martes, 27 de febrero de 2018

Me siento sumamente honrada por el poema que me  ha dedicado el escritor y poeta marroquí Mohamed Bouissef, es todo un homenaje de sentimientos a los que me siempre me  he sentido muy unida en mi larga trayectoria de afecto y literatura hacia Marruecos. La cultura entendida y consolidada desde el afecto y la  mutua comprensión ha sido la premisa que me ha acompañado siempre y en todo momento en mi actividad literaria, de ahí mi enorme satisfacción al leer este poema  tan humano y lleno  de  sensibilidad hacia la  ciudad de Tetuán, donde se puede leer la cita de mi  poema "Tamuda" dedicado a Tetuán y aparecido en el  libro Espacios oblicuos. 




Tetuán

A mi querida amiga Paloma FernándezGomá, poeta.
Tetuán se rodea de murallas y jardines
ante los ojos del tiempo
P. Fernández Gomá, “Tamuda” de Espacios oblicuos


Tetuán, mi primera palabra.
Nazarí de pura cepa entre dos altas y
majestuosas cimas, faldas de olorosas
plantas que trepan hacia la cumbre y
que la hacen más rociada y lúcida.
Espacio añejo de nuestro norte,
regado de alegres y eternas fuentes
que dan vida y recuerdan el movimiento
de los periodos ya sucedidos. Añorados.  
Las miradas vadean el río y alcanzan los
libres prados para descubrir el aliento
que alimenta la  ciudad y a su gente.
Simulé amarla por creer que no la codiciaba,
por considerar que no me conmovía;
pero su calor desveló mi amor por ella
y ya no hay manera de que no la pretenda.   
Sus fanales enfocan aves y verdor
esperando el arca de las miradas ansiosas
para determinar, cultamente, su belleza.
Todos los habitantes ven pasar a tu eterno
hijo y nadie se fija que observa cada uno de 
tus cobijos donde triscan alegres gatos y
trinan, jubilosos, miles de coloridos pájaros;
cuando el alma sube para libar miel en
el seno de un aire depurado y selecto.
Ahí, día y noche, fluye música gracias al
revoloteo de las blancas palomas y al      
susurro perpetuo de las aguas gobernadas,
que no se extinguen en la vida.
La fría sombra de tus bellas callejuelas
apaciguan el calor que corretea por el aire.
Los almuecines llaman a la oración
cuando los niños flotan y un balón
juguetón se esmera en pintar tu muralla
con su perenne y redonda  huella.
Los creyentes, de viejos fundamentos,
cruzan la larga travesía dejando un
reguero azul que tu hijo pesa con la vista,
para expresar, a escondidas, la edad
de cada uno, que cruje al ser desvelada;
es lo que guardan con recelo tras las celosías.
Tu hijo equilibra tus travesías anudadas
para desenredar el misterio del tiempo
que te ha surcado sin disgustar a nadie.
Muchos son los que han entonado
tus perdurables y orgullosas beldades.
Tu hijo, anclado en el Gorgues, se complace
en ver desfilar la vida de tus habitantes.
Tanto tus originarios, que te conocen,
como los numerosos visitantes
que se acercan y que, tiempo
después, regresan a tus manos
hechizados por tus encantos,
se explayan para entonar las canciones
que explican tu noble embrujo.
Es agrado que se pasea por las arterias,
asiéndose a la belleza eterna que ofreces.
El tiempo en sí es un remolino de hojas
que revolotean entre las dos cumbres.
Tu hijo, de tanto quererte, pierde
las palabras justas para satisfacerte;
abandonado a su destino, no
puede exteriorizar tu gracia única,
ni descubrir tus fibras más floridas.
Guarda  la ilusión de leer en las baladas
de tus otros amantes -que ellos sí consiguen,
muy versados en el manejo de la lengua-,
las palabras que atinan a decir cuán bella eres,
cómo cautivas a los que te contemplan,
cómo brota el amor en cada morada
de las manos de los vientos boreales,
que llegan vivificados por el eterno rey.
En Tetuán tu hijo apetece sol y aire y
ve la llegada de la felicidad más intensa
al sentir en sus carnes todo tu frenesí.
