La edición y prólogo corre a cargo de
Diego Castillo Barco y Pedro Luis Ibáñez Lérida.
La portada es una alegoría de la
caridad, obra de Francisco de Zurbarán.
En esta antología colaboran un centenar
de poetas vivos o fallecidos. Sus poemas conmemoran el amor, ese aliado
imprescindible en nuestras vidas que nos hace reflexionar anteponiendo el sentimiento
a la razón, y como bien apuntan los autores del prólogo: “ El amor nos
transforma y nos exige. Es una constante de la creación artística y sus
diversos ámbitos” . Tampoco se olvidan del valor humanista del amor, que nos capacita
para rebelarnos ante la injusticia. Y es la lectura ese escaparate invisible que tenemos ante nuestra conducta y que nos
abre la posibilidad de tener un pensamiento reflexivo ante la realidad
cotidiana. Es importante ver esta antología en el marco de del Proyecto
Encuentro Letras Celestes, como un apoyo importante y necesario para que la
lectura sea considerada como un valor imprescindible para la formación intelectual
y social de las personas con independencias del sexo o de la edad.
La antología es digital y aporta la fácil difusión y adquisición de
los versos que la conforman.
Su título: Mueve la voz Amor de mi
gemido proviene de un poema de Fernando de Herrera, poeta del Siglo de Oro,
nacido en Sevilla (1534 -1597). Amor y gemido anhelan hallar la rúbrica del
encuentro que aproxima y habla desde el corazón para abrirse en esta antología
que muestra los versos de cien poetas, de otro tiempo y actuales. ¿Pero acáso
el amor tiene tiempo? Los poetas siempre nos dejan su poesía como legado.
¿Es necesario que el poeta esté vivo
para que su poesía tenga la fuerza del amor?
Cuando la poesía se lee se abre todo su esplendor de antaño o del momento, que invita al encuentro y buca hallar aproximación entre el escritor y el lector, o bien extiende la conexión entre generaciones o culturas, ya que en esta antología se reconocen las distintas culturas y la diferencia generacional como un punto de encuentro que pondera el logro cautivador de la poesía y su lectura.
Animo a que abran esta antología digital
y lean a todos los relevantes autores que se han unido por el amor del verso para
que la poesía tome la relevancia que merece y la lectura sea siempre ese
vínculo que amortigua los golpes y hace que la vida se vea desde un horizonte
prometedor.
Les dejo mi pequeña contribución a este
proyecto y que figura en esta antología , siendo para mí todo un honor.
El amor es incapaz
de ceñirse a un nombre;
está en el aire como
las alondras, sobrevolando
el amanecer de los sentidos.
Su canto cubre la montaña
de los instantes
con su ritmo imperecedero
de primera luz, atisbando
el matutino regocijo.
¡Ay amor! que anidas
en los rincones del alma
para que las aldabas
llamen a la vida
y el hombre abandone
la violencia suicida
de sus actos.
Paloma Fernández Gomá. Algeciras
Las tierras de Silo (colección Dabisse - Romero. Editorial Anáfora. Málaga 2023) de Paloma Fernández Gomá.
Por Manuel Gahete Presidente de ACE Andalucia
Las tierras de Silo
Paloma Fernández Gomá
Málaga, Editorial Anáfora, 2023
Con una cita del Libro de Josué, el personaje bíblico designado por Yahvé como sucesor de Moisés, comprometido a asentar el pueblo de Israel en la Tierra Prometida, se inicia el nuevo libro de Paloma Fernández Gomá, con la mirada siempre puesta en el noble horizonte donde no existen límites. La autora es muy clara en la sinopsis del libro. Dos ideas fundamentales la mueven en el proceso de su escritura: por una parte, el poder conciliador de la naturaleza como ámbito donde es posible la reconciliación universal; y, por otra, el papel esencial de la mujer en el núcleo de las sociedades, que debe seguir siendo una reivindicación sin paliativos.
Esta recordación de las mujeres que tuvieron singular protagonismo en la cosmogonía bíblica implica un ferviente deseo de nuestra autora para hacernos reflexionar sobre la injusta discriminación acaecida a lo largo de la historia que nada tiene que ver con la inteligencia sino con la fuerza bruta, el desafuero de la férula draconiana frente al criterio de la autoridad. La poetisa Débora, la matriarca Rebeca, la valerosa Ester, la prudente Abigail, la noble Ruth, la arrojada Miriam, la seductora y seducida Eva, la virtuosa Susana, la anhelante Sara, la intrépida Jael, la pérfida Jezabel, la traicionera Dalila, la promiscua Rahab, la repudiada Agar, la profetisa Hulda, la adelantada Lea, la predilecta Ana, la agradable Noemí, la adúltera María de Magdala y la ultrajada Dina representan, en su singularidad, al conjunto de todas las mujeres, con sus virtudes y defectos, impregnadas de ese aroma lírico que Fernández Gomá imprime a sus textos.
La tercera parte incide en la figura de los ángeles, presencia capital en la iconografía poética de Paloma: ángeles detrás de la lluvia, ángeles del hogar, ángeles de color violeta, ángeles trasnochados, ángeles en el frío, en la estación vernal, en el trayecto de la luz, en los cálices vacíos del invierno, ángeles que emulan el canto de las alondras, ángeles poblando todos los rincones de la tierra en un eterno viaje sin destino.
Escoger la tierra de Silo, como vértice capital de esta obra que busca la concentración de ideas en torno a los valores que nunca debieron soslayarse, nos conduce a la concluyente mirada de la autora en pos de un mundo solidario donde la espiritualidad aspira a recobrar su carisma sagrado como fundamento y destino de las relaciones humanas; esa mirada que siempre busca horizontes que quiebren los silencios, espacios de luz capaces de anegar las sombras, leyes no escritas que trasparecen en el imaginativo universo que envuelve de símbolos y asociaciones epifóricas los poemas de la siempre fértil y sorprendente Paloma Fernández Gomá.
______________________________________________________
Paloma Fernández Gomá ( Madrid-Algeciras) Poeta, escritora y crítica literaria. Académica de la Real Academia de Nobles Artes de Antequera. Consejero de Número del Instituto de Estudios del Campo de Gibraltar. Fundadora y Directora de la revista Tres orillas-Dos Orillas (2002- ) La Asociación Colegial de Escritores de España, sección de Andalucía ha concedido el VII Premio Mecenas de la Literatura Andaluza “ Manuel Altolaguirre” a la revista Dos Orillas.Coordinó la antología ARRIBAR A LA BAHÍA, ENCUENTRO DE POETAS EN EL 2000 (germen literario de la revista Dos orillas). Miembro de honor de la AEMLE (Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española). Pertenece al Club de Amigos de Marruecos en España. Asesora literaria del Instituto Transfronterizo del Estrecho de Gibraltar, hasta su cierre. Ha sido galardonada numerosas veces por su obra literaria e intercultural. Codirige junto al poeta Aziz Amahjour la colección de poesía “Voces del Estrecho” editada por ImagenTa Tarifa. No se presenta a premios literarios desde el año 2000. Su obra está recogida en distintas antologías y revistas de ámbito nacional e internacional y ha sido traducida al mallorquín, al árabe, al inglés, al francés, al italiano, al rumano y al portugués y al griego. Ha participado como ponente en conferencias, encuentros y seminarios. Tiene publicados numerosos artículos en prensa y revistas, estudios, ensayos y más de veinte libros de poesía y narrativa.
************************
Inmaculada García Haro nace en Málaga, escribe poesía,
ensayo, narrativa y crítica literaria. Licenciada en Filosofía y Letras. Los
perfiles del frío es su último libro, Ha sido editado por Valparaíso. Anteriormente ha
publicado Sirenas ancestrales, Mástil de araucaria, Las hijas de Yemayá, Uno de
corazones y la sangre de Erato, entre otros. En narrativa destacamos historias
de Babilú.
Es especialista en la recuperación de la memoria
historiográfica de la mujer en la literatura y las artes, tema central de su
libro de ensayo Heroínas ocultas. Es vicepresidenta del grupo ALAS ( Autoras
por la Literatura y las Artes).
Los perfiles del frío es un libro que contempla la
expectativa de los acontecimientos, asomándose a la ventana del sentimiento
y mostrando paisajes tanto de Rumania
como del sentimiento íntimo de la autora. Así se nos muestra, tal y como dice
la poeta “Desde arriba” cuando lo oscuro desaparece; ofreciéndonos los umbrales
de la oscuridad desde donde se escriben algunos de los poemas de esta primera
parte del libro, donde podemos leer poemas como Ablación, El vacío de la
colmena o cristales rotos.
En la segunda parte del libro, Tocata y fuga, Inmaculada García Haro se muestra reflexiva ante la
vida, y con buen criterio y buena poesía invita a trazar una línea definitoria
que nos aconseja mirar a nuestro alrededor:
“Devolviendo mentiras y artificio
de insensata ceguera ocasionada
por injusto y maldito artífico”
En el poema El tránsito de los déspotas en este mismo
apartado, es una llamada a la sensación
de angustia que provoca la egolatría. Ególatras hay muchos y la autora
consciente de ello trata de desnudar con palabras esa falsa apariencia de estos
personajes que declinan las conductas hacia caminos imprevisibvles.
Y en el tercer apartado: Extraño viaje, recalamos en el poema que da título al libro: Los
perfiles del frío. Un poema perfectamente encuadrado en el contenido del
poemario, que avisa del hielo en el corazón causado por el dolor que nos acecha
en la vida. Leamos pues estos versos:
“y forjaste una atalaya de nieve
desde donde avisa al enemigo
para no ser vulnerable
a otros cuchillos blancos”.
Y nuestra poeta prosigue:
“Por los perfiles del frío ascendente
dejando atrás todo aquello
que pudiera dar calor a tus raíces”
La
palabra y el viento cierra el índice de apartados con poemas
que inspiran una mirada de apertura a la vida con sus fases de dolor y
esperanza. Aquí podemos leer poemas como: Tempus fugit, Solo se muere por
contagio, Pájaro sureño o La palabra en el tiempo permanece, con una cita de
Antonio Machado y del que recogemos estos versos:
“Cuando el rayo le regala el primer verbo
Y se sacude en sus manos la catarsis
un abecedario raro convulsiona
portando el don de la palabra
que en el tiempo permanece.”
Versos que son todo un alegato a favor de la palabra
como vínculo imprescindible para que reine la armonía en los perfiles del frío
que rodean nuestra existencia.
***************************
Al hilván que traza la luna de María Jesús Fuentes. Poesía Hiperión 2023
Por Paloma Fernández Gomá
Si Publio Ovidio Nasón en su en su Arte de amar ofrece recomendaciones sobre el cortejo y el Kamasutra nos dirige en el arte de la seducción y cómo hacer el amor; nos encontramos ante la deriva del acontecer amoroso de muchos años atrás y deducimos que el arte en el deseo y la entrega que nos ofrece el amor no es materia en desuso, al apostar por cómo se construye el amor en el dialogo versificado de amantes por el que apuesta nuestra autora, María Jesús Fuentes, en su más reciente libro “Al hilván que traza la luna” , donde se deshojan las páginas del amor y se desvelan poemas henchidos de deseo, en el rescoldo de una relación, el cortejo de unos versos, la seducción de la palabra o el arte de amar como vínculo de unión entre las personas que sostienen esa llama encendida que no conoce el paso del tiempo y que es capaz de trepar por las luces del insomnio o el despertar que ahuyenta el vacío de una noche.
María Jesús Fuentes argumenta su libro con cincuenta y cuatro poemas, que ante situaciones o personajes, tiempos o historias, siempre se halla en Él y en Ella, en Jane y en Tarzán o en Otelo y Desdémona el inicio de ese ritual atávico de verso y amor trenzados en poemas.
María Jesús nos ofrece la aseveración de encontrar una misión coherente que le corresponde a la palabra en el tercio más adverso o favorable que nos lleva hasta el amor. Así interpela Jane Eyre a Edward Rochester: “ Si me hubieran dicho/ que estaba loca/ y que te engañaron/hubiera asaltado la torre/ como un caballero andante…”
Y Dulcinea se dirige a Don Quijote: “a mí, que sin ninguna primavera bajo las faldas,/siento ahora que soy una nube en el cielo/ dibujada con el sueño de un loco…”
Tarzán quiere atraer la atención de Jane:
recorro lla selva como un rey
para llevarte los primeros frutos
y el agua cristalina,
para verte,
con tu falda corta, con el pelo suelto,
para que me veas pasar. (pág.40)
Penélope se sincera con Ulises: “No puedo destejer las raíces del tálamo./ Se enredan entre los recuerdos/y avanzan como la hojarasca/agitándose hasta el peñasco entre remolinos/como el limón que me dejaste en la boca./Se decolora mi labor/y deshago el bordado azul/que me aleja de tu torso robusto/de capitán errante/para que, cubando vuelvas,/lo encuentres intacto”.
Su amor incondicional y sin tiempo es vestigio de una época anterior, que recupera nuestra poeta para anunciar hasta donde pueden volar las alas del amor.
El leitmotiv del libro es buscar la conexión, no entre los personajes sino entre la autora con sus lectores a través de los versos de los personajes de los poemas, que apaciguan el tiempo de amar entre las páginas de “Al hilván que traza la luna”, un libro de armonías al dictado del corazón.
******************
El mirador de los perezosos de Sergio Barce. Ediciones El Genal
Por Paloma Fernández Gomá
El escritor Sergio
Barce, residente en Málaga, larachense de nacimiento y de corazón, nos
presenta su último libro “El
mirador de los perezosos” ganador del XXIX Premio Andalucía de la
Crítica 2023, en la modalidad de
relatos.
Sergio Barce nos tiene acostumbrados a una lectura viva
y profunda, donde las tramas tienen un trasfondo marroquí. No en vano,
Sergio nació y vivió en Larache. Ama la
tierra al sur del estrecho de Gibraltar, que bien conoce y que le inspira.
“El mirador de
los perezosos”, la obra en cuestión está
formada por once relatos. Todos ellos “serigrafiados” con relación a
la ciudad de Tánger, ciudad que es
símbolo y cuaderno de campo de la literatura de nuestro autor. Este
“mirador de los perezosos” como apellida el protagonista del relato
homónimo, Abdelkrin, al tangerino mirador de los cañones, es (atendiendo al contenido
del libro) un transitar por puntos de referencia en la vida de la ciudad de Tánger. Se citan la playa de
Markala, el Boulevard Pasteur, Avenue Josafat, el cabo Malabata, el famoso café Hafa, hotel Rembrandt, la calle
Dar Niaba, el cementerio judío de Tánger y el
mirador de los cañones, también conocido como el muro de los perezosos,
la calle Siaghins entre otros lugares por este deambular urbano al que nos
conduce Barce.
Los lugares no son sólo puntos de referencia en los
relatos de Sergio Barce, son el punto de partida donde se incardinan los
protagonistas, las palabras y el transcurso de la acción.
Las palabras que emplea nuestro autor obedecen al
vocabulario francés o árabe y al español, desde ellas nuestro escritor
desarrolla sus relatos híbridos de cultura y hondura en el tratamiento del
contenido. Nos recuerda “El pan desnudo” de Mohamed Chukri, en el personaje de Albedkrin, así
como el tiempo del Protectorado con las decisiones del Majzen de ir arrinconando a los que descendían
de españoles, en el relato Boulevard Pasteur. Los nombres escritos en francés y
otros de origen árabe, se empelan con cierta asiduidad y podemos apreciar
al final
del libro un glosario donde se explica el significado de las palabras que aparecen en
el mismo. Todo ello nos lleva a concluir que esta obra señala la
interculturalidad como objetivo y plantea el reconocimiento y aceptación
de costumbres que sin ser propias
son aceptadas para alcanzar un mayor nivel de aproximación cultural. El centro de
todo este despliegue cultural tiene como protagonista la ciudad de
Tánger, destacando, en cierta medida,
aquel Tánger internacional (1923 – 1956) cuando una comisión formada por autoridades españolas, francesas y británicas gobernaban esta ciudad, después hacia 1928 esta gobernanza se vio ampliada por
Portugal, Bélgica, Países Bajos e Italia. Todo
ello marcó un carácter cosmopolita
y también de cierto colonialismo compartido que subyugaba a la población.
Sergio Barce sabe hacernos llegar a través de su palabra
siempre hábil y precisa el resultado de un
perfil que se ciñe a sus relatos,
alternando pasado con presente,
hasta desembocar en un marcado carácter humano que nos conduce a conocer los
personajes en profundidad.
Nuestro autor ahonda en la psicología de sus protagonistas,
nos descubre lo que piensan y
porqué actúan de una forma
determinada.
