narración pura y dura, por su ambientación, como en los diálogos Juan Manuel Gil nos permite comprobar su buen hacer, con esa pizca de ironía unas veces y de humor otras, sin perder de vista otros recursos en los que el miedo (el propio que todas las madres inoculan a sus hijos), la mentira (continuada de unos y otros) y la belleza, por qué no, se entrecruzan en la memoria para contarnos una historia que quedará ensamblada y trascendida de la realidad, constituyendo así una otra realidad que ya es ficción, sin más. El amor y sus desajustes, el poder de la memoria y el deseo de saber que sucedió en aquel verano del 93 y unos personajes (Tusmadres, Pensacola, T., Eduardo Huergo, Carmela, Pascual…) que nos llevan de una confesión a otra, de un ser y estar a otro distinto, donde el tiempo y el espacio proporcionan los elementos básicos y determinantes para situar a su autor, el almeriense Juan Manuel Gil, en un lugar notorio de las letras españolas.



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El valle de Murphy
Por  José Antonio Santano

Título: El valle de      Murphy
Autor: Paco Huelva 
Editorial: Niebla (2019)  

                                                           

            En este tiempo extraño que vivimos, o por mejor decir, sobrevivimos todo intento de compartir es bienvenido. Si antes de esta crisis sanitaria alguien nos hubiera dicho que íbamos a estar confinados en nuestras casas sin más, lo habríamos negado con rotundidad. Pero la realidad, y esta es una de esas ocasiones, supera en mucho la ficción. Realidad y ficción, hoy por hoy se nivelan, se acercan hasta confundirse. Esa tarea que estaba encomendada fundamentalmente a los escritores, a los narradores o fabuladores, a los poetas, parece haber sido transgredida y usurpada por un maldito y destructor virus. No obstante, y a pesar de las circunstancias actuales comprobamos, por fortuna, que el poder de la escritura se mantiene vivo en nuestros narradores al gozar, todavía, de una buena dosis de imaginación, de muy buena salud creadora, al fin y al cabo. Es el caso del onubense Paco Huelva (Almonte, 1956), del que comentamos en esta ocasión su última entrega de relatos contenidos en el libro “El valle de Murphy”. Sin en su anterior libro “Los otros que me habitan”, Huelva rastreó y recogió las enseñanzas que le brindó el mundo rural, contadas con magistral oficio, en esta ocasión nos invita a conocer esa su extraordinaria manera de contar pero con narraciones y protagonistas pertenecientes a ese turbio,  misterioso y también vital universo de la ciudad, de lo urbano. En “El valle de Murphy” se dan cita ventiún relatos o cuentos, ilustrados con dibujos del gran artista Víctor Pulido, que también ilustrara su anterior libro, rebautizando así su lealtad a la escritura de Huelva. A los habitantes de una ciudad les acucian problemas de diferente índole y calado que a aquellos que viven en los pueblos, más cercanos al campo, a la Naturaleza. En este sentido habría que significar que, las claves sobre las que sustentará el escritor sus narraciones serán diferentes, porque va a percibir, vivir y sentir un espacio, un lugar, un territorio que, incluso psicológicamente, incidirá real y ficcionalmente de forma disímil tanto en su forma como en su fondo. La mirada del escritor, pues, se inserta en un mundo más complejo si cabe, por su pretenciosidad, por sus continuadas trampas y engaños, por su egocentrismo, por su incomprensible y exacerbado mercantilismo, por su falsa apariencia, y, cómo no, por su devastadora e insolidaria existencia. La ciudad, así, Huelva la convierte en el lugar más adecuado para construir su personal modo de fabular, y todo, sin perder la creciente tensión discursiva de los relatos. Si cuando se adentró en el difícil por asombroso y sorpresivo mundo rural, ahora bucea con verdadero oficio y honda reflexión en los rasgos psicológicos de los personajes que nos presenta, también de esas situaciones incomprensivas unas veces e inverosímiles otras. Es la pasión por la vida lo que mueve a Huelva a crear estas historias tan ricas en imágenes y coherencia narrativa, haciendo que el lector se abisme y se contagie de su buen hacer literario. Paco Huelva no pierde ocasión alguna para mostrarnos un mundo, también submundo, que late en cada una de las narraciones, sean éstas más extensas (“El tecolote mexicano”, “Aventura”, “Caminos paralelos”) o menos, como cuando se trata del microrrelato (“Esperanza”). Igualmente, en un caso u otro, maneja con maestría los hilos que conducen a un rigor narrativo poco frecuente en nuestros días. Para quien quiera aseverar cuanto digo no tiene más que acercarse a este volumen de relatos: Valle de Murphy. Conoce bien Huelva los territorios del alma, también los físicos de lo rural y lo urbano. Tomo prestado unas líneas de su relato “Invasión”, que bien podrían servirnos por su rabiosa actualidad: «La naturaleza, según los biólogos y los genetistas, ha dado un salto conservador para preservar el planeta Tierra de la idiotez de la humanidad. La única solución que encontró, según manifiestan los expertos, es eliminar al ser humano. Ese bicho dañino que llevaba camino de destrozarlo todo, y que ya, afortunadamente, no conseguirá su objetivo». ¿Ficción o realidad?