Junto a esas canciones, tu retoño admite;
siente que sus entrañas se agitan
y sus tendencias se asombran al averiguar
en otros lo que conoce y no puede exponer;
al ver descritos calles, casas, árboles,
que diariamente percibe y no alcanza
a vanagloriar tanto como se merece.
El viento marino, cercano, reparador,
penetra por el pasillo y apaga el fuego
que roe el alma de quien te quiere.
Tu hijo te ha visto lluviosa,
te ha admirado bañada por el sol,
ha oído el trinar de tus pájaros
y se ha encandilado ante tu luna
en las canciones de los poetas que te aman.
¿Qué puede darte para lograrte?
¿Es justo que se quede observando
mientras otros ofrecen ramos escogidos?
¿Qué palabras rebuscar para compensar
la divinidad que brindas?
Todo lo paradisíaco lo han esgrimido,
y ya la lengua constreñida deja un vacío
que tu hijo, por desconocimiento,
es posible que sea por incapacidad,
no puede seguir exprimiendo porque ve
que en tus alfombras floridas revive el tiempo
y que se establece todo el Espacio en el lugar,
dejándolo a él al margen de la creación.
En sus canciones, los poetas exponen
de manera agraciada y con cariño,
tus maravillosas torres, tus admirables
recursos, tus cafetines, la hierbabuena,
el té sublime que tarda en prepararse y
en consumirse como condición del mesero;
empleado que pretende, con paciencia,
ofrecer dulces caricias  “a la menta”
bajo tu apacible mirada de reina.
En sus baladas, los bardos, instruyen
sobre tus amaneceres y tus ocasos,
tus días y tus noches de ensueño;
tus excelentes y fascinantes olores naturales;
muestran tus dos cumbres, coronas
de reina inmortal en el aire que te labra;
muestran tu brizo entre las dos montañas
mecido por la fresca brisa del Mediterráneo;
entonan tus estaciones, ciclos del amor humano,
que tienen un programa, desconocido más allá.
Hablan de tus eternas puertas, de tu muralla,
de tu gente maravillosa que revive el pasado
en el presente, con toda naturalidad.
Describen tus enérgicos portones arqueados
y las calles empedradas que guían hasta
la salida por cada una de las siete puertas.
Tu hijo reconoce una existencia escurrida entre
los dedos y cuida de que no aparezca
el hombre apagado. Asfixiado. Dominado.
Tus secretos sufren el peso de cada día
que sin solemnidad pretenden abrirse
al mundo que sin parar gira y brinda, esperando
el día en que, a tu hijo, le den la palabra.
El continuo rumor de las calles lo deja gozoso,
alegre, como acequias con agua, al campesino.
¿Qué decir de Tetuán que el rapsoda no haya dicho?
Tu hijo se siente rendido, sí, no por eso deja de amarte;
no por eso se va a ir a pique ni convertir en zaino.
Apetitos insatisfechos cubiertos por juicios
que indican la ceniza que somos y seremos.
Al borde del crepúsculo, tu hijo piensa
en el maná que debe amasar para seguir
queriéndote a pesar de su pronta oscuridad;
los años pasan y no perdonan a nadie
que se para en la punta del año y sueña.
Recluido en su baúl del futuro, tu hijo
intenta alejarse de las angustias que lo recluyen.
Necesita tus ráfagas de viento que no blande,
pero es feliz estando dentro, oscilando como
hoja caída al roce de tu ventisca, recibiendo
tu luz que pinta de principal pasión el alma
y marca el camino que hay que recorrer
cuando estemos más allá de la vida.   
Tendida la red, la araña se pasea de naranjo
a naranjo, escudriñando la noche cantarina,
a la espera de una aureola incitante
que ilumine su tejer y avive su ansia
de conocer la ciudad como se debe.
Su inagotable esperar no desespera, ya
que atrapa la esencia de la vida en sus redes.
Mi cuerpo despierta en su piel por las calles,
donde todo existe para contemplarla,
encaramado en la corona de su viento.
Quisiera, como quien respira, idear
una pasión especial para ella.
Mi  última palabra: Tetuán.  