Barce alimenta las conductas de los personajes con
connotaciones históricas, ayudándonos a recorrer
episodios, hechos y lugares que quedan en el imaginario colectivo de una
sociedad que él conoce bien; demostrándonos un orientalismo actual con proyección a occidente, basándose
en gran parte en la ciudad de Tánger, como fuente inagotable de un soporte literario y social que
puede llegar a transmitir una literatura
del acercamiento.
Esperanza de veletas de Manuel Vilchez de Garss. Editorial AMARPPE Granada 2023.
Por Paloma
Fernández Gomá.
Si atendemos a la contraportada podemos leer que el libro “Esperanza de veletas “ es una puerta directa, por la palabra intrínseca y barroca, que pretende dar una
respuesta a la poesía andaluza, que si bien acude a la experiencia, va más allá
de lo meramente vivido, hallando en la
diferencia, muchas veces, su seña de identidad.
Así pues nos adentramos en la lectura del libro donde la sensibilidad, la vida, lo
intangible, la eternidad, la voluntad humana,
así como también la afectividad, la
incertidumbre, el tiempo y los
recuerdos son los mimbres de poemas llenos de intensidad, donde se haced uso de
un lenguaje culturalista que trasciende de lo banal, hecho este que impregna el contenido de muchos
de los libros que actualmente se publican.
Manuel Vilchez sabe buscar en sus palabras el mensaje más
íntimo que puede llegar a transmitir la poesía para identificarse como
diferente.
Nuestro poeta escribe:
“Pensé indulgencia capaz de librarme” (pág. 7)
“Tú molusco que llevas todo a cuestas, ¡oh premonición!
(pág. 9)
“En consonancia con la ceguera y el hermético silencio”
(pág. 11)
“Me levanto en el hueco de esa quietud” (pág. 13)
“Dispersa en el pórtico de la memoria otra vez la razón”
(pág. 16)
“Qué desamparo presto crece”(pág. 21)
“Ahora que mis
pies se pliegan al fondo de la nada” (pág. 25)
También destaco el
poema titulado “Sobre
mejilla la naturaleza muerta”: … ¿Cómo reconocer si es verdad que
allí,/ en el arcaico rojo de tus párpados,/ la fría e impúdica proposición/
distingue la paradoja de la profecía?. El
poema dividido en tres estrofas
acuña fórmulas para ver más allá de lo que a simple vista se nos presenta como real. Indagamos, miramos
el significado de las pablaras e
intuimos que lo real está en uno mismo,
en la dimensión que damos a lo que
observamos con nuestros ojos. El hombre busca su equilibrio y lo tiene delante
de sus ojos, muchas veces nublados ante
la realidad.
O el poema “Meditación a Pedro Rodríguez Pacheco”, donde
la palabra alimenta nuevos cauces para el poeta y se acerca al borde de lo imaginable para nutrir espacios que
están por descubrir.
En el poema “El
hombre que caminaba invierno”, leemos:
Recuérdame
con un talle renacentista,
con
gesto en displicencia surrealista,
y
tú comprenderás fuera de las cordilleras,
del campo de marte el extrarradio.
El
azar no regirá el juego del ciclo solar:
la única música disciplinar del celibato
para
ser canonizada esta pared del alma.
Estamos ante un libro rico
en vocabulario y pleno en contenido,
donde el poeta toma conciencia de la realidad, su realidad, para presentársela
al lector como un medio de llegar a la catarsis que necesita el hombre para
desnudar su alma y alcanzar altas cotas de una comunicación basada en la
reflexión del pensamiento donde la razón es cuota obligada para asumir una
conciencia en libertad, libre de falsas pretensiones que nublan el auténtico
sentido de la poesía.
Leer a Manuel Vilchez en
este su más reciente poemario es experimentar la sensación del verso auténtico
en libertad de expresión, sin ataduras a tendencias o patrones.
Afuera hay sol de María José Sáenz. Editorial Olifante (Zaragoza, 2022)
Por José Antonio Santano
Afuera hay sol
Hace unos meses llegaba a mis manos el libro
de poemas Afuera hay sol, de María José Sáenz (Tremp, Lérida,
1953). En su biografía consta que es Licenciada en Medicina y Cirugía,
especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y en Medicina Naturista. Poco
que ver, hasta ahora, con la poesía. Pero si leemos algo más de la nota
curricular, comprobamos que «trabaja con mujeres en grupos psicopedagógicos en
los que una de las herramientas fundamentales es el análisis de textos». Esta
circunstancia, especialmente, es la más clarificadora si nos atenemos al
contenido de este poemario. La poesía, entonces, la que percibe María José
Sáenz, convierte su experiencia vital con las mujeres de esos talleres, en “ácido
almíbar” (título de un poemario de Rafael Soler), oxímoron viene como anillo al
dedo y que mejor concuerda con los poemas de Afuera hay sol: «Afuera hay
sol. / Detente y míralo, / escucha su cierta melodía / en su triste corazón aún
caliente». Ciertamente, y a pesar de las amargas vivencias de las mujeres
que atiende como profesional nuestra poeta, la palabra es aquí verdadero
bálsamo, el calmante, la pócima capaz de aliviar tanto sufrimiento o tanta soledad:
«A la consulta vienen las mujeres casi siempre solas. / Hay trampas en las
casas, / largas vigilias donde arde el alcohol y el sometimiento. / Estas
historias me hacen tanto daño como un endiablado rayo / de tormenta seca: sin
agua para sofocar los terribles incendios / del bosque que crece en el corazón.
/ Tengo miedo de seguir contemplando desiertos de ceniza». La
poesía es como el sol que nos calienta, como la luz que nos guía o el vuelo de
un pájaro en el firmamento. Este poemario, el primero de María José Sáenz,
contiene la ardentía de la palabra, esa que nace del silencio y muere en el
silencio. La mujer es el centro, su sensibilidad se muestra en cada verso y su
condición femenina nos descubre un mundo tan cercano como desconocido. Herida
por la cotidianidad de su trabajo desvela Sáenz lugares comunes y voces desgarradoras:
«De todas las experiencias, quizá / la menos asumible, y la que deja en el alma
/ una isla solitaria y oculta, / es ver morir a un hijo o a una hija. // Esta misteriosa
frase repetía en la consulta: / “Mi dolor no tiene remedio ni fronteras / pero
no quiero perderlo». Del dolor y la soledad nace la palabra poética de María
José Sáenz, también de la ajena se
retroalimenta para crear un espacio, una isla, un universo propio donde amasa
día a día el amor y la esperanza: «En mi jardín nocturno crece / la mala hierba
del desasosiego; el trajín acumulado de los días, / la espina del dolor que
traiga a casa, / el ancho sufrimiento que viste los tapiales / como una
enredadera; / la enferma flor de amores desdichados, la temblorosa hoja de
amargas decepciones. // Y en mi jardín nocturno también crece / el ebrio perfume
de las rosas, / el aroma calmo de azahar, / la deliciosa emanación de hierba
luisa, / la misteriosa esencia de la madreselva, / el bálsamo fragante de toda
la feliz verdura. / Es éste mi vivir y doy gracias por él». Siente la poeta en
su ser al otro ser, ese que en el tiempo brama, sometido, violentado tal vez, y
ya no cabe sino alentar la palabra, que vuele alta, sobre el mundo: «Qué es lo que
hemos aprendido / en las alas del tiempo? / Ya no puedo soñar, la alegría se
pudre como un hongo / en el aire brutal de tu dolor, hermana, hermano. /
Regreso a casa y abro la ventana: / el monte duerme acariciado por la bruma». A
la mujer inquiere, a la que calla en su miedo todos sus padecimientos, cada
punzada, cada golpe, en ese calvario continuo que la humilla y la destrona de
la vida. Por eso el grito, consecuencia de lo vivido y sentido por la poeta con
otras mujeres, como una rotunda sentencia: «Si tú no hablas, hablará tu cuerpo».
Por José Antonio Santano
Biografía de olas
El mar o todo lo que tenga que ver con él viene bien para la poesía. En la poesía vive unas veces turbulento y otras plácidamente, acomodado en los dos casos a la mirada siempre atenta del poeta. El poeta se sumerge en sus aguas para conocer y conocerse mejor, para sentir sus silencios, y vivir. El mar en sus aromas y sonidos siempre regresa a la poesía. Como regresa el alba en su esplendor primero o las olas que van y vienen, monótonas, una vez y otra, y chocan, contra las rocas o acarician la arena en su orilla. El poeta contempla. Su mirada es honda y serena. Bucea entre corales y peces. En sus ojos la luz azulada del origen, de la vida. En este sentido, la poeta Isabel Alamar (Valencia, 1970) nos propone adentrarnos en Biografía de las olas, su último poemario. Con anterioridad la poeta valenciana ha publicado los libros Cantos al camino y A la intemperie de tu boca, ambos editados por Playa de Ákaba en 2017 y 2018, respectivamente. Biografía de olas viene a centrar la mirada de Alamar (apellido tan apropiado para el tema que nos ocupa) en la Naturaleza y sus cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire), y construir así un universo poético en el cual y a través del poema breve (haiku) nos invita a conocer su singular mundo pleno de imágenes, con un lenguaje sencillo y vivo. Dice la prologuista Mila Villanueva: «Como en la poesía tradicional japonesa o china, los versos de Isabel son fotografías de un instante, destellos en un firmamento de vocablos. La sencillez, en todos los ámbitos, es siempre lo más difícil de alcanzar, la poesía sencilla suele ser la más lograda porque con pocos ornamentos nos hacer llegar a la iluminatio que encierra». Y ciertamente, la poeta alcanza su propósito con este poemario, que no es sino un viaje, su particular viaje al centro mismo de la palabra, de su máxima expresión lírica. Ya desde el inicio Isabel Alamar nos habla de sí misma: «Mi biografía se escribe / prácticamente sola: / unas cuantas piedras por aquí y por allá, / algunas conchas rotas / y un manojo de arena intempestiva / que a veces me emborrono los ojos / y entonces no puedo ver / ni a nada ni a nadie / ni tan siquiera pensar». En la misteriosa soledad del mar y sus olas, que ahora son de tierra, vive y se desvive, siente y sueña. En la segunda parte (Olas de agua), el agua es la fuente donde halla el poema, la escritura en sí misma, las palabras: «Agua de palabras, / huellas, fluidos / que son voces…». El fuego ahora (Olas de fuego) como símbolo único e imperecedero del amor, ese ardiente deseo de la entrega absoluta, de abismarse en sus azules llamas: «No esperes más, nos esperan / el agua, la tierra, el aire / y, sobre todo, el fuego. // Ven conmigo, amor, ven. / Amor, conmigo ven». Y, por último, el espacio, el aire (Olas de aire) como señal inequívoca de libertad, del vuelo infinito hacia la luz más intensa de los días: «Al amanecer / la luz en la maceta / toca la flor». Las olas, en su mágica sonoridad, en los silencios poéticos de Isabel Alamar.
*********************************************
A la música de Francisco Lucio
Corona del Sur (Málaga, 2022)
Por José Antonio Santano
A la Música
Días atrás recibía, deferencia del amigo y poeta Antonio Pérez Roldán, un excelente poemario póstumo de uno de los grandes poetas del siglo XX y principios del XXI, por desgracia desconocido para muchos, roquetero de nacimiento, afincado durante toda su etapa laboral en la ciudad de Terrasa (Barcelona) y que regresa a su ciudad natal donde fallece en agosto del año pasado: Francisco Lucio (Roquetas de Mar 1933-2021). El poemario en cuestión lleva por título A la música y según el propio Pérez Roldán, conocedor de su obra publicada y no (más de dos mil páginas inéditas de poesía y otros cientos de prosa), formaría parte de su obra magna Hojas secas. Acercarse A la música, texto imbuido por la más clara y luminosa tradición poética española, es como respirar el aire fresco de un bosque inmenso de hayas o pinares, contemplar la paz del mar Mediterráneo que le vio nacer y morir o adentrarse en los múltiples silencios de una armoniosa música, de una cadencia y ritmo abarcadores del infinito cielo, sería como alcanzar la nada y lo absoluto al mismo tiempo: «Y mientras os saciáis de música, de paz, / de amor y de ternura, no temáis que se agote: / la fuente, con la noche, ha de seguir manando, / derramando sus aguas en medio del silencio». Francisco Lucio recoge en este poemario las piezas musicales que en vida escuchaba apasionadamente, autoría de los más destacados compositores de todos los tiempos Johann Sebastian Bach, Mozart, Chopin, Schubert, Ravel, Beethoven, Schumann, Haydn, Mendelssohn, Purcell, Händel, Vivaldi, Rimski-Kórsakov, Mijail I. Glinka o Johannes Brahms. El eje central de esta grandiosa obra pivota entre la música y la noche, ese momento mágico en el cual el poeta se rinde al hecho poético que la música y la noche le brindan y en el que siente vibrar el corazón humano. En vida, desafortunadamente, Francisco Lucio no publicó muchos libros, siete tan solo nos dice Antonio Pérez en su prólogo, para añadir al respecto que: «Los lectores habituales de poesía sabemos que hay poetas que tienen más nombre que obra, poetas que por circunstancias ajenas a la poesía gozan —o son víctimas, según se mire— de una fama desmesurada. (…) Francisco Lucio es un caso claro de poeta con más obra que nombre, o renombre, teniendo en cuenta tanto la calidad como la cantidad de su obra». Y no le falta razón. Hay, desgraciadamente, quienes viven del nombre más que de su obra, en su mayor parte mediocre. Pero en el caso que nos ocupa podemos afirmar sincera y taxativamente, que nos hallamos ante un poeta extraordinario, que supo aprender de la tradición clásica los más valiosos recursos lingüísticos y retóricos, la esencialidad del discurso poético para trasladarlo en su más pura excelencia y belleza al lector: «…Surgen y crecen, / por la margen, violetas y alhelíes, / flores sencillas del prodigio. Siente / el corazón el beso de la música, / el río que sereno va a la muerte, / y al fin, como criatura humana, / se apaga en ella blanda, dulcemente…». Poesía y música, o viceversa, se funden en un mismo cosmos, como también el poeta, nacido de humilde cuna atiende siempre a la llamada de los más desfavorecidos y ahonda en la vida, y le duele el dolor de la pobreza para con ella surgir hacia la cima de un cielo azul esperanza, infinito en el sueño: «Allí, en el aire indemne, / escucha el buen oráculo: / ha de llegar el día / en que, saciados ya del pan más tierno, / de los frutos terrestres, / los pobres de la tierra / restauren su dolido corazón / —como el más puro don, como gracia suprema—, / con la fuerza auroral que fluye de esta música. / Y la alegría encenderá sus pechos / con un rayo divino de luz resplandeciente». Porque el poeta Francisco Lucio creía, inspirado en el místico Canto espiritual de San Juan de la Cruz que, «Todo bien es posible, todo fulge / con la música pura, aunque es de noche». Y así la música y la noche, la poesía en su más honda raíz renace y se revela como el más grande de los tesoros en la palabra, hasta trascender en una especie de éxtasis espiritual a ser música de nuevo: «Mas ella está, con el gemido, bajo / la delicada niebla. Ella, presente, / aunque no la veamos. Y así, lenta, / como las secas hojas del otoño, / como la noche o muerte que la ampara, / cae sobre el blando sueño de la tierra». Quizá nuestro mayor homenaje fuera, en honor a su ingente y extraordinaria obra literaria tanto en poesía como en prosa), que una institución pública (me atrevo a proponer al Ayuntamiento de Roquetas de Mar, lugar donde nace y muere) publicara todos los textos del excelso poeta Francisco Lucio, por ser una de las voces más destacadas de la reciente Historia de la Literatura Española: «Como la noche, vístete de música. Y la noche / te dará compañía lo mismo que una madre». Esencialidad y compromiso, saber y corazón iluminan e iluminarán siempre su poesía.
*****************
Arpegios y mudanzas de Enrique Villagrasa.
