Miguel de Cervantes y El Quijote, punto de encuentro y reflexión
ACE Andalucía (Delegación de Cádiz)
Ateneo José Román de Algeciras
Delegación de Cultura del Excmo Ayuntamiento de Algeicras
Con la colaboración del diario Europa Sur
que santificaste todos los caminos,
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad…
¡Ora por nosotros, señor de los tristes
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión!
¡que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón!
~ Rubén Dario
ACE Andalucía (Delegación de Cádiz)
Ateneo José Román de Algeciras
Delegación de Cultura del Excmo Ayuntamiento de Algeicras
Con la colaboración del diario Europa Sur
El pasado día 25 de noviembre tuvo lugar en el Centro Documental José Luis Cano de Algeciras un pequeño homenaje al cuarto centenario de la muerte del autor del El Quijote, Miguel de Cervantes Saavedra. Abrió el acto Paloma Fernàndez Gomá presentando a los ponentes: José Juan Yborra Aznar, profesor de la Universidad a Distancia y escritor, José Manuel Serrano escritor y periodista, y Rosario Pérez Villanueva poeta y periodista. Todos ellos y desde diferentes puntos de vista nos acercaron al creador del Ingenioso Hidalgo. La tarde-noche fue muy lluviosa y con tormenta, pero sus palabras sonaron en salón de actos, nítidas y cercanas, cargadas de reconocimiento y de amor a la literatura, motivo éste último que hizo que nos reuniéramos; quizás por eso el coloquio posterior estuvo cargado de opiniones y referencias, rigor en las palabras y buena comunicación; de ahí la intención de los asistentes de hacer reuniones posteriores con otros temas de interés literario. No se puede pasar por alto la lectura de textos de la obra de Cervantes por parte de Juan Emilio Ríos, Carmen Sánchez Melgar y Nuria Ruiz.
A continuación exponemos algunos de los textos que se leyeron en la tarde del día 25 de noviembre.
Valores
del Quijote
José
Juan Yborra Aznar
1.- Publicación del trabajo de Javier Escudero sobre
la inspiración real de la figura del Quijote. En un documento del Archivo diocesano de Cuenca lo
identifica conun talAgustín Ortiz,
recreado por Benjamín Rosado así:
Y se lió ese hombre a espadazos contra una
cruz clavada frente a los molinos, maldiciendo a quienes se metían con él por
ser humilde barbero. Los amenazó con su arma como ya había hecho otras veces,
creyéndose señor. Pero todos en El Toboso sabían que su sangre
era bastarda y conocían ya sus ansias de venganza. Por eso
ningún escudero le guardó las espaldas ni hubo mujer que lo amara. Y fue así
que un día creyó ver gigantes en los molinos. Lo arrestaron y juzgaron como a hereje.
La sentencia del Tribunal de la Inquisición dijo así: el que atacaba los
molinos no fue caballero, ni hidalgo, tampoco señor. Tan
sólo un pobre loco del que todo el mundo se reía.
2.- Texto de la cruz de los molinos:
(Proceso Inquisitorial contra Agustín Hernández de El Toboso por
atacar a los molinos de viento y su cruz, hallado en el Archivo Diocesano de
Cuenta. Leg. 349, exp. 4978).
Pablo López, vezinodesta villa, me dio
notiçiadiçiendo que abrácossa de tres o quatro años, poco más o menos, que
estando este testigo en un molino (de viento) de Pedro de Morales, vezinodesta
villa, vino a moler a él Agustín Hernández barbero (Agustín Ortiz), el qualvido
como el dicho Agustín Hernández desenvainó su espada y se fue a una cruz que
estaua cerca del molino [de viento] y empeçó a darle de cuchilladas por la
parte del pie de la dicha cruz, diçiendo: "Mira como corta mi
espada". A elqual reprehendió este testigo y Pedro de Morales El moço que estaba también presente, diciéndole:
"Quitaos de ay, estáis tonto, ¿no veis que es cruz?".
Y el dicho Agustín Hernández, no
obstante esto, todabía le daba buena cuchillada, hasta que la cortó, que sería
de reçior del braço y tableada, de altura de un hombre y los braços de una bara
en largo.Laqual, después de cortada como dicho tiene, truxo al molino el dicho
Agustín Hernández y la arrimó al molino y ansí puesta de lado le daba de rebés
y tajo buena cuchillada, y después la arrojauahaçia arriba y le daba en el ayre
de la manera que podía, diciendo: "Mira qué bien corta mi espada".