Por Mohamed Bouissef Rekab
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Biografía muy breve del  escritor Mohamed Bouissef:

Mohamed BouissefRekab nace en Tetuán, Marruecos, el 20 de diciembre de 1948. Es hijo de padre marroquí y de madre española. Su infancia transcurre en el campo, siendo pastor junto a su hermano Driss; sus primeros estudios en un colegio francés.

En 1969 se traslada a Rabat para empezar Filología Hispánica, que finaliza en 1973; a principios de 1976 se traslada a Madrid para continuar con sus estudios de doctorado, que compaginó con un trabajo de profesor titular de español en el Instituto MulayYúsef de Rabat. Lee su Tesis en 1983.
De 1984  a 2005 es profesor titular en la Universidad de Tetuán.
A partir de 2007 es profesor tutor de la UNED con Venia Docendi. Un infarto le ha obligado a dejar su trabajo de docencia. Ha escrito cuentos, novelas, poesía y numerosos estudios.
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Este poema será publicado en el  próximo  número  matriz de la revista Dos Orillas http://www.revistadoosorillas.com
Estrecho de Gibraltar


  

lunes, 19 de febrero de 2018

Nuevo libro del escritor León Cohen, Tributo a dos ciudades: Larache y Tánger con prólogo de Sergio Barce.
Introducción escrita por el autor León Cohen, tal y como figura en el libro
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Introducción

Como parece que no existe acuerdo sobre  los significados o más bien sobre las diferencias entre las palabras prólogo, prefacio e introducción, he elegido para este primer encuentro del lector con el libro y con su autor, la palabra introducción, cuidándome en lo posible de no invadir la función del prologuista.
     ¿Por qué este libro? Las razones pueden ser diversas, pero la fundamental, es rendir tributo a dos ciudades a las que a través de la memoria y la nostalgia no he dejado nunca de pertenecer, y que siempre me han acompañado ya  sea en el recuerdo o en sueños. Así, para lograr mi objetivo,  he creído conveniente  agrupar algunos relatos conocidos y publicados en mis libros anteriores, como Relatos robados al tiempo, La Memoria blanqueada  o Entre dos aguas; con relatos y cuentos  inéditos. Mediante una selección cuidadosa, he procurado que todos los relatos-cuentos aquí incluidos, constituyan un conjunto homogéneo, cuyo  denominador común son las dos ciudades protagonistas: Larache y Tánger. Se caracterizan porque en ellos, las personas dejan paso a las ciudades y estas se expresan a través de los recuerdos y de los  sentimientos del autor. Sus cafés, sus edificios, sus librerías, sus playas, sus calles y determinados  personajes  reales o de ficción, cobran o recobran vida  y sirven de trasfondo a las historias que se cuentan. Así la calle Barcelona o la calle Real en Larache y la calle Goya o el Boulevard Pasteur en Tánger, se muestran en todo su esplendor o su miseria, según se tercie, pues el autor sitúa sus recuerdos o su imaginación en determinada época comprendida entre los años 50 y finales de los 60 del siglo XX, que abarca los últimos años del Protectorado Español y los primeros del Marruecos independiente. Aunque aparezcan referencias a tiempos anteriores y posteriores a las fechas indicadas, todas las recreaciones fueron escritas en este siglo y alguna en este mismo año 2017. El niño y el joven vivieron en ambas ciudades y el adulto recuerda y escribe sobre esas  vivencias. El recuerdo no es deformado por el tiempo, puesto que es recuerdo  presente del pasado y no se le puede exigir precisión histórica, que por otra parte en ningún caso busca o persigue quien recuerda. Pero la interpretación de la realidad sí depende de la fidelidad de la memoria  y está sujeta a la subjetividad de quien recuerda y también al paso del tiempo.