Editorial: Diputación de Teruel (2022)
Por José Antonio Santano
Tomo prestadas las palabras del profesor y poeta Jaime Siles sobre la antología poética Arpegios y mudanzas, del poeta y crítico aragonés Enrique Villagrasa (Burbáguena, Teruel, 1957): «Todo poeta tiene, guardado en su memoria, un espacio-tiempo al que siempre que lo necesita —y poeta es quien lo necesita— suele regresar». Y así es. Una vez más y en todas las ocasiones precedentes que he tenido la fortuna de acercarme a la poesía de Villagrasa, siempre encontré ese espacio-tiempo del que bien habla Siles en el preámbulo de esta antología. Para Enrique Villagrasa ese espacio-tiempo es, sin duda alguna, Burbáguena, donde el poeta es y se hace («Un poeta para poder ser ha de ser poema, no verso / en y con su esperanza en la muerte amada: / en las fuentes de Burbáguena y su río Jiloca»), en su infinito paisaje, paraíso perdido, la voz de la infancia que se perpetúa en el rumor del río Jiloca («Y sí, tú me salvas, Jiloca líquido. / Regresar es mi destino: dejar atrás estas playas. / Volver a tu horizonte. El murmullo del río espera. /Recuerdas la noche en tus pozas de juventud / gloriosa. El alba se hace esperar en el Jiloca»), en el arrullo continuo del silencio en las noches sin luna, en el viento del cierzo cuchillo («El cierzo acaricia las sonrisas de tu tierra, / limpia y deshace tu pasado. / Y convierte tu mundo en un lugar abierto / a todas sus posibilidades, poesía. // El cierzo arranca tu máscara de la rutina. / Allí, en mi tierra, te pone frente a su página / en blanco: ese espacio sin límite»), los crudos inviernos o en la luz de unos versos. Villagrasa pertenece a ese grupo de poetas españoles nacidos en el año 1957 (más de una decena) y que he venido en bautizar como “Quinta del 57”, cierto que desconocida como tal, pero loable por la trayectoria poética de cada uno, y que algún día formará, por derecho y méritos propios parte de la historia de la poesía española contemporánea. Hallamos en esta antología poemas seleccionados por el autor y pertenecientes a libros publicados entre 1983 y 2021 bajo el título Arpegios y Mudanzas. Viajar por las páginas de este libro, detenerse en sus versos es como sentir un soplo de aire fresco, tan necesario hoy, no sólo físico, por la insoportable ola de calor, sino también emocional. No obstante, el lugar, tal vez ese paraíso perdido al que siempre regresa Villagrasa no es otro que su particular Ítaca y a la que acude en todo momento, como si su salvación le fuera en ello. Ese lugar, ese entrañable paisaje es, por reiterado y constante, Burbáguena. Pero a ello, no podemos olvidar, el hecho poético en sí mismo, el yo que se transforma y muta viene acompasado por un lenguaje en el cual la metapoesía enriquece y aporta al lector un lugar donde detenerse, donde ahondar para comprender con más exactitud el mundo que le rodea. Villagrasa entonces se rebela contra sí mismo, intima con la Naturaleza, mira y observa cuanto acontece para marcarlo, señalar su trascendencia y vivir una experiencia mística, en la cual la palabra es el instrumento que aglutina la verdad del poeta: «Tal vez el poeta deba ser aquel que bajó / al abismo. Y nunca olvidado, triste o duro / y siempre abierto al afecto de la página / donde derramar versos de lava ardiente / llegados de muy hondo sentir siendo». La viva desnudez de la poesía de Villagrasa nos deja un hálito de esperanza, un fulgor creciente e imperecedero que nos aloja en las entrañas mismas del “ser”. Nada se resiste al poeta y bebe por igual de la tradición poética como de las nuevas tecnologías, expresión de un lenguaje en el cual se reconocen formas relativamente recientes y distintas de comunicación, tal es el hecho de las redes sociales como facebook, whatsapp, twitter, etc: «Facebook lee antes la voz del poeta. / Twitter es su eco. Y en mi mirada queda / el naufragio azul de tu gesto altivo». Por todo, la poesía de Enrique Villagrasa es silencio también, un continuo abismarse en la nada. En este sentido, Jaime Siles escribe: «Y él, que ha sido un poeta del silencio, sabe muy bien que solo el poema nos revela el sueño que nos sueña». Para aquellos que desconozcan el devenir poético de este poeta y crítico español, Arpegios y mudanzas es una oportunidad de oro para comprobar su valía y calidad lírica de Enrique Villagrasa, una voz imprescindible
España*Diván
árabe de Sergio Macías. Vitruvio 2021
Por Paloma Fernández Gomá
Sergio
Macías nació en Gorbea, región de Araucania, al Sur de Chile. Fue durante
veinte años agregado cultural de la Embajada de Chile en España. Siempre manifestó un marcado compromiso
social y un destacado interés por
Marruecos en su producción literaria. Fruto de ello son, entre otras de sus publicaciones: Presencia árabe en la
literatura latinoamericana. Chile 1995. Literatura marroquí en lengua
castellana (Sergio Macías y Mohamed Chakor). Madrid 1996. Influencia árabe en
las letras iberoamericanas. España 2009. España * Diván árabe, es una
aproximación poética a España desde su geografía, con un marcado sentimiento
emocional que el poeta proyecta en sus versos y acentúa el carácter de exilio que
la historia nos ha deparado. En Diván árabe el poeta destaca de nuevo el
exilio, incluso aludiendo a su propio exilio. También recuerda el ambiente
hispanoárabe, haciéndolo patente en su poema Al-Mutamid, dedicado a Fernando de
Ágreda: “Esa noche las estrellas/dejaron caer sobre Marruecos/lágrimas de fuego”.
Sigue su recuero de nostalgia con el
poema titulado Rumaykiya: “La esclava de belleza sevillana,/con ojos azabaches
de gacela/y piel de olivo de Al-Andalus”…”Al
quitarse el manto, descubría su talle/ floreciente rama sauce,”(1)
(1) Traducción de Emilio García Gómez en poemas Arábigo Andaluces
Tres
Antologias diferentes
Por José Antonio Santano
Si
se hubieran puesto de acuerdo los tres poetas en lisa para publicar sus textos
antológicos seguro que no habrían coincidido en el tiempo como ha sucedido realmente
en estos días. A los tres vates que se citan en este Escaparate de libros
les une una amistad larga y duradera, la pasión por la poesía de calidad y un
movimiento o corriente poética de la que participaron activamente. Dos son
granadinos y uno sevillano: Antonio Enrique, Fernando de Villena y Pedro
Rodríguez Pacheco. Cada uno por separado y sin saber los unos de los otros han
publicado recientemente sus antologías poéticas. Antonio Enrique (Granada, 1953)
lo hace con El siglo transparente [Antología poética 1974-2020], un
volumen que abre con una cita de Wallace Stevens: «La poesía es un faisán que
se pierde en la espesura» y que contiene poemas de sus veinte libros publicados
hasta ahora. Como novedad a esta edición cabe destacar el comentario del autor
a cada uno de los libros signados en esta antología, desde el primero de ello
La segunda de las antologías viene de la mano de Baker Street Ediciones, titulada Las estaciones de la existencia. Antología poética (1980-2020), cuyo autor es el también poeta granadino Fernando de Villena (1956). La producción poética de Fernando de Villena es extraordinariamente fructífera. Ahora, con esta nueva antología de su larga andadura como poeta, nos ofrece lo mejor de su trayectoria, y esta es una invitación que no se puede rechazar en modo alguno. Desde 1980 y hasta 2020 es el periodo elegido para estas Estaciones de la existencia, en las que hallamos verdaderas joyas, versos inolvidables, la esencia de un pensamiento que trasciende la realidad para convertirse en conmoción. La poesía como catarsis o estado de gracia. La selección de poemas pertenecientes nada más y nada menos que a treinta y cuatro obras poéticas es aval suficiente para adentrarse y bucear en este relevante legado del poeta granadino. Paisaje y paisanaje que el poeta siempre supo elevar a la condición de arte, donde el lenguaje adquiere una nueva dimensión para llevar hasta el lector la esencialidad de su poesía. Enmarcado en la corriente llamada “Poesía de la Diferencia”, como también el poeta Antonio Enrique, esta es una excelente oportunidad para reafirmarse en la excepcionalidad de una poesía que bebe de la mejor tradición, pero que al mismo tiempo aporta elementos diferenciadores, pero de una calidad indiscutible. Sirvan como ejemplo estos versos de su libro Estampas de vejecía: «Al fin, después de tanto andar a ciegas, / descubres la grandeza del silencio, / la dicha de quedarse sólo en lo esencial / o la gran hermosura que el bien siempre conlleva».
La tercera antología toma por título Memorial del Arte de la Seda. Antología apócrifa, del poeta y profesor Pedro Rodríguez Pacheco (Sanlúcar la Mayor, Sevilla, 1941), y al cuidado del maestro editor José Membrive (Ediciones Carena). En el prolegómeno del libro el autor expresa, aún estando en desacuerdo con opinar sobre el contenido de un libro y de forma excepcional, cómo se gestó el presente texto, del que dice que organizó como «una antología apócrifa”, en la que «hay muchas dedicatorias, es un libro de despedida y rindo, poema tras poema, culto a la amistad, al amor, a los recuerdos…». Con todo, Rodríguez Pacheco nos tiene acostumbrados a la disensión razonada tras honda reflexión, al considerar que el pensamiento libre nos enriquece y nos distancia de la mediocridad en la que vive la sociedad actual. Memorial del Arte de la Seda es, sin duda alguna, una antología que se aparta de los modos y modismos, que resurge de la necesidad de expresar poéticamente lo acontecido, lo vivido y sentido, siendo la emoción la clave sobre la que se sustenta su poética. Como parte también de la llamada “Poesía de la Diferencia” reclama la libertad como esencia misma de la expresión poética, lingüística y literaria frente a “la Experiencia” y, sin embargo, cuidado con los estudios oportunistas que solo han citado a la corriente “de la Diferencia”, por intereses espurios, por conveniencia o proyección académica. Pedro Rodríguez Pacheco es una voz imprescindible de la poesía española contemporánea, le pese a quien le pese, y muestra de ello es su impecable trayectoria no solo como poeta, sino también como profesor universitario, ensayista y conferenciante. Por todo ello, importa dejar claro en este breve comentario que este libro, Memorial del Arte de la Seda viene a corroborar lo dicho y a engrandecer el panorama poético español y andaluz con su siempre vibrante, lumínica y emocionada palabra. Para dar fe de ello, como en los dos casos anteriores, veamos una muestra de su poesía, con unos versos pertenecientes a Esquizofrenias galantes, concretamente del poema “La ruta de la seda” y dedicado a su Griselda: «… para vestir de espléndido brocado / las palabras que vierto en tus oídos / y que aceptas, sabiéndolas / las palabras más bellas con las que / tú te dejas vencer, / como yo soy vencido / susurrando los dos antiguas preces / de una logia masónica de pájaros / que cantan sin saber qué es la alegría». Tres asombrosas antologías de tres poetas diferentes pero unidos en el fervor por la palabra poética, por la vida.
La bruma que apacigua la memoria de Juan Naveros Sánchez
Editorial: Nazarí (Granada, 2022)
Por José Antonio Santano
La Bruma que Apacigua la Memoria
VILLENA LIBERA AL
CAUTIVO GRANADINO
Quiso la malaventura que Pedro Soto de Rojas (1584-1658) naciera en un siglo repleto de planetas literarios (Cervantes, Góngora, Lope, Quevedo, Tirso de Molina…), que, en vez de permitirle brillar como uno de ellos, quedara relegado casi al papel de satélite. Esta novela biográfica ilumina adecuadamente una figura importante en su época y en el marco de una ciudad que ha sido incontables veces inspiración de artistas. El cautivo de su paraíso (2019), firmado por el escritor Fernando de Villena, vino a abrir de par en par dos jardines: el de la vida de Soto de Rojas y el de la propia ciudad de Granada. Naturalmente, una y otra seguirán siendo paraísos cerrados para muchos, pues la literatura ha sido desterrada de los programas bachilleres y no todos los excelentes poetas granadinos actuales cuentan con la difusión debida. La ciudad de Granada, a pesar del turismo invasor, seguirá siendo eso: un jardín abierto para pocos.
La fría y escueta nota biográfica de
Wikipedia, sin embargo, aporta dos datos ilustrativos: el interés de la
Generación del 27 por Soto de Rojas y los varios trabajos fundamentales de
Antonio Gallego Morell, personalidad a cuya memoria está dedicado este libro.
La obra está escrita en primera persona, con
expresa mención al primer pícaro de nuestras letras pues algo tienen en común
los dos personajes: el desengaño y el aviso a navegantes, desde el primer
párrafo, que se cierra así: “[…] me propongo dar cuenta de todos mis descaminos
para que quien lea estas planas no venga a padecer tropiezos semejantes a los
míos”. La palabra “desengaño” aparecerá en bastantes páginas y situaciones, por
diferentes motivos, como un recordatorio, además de subtitular así el capítulo
segundo. También es el sentimiento que impregna toda la obra poética de don
Pedro.
Nacido y educado en familia granadina de
cierto abolengo, aunque de recursos limitados, se graduó en Cánones, vivió un
amor juvenil y sin futuro con Catalina (la Fénix inspiradora de sus primeras
rimas), pues ella contrajo matrimonio con quien él consideraba su mejor amigo.
Nueva decepción, que a la larga le llevará a buscar consuelo en la religión, en
el apartamiento del mundo y a desconfiar en adelante de “femeniles pechos”,
pues “así le sigue al ser mujer mudanza;/ no hay firmeza en mujer, no hay cosa
estable”, se desahoga en uno de sus sonetos.
Participó en Sevilla en las fiestas en honor
de la beatificación de San Ignacio de Loyola, donde conoció a Luis de Góngora,
al que ya admiraba como el “Píndaro español” y quien le informa de que el camino
de la fama poética pasa necesariamente por la Corte. Y a Madrid llega con la
esperanza de lograr algún puesto que le sostenga y algo de la fama que
pretende. Pero con mal pie comienza su estancia en aquella Babilonia, siendo
víctima de un robo. Poco apoco irá conociendo los lugares más importantes o más
frecuentados: el mentidero de las gradas de San Felipe el Real, la colación de
San Miguel, lols alrededores de Palacio… y abriendo los ojos gracias al
encuentro providencial con el jurisconsulto y paisano Francisco Bermúdez de
Pedraza, buen conocedor de Madrid, de la política y sus engaños: “no conviene
fiar de los ministros porque todos son fáciles en prometer lo que luego no han
de cumplir”. Así, irá pasando de un aristócrata a otro, de un escritor al de
más allá, hasta llegar a la famosa Academia o tertulia literaria en casa del
conde de Saldaña.
Allí se encuentra con Góngora, conoce a Lope
de Vega, Bartolomé Leonardo de Argensola, Miguel de Cervantes, Luis Vélez de
Guevara (con quien vivirá un enfrentamiento que pudo acabar en duelo si no
hubiera sido aplacado por Cervantes), etc. Pero en esos salones, los poetas se
pelean por obtener favor de alguno de los próceres, y “entre jícaras de
chocolate y galletas, entre vasos de vino y encurtidos […] lo que regía casi
todas las conversaciones eran los negocios de corte, las solicitudes de
prebendas, la lisonja y la maledicencia”. Don Pedro se estrena con una
disertación sobe Poética, que es celebrada por muchos de los presentes. Corren
por Madrid unas copias, escritas por Góngora, con el título de Soledades. La
opinión literaria se divide entre defensores y detractores, de modo que “la
poesía castellana se vino a convertir en un divertido palenque”. Entre los
primeros, se encuentra nuestro Soto de Rojas. Entre los segundos, el ácido y
temido Francisco de Quevedo. Asiste a las funciones teatrales en los corrales
de comedias, que describe con todo detalle. Acude a misa diaria, no solo por
devoción, sino por ser los templos lugares donde concertar citas y lograr
prebendas. Una corrosiva y sustanciosa descripción se hace en la página 60.
Quien desee conocer con más amplitud la vida de la Corte, especialmente la mala
vida, que no deje de acudir a las obras de José Deleito y Piñuela, un armario
lleno de sorpresas.
Las albricias le llegan a través del duque
de Lerma, a la sazón ministro de Su Majestad, en forma de canonjía en la
colegiata granadina del Salvador, lo cual le obliga a ser ordenado sacerdote.
Así entra a formar parte de un cabildo con el que tuvo sus más y sus menos a
causa de unos canónigos que parecen escapados de La Regenta de Clarín. La vida
de nuestro poeta es “un ir y venir continuo de los regocijos a las amarguras”,
aunque “más al lado del dolor que al del gozo, más a las sombras que a las galas,
más al recogimiento que a las fiestas y comedias”. Como abogado de la
chancillería también se encuentra con la arrogancia y grosería de algunos
oidores.
La llegada del conde-duque de Olivares al
poder gubernamental le trae un nuevo favor: ser nombrado abogado del Santo
Oficio y si no llevaba consigo gran aumento del sueldo, sí el del respeto entre
todos sus colegas. Y en el capítulo dedicado a la Inquisición refiere algunos
casos sorprendentes de cómo se las gastaba el célebre tribunal, así como el inesperado
reencuentro con la anciana esclava Nunona, la negra que entretuvo sus años de
niñez y le inició en los secretos del sexo. El azar pone en su camino dos
encuentros: sabedor que en una casa paredaña a las que ha comprado en el
Albaicín se oculta un cofre de plata con gran valor, la adquiere, lo encuentra
y lo vende a un genovés que vive de eso. Y una noche en que no puede conciliar
el sueño por el ruido de la carcoma en la vieja cama de su padre, un hachazo al
cabecero le pone en las manos casi treinta ducados de oro.