              
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Reseña sobre el libro "Zéjeles de alborada" 
Por José Antonio Santano 

Autor: Paloma Fernández Gomá
Editorial: Imagenta (Tarifa, 2019) 




Zéjeles de Alborada

Recibe uno con alborozo cada libro que llega a su morada, que no es otra que la biblioteca personal. Libros los hay para todos los gustos, pero tratándose de poesía y si esta, además, viene avalada por la experiencia vivificadora y la emoción latente de su expresión más sublime y bella, que bebe de la más grande tradición andalusí como es el zéjel en su forma más popular de un estribillo de dos versos, a los que siguen otros tres con distinta rima y un cuarto que muda, para finalizar con el estribillo, la satisfacción es mayor. Dicho lo cual conviene decir que su autora, la poeta residente en Algeciras, Paloma Fernández Gomá, ha conseguido crear un texto, “Zéjeles de alborada”, que nos transporta a ese tiempo de Al-Andalus, en el cual la poesía formaba parte de la cultura, de la vida. Fernández Gomá es una poeta de la luz y la memoria, y gusta de adentrarse en las formas tradicionales de igual forma que experimenta otras nuevas, propias del tiempo que le ha tocado vivir. Los zéjeles que nos presenta en este libro son un total de diecisiete, rigurosos en su forma y en su fondo, donde el tema central es el ruiseñor, construyendo así un discurso en el cual la Naturaleza y lo vivido forman un corpus sólido y existencial, interiorizado y hondo a su vez. Es esa mirada atenta y reflexiva, esa luz que no cesa, como así lo fue en su anterior entrega poética, al titular su obra “Iris”, que su autora templa, y que recorre las esencias de la vida, los detalles de la cotidianidad, siempre desde la palabra y el hálito de los silencios que la contienen: «El destello que se filtra en la mirada / y el hueco de la luz en el iris / siempre permanecen / en una vigilia continua / de múltiples connotaciones / que jamás se ausentan…». Paloma Fernández, en su camino hacia la otra luz, nos convoca ahora a vivir un tiempo pasado, un tiempo que sabe a miel, como así saben estos “Zéjeles´de alborada”. Traspasar la frontera y refugiarnos en la palabra precisa, en la belleza del verso rimado: «Trinos de melancolía / con esperanza tardía. // En abril ecos lejanos / de los surcos arcanos / cubren lugares montanos, / sutilmente amanecía. // Trinos de melancolía / con esperanza tardía». La palabra en una música que nos llega de Al-andalus y que aún resiste y vuela hasta el cielo de esta patria madrastra, y que Fernández Gomá preserva y restituye del olvido: «Hoja de almendro vacía / del ruiseñor que huía. // Alborada del Estrecho, / furtiva voz de helecho, / tú habitas en mi pecho, / raíz de Andalucía. // Hoja de almendro vacía / del ruiseñor que huía». Así son estos zéjeles, traducidos también al árabe por Chakib Chairi en este libro, y así también la palabra de su prologuista, el hispanista y profesor de la Universidad de Nador, Aziz Amahjour, cuando escribe: «El libro en su totalidad es un festín de sonido, de melodía y canto. Fruto, sin duda, de un riguroso cuidado -pero que no parece nada forzado- de la estructura del zéjel y de su metro». Con este libro, no cabe duda que nuestra poeta recupera no solo la tradición popular del zéjel, sino que rescata para las nuevas generaciones, una forma de expresividad que incita al amor a la Naturaleza y a su más grande creación: el hombre en su sentido más amplio.
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José Antonio Santano: Nace en Baena en 1957. Autor prolífico  con más de veinte libros publicados. Cultiva la narrativa, la poesía, el ensayo y la crítica literaria, colaborando en numerosas revistas especializadas en Crítica Literaria. Cercano a las  otras culturas del  Mediterráneo, está  desarrollando actualemnte trabajos de investigación sobre este tema.