1
Larache se manifiesta como el paisaje de la infancia y de la adolescencia del autor, como su casa materna. Por su emplazamiento en la desembocadura del rio Lukus en el mar Atlántico, por su luz cegadora en verano, por sus avenidas y sus cruces de caminos, por sus cuestas, por su inigualable balcón sobre el mar, por su barra donde siguen rompiendo con ímpetu y bravura inusuales las olas de un mar bravío, por sus playas tan originales como diversas, por sus riquezas agrícola y pesquera, por sus salinas,  Larache se  me antoja como un pequeño paraíso donde nacer es una suerte del destino. En alguna parte escribí:  “I was born in a little and beautiful town, near the sea, near the sun.”
Pero una cosa es Larache, el paisaje,  y otra la época que me tocó vivir. Una cosa es el continente y otra el contenido.  No me voy a referir a lo político porque de todos es conocido,  y además, porque por razones de edad, no era esa una cuestión que a mí me afectara ni mucho ni poco, todavía. Pero en lo social, aquel no fue precisamente un periodo dulce o de justicia social. Digamos, que casi todos por no decir todos, éramos o fuimos pobres, sobre todo si comparamos la situación con las vividas luego en democracia en España y en Europa. Mal de muchos consuelo de tontos, dice el refrán, aunque en nuestro caso, esa igualación por lo bajo resultó positiva en el sentido de que  no hubieron  en general desigualdades sociales significativas, y al menos en nuestro entorno, no era posible envidiar a quien no tenía. Lo que sí es cierto y me atrevo a afirmar, es que lo que se dice pasar hambre como la generación anterior, a nosotros afortunadamente no nos tocó.  Fueron unos años de escasez y de carencias evidentes e innegables, que tampoco nos afectaron demasiado (digo a los niños) porque no habíamos conocido otra cosa. A pesar de todo, fuimos niños felices y juguetones, conocimos la solidaridad de los que nada tienen. Recibimos una educación primaria y secundaria de calidad, gracias a diversas instituciones como el Patronato, los Maristas, las Monjas, la Alianza israelita o la Misión universitaria y cultural francesa. Aunque  algunos, los que estudiamos en el Colegio Francés, para acceder a la secundaria tuviéramos  que desplazarnos a  otras ciudades más o menos cercanas. 
Creo haber descrito aquella época con crudeza, en varios relatos y más concretamente  en uno titulado “Los trenes de mi infancia” : “Era la tristeza de unos niños hambrientos de tren, de “fuerte”, de soldaditos de plomo, de balón de reglamento. Era la mirada angustiada de unos niños de posguerra, dentro de aquellos pantalones “tres cuarto” zurcidos, dentro de aquellos “jerseys” oscuros como la época, dentro de aquellos eternos zapatos “gorila” a los que mamá había tenido que coser el contrafuerte para que aguantaran un invierno más. Toda nuestra infancia, toda nuestra España, era un parche para seguir tirando, porque cuando fuésemos mayores, seríamos otra cosa  nos compraríamos el tren o la bicicleta que los mayores no querían o no podían regalarnos. Pero, ¿Quienes eran estos Reyes Magos tan pobres, tan poco generosos ?. Lo habían ido dejando todo en el camino, por Francia, por Europa, claro, como España estaba al final del trayecto... eso nos decían. Ni siquiera teníamos niños a quienes envidiar,  todos éramos pobres.”
De esa primera infancia, destacaría por encima de todo, sus olores: olor a marisma, a yerbabuena, a culantro, a pinchitos, a “chuparquía”, a pan amasado y cocido en el horno del Zoco Chico, a “jaban coluban”, a sardinas asadas, olor a Camel de los cigarros que fumaban mi padre y mis tías, a dafina, el guiso de los sábados en casa de mi abuela Luna,  a especias de los puestos y las tiendas, a grasa de cordero y a badana  de los puff (que creo tenían el mismo origen)…Hace muy poco tiempo empecé a escribir un relato del que extraigo el comienzo. Aliocha soy evidentemente yo, y lo que cuento es exactamente lo que me parecía mi vida en esos primeros años en Larache, mi pueblo natal. Nadie elige donde nace, ni donde transcurrirá su primera infancia,  pero puede ocurrir que el  lugar de nacimiento determine su manera de ser y de percibir el mundo.
Larache: Primeros pasos