El capítulo séptimo describe el Carmen de
los Mascarones y su maravilloso jardín que nuestro protagonista y narrador
construye con los mejores materiales, distribuido en siete “mansiones”: toda
suerte de estatuas alusivas al mundo bíblico y a la mitología. Los azulejos,
pinturas, adornos, alberca, fuentes, alternan con un inmenso mundo vegetal
hasta convertirlo en un jardín botánico. Es decir, un jardín para el disfrute
de su propietario y para los escasos amigos que piensa convidar. En este
capítulo deslumbrante, el escritor Villena echa por la ventana toda su
sabiduría botánica que no es poca. Si Soto de Rojas se reconoce condenado a
morir un día, al igual que su casa y su jardín, confía en que sobreviva su
última creación: el libro Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para
pocos.
Quiero detener aquí la descripción del
contenido para animar a su lectura, llamando la atención sobre el aspecto
literario: dentro de un estilo suficientemente claro para el lector medio,
Villena reproduce con maestría el léxico clásico de un escritor que narra su
autobiografía sin dejar arrinconado del todo el culteranismo que practicó en
sus poemas. La riqueza de vocabulario es inagotable. Pocos libros tan
bellamente escritos se han publicado recientemente en España. Es el libro
firmado por un autor culto que hace hablar a un poeta culto. Y por volver de
nuevo al contenido, es una obra que debería ser de lectura obligada a todo
granadino que se precie de serlo, sea estudiante, profesor, ama de casa o
dependiente de un mercado. Porque el mundo editorial nos tiene amansados con
baratijas en forma de prosas y versos intrascendentes y, ante eso, la inmensa
minoría ha de rebelarse.
Y cierro mis opiniones revelando la causa de
mi retraso en redactarlas. Lo leí de un tirón nada más recibirlo, fascinado por
ese jardín en el que Villena me invitaba a entrar, tan absorto en el placer de
la lectura que apenas tomé alguna nota. Y durante mis diez días de
confinamiento por covid-19, volví a sus páginas más reposadamente. Los
medicamentos, toses y soledad se me hicieron más llevaderos en mi paraíso
cerrado para muchos, jardín abierto de libros para pocos. José Mª Torrijos
El arrojo de vivir (Antología de poemas de amor) de Ángel Guinda
Olifante. Papeles de Trasmoz (2022)
Por José Antonio Santano
(Antología
de poemas de amor)
Por José Antonio Santano
Un horizonte de significados de Custodia Tejada. Amazón 202
Por Paloma Fernández Gomá
El poeta granadino Custodio Tejada ejerce como docente en Guadix (Granada). Ha publicado varios libros de poesía, así como participado en distintas antologías.
Su
último libro es Un horizonte de significados, donde el poeta crea
una línea divisoria de significados, desarrollando toda una estrategia sobre lo
que supone la creación de la palabra como fuente de inspiración y, o
conocimiento de una obra literaria, basándose en la palabra como
portadora de un mensaje subliminal que va más allá del campo fonético.
En el libro
se describe todo un paralelismo entre la creación del hombre y de la palabra.
Concepto-palabra,
lenguaje-fonética, significado-significante, expresión y contenido se van
tejiendo en una sola mirada que nos avoca a un índice de contenidos que
cuestionan, deliberan y enriquecen la palabra, como poseedora de todo un
equipaje creativo de la obra del hombre para expresarse. Siendo el hombre
creado por la divinidad, la palabra ejerce derechos aleatorios de certidumbre indivisa
con su creador, el cual es: el hombre.
El libro se
sumerge en todo un contenido de palabras, como elementos que sustentan una
comunicación necesaria, sensible y capaz de llegar más lejos de lo que
simplemente se escribe o se habla. Llegando a transmitir una fuerza capaz
de mover las conciencias; tal y como se va desglosando en los versos que
siguen a continuación:
La palabra se hizo amanecer/en la
costilla de Adán.
La palabra es poder
Sin la palabra no tenemos futuro/
ni pasado..
El poeta no es Dios en el poema/ a
lo sumo es un simple mensajero/ que registra al dictado una oración.
El poeta ha de ser, a la vez/
profeta y mesías en el mismo poema.
Las palabras son los
verdaderos animales
El universo del lenguaje viaja
Las mismas leyes que rigen el
cosmos/ dirigen la terapia del lenguaje,/ esa ley de atracción infinita/que
expande corazones
El hombre nace para estar atado a la
tierra/ y adherido a la palabra solo/ hasta que la eternidad lo reclame/para
ajustar cuentas
Y qué son las palabras/ sino pájaros
de luz
El libro
contiene un total de veinticinco poemas, nunca causales y sí llenos de
causalidad.
Las citas
que aparecen son una clara declaración a la tradición conceptual de la palabra,
siempre sustentada por nombres como: Rafael Guillén, San Juan o Percy B.
Shelley.
Un libro
arriesgado en su contenido, pero fiel defensor de la pablara y por lo tanto
necesario a la hora de poner en valor la transmisión oral y escrita de la
palabra.
Esencia y Solo inclasificable
Efi Cubero
Por José Antonio Santano
Es costumbre, diría que obsesión, mirar el buzón de correos varias veces al día. Me estimula pensar que hallaré algún libro amigo. Y la verdad es que tengo suerte, porque sucede alguna vez que otra durante la semana. No hace mucho tuve la fortuna de recibir dos en un mismo sobre. La edición de ambos era extraordinaria: sencilla y elegante, muy agradable al tacto, pero sobre todo eran dos libros notables en la trayectoria literaria de su autora, Efi Cubero (Granja de Torrehermosa, Badajoz, 1949), del sello editorial La Isla de Siltolá. Comencé la lectura por Esencia, que me sorprendió por su esplendorosa prosa y la temática: el arte en sus distintas manifestaciones a través de sus protagonistas. Sirva como ejemplo este párrafo del dedicado a Pablo Picasso: «—¡Sólo tiene ojos! — afirman que exclamó la tía del pequeño Pablo cuando delgadísimo y frágil comenzó a abrirlos al poco de
nacer (…) Ojos penetrantes y profundos… Es la intensa mirada de la seducción, la fijeza abrasiva de atrapar lo que observa sin darle tregua al tiempo ni resquicio al olvido…»; luego escribe pensando en el Guernica: “Todo el dolor se halla aquí representado: la noche de las noches, sin consuelo frente a la huella helada de Caín. Una abrasadora acción sangrienta que turba las conciencias llenándolas de horror y de ceniza. Todo está estructurado por la mano que ordena. Por la mirada que escenifica el odio y lo plasma sin que le tiemble el pulso fijando la locura inhumana del hombre”. Seguirán a Picaso otros como Doménikos (El Greco), Da Vinci, López Hidalgo, Kapoor, Velázquez, Gauguin, Monet, Mora, Turner, Antonio López, Pollock, Rembrandt, Hütte, Rodchenko, Carmen Laffón, Tàpies, Caravaggio o Goya, entre otros, y en todos, la esencialidad de la palabra de Efi Cubero, que viene a decir que “el arte nos salvará ante toda adversidad, pues es “un soplo de esperanza que se elevará sobre la podredumbre y los escombros”. En Esencia hallará el lector no solo a las figuras más representativas del arte universal, sino también la expresión poética de sus obras de una manera magistral. El otro libro: Solo inclasificable es un poemario que entronca con ese estado de ánimo que se perpetua en el subconsciente de tal manera que el poeta se acomoda a él para vivir intensamente cada leve rumor de la palabra, hasta abismarse ineludiblemente sobre el calmo silencio. Efi Cubero nos transporta así a un lugar desconocido y misterioso, donde solo habita la soledad en un espejo que refleja el tiempo vivido y por vivir y en el cual el vacío permanece invariable. Escribe, a cuento de lo dicho, la poeta extremeña: «Un solo se interpreta en el vacío: / su ejecución te impedirá el reposo. / Aristas acusadas / en una dimensión extemporal, / abismo de absoluto, / ascensión de fracaso. // Solo inclasificable». La soledad se acompaña de músicas y vuelos de avecillas, el sol calienta las mañanas y las noches se adornan de sueños inalcanzables, mientras que Efi se adentra en un jardín colmado de palabras y silencios, para ser agua y semilla, el fruto de la nada que crece y crece en lo absoluto, como la música. Dividido en cinco partes: acordes, contrapunto, allegro, andante y adagio, el poemario vuelve a tomar el sendero del arte, en este caso de la música y amalgamado con el hecho poético. Y es que mucho tiene que ver la música con la poesía, o, viceversa. Una y otra se complementan beben de la misma fuente el agua que las sustenta. En cada una de las partes del libro la poeta es una y distinta, para conseguir una voz que resplandece, que aúna singularidad y belleza, hondura, pero, sobre todo, emoción, sin la cual la poesía no sería poesía. Solo inclasificable es un libro evocador de ausencias que solo el amor es capaz atemperar en el tiempo de la existencia; y vital, como lo es su autora, Efi Cubero, y así lo atestigua: «Hallar el corazón / del acontecimiento, / descorrer las cortinas, / reivindicar el hecho / de que sigues aquí. / Para eludir la muerte / atestiguar la vida».
***************************
El Sol de los ciegos de Alfredo Pérez Alencart
El Vaso Roto, 2021
Por José Antonio Santano
1
Las razones del hombre delgado
Rafael Soler
Nueva York Poetry Press (2021)
Por José Antonio Santano
Cierto que la muerte es un tema constante en la poesía universal. Cierto, también, que han sido y son muchos los poetas que de una u otra forma han escrito magistrales versos sobre la muerte en sus variadas formas de aparecer, conceptualmente hablando: tránsito, partida, acabamiento, expiración, agonía, estertor, silencio, sueño eterno, extinción, trance, etc. Ese último viaje al que todos estamos llamados es, ha sido y será para la poesía un lugar común, si bien cada poeta lo ha expresado y sentido de manera diferente. En el caso que nos ocupa, también observamos esa distinción, tan rica en matices. Cuando leemos “Las razones del hombre delgado”, del poeta valenciano Rafael Soler (Valencia, 1947), advertimos de su capacidad para crear una obra magna y diferente, originalísima. En este poemario Rafael Soler se ha vaciado, ha querido dejarse llevar por una espiritualidad compleja, tal vez mágica, en la que el propio hombre y poeta se ve a sí mismo y desdoblado en dos; por una parte, la materia y, de otra, el silencio de todos los silencios. Para ello ha construido tres voces que hablan entre sí, que dialogan y perpetran un viaje hacia un lugar único, aunque bien pudiera decirse que son una única voz: «Una mujer se observa cautelosa en el espejo / agoniza un anciano de espaldas a su banco / busca el poeta las sílabas precisas (…) comienza a nevar / desde la cuna al nicho». Esta es la hora, principio y fin de todo. En esa original estructura hallamos, y ya lo he dicho otras veces, desde el punto de vista de la forma y el fondo, un universo propio, diferencial respecto a otros poetas, a la otra poesía que, desgraciadamente, persiste en el panorama poético español. Soler es un poeta singular, reflexivo y en esta ocasión ha querido que le acompañemos en su viaje al ser, a la verdad poética que día a día vislumbra desde su atalaya de soledad y silencio. Aun siendo una temática consustancial al hecho poético, el poeta plantea, con esa precisión de su palabra, una nueva forma de entender la vida, de vivirla a pesar de todos los pesares; descubre en lo humano la verdadera causa de la vida, sin vuelta atrás, porque la vida no es otra cosa que su contrario, la muerte. En anteriores entregas poéticas Soler se desvivía, y ahora, diría que se desmuere, lo que nos recuerda aquel verso de Juan Ramón Jiménez cuando se preguntaba ¿qué me vas a doler muerte? He seguido con atención la trayectoria de Rafael Soler y puedo decir, sin temor a equivocarme que, Las razones del hombre delgado, como ya se ha dicho, marca un antes y un después en el itinerario poético del vate, conjugando experiencia y simbolismo hasta crear una obra que no dejará indiferente a nadie. Soler se desnuda, se vacía por entero sin que nada le importe, sino la fuerza expresiva del verso, su hondura lumínica. La soledad permite vivir consigo mismo, desdoblarse para entender el mundo, para entenderse. En este descenso alucinante a la conciencia, el amargo latir de lo que poco que nos va quedando, ni siquiera el cuerpo que nos sostenga delante del espejo, si acaso el leve tacto de unos labios que se rozan en la noche: «solo para tu muerte yo» (…) «solo para mi muerte tú». El dolor de la decrepitud, de las pérdidas y los fracasos, de la incertidumbre y el miedo, de la oscuridad y el olvido («caer oscuro / en un tiempo sin tiempo») es una eterna huida hacia la nada, pero también la certeza ontológica del poeta de saberse vulnerable y de paso, como nos dice en su nota preliminar. Soler nos sorprende una vez más con una obra magistra y de indiscutible esencialidad poética.
Hijos de Melilla (Ulad el
Milili) en el recuerdo, de Filomena Romero
Servicio de publicaciones.
Consejería de Educación, Cultura, Festejos e Igualdad de la ciudad de Melilla
Melilla 2020
Por Paloma Fernández Gomá
Según escribe en su prólogo Antonio Abad, en el libro hallamos el ámbito geográfico cercano y cotidiano de la autora, Filomena Romero. En lo referente a la expresión poética, la nostalgia recorre los poemas, llegando al fondo de las cosas, a los cimientos de la construcción poética, asegura Antonio Abad.
Recorrer las páginas del
libro supone un placer para los sentidos. La impresión es magnífica y cuenta
con fotografías de la autora tanto de su niñez, vivida en melilla, como de su
familia, su juventud y aquellos acontecimientos familiares que fueron grabando
su vida. Pues de su vida trata el libro, de su vida y de su poesía.
Filomena Romero nació en Melilla
y a la edad de cinco años, partió de la ciudad. En la poesía siempre ha
encontrado el refugio y la necesidad de sentirse tal y como es. Reside en
Málaga, desde donde observa el mar, que bien sabe conduce a su infancia, a la
ciudad de Melilla, lugar de nacimiento.
Como bien dice Filomena en
sus palabras previas: este libro es de añoranza
y melancolía. En estos dos
sentimientos se cobija su alma y su pensamiento para recordar, su pasado y
reconducirlo a su presente. Desde la alta torre de su apartamento en
Torremolinos, la poeta, contempla la otra orilla, la de su infancia y los
recuerdos la visitan y nacen sus poemas para recorrer el parque Hernández, la
huerta de Farhana, la calle Abad Ponjoan. En el poema dedicado a la roca
Rusadir fenicia, romana, árabe y cristiana, nuestra poeta escribe:”…plural en tus culturas/anhelante y
conversa./A todas amas y a todas perteneces./Mágica miel que embriaga el
paladar del cielo/néctar y jugo especial hecho ambrosía.”
Filomena Romero exalta la
convivencia entre culturas, base necesaria para que la convivencia pueda
transcurrir en paz. Melilla es ejemplo de ello.
Sus poemas siguen entre
estrellas doradas, la magia de su ciudad natal, los sabores, los caminos, el
zoco, la mezquita, las viejas costumbres, las pompas de jabón, el patio, la
torre de la Concepción, el colegio San Vicente de Paúl, campanas y chilabas.
La infancia queda grabada
en el recuerdo y marcas el carácter, la personalidad de quien fue niño y se
convierte en adulto.
Nuestra autora escribe:”Entre altivas palmeras, legendarias y
eternas./Todo tenía y tiene su olor a noble infancia./Por siempre perdurable.”
El libro cuenta con
cuarenta y dos poemas con citas de Konstantino Kavafis y Amin Maalouf. Un álbum
fotográfico pone imágenes a los sentimientos.
El prólogo de Antonio Abad y la breve introducción de la autora nos
adentran en el contenido del poemario.
Hijos de Melilla es un
libro para ser leído desde la complicidad con el recuerdo, el afecto y la
aproximación a la interculturaliad.
Serena diosa de Encarna
Lara.
Real Academia de Nobles
Artes de Antequera. 2021
Por Paloma Fernández Gomá
Serena Diosa de Encarna Lara, son 30 poemas reflejo de una sensibilidad poética que es carta de presentación de una obra llena de lirismo, donde la mirada se entrecruza con el destino y con un acertado tratamiento del tema, donde la autora nos hace participes de sus versos, comunicando sus vivencias, sus impresiones, los lugares y la historia; siempre desde el acento poético que Encarna Lara es capaz de desgranar en sus poemas. Tarea nada fácil, llegar “al otro” desde las propias sensaciones que describen un libro que recorre semblanzas de la bella ciudad de Antequera.
Calle Trasierras nº5, Plaza
de Castilla, Callejón del aire, Plaza de los escribanos, Coso Viejo, Fuente de
las Descalzas, Iglesia del Carmen, Fuente del toro, Postigo del agua, Puerta de
los besos, Ribera de los molinos, Peña de los enamorados o Los dólmenes; constituyen una visión de los diferentes lugares emblemáticos de la ciudad de
Antequera, que Encarna Lara nos acerca desde su palabra, con versos llenos de
luz, brillantes, acompasados en la métrica, descriptivos y solemnes, llenos de
contenido. La historia se hace poesía en octosílabos y decasílabos.