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Trato Preferente. Voces esenciales de la poesía actual en español

Fue presetnada en el Ateneo de Madrid, la Antología “Trato Preferente. Voces esenciales de la poesía actual en español”, edición y estudio preliminar de Balbina Prior y publicado por Sial Ediciones.
El acto se desarrolló el Salón de Actos del Ateneo de Madrid en la calle Prado 29, Madrid.
Intervinieron en el acto: Miguel Losada, escritor, Balbina Prior, poeta, Basilio Rodríguez Cañada, editor y presidente del PEN Club de España.
Tenemos razones para la celebración de este libro y también el deber de la gratitud de lo que doy como lector de poesía.
Autoras Antologadas: Julia Uceda, Dionisia García, Francisca Aguirre, Mª Victoria Atencia, Pilar Paz Pasamar, María Teresa Espasa; Juana Castro, Mª Cinta Montagut, Noni Benegas, Luz Pichel, Rosa Romojaro, Carmen Ciria, Olvido García Valdés, Ana Rossetti, Herme G. Donis, Chantal Maillard, Dolors Alberola, Maricel Mayor, Angeles Mora, Mercedes Castro, Paloma Fernández Gomá, Julia Otxoa, Maria Antonia Ortega, Lila Zemborain, Concha García, Julia Barella, Ángela Serna, Blanca Andreu, María Rosal, Amalia Bautista, Balbina Prior, Beatriz Hernanz, Josefa Parra, Pilar Sanabria, Mercedes Escolano, Almudena Guzmán, Isabel Pérez Montalbán, Luisa Castro, Ana Merino, Eva Vaz, Miriam Reyes, Mertxe Manso, Vanessa Pérez-Sauquillo y Ana Gorría.

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Trato preferente. Voces esenciales de la poesía actual en español. Balbina Prior. Sial/Contrapunto, Madrid, 2010.