Todo lo qual siempre reprendían los dichos Pablo López y Pedro de Morales,
diçiéndole también:
-Mira ques mala Christiandad.
-Y, eso no se puede haçer, ¡hombre del
diablo¡
-Y de esotros molinos os están mirando.
3.- ¿Cómo sería el Quijote real?
Un hombre de carácter indómito e
irascible que vivió muy cerca de El Toboso a finales del siglo XVI.
Fue hijo bastardo de caballero, humilde barbero con ínfulas de hidalgo, persona
de genio proclive a las reyertas, mal carácter, numerosos enemigos y contumaz
coleccionista de derrotas.
4.- Quijote literario:
. Canto a la libertad:
—La libertad, Sancho, es
uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no
pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la
libertadI así como por la honra se puede y debe aventurar
la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a
los hombres4. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que
en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitadII de aquellos banquetes sazonados y de aquellas
bebidas de nieve5 me parecía a mí que estaba metido entre las
estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si
fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y
mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre6. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le
quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo7!
. Los libros como causa
de la locura, de la enajenación (¿paralelismo con las redes sociales?) (p. 58).
. Necesidad de
trascendencia, de fama literaria gracias a la lengua (p. 68).
. Don Quijote parte de
la realidad para re-inventarse su mundo. Él no inventa-miente de la nada.
Siempre hay algo de verdad-experiencia (la venta) (p. 76).
. Don Quijote parte de
la realidad para re-inventarse su mundo. Él no inventa-miente de la nada.
Siempre hay algo de verdad-experiencia (la venta) (p. 76).
. Cada uno es hijo de
sus obras (erasmismo, frente al aristocraticismo feudal) (p. 89).
. Metaliteratura:
Cervantes es conocido por el cura en el escrutinio (p. 114).
. Polionomasia de
Teresa Panza, Juana Gutiérrez, Mari Gutiérrez, Juan Panza, Teresa Cascajo (p.
122).
. Espíritu igualitario
de don Quijote con Sancho: lo sienta
junto a él en la comida (p. 155).
. Espíritu libre de
Sancho, prefiere comer solo, sin atender a las normas. (p. 155).
. Elogio de don Quijote
a la Edad Dorada: Tiempo de injusticias y falta de corrupción (p. 156).
. Conmiseración
cervantina hacia Maritornes “Tenía sombras y lejos de cristiana” (p. 238).
.
El ideal de don Quijote es “favorecer a los menesterosos y desvalidos” (243)
.
D. Quijote defiende un linaje “venido a más” (p. 302). La honra ganada por los
hechos (erasmismo-modernidad).
.
D, Quijote: sobrevalora la literatura a la vida. Lo mueve a realizar hazañas
con las que ganar “perpetuo nombre y fama” (356).
Don Quijote se
convierte en el personaje central a partir del cual pululan una serie de
personajes que viven de y para su locura (Sancho, cura, barbero, Dorotea,
Cardenio, Ventero, mozas, Maritornes… (p. 485). Sin él ¿qué son?
Las lecturas de los
Libros de Caballerías han hecho que don Quijote sea “valiente, medido, liberal,
biencriado, generoso, cortés…” Mejor persona, en suma (p. 766-67)
Don Quijote ya no
imagina, ni “re-crea” la realidad, sino sufre engaños, el más cruel, el de su
propio escudero con la “falsa” Dulcinea (p. 129).
Tras la derrota con los
molineros y los pescadores dueños del barco, don Quijote asume su hundimiento:
“Yo no puedo más” (p. 361). Pide perdón y paga los desperfectos (p. 362).
Burla de Altisidora,
que finge estar enamorada de don Quijote (p. 520). Ante tantas burlas, don
Quijote añora la ficción de la Caballería frente a una realidad “impuesta” a la
que rechaza siguiendo las normas caballerescas. (p. 521).
Última confesión del
narrador,CideHameteBenengeli, tras la muerte de don Quijote: “él supo obrar y
yo escribir” (p. 846). Valor de la ficción narrativa por encima del proceso de
escritura.