Después la poeta invita al
pensamiento sobre leyendas, molinos o dólmenes para interpretar otros de sus
poemas. Pero será en el comienzo del libro con poemas como Génesis, Cuando tú
me llamaste, No mentirnos, Cómplices o Poeta; cuando nuestra autora se implica
con las sensaciones que inspiran sus versos y la aproximan a la ciudad de
Antequera que ella ama y es cauce de sus vivencias.
En el comienzo del libro
Encarna Lara con el poema Génesis interpela a sus comienzos: “ Hoy pregunté a la rosa que emergía del
claustro:/¿qué ser equivocó el rumbo de la vida/y me dejó tan cerca y tan lejos
a un tiempo/en la noche desnuda de aquel día primero?”
Continúa nuestra poeta con
el poema Cuando tú me llamaste: “Llegó la
primera flor de manzano/y el viento con sus cítaras a mi ventana,/y me llamaste
un día en la propicia hora/cuando la verde alfombra de tus campos/regentaba la
arquitectura de la espiga.”
En el poema No mentimos,
dice la poeta:”No hay viento que me
encienda como el tuyo/ni brisa que aligere la huella de mi pie/ cuando me
llamas desde tus esquinas.”
La ciudad y la poeta son
cómplices de la aventura de los poemas; y así se expresa en los versos de Cómplices: “Pasa clarividente y me ofrezco contigo/a
la complicidad que nos vincula./Te hallo en la luz y en el agua,/en el gozo de
andar por tus aceras,/en el blanco lirio de tus calles./Y así, en lo más hondo
de cada instante mío,/vibro al clamor encendido de tus plazas,/fuentes, arcos,
rincones…”
A lo largo del libro Encarna
nos conduce por su recorrido de las calles de Antequera, ciudad que hace suya,
porque ella, la poeta es parte de la ciudad, es hija de sus calles, monumentos
y de su aliento, el que la hace fuerte y la colma de vida.
Es indicativo y digno de resaltar
el lenguaje sublime de Encarna Lara, pues dentro de un vocabulario apegado a la
realidad, nos sabe llevar a momentos, casi iniciáticos de un reencuentro del
hombre con sus nacencias. La tierra, su tierra, suspira por los poros del verso, que se va
enalteciendo en un lenguaje expresivo de profunda calidez; llevándonos a puntos
álgidos: “Cada vez que regreso a sentir
tus piedras ancestrales,/me acerco a aquellos hombres /de ritos funerarios,/de
bosques, de montañas,/de signos y planetas.”
Nuestra poeta apuesta por
el hombre y los valores de acercamiento a su entorno, como paso necesario para
constatar sus vivencias, su compromiso con la vida y con su historia.
Una visión universalista que
recrea el pasado con culturas anteriores y nos hace sentirnos parte de un todo
indiviso y común, donde nos identificamos con lo que somos.
El paseo por la ciudad de
Antequera invita a un conocimiento de la ciudad. La poeta actúa como cicerone
personalísimo y de gusto lírico para mostrarnos no sólo la parte material de la
ciudad, sino su contexto sentimental, el que conmueve e invita a sentirse
partícipe de esta invitación convertida en poesía.
Un libro sereno y de una
bella factura, Serena diosa; desde el que contemplamos, observamos y conocemos
más sobre Antequera. Todo ello desde la voz cálida, sonora y llena de matices
de Encarna Lara, poeta comprometida con su tierra y con la poesía.
La poesía no es un cuento
La Poesía no es un cuento
Una de las propuestas más interesantes que han llegado a mis manos del recién pasado año 2021 es un ensayo de acertadísimo título en su sentido más amplio: La poesía no es un cuento, como así reza en el frontispicio del libro, y con subtítulo en interiores de, Y otros escritos impenitentes. Su autor, el traductor, el poeta y escritor gallego Xoán Abeleira, abre sus páginas con citas de autores que, sin lugar a duda alguna, han influido en su manera de entender la poesía. y de escribirla. En él están impresas el pensamiento de Novalis, Arthur Rimbaud, Josefina Maynadé, Rainer María Rilque, André Breton, Stanislas Rodanski, Alejandra Pizarnik o Matsúo Basho. Estructurado en tres extensos apartados que contienen a su vez artículos sobre Arte y Literatura, pasando por la entrevista o la poesía en particular. Es esta miscelánea variada de creación y pensamiento la que hace que este libro no sea un ensayo tradicional, académico, sino otro cuya base está determinada por la experiencia literaria del autor y las muchas lecturas que lo complementan, de tal manera que La poesía no es un cuento viene a ser un texto oportuno para el tiempo de agitación literaria, aunque ésta sea en la actualidad más insustancial que en otras épocas. Xoán Abeleira ha sabido limpiar todo aquello que representa lo banal o vacuo, no dejándose influir por fuegos de artificio, sino por la reflexión y profundización de cuanto considera que puede enaltecer al hecho literario, sea poesía o prosa, pero con la distinción de su excelencia creativa, de su sabiduría. A ella se refiere cuando en el primero de los textos del libro, Arte y meditación, escribe: «Escuchar, contemplar y meditar son las tres grandes “herramientas de sabiduría”»; de igual manera en el siguiente texto Las canciones de poder chamánicas: música, poesía y videncia”, nos revela que: «En las culturas chamanísticas se desconoce, en efecto, el concepto de autoría. Quien transmite el canto no es más que un médium de la energía cósmica (…) Por encima de la poesía y de la música está, sin embargo, el ritmo, auténtico motor de las “canciones de poder” y de cualquier tipo de poesía que se precie». Pero, centrémonos en la segunda parte, la central y más importante, la que da título al libro: La poesía no es un cuento, por cuanto el autor con serena locuacidad y muestras de una sólida determinación, se adentra en la actualidad poética española, y más concretamente, sobre la joven poesía española. En este sentido escribe: «Un poema no es un cuento, ni tampoco un post de un blog o de una red social, y mucho menos una anécdota prosaica». Entiende Abeleira que «el poético es un lenguaje fuera de lo común, más ligado, más ligado el mundo del sueño e incluso al de la magia que al de la realidad». Y por ello no entiende esa tendencia poética actual de lo anecdótico, superficial y plano de algunos afamados cuya poesía incapacitada para trascender; tendencia que, y así lo expresa su autor «las editoriales alientan, fomentan e incluso “premian” —como “premiaron” antes a los “padrinos” de muchos de esos “jóvenes poetas” que, a la vez y con tanto descaro como impunidad, se “premiaban” entre ellos». Siguen a este valioso y atrevido artículo otros como El poema en prosa, la entrevista realizada a Pilar Pallarés, El aberrojo en la biblioteca, Duda y amor de un hombre llamado Dámaso, Charla con Rodrigo Olavarría, sin olvidar el que dedica, por su condición de gallego, a Rosalía de Castro en Rosa (lía), la flor rota. Para concluir habría que decir que este libro, de principio a fin, está colmado de una lucidez poco habitual, que la hondura de lo pensado, meditado y escrito es tal que merece ser leído por todo lector que se precie, pues en él encontrará respuestas a muchas cuestiones sobre arte y literatura, en definitiva, sobre la vida. Xoán Abeleira ha reunido en este volumen el conocimiento necesario, la experiencia literaria y vital indispensable para acometer este ensayo extraordinariamente esclarecedor y apasionante, que viene a ser una bocanada de aire fresco en el más amplio sentido.
La poesía española de la II República a la Transición
Ángel L. Prieto de Paula
Serv. Publicaciones Universidad de Alicante
PorJosé Antonio Santano
La Poesía Española de la II República a la
transición
El estudio de la poesía española correspondiente al periodo comprendido entre la proclamación de la II República hasta la Transición, no se había llevado a cabo hasta ahora con la rigurosidad analítica que merecía y que el profesor de la Universidad de Alicante Ángel L. Prieto de Paula aborda en un libro que, para otro estudioso de la literatura española, el profesor José Carlos Mainer, “es una obra ya de consulta obligada, un indiscutible referente de la poesía española del siglo XX”. Edita este libro el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante, y lo hace en una edición muy cuidada, para que lectores interesados por este tramo histórico de la poesía española, estudiantes y estudiosos se acerquen a él con mirada atenta y crítica, si así se considerase. Lo cierto es que esta es una gran ocasión para admirar una obra compleja, pero imprescindible para aquellos que quieran saber y entender con detalle de cuanto sucedió en una época convulsa de la poesía española, más aún si cabe cuando avistamos una situación política y social muy encorsetada, opresora en todos los sentidos, que anulaba la libertad de expresión y, en consecuencia, la enunciación de preceptivas y movimientos innovadores, o, al menos, liberadores de influencias negativas y contrarias a desarrollar un pensamiento diferente al establecido por el poder reinante en aquellos días. Para su autor, “la idea consistía en armar un panorama histórico y crítico, tan sucinto como fuera posible aunque sin renunciar a nada fundamental, de la poesía española en castellano desde el umbral de la Guerra Civil hasta la Transición democrática…” y añade, de forma categórica: “He compuesto este libro porque a menudo necesité recurrir a él y no estaba a mi disposición”. Es esta la razón por la que ahora nos acercamos a su lectura, para comprobar que, efectivamente, esas lagunas existentes en la historiografía de la poesía española, se completan y complementan con el magisterio y sabiduría de Ángel L. Prieto de Paula, uno de los profesores universitarios y críticos literarios más prestigiosos de España. El resultado de sus conocimientos y el concienzudo análisis de un tiempo en el cual la poesía española presentaba una considerable dificultad dadas las diferentes poéticas y movimientos estéticos diversos, no solo en cuanto a las figuras de más renombre, sino también de las menos, es este libro. En este maremágnum de maneras distintas de entender el hecho poético se adentra el profesor Prieto de Paula, y lo hace, desde la absoluta imparcialidad y ajeno a tendencias que pudieran distraer al lector de la esencialidad objeto de estudio, no otro que el literario. Por ello, este libro es tan necesario como imprescindible si se quiere comprender lo acontecido en el panorama de la poesía española en el periodo comprendido entre la II República y la Transición democrática. De tal manera estructura el trabajo académico nuestro autor que nada se escapa a su global y detallada visión de la poesía española contemporánea. Tanto la labor creadora de cada uno de los poetas de la época, como de las revistas que acogieron a los unos y los otros vates, se dan cita en este texto, congregados todos bajo los epígrafes referenciales correspondientes: De los precedentes de la guerra a la lenta recuperación, El patetismo y sus márgenes, Cauce y contorno de la poesía social, Poéticas del medio siglo: los emergentes; En la España del desarrollismo y El alma del 68. Constituye, pues, este libro, el más valioso instrumento para conocer nuestra más reciente historia literaria respecto al hecho poético, analizado desde la avezada mirada del profesor Ángel L. Prieto de Paula, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alicante, y concretada en el periodo que va desde la II República a la Transición. Reitero, el presente estudio del profesor Prieto de Paula, recupera, sin ambages, desde una perspectiva crítica, alejada del dogma, los aspectos más importantes del panorama poético español de más de 50 años de existencia, y lo hace, aclarando o corrigiendo llegado el caso, desde la más absoluta libertad, tal y como debiera ser siempre. El profesor Prieto de Paula lo ha conseguido, sin duda alguna, al canalizar la creación de todos y cada uno de los poetas españoles objeto de este estudio.
Tras una primera y ávida lectura impactante, dejé el libro por unos meses y vuelvo ahora a releerlo para ver si se confirma o no aquella primera impresión. Y no solo se confirma, sino que creo que me quedé corto al valorar la magnitud, el calado y el alcance de este libro. Un libro que, según su autor, le ha servido para romper diez años de silencio; y no podía ser de otra manera, pues los grandes libros necesitan un tiempo de gestación y maduración muy alejado de los imperativos mercantiles de las editoriales. Porque este no es un libro de Juan José Téllez, este es el Libro de Juan José Téllez.
Me precio de haber leído toda, o casi toda, su obra
poética y narrativa, y creo que este libro es el mejor de todos, cosa harto
complicada considerando la valía de los anteriores. Un acierto de principio a
fin. Desde el título: Los amores sucios,
acertadísimo para los que ya tenemos más amores recordados que vividos, o los
que pudieron ser y no fueron, y que nos lleva indefectiblemente a ese espacio
de derrotas donde se estrellan nuestros sueños sobre un paisaje de nostalgias
quizá nunca vividas.
Desde el primer anhelo del deseo, que lleva a la
invitación: “Tómate un café con mis ganas de verte”, continúa con la generosa ofrenda:
“También te nombro propietaria de la tarde”, hasta seguir en la súplica de:
“Convídame a la fiesta de tus brazos”, para incurrir luego en la melancolía de
la nostalgia: “Qué noche la de sus labios, qué patria la de su gozo”, o
recordar, finalmente: “Cuánto relámpago había en tus mordiscos / cómo gritaba
tu falda en las tinieblas”.
Es el gozo que,
con reiterada persistencia del deseo, invita: “Entra de nuevo a saco en la
nevera de mis días. / Pide un taxi para buscar otra vez el deseo, / aunque
vuelvas a irte como un maremoto / que dejara un rastro de catástrofe y de
espuma”.
Patria gozosa que, sobrevenido el naufragio “de la
avenida de tristezas”, se convierte en “tu patria, las señas que llevas en el
bolsillo / para que el taxista sepa dónde llevarte borracho”. Ese náufrago de
la desolación y la madrugada confiesa que cuando: “Me piden el carnet, pero les
muestro en cambio / ese tatuaje sin cicatrizar que lleva el nombre / de la
mujer de mi vida y de mi muerte”. Porque “La muerte lleva escrito un nombre de
mujer en sus respuestas”, aunque vanamente se advirtiera: “Tatúame la fecha de
tu último desastre, / pues yo seré quien te salve de mí mismo”.
Creo que Téllez alcanzaaquí un punto de plenitud y
expresión que solo nos ofrece la madurez. Y con esa tinta del desamparo traza
un mapa de cicatrices que emborronan nuestra alma hasta convertirla en el plano
aturdido de la soledad y de un infierno recuperado que ya nadie puede
escamotearnos, pues “…ganaremos derrotas / […] y tal vez nos crea Dios”.
Tengo la costumbre o el defecto de leer siempre con un
lápiz en la mano. Si me quitan el lápiz ya no puedo leer, no puedo avanzar. Y
suelo ir subrayando todas aquellas ideas, palabras o frases que, de alguna
manera, me impactan o me motivan. De tal manera que, al final de la lectura,
mis libros terminan emborronados, llenos de subrayados, asteriscos, llamadas y
palabras o frases escritas en los márgenes. Por la cantidad de estos signos y
marcas se puede evaluar hasta qué punto el libro me ha interesado, gustado o
motivado. Y puedo decirque Lo amores
sucios ha quedado hecho un Cristo después de mi lectura. He subrayado
muchísimo, prueba de que me ha gustado aún más. Incluso hay poemas que los he
subrayado todo, todos sus versos, aunque subrayar todo sea no subrayar nada,
pero es mi forma de mostrar la excelencia. Es el caso del titulado Divorcio. Me he quedado con sus ocho
versos. Sólo los que hemos pasado varias veces por ese trance podremos
comprender que hay que huir de los que nos quieren demasiado, o como nos llega
el rencor con aguacero, o podemos comprender qué significa que se nuble el
libro de familia, o que se apague el árbol de navidad, o que nadie vuelva a
pronunciar nuestro nombre en las veladas o celebrar los cumpleaños de la
soledad. Todo un hallazgo delirante. Y como ese casi todos los poemas en los
que se vez la madurez, la decantación de la experiencia, la larga reflexión del
tiempo grávido y la sensibilidad curtida en un currículum de derrotas.
Sin duda alguna creo que
estamos ante uno de los grandes títulos poéticos del 2021. Es un libro de larga
trayectoria y creo que vamos a tener ocasión de comprobarlo.
Mientras tanto, apresurémonos, Telléz, no vaya a ser que nos cierren el último garito de guardia y concluyamos naufragando, una vez más, en las aguas inciertas de una madrugada que nos confunda con perros vagabundo. ***************************************************
Autor: Francisco López Barrios
Editorial: Dauro (Granada, 2021
Por José Antonio Santan
LA CAZA, CAPTURA Y MUERTE DE LA ABUELITA HISPÁNICA, EN UNA CASA DE LUJO DE UNA CIUDAD DE LUJO, SOMETIDA A LA MÁS RIGUROSA DE LAS DEMOCRACIAS Y REPLETA DE PADRES HONESTOS Y NIÑOS FELICES
Transita la obra de Paloma Fernández Gomá, poeta, profesora, narradora y crítica literaria, por senderos donde la noche es un espejo donde mirarnos. Después de más de veinte libros de poesía y de premios muy renombrados, logró en Iris, publicado en la colección Ánfora Nova en 2017 esa conjunción de hondura poética e imágenes que irradian luz.