“Aliocha ha salido a pasear sin objeto, camina con alegría, es muy  joven y la vida para él es un descubrimiento diario. Todo le sorprende y le asombra. Mira con admiración a su padre y trata siempre de contentar a su madre. Quiere agradar. Son sus primeros pasos por el camino. Cree que todos los que le rodean son sus maestros y que todos encierran algo que aprender. No se hace planteamientos extraños, ni preguntas sin sentido. Los maestros están para enseñar y la letra con sangre entra, como dice su amigo Nisimico, que por cierto es bizco. Hay que ser disciplinado y aplicado. Siempre va contento hacía el colegio. Le gusta. Sus amigos son numerosos y virtuosos. Su madre le canta el ángel de la guarda antes de dormirse: “Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día”. Tiene una familia amplia y se siente reconfortado y protegido. La naturaleza es misteriosa y bella. Siempre se extasía ante los colores de algunas mariposas. El campo huele a vida. Aliocha es un niño feliz y tan ingenuo que conmueve. Su padre le puso ese nombre, el del más pequeño de los  Hermanos Karamazov en homenaje a Dostoievsky. Aliocha es curioso. Recorre con los amigos todas las calles y callejones de su pueblo. No hay rincón que se le resista. A su edad es algo atrevido. Pero él quiere saber dónde vive. Cuando no tiene colegio, le gusta estar en la calle a todas horas, incluso  a la sagrada hora de la siesta, y eso le ha acarreado algún que otro disgusto con los padres de sus amigos. Le encantan los juegos y los practica todos. Ha aprendido a convivir con el espléndido sol y con el mar majestuoso. Le sorprende la belleza de los acantilados de su pueblo natal y la bravura de su mar. Aliocha ama la vida y sus encantos. Sus amigos, van a la Iglesia, a la Mezquita o a la Sinagoga. En esto, él se siente un poco despistado y no entiende muy bien estas cosas, que en cierto modo le resultan extrañas como niño que es. Pero, en el fondo le da igual entrar en un templo que en otro, con tal de acompañar a algún amigo. Luego los dos se ríen, como si les hicieran gracia estas cosas de mayores. A él lo que le ocupa y le distrae es correr, saltar y jugar todo el tiempo. También ha descubierto el cine y le apasiona ver películas, incluso en sesión continua. Aliocha es un niño feliz. “
Fui por lo tanto un niño larachense feliz y desde el recuerdo de esa felicidad primera, al adulto solo le queda rendir tributo a su pueblo. Y ese homenaje queda reflejado en mis relatos, que también pretenden hacer realidad el sueño de una noche de verano, que empezó seguramente, cuando desde la ventana del ático de Edificio Bustamante, el niño que yo era, contemplaba con deleite, en las noches cálidas de verano, las luces de los pesqueros en el horizonte que  le ofrecía el Balcón del Atlántico.
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Para hablar de Tánger, quisiera empezar citando unas hermosas palabras de Domingo del Pino, que definen magistralmente lo que él acertadamente llama: “ la utopía necesaria …que tanto si fue cierta como si no lo fue, merecería haberlo sido.”  En esta frase se condensan los sentimientos que nos provocan los recuerdos a aquellos que un día fuimos y nos sentimos tangerinos. La permanencia de esa duda de no saber con certeza si lo vivido fue real o imaginado, de no saber si aquel  paraíso existió o fue soñado. Tal fue la utopía tangerina. Dejemos hablar a Domingo. 
“La utopía necesaria de Tánger que estamos construyendo a partir de Antonio y Emilio es un hermoso edificio de palabras y recuerdos, que flota en el ambiente con mayor fuerza que la realidad y que nos recuerda que tanto si fue cierta como si no lo fue en todos sus matices, merecería haberlo sido. Se trata, ni más ni menos, de disponer de un lugar donde poder ser judío, cristiano, musulmán o agnóstico en libertad, de profesar las ideas que cada cual profese sin temor y sin violencias, de respetar la forma en que cada cual expresa su relación con el amor, que es lo que distingue al ser humano – hombre y mujer – de los seres irracionales.”
En ese mismo sentido expresado por Pino, es muy representativa esta reflexión de Eduardo Haro Tecglen: “Muchas veces pienso que Tánger era un estado de ánimo y que probablemente se instala para siempre en esa parte un poco fantasmal de la memoria, en la que algunas personas no sabemos distinguir lo que fue verdad de lo que fue mentira.”