La muerte de don
Quijote anula cualquier “continuación” e impostura literaria, como el relato de
Avellaneda. Cervantes, al “matar” a don Quijote asume, cierra y reivindica su creación literaria (p.
847).
EL QUIJOTE: REFLEXIONES
SOBRE UN “LOCO” IDEALISTA
Rosario Pérez Villanueva
Antes de ahondar en la cuestión que nos ocupa,
que no es otra que la de compartir una serie de reflexiones acerca de la
importancia del idealismo en el Quijote, no sólo en la novela, que también,
sino, sobre todo, en la figura del protagonista, Alonso Quijano, don Quijote de
la Mancha, me voy a permitir leer unos versos del poeta Rubén Darío que, en mi
opinión, suponen un espléndido resumen de esa faceta del que, sin duda, es uno
de los más enormes personajes literarios de todos los tiempos.
Dice así:
Noble peregrino de los peregrinos,que santificaste todos los caminos,
con el paso augusto de tu heroicidad,
contra las certezas, contra las conciencias
y contra las leyes y contra las ciencias,
contra la mentira, contra la verdad…
¡Ora por nosotros, señor de los tristes
que de fuerza alientas y de ensueños vistes,
coronado de áureo yelmo de ilusión!
¡que nadie ha podido vencer todavía,
por la adarga al brazo, toda fantasía,
y la lanza en ristre, toda corazón!
~ Rubén Dario
Pero no sólo
Darío… Sobre El Quijote se han vertido ríos de tinta, y han sido muchos, y de
muy diversa índole, los autores que han escrito sobre la que es unánimemente
considerada como la obra fundacional de la novela moderna. Y, sin embargo, El
Quijote sigue siendo una obra incomprendida, una obra de culto que todo el
mundo dice conocer pero que, en realidad, muy poca gente, en nuestro país, se
ha leído entera.
El otro día leía
en la contraportada de Europa Sur una interesante entrevista al escritor Andrés
Trapiello, que ha dedicado 14 años de su vida a traducir el Quijote al
castellano actual (una traducción que era muy necesaria, y que ya va por su
novena edición).
Decía Trapiello en
la entrevista que el Quijote llegó a ser en España una lectura traumática, y se
refería a una encuesta del CIS según la cual sólo 20 de cada 100 españoles
aseguran haber leído la novela (y que, además, ese porcentaje tampoco se ajusta
a la realidad, porque, según la encuesta, sólo un 10 por ciento de los
españoles sabe que el Quijote se llamaba Alonso Quijano, y apenas un 8 por
ciento recuerda el nombre de Dulcinea). Y estoy de acuerdo con Trapiello en que
algo así es normal… ¿cómo no va a ser el Quijote una lectura difícil, si el
original está escrito en el castellano que se hablaba hace 400 años, y está
plagado de expresiones cuyo significado la inmensa mayoría de la gente desconoce?
En un país en el
que se lee poco, leer una obra de tal magnitud, en un idioma que hace 4 siglos
que no se habla, es toda una hazaña… Y, sin embargo, la lectura del Quijote es
necesaria: lo es para entender nuestra Literatura, pero también para entender
un poco mejor nuestra Historia y nuestra idiosincrasia como país, que, en
esencia, a veces parece que no ha cambiado tanto como lo ha hecho el
castellano. ¿Y por qué es tan necesaria la lectura del Quijote? Es más, ¿por
qué es tan necesario que pueda ser leído en una lengua que resulte comprensible
para la inmensa mayoría de la gente, y, muy especialmente, de la gente joven?
Pues porque habla de valores que son universales, y porque nos sitúa frente a
toda una serie de retratos que inevitablemente, mueven a la reflexión, y que representan
lo mejor y lo peor de la condición humana.
Obviamente, en
muchísimos aspectos, la España de hoy y la España que Cervantes retrató en su
obra cumbre no tienen nada que ver… Y, sin embargo, en otros, parece como si
determinadas cosas no hubieran cambiado y viviéramos en un bucle permanente,
incapaces de despojarnos, como sociedad, de algunas de nuestras peores
debilidades y de algunos de nuestros más primitivos defectos.