Más allá de la noche/la mirada busca hallar/un punto cardinal,/mariposa errante y neutra/que sobrevuela horizontes de estaño..pág.13 |
la tenaz persistencia de los crótalos / que anuncian nuestras estaciones”.
Mariana, de Concha Quintero
Por Paloma Fdez Goma
Editorial Imagenta, 2021
La escritora algecireña Concha Quintero nos presenta su novela Mariana.
Concha es una mujer de gran sensibilidad que siempre ha tenido una decidida vocación literaria. La poesía es una de sus aliadas más fervientes, pero también la narrativa es foco de su atención. Ganó el Premio de Relatos Victoria Kent y el del periódico El Faro.
Con esta obra Concha Quintero se interna en el mundo de la tercera edad. Quizá busca nuestra autora un punto de partida basado en la pandemia y las muertes de los ancianos en las residencias de los que todavía no tenemos unos datos clarificadores en cuanto al número de bajas.
Concha se adentra en el mundo de las residencias de ancianos, en su soledad; tomando como protagonista a Mariana una anciana con demencia senil, que se ve sola y alejada de su familia. Un hijo, al margen de la situación y una nuera que no la quiere con ellos.
Sus recuerdos, la vida en la residencia y las relaciones con sus compañeros. El día a día y las vivencias tan paralelas entre todos los que comparten una vida señalada por el olvido, que en su mente se columpia entre la incertidumbre de una realidad solapada en el tiempo transcurrido, desde que entraron a convivir en un espacio compartido y alejado de hijos, nietos y otros familiares, que siguen con sus vidas arrinconando a quienes todo lo dieron y nada esperan.
Un mundo alejado de la familia y de su entorno es en el que vive Mariana, debatiéndose entre los recuerdos y la frialdad, también el olvido, que en su demencia va aumentando lentamente.
Nuestra autora pone el dedo en la llaga de una sociedad que aleja por diversas causas a sus mayores de estar junto a ellos. Los valores se ponen sobre la mesa en este libro bien argumentado y construido desde un enfoque realista que expo.ne los hechos con naturalidad y que nos abre una ventana introspectiva de valores y sensaciones que debemos de replantearnos en esta sociedad del siglo XXI en la que vivimos.
El libro, dividido en ocho capítulos, desgrana la vida de Mariana y se despide de los lectores con la promesa de una segunda parte
Aldaurada “Brisa del Dauro”
de Manuel Vichez García de Garss.
Editorial Stratega. Granada. 2020.
Por Paloma Fernández Gomá
Leyendo Aldaurada “Brisa del Dauro” de Manuel Vilchez García de Garss me retrai a los versos largos (hexámetro) de aquellos versos épicos que son reflejo de una época anterior donde el autor loa (en este caso nuestro autor Manuel Vilchez) emociones, sentimientos, tierra y lugares. Sea pues esta lectura una yuxtaposición de pasado y presente que se condensan en versos, insertados en setenta y siete poemas.
“El arroyo convierte
renacuajos en ninfas,/sus branquias laberinto de moho,/tan profundas embeben en
su dermis/conmociones de sangre bíblica” (pág. 43)
García de Garss hace uso en
Aldaurada de un lenguaje profundo, donde la lírica y la naturaleza se unen para
ofrecernos poemas de hondura y luz mediterránea.
“Yo no creo que los árboles
ganadores de altura con gran dignidad,/de reojo vistan las noches de temblores
camino del aserradero,/aunque el linaje de los nidos reclame, huyen libres lo
gorriones” (pág 44)
La sensación de camino
recorrido por lugares de Granada, por poemas que invitan al sentimiento,
siempre con un lenguaje de gusto barroco, hacen que este poemario tenga un
matiz muy personal, buscando la tendencia más pura de la poesía, en la esencia
que envuelve un verso depurado, cargado de emoción y rotundo en la apuesta que
hace por la poesía como vínculo entre el hombre y sus sentimientos.
La vida, el verso, la naturaleza, el dolor se unen en este libro que roza lo épico en su intensidad para ir desgranando todos y cada uno de los poemas que lo integran; poemas como: A ritmo de cólera, Onomástica, Amarrada a su género, Dulce canto, Somos barro, Manera de juzgar, Rehúso, Y nunca más volvimos, entre otros poemas.
La poesía de Manuel Vilchez
García de Garss es una apuesta directa
por la palabra intrínseca y barroca que pretende dar una respuesta a la
poesía andaluza, que si bien acude a la experiencia, va más allá de lo meramente
vivido, hallando en la diferencia, muchas veces, su seña de identidad.
Por Paloma Fernández Gomá
He leído con atención
y deleite los poemas de este último libro de José Lupiáñez, poeta nacido en La
línea de la Concepción y residente en Granada. Sus versos tienen esa hondura de
madurez poética que te traslada a un mundo más allá de las palabras. Se palpa
el sentimiento del poeta en un organigrama de conceptos que giran en torno al
ánimo o intención que acompaña al poema, más allá de donde alcanza la vista; y
lentamente vas entrando en la esfera de su poética: sobria, íntegra, llena de
matices y conmovedora. Porque los poemas tienen que conmover al lector cuando
se adentra en la lectura de un poemario, para ir desgranando la raíz que habita
en los versos. Entonces te pierdes en la lectura, no quieres encontrar el final
y vas hallando el camino que te conduce inexorablemente a disfrutar de su
lectura. No quieres acabar el poema porque en él habita la conciencia de lo
interpretable, y sin darte cuenta lo haces tuyo e interpretas los versos como
si abrieras la puerta de los poemas para que sean habitados por ti. Así he
vivido la lectura de Las formas del enigma.
Después me llegó la
reseña que del libro de Lupiáñez ha hecho otro poeta, José Antonio
Santano y en esta reseña observé lo que del libro reseñado ha dicho el
también poeta, Pedro López Ávila: “Cuando los poetas orientan sus actividades
hacia fórmulas exitosas dominantes, con la finalidad de no caer en el olvido de
sus contemporáneos y adoptan métodos sazonados ideológicamente con un lenguaje
prosaico, conversacional, excesivamente coloquial, anti literario, soez y hasta
procaz en algunas ocasiones, me parece a mí, que la poesía pierde una de sus
aspiraciones fundamentales: la plenitud..” ; y no puedo estar más de acuerdo
con lo expresado por Pedro López Ávila. Creo que sus palabras son acertadísimas
y además reflejan a la perfección el sentimiento que en mí experimentan los
versos de José Lupiáñez.
Las formas del enigma
está dividido en siete apartados:
I Soliloquio del
navegante
II Cifras del Azar
III Osadías
IV Fábula profana
V Auroras y marinas
VI El rastro de lo
eterno
VII El ausente
En Soliloquio con un
único poema denominado de forma homónima, el poeta conversa consigo mismo: “
Qué lejos ya de todo, qué poco he comprendido/a cuantos eligieron vivir en
tierra adentro./¿Quién ató mi destino a un mar siempre cambiante?”
En el segundo apartado
el azar camina entre los versos, oportuno y a veces inesperado, trenza
las cuestiones y experimenta caminos.
“¿Sólo la mente se
desplaza/ y se asoma, como en un sueño, hasta el borde violento?” (pág.23)
“El sol, el sol en
Holsteinische Strasse;/el sol en tu rostro que es, de repente,/el rostro
hermoso de Palas Atenea.” (pág. 28)
En el apartado
Osadías, me detengo en el poema Mujeres cubiertas (Casablanca) “Nunca sabrás la
causa, la razón de sus pasos,/ ni siquiera sus nombres…” (pág.47). En el poema
hay un enigma transgresor, un afán sin límite que evoca entornos acotados por
viejas tradiciones.
Los versos de Fábula
profana, apartado IV, se abren con una cita de Giacomo Leopardi y un único
poema. Fábula Profana: “ Y llegó aquel otoño con su brasas de oro/a la antigua
ciudad desprevenida…/Yo vagaba extraviado, descreído, sin norte./
En el quinto apartado,
hallamos Auroras y marinas; son las orillas, el mar, el amanecer o
la lluvia ese estado natural que convive cerca de nosotros y deslumbra con sus
incertidumbres y, entonces: “ Deambulan los perros por el jardín;/cantan locos
los pájaros del parque;/ es domingo y ya noto en la sangre,/en el aire, en el
ánimo, llegar del año/la estación alegre, con su ardiente cestillo/de promesas
floridas/y verdades sagradas bajo el brazo.” (pág. 90).
En el rastro de lo
eterno, sexto de los apartados del libro; irrumpe el emisario, el edén confuso,
los amantes en el valle que ya no se miran y llegamos al poema Isla de
Lanzarote:”Quiero la tierra negra/de tu patria en mi lengua;/los filos
peligrosos del malpaís,/el vaho de los viejos volcanes/protegiendo nuestra
fragilidad/de héroes caídos.” (pág.105).
En el apartado Ausente
que cierra el libro, el poeta escribe:”Tú que eras tan locuaz, tan parlero de
divinas/ palabras; inventor de mensajes turbulentos/y de consignas enigmáticas,
¿por qué callas ahora?/ (pág, 129). El hombre, y en su nombre el poeta, entra
en silencio, se ausenta de su realidad y analiza sus momentos.
“O ¿es que existes ahora, definitivamente lejos,/pleno en tu integridad, colmado y cierto,/aunque yo sienta que eres esa nada redonda/que perturba mis días y me persigue/y no pueda librarme de tu triste recuerdo?.” (pág. 130
Autor: Mario Lourtau
Editorial: Algaida (2021)
Por José Antonio Santano
El lugar de los
dignos
Sucede a veces que prestamos excesiva atención a todo aquello que es baladí, sea por su nombradía continua en los medios de comunicación o como recomendación de libro más leído por más promocionado, ambos aspectos rigurosamente irrelevantes. Si hablamos de poesía, en uno y otro caso, desgraciadamente, se agrava más esta cuestión. Los poetas y libros más interesantes, por su rigor y hondura, pasan desapercibidos en la mayoría de los casos, y sucede porque las editoriales son pequeñas e independientes y no pueden promocionar sus publicaciones o el poeta vive alejado de los círculos del poder mediático de quienes lo ostentan. Esta es una situación que se viene dando no de ahora sino desde hace muchos años. Sin embargo, ocurre que cuando llega a tus manos un libro de poesía como El lugar de los dignos, de Mario Lourtau, avalado, además, con el XVIII Premio de Poesía José de Espronceda, Ciudad de Almendralejo, uno se siente reconfortado y agradecido por su envío, como es el caso. No es la primera vez que la poesía de Mario Lourtau (Torrejoncillo, Cáceres, 1976) es reconocida, y premiada. Con anterioridad al libro objeto de este comentario, el poemario Donde gravita el hombre quedó finalista del XXII premio Gerardo Diego y Quince días de fuego obtuvo el accésit del premio Adonais 2009, pero además acompañan a estos premios otros dos libros publicados: Catálogo de deudores y La mirada del cóndor. Ya desde el poema que abre El lugar de los dignos hallamos una voz contenida y madura, en un homenaje al lenguaje, a las palabras como esencia de la expresión poética, y en ellas se abisma, y en ellas el fuego irresistible de la luz y sus silencios, amparados por el devenir de la experiencia vital, de la profunda reflexión donde todo muta y vive: “Por eso están ahí —desnudas, generosas—, / sobre un arca de espuma que recoge / las sílabas del tiempo, sus grietas, sus enigmas, / ese lenguaje anfibio donde reptan / las líneas de la vida con su elixir de asombros, / esa voz que redime y nos consuela, / esa azul celebración de lo nombrado”. Cuatro son las partes en las que divide Lourtau este poemario: Raíz de la memoria, donde pasado y paisaje se mezclan y complementan como elementos destacables; El reino escrito (Dimensión de la palabra), que ya anuncia el expreso pronunciamiento sobre la metapoesía; La estatura de un hombre, en la cual el imaginario del poeta se ensancha y amplifica de acuerdo con lo vivido y experimentado —clarividencia de recuerdos y vivencias— y El lugar de los dignos, que da título al libro y cierra de manera magistral este poemario de Mario Lourtau. Comienza el poeta con recuerdos de la infancia, ese paraíso machadiano al que siempre parecen regresar los poetas, y lo hace hacia la mar y de la mano del padre: “Me llevas de la mano a ver el mar, padre, / cuando aún siquiera he alcanzado / la edad de ser un niño…”; allí recibirá las palabras del padre como savia de vida y quedarán para siempre en la memoria: “Nunca olvides, hijo, / —aunque ahora no me entiendas— / que el dolor es otra forma de amar / lo que apreciamos. // Nunca olvides, hijo —al cabo de los días—, / quién te trajo a ver el mar / por vez primera”. El mar Mediterráneo, Marrakech, Zagora, Toubkal, Essaouira serán lugares, raíz de la memoria donde regresará una y otra vez, y en la contemplación vivirá plenamente los dones de la tierra, los dones del hombre y sus sueños: “Yo sé qué recoge mi mirada / después de tanto asombro, / después de acariciar, sin yo tocarlo, / el gesto de la vida, su regazo. / Tal vez aquí, en lo intangible, / resida la grandeza de las cosas. / Tal vez de aquí, de los sencillos dones, / derive lo sublime”. Mario Lourtau es un poeta que interioriza cuanto a sus ojos aparece, que bucea y ahonda en los significados, en la raíz misma de las palabras, que son luz de vida: “Residir en la luz, ser luz, beber su esencia, / fundar con las palabras / las estancias secretas de un idioma, / viajar todos los mapas, servir en otros cuerpos, / no ser miedo; / hacer que entre las páginas de un libro / la soledad no exista”. Las palabras son moradas del poeta, en ellas se adentra como si fuera un bosque sagrado, y con ellas se reencuentra en el dolor por la muerte del amigo poeta Miguel Ángel Velasco, que con tono elegíaco lo recuerda: “Tan puro y mineral yaces ahora, / tan hueco y tan distante de labios y licores, / del polvo de la vida y sus cortejos / que apenas veo horizonte si recuerdo / lo tanto que sufriste y lo temprana / que levantó en tu ser la muerte el vuelo”; y en ellas, las palabras, el verso vivo del poeta de Orihuela, Miguel Hernández. También otros poetas serán objeto de homenaje en este “Reino de lo escrito”: Claudio Rodríguez (“Pero tú, orfebre infatigable, / ensamblas los vocablos como quien canta el mundo, / aclaras los paisajes y moldeas con palabras / el eco donde habitan los silencios”), Leopoldo María Panero (“Nunca más la demencia, ni la nieve, ni el féretro / sellado del olvido”) o José Hierro (“Aquella misma noche las noticias / hablaron de humildad, de sencillez, / de un hombre digno, / de aquel que supo por el dolor que el alma existe”). Pero si tuviéramos que resumir este libro pleno de luz y madurez, donde la palabra vuela hasta los orígenes de los asombros y el silencio, de la vida en suma, el poema que da título al libro, El lugar de los dignos, sería el más certero y adecuado. En él Lourtau nos descubre con detalle el acontecer de los días, la vida que se proclama única heredera en la palabra: “Si supiste interpretar en las palabras / el signo que nos nombra erróneos e imperfectos / y llegaste a descifrar que en el enigma late / la dimensión exacta de la vida, / su azul celebración, su esencia pura, / entonces, de algún modo, / tendrás la sensación de haber logrado algo, / de ser alguien, / de alcanzar en la mesura de tus actos / el lugar de los dignos”.
Título: Las formas del enigma
Autor: José Lupiáñez
Editorial: Carena (Barcelona, 2021)
Por José Antonio Santano
Las
Formas del Enigma
Escribía días
atrás el profesor, poeta y crítico granadino Pedro López Ávila: “Cuando los
poetas orientan sus actividades hacia fórmulas exitosas dominantes, con la finalidad
de no caer en el olvido de sus contemporáneos y adoptan métodos sazonados
ideológicamente con un lenguaje prosaico, conversacional, excesivamente
coloquial, anti literario, soez y hasta procaz en algunas ocasiones, me parece
a mí, que la poesía pierde una de sus aspiraciones fundamentales: la plenitud…”.
No puedo estar más de acuerdo con este comentario. Existen motivos suficientes
como para estar preocupados por la evolución de la poesía española de las
últimas décadas. Poetas y poemas para olvidar en la mayoría de las ocasiones.