 Siguiendo con las citas de otros, el  comentario que sigue de Raquel Cornago de Radio Sefarad sobre mis relatos y cuentos tangerinos, donde se hace referencia a algunos aspectos fundamentales subyacentes en las intenciones del autor  expresados con palabras justas y cariñosas.
El escritor larachense León Cohen Mesonero ha dedicado varios hermosos homenajes a un tiempo y a una ciudad, Tánger, recordada, recreada y revivida en una decena de relatos cortos que, nos dice,  son además  “tributos a la amistad y a la multiculturalidad”. Cohen, que eligió ser tangerino, y es autor de títulos como Entre dos aguas,  La memoria blanqueada  o el más reciente Apuntes, recorre lugares entrañables de la ciudad de su juventud- el cine Goya, el Roxy, el Lycée Regnault, la calle Juana de Arcorevisitando personajes reales y ficticios nacidos de sus recuerdos y de su pluma: Mohamed Chukri, Ángel Vázquez, Juanita Narboni, Sol Bensusan, Simon Cohen, David Mamán, Gerard Zaoui, Monsieur Rousseau y Monsieur Fabre, Mme Bouadana…  “
 Por mi parte, creo lo más adecuado dejar hablar a Juanita, personaje de uno de mis cuentos, titulado  “Encuentro en Tánger” .
“Porque los tangerinos no hablábamos varios idiomas, los interiorizábamos y los hacíamos nuestros. Decía un famoso filósofo español, creo que era Emilio Lledó: “Los otros son otros en la medida en que son diferentes de nosotros; la otredad es entonces esa posibilidad de reconocer, respetar y convivir con la diferencia”. Sin embargo, la manera tangerina de considerar la “otredad” enriquece, profundiza y amplía  esa hermosa definición. No se trata ya solo de tolerar o de aceptar al otro, los tangerinos dimos un paso más, en el sentido de  considerar al otro como a uno mismo, de ser en definitiva  igual que el otro, de forma que el otro deja de ser otro y por tanto diferente. Y qué mejor para conseguirlo que hablar como el otro. Cuando una o uno se refería o pensaba en Gerard, Maurice, Khalid, Carmen, Alberto, Luigi o Rachida, solo veía unos rostros o más precisamente unos seres, cuyos nombres no eran más que etiquetas para distinguirlos, sin ningún otro prejuicio o componente racial, social o religioso. ¿Quién podría sentirse extranjero en aquel Tánger?”
La culminación de aquel viaje al tiempo de la adolescencia en Tánger, son mis tres últimos  relatos-cuentos escritos entre 2015 y 2017: La Librairie des Colonnes, la Calle Goya y Encuentro en Tánger, un homenaje de cariño a una época y a una  ciudad como Tánger, que como narrador intento interiorizar y convertir en el  escenario y  en el objeto central de las tres historias que  te invito a leer y a interpretar desde tu posición de lector  ajeno a mis  vivencias.
En el primer cuento  que aquí te presento, La Librairie des Colonnes, te toparás amigo lector, con una especie de museo viviente donde tres mujeres reales guardan las esencias culturales de aquella ciudad que yo llamaría multidimensional, pues muchas fueron sus dimensiones. También podrás asistir a un intercambio dialéctico entre personajes reales y de ficción, donde el propósito es mostrar y demostrar “la grandeur” y la singularidad de un tiempo y de un lugar incomparables, al menos para los que los vivimos y conservamos  la sensibilidad de recordarlos con cariño.
La Calle Goya, el segundo cuento, que parece, solo parece, algo así como la segunda parte del primero, es sobre todo un paseo imaginario por cada tramo de esa calle, con encuentros ficticios a cada paso, con conocidos, profesores  y amigos, donde sobre todo emergen el cariño por los personajes y  la nostalgia del tiempo perdido, para culminar en un final inesperado, donde los dos amigos se diluyen en el tiempo y la distancia, en una escena que pretende ser símbolo y homenaje a la amistad eterna. 
Encuentro en Tánger, el tercer y último  cuento, relata el encuentro de dos mujeres tangerinas en el  salón de un hotel de Tánger. Juanita Narboni y Sol Bensusán, personajes de ficción, se expresan, se confiesan y a la vez relatan su relación  con su ciudad de origen y la influencia de esta sobre sus personalidades. Siguiendo la misma línea narrativa que en los dos cuentos  anteriores, con este se cierra esta trilogía donde Tánger es motivo y protagonista.