POLIFONÍA MEDITADA DE LA POESÍA
Albert Torés García

Que con buen y justo criterio la editorial Sial publique un volumen consagrado al estudio de poetisas en activo, debería percibirse como un hecho de normalización crítica en el panorama hispano de las letras. Sin embargo salvando el retrato mediático que desesperadamente buscan los entes y las mentes institucionales, la igualdad de género sigue siendo como la alianza de civilizaciones un hermoso propósito que no cuaja por múltiples razones, siendo probablemente la primera la falta de convicción y absoluta hipocresía social.
El libro que nos presenta Balbina Prior Trato preferente. Voces esenciales de la poesía actual en español exige un campo de lectura y búsqueda de sentido común, porque la poesía, es un género de ficción que realizan mujeres y hombres por igual. De hecho, como lector interesado, debemos rechazar de pleno una lectura en clave genérica. La responsable del libro y autora de un magnífico estudio preliminar, sensato, preciso y documentado, Balbina Prior, nos lo ratifica: “ No deseamos hacer distinción sobre la categoría de antología de la que se trata, es decir, voces singulares, por ser féminas, como es habitual en las de su naturaleza”.
En efecto, uno de los propósitos de esta antología que reúne a 45 poetisas, algunas con obras incuestionables, no es tanto el “insertar a las autoras en una tradición femenina exclusiva, un canon paralelo, que sería afianzar la inclusión en el gueto literario, sino la de abrir la obra de las poetisas a la tradición global”.
Sin duda, los méritos y aportes de Balbina Prior están tan fundamentados como compartidos. Su actitud ante la literatura se pluraliza en inquietudes y la expresa a través de la docencia, la prensa, la crítica y la creación. A mi modo de ver, esa condición equilibradora en la unión de crítica y creación le confiere al volumen si cabe, una mayor dimensión significativa. Pues si la escritura creativa implica una crítica interna de la realidad con la selección de ciertos aspectos del mundo para ser recreados, la escritura crítica sigue ese mismo proceso pero ahora frente a la obra literaria. No aceptando como premisa inicial ni la inocencia del lenguaje ni la idea de la crítica neutral, será tarea de la crítica sintetizar lo que la poesía ya hace por definición. La aproximación a la producción de las 45 autoras ofrece al lector todo un abanico de posibilidades para alcanzar la comprensión global de este volumen.
El conocimiento de la tradición literaria, entiéndase el desarrollo continuo de la literatura a través de los tiempos, será instrumental decisivo para presentarnos unos preliminares sin cuya existencia no articularíamos una lectura esperanzadora de la selección de obras. Balbina Prior no cae en los errores de la crítica sumisa que obedece al canon mercantil en virtud del cual se califica y se dicta sentencia de acuerdo con los números de la caja registradora. Siendo justo con las palabras, Trato preferente se aleja de los movimientos marcados por la dictadura elitista. Balbina Prior comprende y nos hace comprender que ejerce el sancionar comparativamente, a gusto de Julio Cortázar, aplicando con corrección las categorías, métodos y recursos que el rigor crítico exige.

Trato preferente es un volumen con escrúpulos y principios bien definidos y con la misma belleza y estimulación estética que presentan los textos de las autoras reunidas, con el mismo camino de recíproca dignidad que crítica y poesía estructuran. Por cuestiones de espacio y especialmente porque Balbina Prior lo hace con maestría en su estudio, no podemos detenernos en la selección de textos poéticos, y casi preferible. Sea el lectora el que desentrañe el sendero a seguir y sin querer desvelar el final, es obvio que encontrará una polifonía poética indispensable en el abanico de las letras hispanas. Una antología de poesía planteada por orden de edición, iniciándose pues con la poesía indispensable de Julia Uceda (1925) hasta llegar a Ana Gorría (1979) pasando por autoras tan absolutamente necesarias como Francisca Aguirre (1930), Pilar Pasamar (1933) Teresa Espasa (1944), Juana Castro (1945) Rosa Romojaro (1948), Ana Rossetti (1950), Chantal Maillard (1951), Dolors Alberola (1952), Paloma Fernández Gomá (1953), Julia Otxoa (1953), Josefa Parra (1963), Mercedes Escolano (1964) o Isabel Pérez Montalbán (1964) hasta formar las 45 participantes, incluyendo la propia responsable del volumen.
Una aventura poética que parte de una polifonía meditada, como fórmula emancipadora y a la vez anunciadora de producciones en activo, merecedoras no ya de la lectura sino de un exhaustivo estudio, en tanto en cuanto a nadie que escapa que el libro de Balbina Prior es ya una referencia indiscutible, salvando precisamente las especificidades que toda selección poemática implica. Los textos propuestos recorren senderos históricos y literarios bien delimitados pero nos llevan siempre al terreno del descubrimiento, a la multiplicidad de posibilidades perceptivas, al campo de las interrogaciones que se plantean, a la renovación poética o cuando menos a las nuevas fronteras de la sensiblidad que puede aprehenderse en esta obra.
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NOSTALGIA DE LA LUZ

Por Paloma  Fernández Gomá 
Cartas y Cortos de León Cohen Mesonero. Hebraica Ediciones. Madrid