Una de esas cosas
que no cambian es, precisamente, la que tiene que ver con el idealismo. Ni
estaba bien visto hace 4 siglos, cuando el Quijote se empeñaba en luchar contra
molinos de viento, ni está bien visto ahora. Yo, al menos, estoy convencida de
que si Cervantes hubiera vivido en nuestros días, probablemente hubiera
alumbrado un personaje muy parecido… Habría cosas distintas en la novela,
seguro, cambiarían algunos escenarios, la indumentaria, la forma de hablar,
probablemente incluso variarían muchos de los sucesos… pero, en la esencia,
Alonso Quijano seguiría siendo el mismo: un soñador contracorriente, un iluso
empeñado en que se haga justicia, un inadaptado social, un incomprendido
“molesto” para los que le rodean… en definitiva, un “loco”.
Puede que, si el
Quijote se hubiera escrito en nuestros días, Alonso Quijano fuera un rebelde
con greñas, un inadaptado social, un solitario “friki” de los videojuegos que
de pronto tomara conciencia de todas las injusticias que nos rodean y acabara
convertido en peculiar antisistema… en cualquier caso, un tipo raro,
incomprendido, indignado por las desigualdades y el egoísmo intrínsecos de
nuestro sistema capitalista, un soñador que seguro alzaría su voz contra los
recortes, contra los desahucios, contra los que matan a las mujeres porque
creen que son suyas, contra los corruptos que pretenden dar lecciones de moral
mientras nos suben los impuestos, contra los desalmados que le cortan la luz a
las ancianas y pretenden, encima, que los pobres den las gracias por los
comedores sociales. Claro que le tacharían de loco… vamos, eso como mínimo.
Pero claro, esto es sólo una hipótesis. Y la realidad
es que Alonso Quijano ha pasado a la Historia
de la Literatura como un cincuentón un tanto pintoresco, aparentemente
trastornado por la lectura excesiva de los libros de caballería (antepasados, en cierto modo, de los
actuales cómics de super-héores)… Según las palabras de Cervantes, “se enfrascó
tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y
los días de turbio en turbio; y así del poco dormir y del mucho leer se le secó
el cerebro, de manera que vino a perder el juicio”, y se pensó el más grande de
aquellos múltiples defensores de la justicia.
Como
decía antes, en determinadas cosas España ha cambiado poco, por eso estoy
convencida de que si el Quijote viviera hoy, seguiría sancionado por los mismos
poderes que le tachaban de loco hace 400 años: el cura, el juez, el acalde… Es
verdad que entonces no había medios de comunicación, tal y como hoy los
entendemos, ni existían las redes sociales, pero el muro de Facebook era la
plaza del pueblo, y los trolls internáuticos y los tertulianos que hoy pueblan
los programas de televisión en los que sobre todo se polemiza son, hoy, los
mismos acusadores de siempre, los mismos perros con distinto collar, empeñados
en criticar y difamar a los que piensan diferente y se atreven a cuestionar el
orden establecido.
El
Quijote era, en el fondo, y por encima de todo, un idealista, y los idealistas
suelen ser molestos para quienes confunden realismo con cinismo, y conformismo
con normalidad. Pero, ¿qué es ser idealista?
(Quiero
aclarar que no nos referimos aquí al idealismo
como corriente filosófica, sino en su acepción más coloquial, como forma de
enfrentarse a la vida).
Según
la definición del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, un
idealista es aquel “que propende a
representarse las cosas de una manera ideal”.
Según
Google, el idealismo es la “Tendencia a
considerar el mundo y la vida de acuerdo con unos modelos de armonía y
perfección ideal que no se corresponden con la realidad”.
En
definitiva, el resumen es que, en el lenguaje de la calle, el idealismo está
asociado a la confianza en valores que al día de hoy cayeron en desuso, y
también al optimismo. Un idealista tiende a ver siempre la botella medio llena,
nunca medio vacía, y suele creer que la moral, la ética, la bondad, la
generosidad y la solidaridad,
por poner algunos ejemplos, pueden y deben lograr imponerse, siempre, frente a
los conceptos contrarios. Luego llega la cruda realidad, claro, y al idealista
le toca afrontarla como pueda.