Las librerías adornan sus escaparates con libros que poco dicen, por no decir
nada, aunque el nombre de su autor o autora retumbe una y otra vez en los
medios, sea prensa, radio o televisión. Pero nada de nada, todo es humo y fuegos
de artificio. Poesía, lo que se dice poesía, brilla por su ausencia. Prostituida
la poesía, ganancia para la oligarquía editorial, para las multinacionales del
libro. Poco importa la calidad entonces, basta con un nombre y una extraordinaria
difusión para ganar adeptos, pero sobre todo para acumular grandes cantidades
de euros. Sin embargo, y me alegro por ello, alguna vez aparece una humilde
editorial y un excelente poeta para romper con esta maldita inercia de lo vacuo,
mediocre y prescindible. Hablo de un extraordinario poemario, Las formas del
enigma, de la editorial Carena y de un poeta, José Lupiáñez (La
Línea, Cádiz, 1955). Siempre he considerado que la obra poética de José
Lupiáñez está conformada por esa plenitud citada por López Ávila, pero es ahora
con una madurez desbordante cuando el hecho poético se convierte en una verdadera
fiesta. Es tal el júbilo cuando te adentras en Las formas del enigma que
uno no sabe bien que está ocurriendo, por su desbordamiento mismo, por su
fulgor en cada poema, cada palabra, cada silencio. José Lupiáñez viene a
demostrar una vez más que no comulga con modas y modismos, que su poesía es
algo más que artificio, aunque disponga de él discretamente, sino que su fuerza
radica en el lenguaje, en la conformación de un universo nuevo y diferente, en
el cual la palabra se colma de los afectos, de la emoción hasta el punto de alcanzar
la pura trascendencia, el éxtasis, los misterios del silencio. Por eso, para
Lupiáñez son muchas y variadas Las formas del enigma, porque el enigma está
tierra adentro, mar adentro, cielo adentro, en el abismo de los días, en el
silencio de las nubes. El poeta, amparado por la mejor tradición poética
española, bebido de su manantial inagotable, observa, interpreta y traduce cada
sonido, los colores del alma o el silencio de la noche. No es un libro cualquiera
Las formas del enigma; podríamos decir, de principio, que es un canto a
la amistad, al recuerdo de lo vivido junto a sus amigos de Jerez (Mauricio Gil
Cano, José López Romero y Juan Cienfuegos), por eso construye este sencillo edificio
poético y comparece ante sí y el mundo, honestamente. José Lupiáñez crea un
discurso arriesgado pero conforme a su particular manera de entender el hecho poético.
Y así, desde adentro dialoga con todas las formas posibles del enigma, que no
son otras que aquellas que el hombre va descubriendo a lo largo de la vida del
pensamiento mismo, del paso del tiempo, de la soledad, el dolor, el paisaje, el
amor o la muerte como partes o elementos integrantes de la tragedia humana.
Lupiáñez no hace otra cosa que, desde el conocimiento y el magisterio de la
vida, componer un poemario en el que todo está y es, interactúa y se combina de
forma natural, sin ambages ni exageraciones. Siete partes componen este poemario
de José Lupiáñez: Soliloquio del navegante, Cifras del azar, Osadías,
Fábula profana, Auroras y marinas, El rastro de lo eterno y El
ausente. Ya desde la primera cita de Jorge Guillén, “El que yo fui me
espera / bajo mis pensamientos”, el poeta declara sus intenciones, con una
confesión intensa y extensa bajo el título de Soliloquio de un navegante y
en versos alejandrinos: “Navega silencioso por el mar de la noche / el
barco oscuro de mi vida y, muy lento / va surcando las aguas bajo el cielo apagado”.
En este soliloquio vital el poeta nos irá acercando al pensamiento y la emoción
de cuanto experimenta en propia carne: “…buscábamos la patria, que siempre
estaba lejos”; pero también la nostalgia de otro tiempo perdido: “La juventud
se ha ido, pero no sé por dónde, / gastada en los altares de la belleza efímera”;
sucede entonces que el tiempo, o mejor dicho, el paso del tiempo clava su
aguijón de ausencias y el poeta mira hacia el futuro que es el presente que
sostiene su mirada, tan humana y frágil. Lupiáñez escribe desde su experiencia
vital sumergiéndose en el vacío de su propia soledad para crear una poesía diferente,
donde el lenguaje, la palabra deriva en sustancia, belleza y emoción sin
límites: “Siento en una profunda inquietud en el corazón / por esa lumbre
ignota que viene desde más allá / del horizonte”. Tomen los poemas formas
métricas de soneto, el romance, versos alejandrinos, endecasílabos o libres,
como savia de una tradición poética española sin parangón, Lupiáñez mira hacia
el mar de su infancia o tierra adentro para saberse vivo y vivir en la palabra
como única razón de la existencia. Bucear en los misterios de la vida, en la
magia de los días o los enigmas del tiempo, el dolor, la muerte o el amor,
determina su poesía, una poesía cargada de matices, de texturas y tonalidades, heterodoxa,
rebelde, pura y excelsa. En este libro encontrará el lector poemas breves y
extensos, viajará a lugares impensables, comprenderá el alma de las cosas y sentirá
cada silencio, como un nuevo desafío, un reto que le llevará al corazón mismo
de la vida. Las formas del enigma representa la “plenitud” de la que
hablábamos al principio de este comentario, poesía en estado puro. En este singladura
o itinerario poético el lector hallará todas las temáticas posibles, multitud
de formas lingüísticas, y diría que todos, absolutamente todos los poemas
serían objeto de análisis, aunque el espacio ahora no lo permita. Este poemario
de José Lupiáñez es un verdadero tratado de la vida contenida en magistrales
versos; en él la música de cada sílaba asciende libre por el aire y un
destello, un fulgor de luces infinitas nos advierte de la más palmaria belleza.
Lupiáñez ha construido un colosal monumento a la poesía, a la palabra que nace
del abismo para abismarse en el silencio de las cosas, de la vida que fluye
inagotable en cada amanecer. Poemas inolvidables como Lo sagrado, Tras la
noche más larga, Fábula profana, Una bruma interior (Recuerdo de Juan Bernier),
Rojo sangre, Noche de Alejandría, La casa encantada, Al encuentro, Bañista, Con
esta lluvia, Edén confuso, Al poeta Mauricio Gil Cano (En la noche del mundo),
Plegaria o El ausente, entre otros, aunque como ya he dicho todos merecen
atención lectora. Lupiáñez, el hombre y el poeta, se complementan para crear un
universo donde las cosas, los objetos, el paisaje y los afectos aparecen en su esencialidad,
porque en la esencia de lo pequeño y sencillo, en las espinas y el dolor, en la
fugacidad del tiempo y en el silencio eterno, radica la verdad lírica del poeta,
que adensa en su interior la luz en temblor primigenio. Estos son los mimbres
de un libro que no dejará indiferente a ninguno de los lectores que se acerquen
a él. Con estos versos de quién es, por derecho propio, uno de los más grandes
poetas españoles, José Lupiáñez, concluyo este comentario: “Todo está por decir
/ en este renacer con mar y pájaros, / en este alborear de la conciencia / que
inicia nuevamente su camino / su vuelo azul sobre la mar vecina, / o de un
salto de súbito al vacío, / para hurgar en el hueco, en la huella / que deja lo
ignoto entre nosotros. // No es sólo recibir esta luz clara, / que ahora toca
la frente, / sino sentir que es anticipo, aviso / de cuanto nos aguarda / y no
sabemos ni siquiera nombra… / Pues nos confunde el mar, el aire, el trino, / la
vida que repite sus espejos / en medio de esta espera tan ardua, / de la que
todos vamos siendo cautivos”.
La Música del Silencio en la Poesía de Manuel Iris
Por José Antonio Santano
Mucho se ha escrito y se escribirá,
seguramente, sobre poesía española actual y latinoamericana, claves y
diferencias de cada una de ellas, como habrá, también, con toda certeza,
opiniones y valoraciones distintas, según sea la formación y experiencia de
cada uno de los autores o autoras de esas reflexiones acerca del hecho poético
de uno y otro lado del Atlántico. El propio cuestionamiento es ya un punto de
partida: reconocer que existe una y múltiple poesía tanto española como
latinoamericana. En este sentido, ya en el año 2009, en el ciclo “Encuentros
080”, actividad de la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, coordinado
por Albert Tugues y como participantes Rosa Lentini y Edgardo Dobry, se afirmaba
que, “mientras la poesía española estaba muy arraigada a la tradición que tiene
detrás”, la latinoamericana, en cambio, era “más vital, más fresca, con ánimo
de experimentar”. La profesora de literatura española y latinoamericana en la
Universidad de Montclair de Nueva York y también poeta Marta López Luaces afirmaba,
allá por el año 2012, en la revista Tendencias 21 que, “la poesía latinoamericana
actual recrea un mundo plural y múltiple”. Han transcurrido algunos años desde
estas referencias respecto a la poesía latinoamericana, sin embargo, me atrevería
a afirmar, por la experiencia de mis lecturas que, el panorama poético
latinoamericano en la actualidad es mucho más rico que el español, por su
rigor, el equilibrio entre ética y estética, sus valores formales, su capacidad
de fabulación y un lenguaje que ahonda en los orígenes sin perder sus vínculos
con la tradición pero apostando por la creación de nuevos horizontes, en los que
la soledad y el silencio se convierten en tantos y diversos universos, como
tantos y diversos son los poetas que configuran ese particular cosmos de la
poesía. La poesía española actual, al menos la más joven, se halla distraída y
alejada de la tradición y mucho más atenta al resultado mercantilista de las editoriales
y las redes sociales. No obstante, en España, esa dicotomía entre poesía
española y latinoamericana tiene un claro reflejo de magisterio en los
Encuentros de Poetas Iberoamericanos que vienen celebrándose en la ciudad de
Salamanca, que este año cumplen ya su vigésimo cuarta edición, y coordinados
por el también poeta peruano-español Alfredo Pérez Alencart. Un premio, el
Pilar Fernández Labrador de Poesía y una voluntad férrea de conocimiento, resultan
claves para acercar esas dos maneras de entender el hecho poético. Mucho se
sabe ya de lo que se escribe y cómo se escribe al otro lado del Atlántico
gracias a eventos como el citado, de tal manera que la participación resulta
imprescindible para el intercambio y el conocimiento de cada una de esas
experiencias poéticas, pero también, no lo podemos olvidar, internet, que a
través de las redes sociales han propiciado ese intercambio, así como la posibilidad
de comunicación y envío de textos mediante el correo electrónico. El caso que
me ocupa, y que quiero destacar en este espacio es el del poeta mexicano Manuel
Iris (México, 1983), radicado en EE.UU, concretamente en la ciudad de Cincinnati.
Desde allí partieron hasta tierra almeriense, tres textos de su autoría y que,
como anécdota, hasta su recepción, hubieron de soportar un accidentado viaje. Pero
por fortuna, aunque con alguna demora, llegaron a mis manos. Ni que decir tiene
que esos tres textos, desde el día de su llegada, ocuparon los días siguientes
de mi tiempo lector. Leídos primero y dejados reposar luego, para retomar su
relectura más detallada después. En ese intervalo de tiempo he reflexionado
mucho sobre el hecho poético, me he preguntado mil veces: ¿para qué se escribe poesía?,
¿qué tiene este noble oficio de poeta?, ¿es un modo de rebelarse contra sí y el
mundo?, ¿cuál es su verdadera utilidad, si es que la tiene?, ¿qué busca el
poeta? Pues a todas estas preguntas he hallado precisa y certera respuesta en
los textos de Manuel Iris, tres poemarios publicados en distintas fechas y
editoriales: Los disfraces del fuego (Atrasalante, México, 2015), Devocionario
(El taller blanco, Colombia, 2020) y Lo que se irá (Dos madres,
Ohio, 2021), éste en edición bilingüe inglés/español. Reconozco que su lectura
me ha deparado momentos inolvidables, que se perpetuarán en el tiempo, porque
adentrarse en la poesía de Manuel Iris ha sido una de las mejores experiencias
de estos últimos meses, cansado de tantas poéticas mediocres existentes en la
actualidad. Leer a Manuel Iris me ha provocado una conmoción interior, porque
del interior nace su poesía, del silencio, en esa búsqueda constante y, ¿utópica?,
¿de la verdad y la belleza? De la nada a lo absoluto. Decía el poeta José Ángel
Valente que, “para ascender primero hay que descender”, y, ciertamente, en los
versos de Iris se halla ese descenso, que puede ser la nada como esencia del
silencio, para luego ascender hasta su propia altura: lo absoluto. Todo es
silencio de la oscuridad a la luz en una milésima de segundo.
Sirve de pórtico al libro Los disfraces del fuego una cita de Vicente Gerbasi, donde nos habla de un relámpago, de la oscura nada y de lo que somos: sueño frente a la sombra. Algo que ya anunciaba en líneas anteriores. Pero llama la atención en este poemario, la recomendación del autor para que su lectura se lleve a cabo con la música del compositor estonio Arvo Pärt, de tal manera que para la sección Tintinnabuli (concepto que el compositor sugiere por su parecido al tañer de las campanas) invita al lector a escuchar la pieza Für Alina; para la segunda parte, Los disfraces del fuego, se haga con Tabula Rasa; para la tercera, Fuga, con Kyrie, Berliner Messe¸ y por último, para Réquiem, se vuelva sobre Für Alina. Pudiera parecer banal la recomendación musical del poeta, pero no lo es. Música y poesía son una misma cosa, un ente vivo, que nos acerca a una realidad soñada, nos deja libres y solos, como al principio del mundo. Los primeros sonidos de Tintinnabuli equivalen a los primeros fonemas, al silencio que esconde cada sílaba hasta concluir en una palabra significante y significado. El escritor venezolano Alberto Hernández escribe en la revista Letralia sobre esta obra, Los disfraces del fuego, y Viena a decir que “nuestro autor “juega” a establecer una relación íntima, personal, cercana al silencio como referente del aire, de lo que flota, posiblemente de lo inalcanzable, pero también de lo que se desprende y se destruye”. Es el momento de la creación en sí misma, cuando el poeta se enfrenta al silencio, a su silencio y se precipita en su propio abismo: “Quiero jugar a herirte, mi silencio. // Quiero jugar a que te arrojo piedras, / a que te aviento pájaros y peces, / todo lo que vuela, / y que te rompes, te cuarteas // y caen tus pedazos solamente en ti, / y los recojo y te miro / entero como siempre, / sin que te falte nada”. El poeta busca en el silencio la luz, como esa cortina de seda que deja entrever el movimiento de unos cuerpos desnudos, la transparencia del sueño, el verdor de unos campos, la presencia de la nada: “No eres la luz, sino la transparencia. // Tu desnudez es la otra cara del cristal / de la quietud. // Pero te mueves, andas / mis silencios / nuevos, tu camino / de plateado pez, / de claridad espesa, / de soledad sin horas. // Permaneces”. ¿Cuántos disfraces usan hombres y mujeres a lo largo de sus vidas? Muchos y variados, tal vez: la desnudez, el amor, el silencio, el miedo, los recuerdos, la infancia, el tiempo y la muerte… Así el poeta ahonda en los sonidos de la luz y el amor, y escribe: “Todo tu nombre / galopando en mis arterias como un tambor de luz”, o cuando dice: “Todo el amor es un disfraz desnudo”. // Sólo el amor / es verdadero al tacto”. Y acude a los recuerdos, al territorio de la memoria para no ser olvido: “Porque el olvido es otra forma de ocultarnos, de nacer”, “Todo el olvido es regresar la inocencia, es desdoler. / Todo el olvido se nos queda entre las manos como un / montón de abejas / y reímos disfrutando, sin saber qué pasa”. El ritmo y la cadencia de los versos, las imágenes (“El relámpago, al surgir / muestra las venas del cielo”) o la verbalización (“y amaneces / o te ocasas”), las metáforas y un cierto sentido de abstracción mantienen la viveza del texto. Pero también la materia es un disfraz, como lo es el vientre: “Tu vientre es un disfraz / de música sagrada, de permanente luz”, “Tu cuerpo es una forma de la música. Es el disfraz / de todo lo invisible”; o lo es también la realidad, al decir que “es un disfraz del todo”. Lo que acontece, lo visible y lo invisible, la verdad, pero ¿y la belleza, en qué lugar habita? Para el poeta “Belleza es la evidencia de un lugar / anterior al nacimiento y posterior a la muerte. / La cuerda tensa entre un silencio y otro”, pero también es amor sin condiciones, y añade: “Belleza son los cardos inocentes / bajo la lluvia anciana, / belleza el monte, los cometas, / la galaxia, / tu piel de piel pretérita y futura, / belleza es tu disfraz, / tu máscara de ahora”. Los disfraces del alma, la cotidianidad, una huida continua hacia adelante marca el camino del poeta, su voz es la voz de cuanto existe y vive y nace y muere. Y el poeta entonces se pregunta: ¿Adónde me regresas, muerte mía? // ¿Hubo otra muerte antes de ti, mi muerte?, y se responde: “Hay una sola / muerte natural: el nacimiento”. “No se agotan los disfraces”, escribe el poeta. Y así es. La vida, en su disfraz de muerte, camina en el silencio de la noche y el tiempo. En Los disfraces del fuego encontrará el lector a un poeta excelso y sugerente, que vislumbra la luz en el remanso y la quietud del silencio.