El libro Cartas y Cortos del escritor León Cohen Mesonero, lleva como título del prólogo, el cual tuve el honor de escribir hace más de un año “  Nostalgia de la luz “. Hablo de él, sólo para hacer mención de su título, como presentación de la novela, pues Cartas y Cortos es un destello de las vivencias personales y literarias de un excelente escritor  que reside en Algeciras, ya que allí  ejerce su profesión como catedrático en la Escuela Politécnica Superior de esta ciudad y precisamente en  su novela incide la luz de  sus vivencias pasadas, con  cierto aire de nostalgia,  sí como en aquellas  reflexiones que lleva a cabo.
León Cohen es una persona sencilla gran investigador y escritor, pero muy discreto, que prefiere no  frecuentar los escenarios públicos y centrarse en su obra.
Hoy nos ocupa su obra literaria, autor de varios libros: Relatos robados al tiempo, Cabos Sueltos o la Memoria blanqueada; es colaborador de prestigiosas revistas interculturales, su obra ha sido seleccionada en las más destacadas antologías de ámbito internacional, pues cabe resaltar que Cohen nació y residió en Larache, más tarde se trasladó a Algeciras y es representante nato de las tres culturas del Mediterráneo: árabe, hebrea y cristiana; siempre convivió con las tres culturas, temática que trata en sus relatos y dan fe de una comunión ejemplar entre las tres religiones más representativas de nuestra actualidad.
Escribe León Cohen en una nota de autor en el comienzo del libro que comentaos:
Me gusta cuando camino solo y el tiempo lo permite, escribir cartas a cada uno de los seres por los que un día sentí más cosas además de cariño, esos seres convertidos en fantasmas de mi realidad interior, esa “no realidad”  en la que tan bien me desenvuelvo y tan a gusto me siento.
Cartas y Cortos es un libro de narrativa, donde el género epistolar recobra toda su fuerza y se hace expresión vivaz de tantos momentos interpretados de forma directa e incisiva, recorriendo un pasado-presente, que se hace interlocutor de cuestiones personales con rango diferenciador, que las eleva a cuestiones esenciales en la vida de cualquier ser humano.
Entre las  Cartas podemos destacar “Carta a un ciudadano corriente”, donde podemos leer un planteamiento de valores, que marcan las reglas fijas de una conducta, a mi juicio, correcta que ennoblece el alma del hombre, independientemente del sexo, religión o raza. Dice el autor:
Me gusta decir o escribir lo que pienso cuando la ocasión  y el interlocutor se prestan. Cosas como estas:
-En nombre de la tradición, la gente permanece anclada en unas formas pasadas que poco o nada ayudan al progreso del hombre.
-El camino de los nacionalismos acaba casi siempre en Auschwitz.
-La autoestima y el respeto a uno mismo conducen a la estima y al respeto hacia nuestros semejantes.
-Si Dios existe, como si no existe, tenemos la responsabilidad de no permitir que todo esté permitido.
-Ningún hombre, ninguna idea, ninguna institución está por encima de nosotros.
Un total de catorce Cartas cierra este primer capítulo del libro.
De León Cohen ha dicho el escritor y crítico literario Manuel Gahete , que es el autor que con más voluntad de ser, penetra  en el tejido sociológico y costumbrista de las gentes y geografías de Marruecos.
El otro capítulo del libro está conformado por un total de veintiséis Cortos, es decir cuestiones diversas que observan diferentes perspectivas del autor desde distintos ángulos, siempre visionando los aspectos a destacar como focos refulgentes de luz, como si de un corto metraje se tratara, pero es que la narrativa de nuestro autor es rica precisamente en sensaciones buscando los aspectos más existenciales de los personajes o la imagen más significativa..
Un Dictado de convicciones cierra este capítulo bajo el título de su último Corto
“ Cabos por atar “ donde León Cohen saca a examen su ideario humano con una serie de propuestas que conducen a la reflexión de nuestro tiempo, destacando todos aquellos aspectos de actualidad que de una forma u otra están marcando nuestra historia más cercana. Estas observaciones deben conducirnos a una auto reflexión.
Este último capítulo de Cartas y Cortos contiene grandes dosis de psicosociología,  con una llamada de atención hacia la  poesía.
Cartas y Cortos es un libro que ayuda a entender la historia de las Tres Culturas del Mediterráneo, nos acerca la ciudad de Larache y nos habla de los valores eternos del hombre, que están por encima de sus razones de credo o de pensamiento.

Portada del libro Cartas y cortos
Momento de la presentación del libro Cartas y Cortos en Algeciras, en la Fundación José Luis Cano. De izquierda a derecha: Paloma F.G., Pilar Pintor, León Cohen y Francisco Trujillo.