                                                                                  El autor, 2017
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jueves, 15 de febrero de 2018

Ayer 12 de febrero de 2018 tuve la gran satisfacción de presentar el libro de poesía de Luis Alberto del Castillo Navarro, cronista oficial de la ciudad de Algeciras, El libro del mal amor (de antimitos y antihéroes) con prólogo de Juan José Téllez. La presentación estuvo presidida por el Alcalde de Algeicras don José Ignacio Landaluce Calleja y la Delegada de Cultura Doña Pilar Pintor Alonso. Al acto asistieron amigos y escritores, entre los cuales estaban Ángel Gómez, director de Algeciras Fantástika, el también escritor y exalacal de Algeciras  Juan Antonio Palacios, el ilustrador y artista plástico Ismael Pinteño, también hubo público interesado por la cultura. Fueron unos momentos muy gratos.
Momentos de la presentación del libro con Don José Ignacio Landaluce Calleja, Alcalde de Algeciras que presidió el acto, acompañado de Doña Pilar Pintor Alosnos, Delegada de Cultura del Ayuntameinto, el autor y cornista oficial de Algeciras Don Luis Alberto del castillo Navarro y Paloma Fernández Gomá que se encargó de presentar el libro con prólogo de Juan José Téllez.

Con Luis Alberto  momentos antes de la presentaciópn.
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El libro del mal amor ( de antimitos y antihéroes) de Luis Alberto del Castillo.
Editorial Corona del Sur. Málaga 2017