A
lo largo de toda la obra, Cervantes establece distinciones entre el mundo
ideal, (o platónico ) del pensamiento, y el de la triste realidad, material y
tangible, pero lo que más parece preocuparle es la idea de “verdad”, más allá
de la difusa frontera entre lo real y lo imaginado. Su personaje, Alonso
Quijano, parece profesar, como caballero andante, en una orden cuyo lema es “la
verdad”, porque la mentira, la hipocresía y la falsedad no caben en su mente ni
en su vida. Se trata de un hombre que obra por un ideal, que está absorbido por
él (está “loco” por él); que no sabe fingir ni disimular; y que aspira a
conseguir que su verdad (la de querer creer a toda costa en un mundo que fuera
mejor de lo que es) se imponga sobre la fea realidad.
Pero
Don Quijote, que vive entregado a su ideal, llega un momento en el que
empieza a preocuparse por lo que los
demás opinen de él. Esto se aprecia claramente, por ejemplo, en el capítulo 2º
de la 2ª parte, cuando Sancho va a visitarle a su casa (donde se recupera de la
paliza que le dan al final de la primera parte), y consigue verle (a pesar de
que la sobrina y el ama tratan de impedírselo).
Don
Quijote le pregunta a su escudero que qué es lo que piensan los demás sobre él:
curiosamente (tal y como advirtieron en su día algunos estudiosos de la obra de
Cervantes), la misma pregunta que, según la Biblia, hiciera a sus discípulos
Jesús de Nazaret (otro “idealista” incomprendido).
Sancho
le confiesa que el vulgo, el pueblo llano, le toma por loco, y que entre los
hidalgos y los caballeros existen sobre él diversas opiniones. Sin arrugarse,
Don Quijote le explica a Sancho que, a lo largo de la historia humana, la
virtud siempre ha sido perseguida, y los grandes hombres, calumniados por sus
contemporáneos, y le cita varios ejemplos, entre ellos Julio César, Hércules o Alejandro
Magno. “Dondequiera que está la virtud, en eminente grado es perseguida; pocos
o ninguno de los famosos varones que pasaron dejó de ser calumniado de la
malicia”, le advierte. Y, de algún modo, intenta hacerle ver a su criado que la
“locura” del idealista, del romántico, es algo innato en aquel a quien Dios ha
deparado una misión grande en el mundo… lo que hoy llamaríamos una razón de ser
la existencia, una vocación superior…un objetivo en la vida.
Y,
sin embargo… tal vez no pueda ser posible el idealismo sin una pequeña dosis de
materialismo, y viceversa. En ese sentido, resulta entrañable, pero también
reveladora, la relación entre Don Quijote y su criado, un idealista y un
materialista cuyas vidas y aventuras transcurren paralelas, recorriendo un
mismo camino, influyéndose mutuamente, aún a su pesar, aceptando y respetando
sus diferencias… En palabras del propio Don Quijote: “juntos salieron, juntos
fueron y juntos peregrinaron: corriendo los dos una misma fortuna, una misma
suerte”. Todo en exceso es perjudicial, también el idealismo… y casi todo es
bueno en su justa medida, incluido el materialismo. Porque todo lo bueno tiene
su parte mala, y todo lo malo, su parte buena… El ying y el yang de las
filosofías orientales, que, curiosamente, también subyace en el fondo de la
obra magna de Miguel de Cervantes.
No
quiero concluir esta breve disertación sin recordar algunas de esas frases que,
a mi juicio, se encuentran entre las más memorables no sólo del Quijote, sino
de toda la Literatura universal, y que tienen mucho que ver con el complejo
concepto del idealismo, tal y como lo hemos estado planteando. Por ejemplo,
aquella que decía que
- “La virtud más es perseguida de los
malos que amada de los buenos.”
O
también aquella otra, que tanto nos gusta a los escritores, que dice que:
- “La pluma es lengua del alma; cuales
fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos”.
Y,
por supuesto, mi preferida, esas trece palabras que tanta verdad contienen, y
que tanto consuelo encierran para cualquiera de nosotros, idealistas o no,
cuando el viento sopla en contra y dudamos entre seguir remando, o replegar las
velas: Dice así:
“Confía en el tiempo, que suele dar
dulces salidas a muchas amargas dificultades”.
Sólo
un idealista como Cervantes podía escribir, hace 400 años, una frase como ésa,
y sólo un personaje como el Quijote podía darle vida y convertirla en inmortal
enseñanza.
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