Por Paloma Fernández Gomá

Antes de tratar a fondo el libro de Luis Alberto, cronista oficial de la ciudad de Algeciras, amigo, poeta, escritor y gran estudioso de la Numismática. Quisiera recordar el libro de El buen amor, siglo XIV y libro emblemático de nuestra literatura. Obra heterogénea donde se citan diversos contenidos: fábulas, alegorías, cantigas de ciego, entre otros. En este libro podemos leer la derrota de Doña Cuaresma y la  entrada triunfante  de Don Amor, héroe que da lugar a una relación entre caballería y amor. En este episodio se mezcla el héroe con el antihéroe, en plena alusión al subtítulo del libro de Luis Alberto del Castillo: (de antimitos y antihéroes).
Manteniendo el tinte autobiográfico del Arcipreste de Hita, al que se le atribuye la autoría del libro, Luis Alberto del Castillo abre las páginas del Libro del mal amor, haciendo un recorrido personal, pasando por diversos estados de ánimo, vivencias, amistades, familia y citando personajes mitológicos para reseñar biografías de conflictos interiores o episodios vividos.
En el subtítulo podemos leer de Antimitos y antihéroes, resultado de las reflexiones que Luis Alberto hace a todo lo largo del libro desde su conciencia , observando aquello que rodea nuestro mundo, bien sean los adelantos de la ciencia, internet o los drones capaces de ejercer tareas humanas. Hablamos de avances que determinan nuestro tiempo, pero nuestro autor examina estos logros junto a los grandes males de nuestro mundo actual: las bombas napalm de Vietnam, el terrorismo o las minas antipersonas. Es una reflexión callada y certera que se respira en muchos de los poemas.
Esta introducción es antesala para acercarnos al interior del libro e ir desglosando sus partes.
No cabe hablar del lenguaje y la sintaxis, pues se mantienen  como en todas las obras anteriores de Luis Alberto, impecables, dando muestra del buen hacer de nuestro escritor.
Los poemas aparecidos en el libro datan de diferentes fechas, algunos de ellos premiados. La prosa también está presente, aunque de forma aislada.
El libro es la crónica de todos los momentos vividos por Luis Alberto del Castillo poeta, licenciado en Derecho y Graduado en Geografía e Historia, Cronista Oficial de Algeciras, exdirector del Instituto de Estudios Campogibraltareños, Profesor emérito de Ciencias Empresariales y Relaciones Laborables, también fue Profesor de la UNED.
El libro contiene más de doscientas páginas y está dividido en dos partes, que a su vez se dividen en otras dos.
La primera parte Tiempo, da un marcado carácter temporal o la crónica de lo vivido, a la que aludíamos anteriormente. La historia y la mitología aparecen hermanadas, también se recogen escritos en prosa como los relatos El Conjurado o El embrión olvidado. Poemas como El regreso o Acinipo forman parte de este apartado: Las ruinas que se muestran presentes en la antigua ciudad romana de Acinipo, inspiran estos versos: “ Por su poros graníticos brotan los versos,/Medea, Las Nubes, Edipo Rey,/o es la sangre. Negra en la tierra de su anfiteatro,/abundante en el mediodía de tus juegos gladiatorios./”
En otros versos y esta vez en los referidos al poema El regreso, se nos habla de como se retorna  del Hades, tal y como podemos leer en algunos versos del poema : “Te lo pido postrada ante ti, crónida Hades/en las puertas de la laguna Estigia, yo,/Penélope, Reina y Señora de Ítaca./”
En ambos poemas deducimos el retorno de estados yermos a la vida. Penélope pide volver a ver a su amado rey , y la ciudad en ruinas revive en el tiempo, invitando a leer su pasado.
En el poema Esmalte, describe las no bondades que nos ha dejado el siglo XX: “ No caben grandilocuencias/ni héroes ni tiranos/siglo prodigioso y cruel/película inacabable/en la que comparten créditos/asesinos, sabios, víctimas/diluidas las voces cándidas/en el hedor de la muerte./
Si bien hemos de reseñar en el libro cierto sabor épico en algunos de sus poemas, tal es el caso de Decálogo de sangre, donde podemos leer:”Nada está resuelto guerreros/llegáis del lejano Occidente/hasta estas tierras/donde Alejandro soñara un cosmos/sujeto a su hegemonía./
“Polvo de huesos, médulas resecas/nada está resuelto. Guerreros/de Oriente y de Occidente, tiranos leales/arena sucia sobre los sueños macedónicos./”
 En el apartado Presencias, dentro de esta primera parte, aparecen muchas personas conocidas del autor, así como sus padres.
La segunda mitad del libro se denomina Memoria del Dron, donde la tecnología es el eje principal. Tierra sin tiempo es el segundo apartado dentro de la segunda mitad del libro donde los poemas son muy variados con poemas como Lilith, (primera mujer de Adan según la biblia apócrifa), ella es el origen del amor: “Esa fue nuestra historia de amor eterno, de odio eterno/encuentros y desencuentros; tinieblas y luz, sangre y besos/que han escrito como han querido, mal y al revés/.
Mercado de esclavas, en homenaje a Helmut Newton fotógrafo del glamur y la seducción; este poema está dedicado a Domingo F. Faílde: “ Rubia de trigo maduro,/nariz respingona, breve;/ya han caído pamela, capa/ y vestido; calzado alto/ realza tu desnudez./”
En el poema, Hubo aquí gente:” Los fuegos de las montañas/ en las cimas avisaban por la noche/cuando la Luna, un disco rojo,/ se elevaba sobre el gigante que duerme/tintando la Bahía y sus arenas./” Versos en clara alusión a la Bahía y a  su historia anterior, a los recuerdos que se ocultan en la arena y a civilizaciones perdidas.
El libro se cierra con el poema La habitación oscura. Poema que cuenta la experiencia del autor ante el ictus que padeció. Cuando todo es tiniebla y la razón se nubla detrás de los ojos. Nada es real. La ficción parece pasearse detrás de la mirada que se nubla. Una experiencia muy amarga que ha marcado la conciencia de Luis Alberto. Es este poema testigo de una experiencia y en él podemos leer:
“He soltado los hilos de cobre
he dejado la imagen negra
he navegado hasta Annabel Lee
y he realizado la navegación
siempre peligrosa y ardua
hasta llegar a Annabel Lee
seguro puerto en donde morir.

HE ESTADO ALLÍ DONDE TODO ES LUMINOSO…

Prosigue el poema y cierra el libro con esta sensación de continuar a pesar del destino y sus hados. Vencer la tiranía, vencer el ictus y seguir, siempre seguir mostrando la vida. Esta es la experiencia de la que nos hace cómplices Luis Alberto desde sus versos, desde su poemas, que son imanes adheridos a la vida, en todas sus vertientes: amor, tiempo, figuración, leyenda, historia, misterio y personajes mitológicos que presencian hechos reales desde la imposible lejanía a la que nos hace llegar Luis Albero a través de las páginas de este libro, El Libro del mal amor.