El segundo comentario se refiere al libro Devocionario. Con un sabroso prólogo o preámbulo del también poeta y ensayista mexicano Jorge Ortega nos acercamos al contenido de este poemario. En él Ortega disecciona cada una de las partes que lo integran, de tal manera que como idea central escribe: “Pero, lejos de merodear la sacralidad desde el vértice del arrebato místico o el afán de trascendencia, nuestro poeta tiene en la concreción de la vida el contrapunto de un ángulo de vocalización apremiado por hallar una respuesta, una reverberación, en el dorso de la realidad. Cuestionando lo invisible e incomprensible, el poeta discurre y a veces interroga sin aspirar a una réplica”. Sin lugar a duda alguna, Devocionario sigue la estela del anterior poemario, aviva el fuego del misterio, de la búsqueda por hallar un lugar donde el silencio sea la luz o la nada en sí misma. Iris sabe bien cómo y a qué sabe el silencio, y por ello, se aferra al lenguaje, vive en la palabra el fulgor de la existencia, y con ella, con ellas, camina por la vida como si tras de sí no hubiera sino silencio. La mirada del poeta traduce e interpreta (Traducere). No tiene otro sentido la vida para Iris, y en el conocimiento del mundo y su exégesis después intuye la respuesta final. Luego vendrá de nuevo el silencio (Silentium), y en su fuego interno encontrará toda quietud, para recoger al final del trayecto, ese camino forjado de palabras que anuncian resplandores o se asientan en el temblor de lo invisible, el fruto de lo vivido y sustanciado desde el deseo y la devoción por sentir el huracán de algo incomprensible por indecible, la poesía en toda su pureza, como unión de lo divino y lo humano. Nos invita Iris, nuevamente, a acompañar la lectura de este libro con el Stabat Mater de Arvo Pärt. Para la primera parte, Traducere, el poeta selecciona una cita, muy apropiada para el caso, de George Steiner: “La traducción se halla formal y pragmáticamente implícita en cada acto de comunicación (…) Entender es descifrar”. Escudriña el poeta todo cuanto acontece en derredor suyo, y lo interpreta después de vivirlo. Lo corpóreo necesita ser observado y traducido, las imágenes y los sonidos, todo en su abismo de silencio aporta al poeta una mirada nueva: “(Amar es traducir)”, escribe el poeta. Pero necesita más, el poeta necesita sentir que fluye la sangre y que el amor se hospeda en ella: “Poner la oreja en tu muñeca y escuchar un río. Yacer sobre tu / pecho y oír tu corazón repitiendo te amo, te amo…y presentir / el silencio. Poner la oreja en tu vientre y escuchar la maquinaria / del mundo, la vida siendo hecha. Recostarme en tu espalda y / escuchar el aire que alimenta el fuego, que sostiene pájaros. // Callar sobre tu sexo y escuchar la apertura entre el silencio y la piel, / la eternidad y la muerte”. Para la segunda parte del libro, Silentium, Iris se vale de esta cita de de Thomas Merton: ¿Quién / eres tú? ¿El / silencio / de quién eres / tú? Y a manera de síntesis, de conclusión o como respuesta a la pregunta Iris responde de forma contundente y brillante: “No en lo blanco de la hoja, sino detrás de la tinta / está el silencio”. Es ese temblor de la palabra el fruto de una revelación, de un abstraerse en caída libre hacia el abismo lo que distingue al poeta, que añade sabiamente: “En la otra cara de la piel está. // Es el envés del amor, / su reverso es la música. // Por dentro de los párpados / devela su escritura. // Detrás de la palabra, / en la palabra misma / puede revelarse”. Devocionario, que da título al libro, es la tercera y última parte del poemario. Y como no podía ser de otra manera nos introduce en ella con estos versos de San Juan de la Cruz: “Su origen no lo sé, pues no le tiene, / mas sé que todo origen de ella viene, / aunque es de noche”. La oscuridad como espacio natural del silencio, de lo trascendente. De ahí que Iris desee que su religare sea esencialmente más humano, que la poesía sea contemplada como fe que trasciende e ilumina los actos cotidianos. En los poemas que contienen esta parte: Jaculatoria, Letanía, Misterio Nuestro, Salmo 25, Salve Regina, Acción de gracias o Plegaria, entre otros, manifiesta el poeta esa fe en lo humano, que no es sino poesía, que no es sino silencio, como este poema que en sí mismo lo representa (Misterio nuestro), de tanta similitud con el rezo del Padre Nuestro cristiano: Misterio nuestro, / hermano del silencio: / jamás revelado sea tu nombre. // Venga a nosotros tu dispersada calma. // Hágase música tu voluntad / en el alma y la piel. // Danos hambre de ti. // Perdona los poemas / que pretendan revelarte. // No nos dejes caer / en nuestras propias metáforas / y líbranos, Silencio / de cualquier certeza.
El tercero y último de los libros merecedores de este comentario es The parting present / Lo que se irá, traducido al inglés por el propio poeta, y revisado por el también poeta irlandés-americano Kevin McHugh. En un bello y emocionado preámbulo Iris escribe: “Hija, este libro ha nacido alrededor tuyo (…) Lo escribí porque, mientras compongo estas líneas, el mundo es un lugar muy triste, pero ahí eres feliz. También lo escribí para que no estés sola, para que mi voz —después de mí— continúe diciéndote te amo. Te lo doy con estas palabras de otro padre a su hijo: espantado de todo, me refugio en ti. Te quiero siempre, Papá”. Con esta inmensa declaración de amor se abre el libro. Nuevamente el poeta nos hace reflexionar desde su atalaya de soledad y silencio sobre el hecho misterioso de la vida. Iris conoce bien el territorio de los sueños, también el de la cruda realidad, pero sabe que cada día en el despertar se halla un nuevo horizonte, un hilo de esperanza con la que seguir el sendero. Las palabras descienden para luego retomar el vuelo hacia la altura del cielo, y ser pájaro o nube, lluvia o fuego, es el destino del poeta. En este sentido, Katia Rejón Márquez, escribe en la revista mexicana Carruaje de pájaros: “Porque Manuel Iris en Lo que se irá resignifica las palabras amor, milagro, poema. Son palabras migrantes, que se instalan en un espacio y en un idioma distinto. Y ahora suenan y significan cosas diferentes”. Ciertamente nuestro poeta siempre anda a la búsqueda de la palabra exacta, de aquella que exprese lo absoluto de la nada, su silencio último, para crear un universo en el cual el poema en todo su significado sea como un fulgor, inocencia y quietud, tiempo de amor y muerte. Y así escribe: “Para que brote el silencio / abre su herida el poema”. Iris se aparta de la poesía fácil, contempla cuanto a su alrededor vive y luego en un canto invariablemente humano sacude las conciencias, invoca a la Naturaleza como Madre tierra y escribe, escribe desde dentro, muy adentro. Decíamos al principio que en los textos de Manuel Iris encontraríamos respuestas. Así, las razones de por qué escribe quedan patentes en las siguientes líneas, extraídas de la revista Latin American Literature Today “Escribo desde ahí: frente a la luz de esa misma pantalla en la que a veces convoco al silencio, en la que busco que también sucedan la lentitud y la contemplación. El resplandor que cae sobre el teclado y la percusión del texto que nace son mi manera de danzar frente al fuego, como lo hicieron los primeros poetas, cuando apenas empezaban a inventar el lenguaje. Escribo, imagino: veo la tradición literaria como una enredadera con un ancestro común: el deseo de traducir el silencio, de decir lo indecible”, y añade, respecto a ese silencio: “La guardia del silencio es uno de los tallos de la poesía contemporánea, el más urgente, y el que más me interesa. Entiendo, por supuesto, que hay poetas que confían todavía en su vocación de líderes y que quieren mantener su aura de iluminados, pero son la excepción, no la regla”. La poesía testimonial en Lo que se irá se muestra con clarividencia. La hija no nacida es el trasunto, y con esa idea previa trabaja el verso, piensa la vida y traduce sus silencios, porque él es Testigo principal de cuanto acontece, de esa danza primera en el vientre materno: “Está bailando tu hija, dice mi esposa / y se toca la barriga. / Desde hace varios meses / soy testigo de lo que sucede ahí, / debajo de sus manos. / Mi esposa es una casa dentro de mi casa / y yo estoy fuera de mi propio corazón. Seguro está contenta, dice. / Y yo sería capaz de renunciar a la poesía / a cambio de tener dentro de mí a mi hija, / de sentir la danza que las une / a todos los principios”. De ser justo tendría que hablar de cada uno de los poemas, pero ante tal posibilidad abrumadora y quizá cansina para el lector, me acomodo a la luz de algunos versos más, de algún breve comentario imprescindible. Lo que se irá es resultado de un abismarse continuo, de un caer lentamente hasta insospechadas simas para luego levantar el vuelo hacia la altura cósmica y absoluta de cuanto respira vida, un himno al amor. Sí, al amor, a esa palabra que tantos denuestan y aborrecen, por entenderla excesivamente espiritual o mística, banal o de cierto tono sensiblero o cursi. Sin embargo, Manuel Iris la enriquece con sus matices, en esa búsqueda por conocer el misterio de las cosas, la magia que se esconde tras su imagen, por saber que en los asombros fluye la última razón de la existencia, y que bien pudiera hallarse en ese amor que el poeta testimonia a su hija: “todo está a la vista / si prestas atención / a las cosas pequeñas. Hay más verdad en un abrazo que en un libro. (…) Ahora que el mundo / es completamente nuevo / te regalo, también, / estos dos amuletos / para que puedas guardarlos / o llevarlos en tu pelo: El silencio es la música. / Te amo”. Pero Manuel iris también ama la poesía, tal vez como otra hija que el silencio traduce y convierte en grafías que vuelan por el incandescente blanco de la página o la pantalla: “Mi hija se duerme sobre mi pecho / y el poema de silencio se completa”. Este libro tiene mucho de ese sumergirse en la poesía, en su significado, en su invisible universo, en su dolor de madre y de frontera, de exilio y soledades, y que de alguna manera podría resumirse en estos versos pertenecientes al poema El idioma de la casa: “…Últimamente / tengo miedo de los meses / porque tú has nacido aquí, / en este sitio, en este idioma / en el que soy un extranjero // y yo quiero / vivir dentro / de tu mundo, / del idioma que tendrás, / de tus palabras. // Me da miedo / que conozcas / la imposibilidad de pertenecer. // Pero te harás tu patria, como cualquiera. // Si te preguntan de dónde eres / diles que has venido del corazón de tu padre, / de un corazón / que aprendería cualquier idioma / para hablar contigo”. En este diálogo padre-hija se anuncia, también, el calor de lo que humanamente importa, como un lamento que demanda el grito en ocasiones, la presencia de una mirada solidaria y fraterna respecto “al otro” que soy “sin mi yo”. Trasciende la palabra entonces que cruza ríos y fronteras en la búsqueda de la existencia, del sosiego y la dignidad humanas. Y escribe Iris, desde el silencio de la luz que lo conmina en esa otra tierra fronteriza, la Canción de los que migran: “Migrar es regresar / a lo que nunca hemos tenido: / a la esperanza. / Y usted, que vino del silencio / y va camino a la muerte, / que vive en una lengua / ajena y propia / como el cuerpo, / que busca el pan y el amor / como cualquiera, / que gusta / del olor de la lluvia / y la danza del fuego, / que se ha sentido solo / y que tampoco sabe por qué / vino a nacer / precisamente aquí, / ¿de verdad piensa / que no es un migrante? Estos son los mimbres de la excelsa poesía de Manuel Iris, poeta del silencio, ese que nos abraza en la quietud de las aguas y acaricia el sonido de la noche para saberse libre. Si tienes oportunidad, amigo lector, de acercarte a los textos poéticos de Manuel Iris, no lo dejes para luego, adéntrate en sus silencios y déjate llevar; abre puertas y ventanas y deja que su música, con su multiplicidad de variantes te abstraiga del mundo. Solo así hallarás la verdad y la belleza, de la poesía, que en la escritura de Manuel Iris es, la música en sí misma del silencio.
***************************************
En la noche del mundo de Mauricio Gil Cano.
Editorial Dalya. 2019
Por Paloma Fernández Gomá
Mauricio Gil Cano en su libro En la noche del mundo
asume el relato de su conciencia frente a la vida con sus claros oscuros, sus
pros y sus contras y pone a Dios como testigo de sus actos y de todo aquello
que motiva su comportamiento.
Autoreflexión, confesar sus culpas, diagnosticar
cuestiones hasta llegar a lo que de espiritual guardan nuestras vidas; ésta es
la escala por la que discurre este poemario de Mauricio Gil Cano; donde la poesía
busca el espíritu y en lazo místico encuentra respuestas, objetico último y cuestionado en este poemario que reseñamos.
En la noche del mundo está dividido en tres partes:
Entre tinieblas, Liras cristianas y Homenajes.
En la primera parte el poeta expone secuencias de la
vida en la noche que nos habita; donde encontramos poemas como Misterio,
Nosotros, Identidad, Sin voz, un loco, Muerte de una idea, Hijos del hombre,
Diluvio o Desafío. El poeta indaga, reflexiona, se autoexamina y supone las
relaciones del hombre con respecto al mundo en el que vive; hasta llegar a una
segunda parte de reencuentro con la esencia espiritual, escribiendo poemas
como: Coplas, Décimas de amor y vino, Maitines, Más luz, El sueño de Dios, Dios
te salve o El árbol de los sueños.
En el apartado Homenajes, Mauricio Gil Cano se une
al recuerdo de Pilar Paz Pasamar, Ramón Epifanio, Enrique Bedoya O´Neale, Victoria Guerra
Carreteo, al Cristo de la Vega, a la Virgen del Socorro o al enlace matrimonial
de su sobrina. El autor busca el nexo espiritual del recuerdo que guarda íntima relación con él.
Este es unlibro de serena y activa vocación de
reencuentro del autor con su conciencia de hombre que se interroga ante sí
mismo sobre su conciencia; nuestro poeta hace uso de un exquisito dominio del
soneto, las décimas y coplas ,
recordando a Jorge Manrique.
Me detengo en el soneto de la pág,17: "Como si
hubiera sido todo un sueño/y , al despertar, mirase enajenado/las cosas con luz
nueva y, extrañado,/temiese haber caído en otro sueño,/" El poeta halla la luz que reconduce sus pasos.
En el poema, Vivir la noche, pág 36. Leemos: "En
sentencias muere Dios/y el poeta, loco divino,/reclama en los cementerios/que
florezcan los lirios." La sintonía imperfecta o la llamada del espíritu.
“Pregunto por un dios cuya respuesta ignoro” pág. 40
Dolor y miedo que induce a beber a solas en esa búsqueda
itinerante del poeta a través de sus versos.
En el poema Invocación, pág. 47. Se lee: “No soy
digno , Señor , pero me basta/una rama florida en este mayo,/respirar la
dulzura de tu clima.”
El poeta haya en este poema una especie de equilibrio
vital, que le inspira la tranquilidad de haber consumado su propósito de
generar respuestas capaces de sostener el discurso de su libro En la noche del
mundo.
Leer como adicción
(Narrativa)
Por José Antonio Santano
El verano siempre ha sido y es un tiempo propicio para leer. En esta estación del año se hace más frecuente encontrar a los turistas de playa o montaña, asidos a un libro, elegido según los gustos de cada uno. Ese contacto esencial con las páginas de un libro debería atraernos siempre, aunque así no sea, porque los libros contienen algo que a todos nos incumbe: la vida. Con ellos aprendemos, nos divertimos, sufrimos, sonreímos o sollozamos; en cada personaje o en cada pensamiento la vida está presente; podemos vivir lo mismo la Edad Media que la Era espacial, o, adentrarnos en la tragedia de un cáncer o una pandemia. Los libros son, sin lugar a duda alguna, nuestro mejor amigo, dejemos al perro en un segundo término, entre otras razones porque se establece un diálogo, una complicidad. Por ello, y en este comentario, la lectura se convierte en una extraordinaria adicción que deleita y ennoblece, que alarga nuestra vida en la vida de los otros, en un mestizaje solidario, respetuoso y festivo. Y dado que esta adicción ya no tiene vuelta a atrás, pretenden ser las siguientes lecturas que indico un oasis donde descansar del tórrido verano, sea en una playa o en la montaña, pero siempre asidos a un libro, plenos y felices de aventurarnos en sus páginas para ser más libres y más humanos.
Mis propuestas, de forma resumida, pues de algunas detallaré más adelante en otros medios, las voy a establecer en tres ámbitos fundamentalmente: narrativa, poesía y ensayo. Comenzando por la narrativa, y por ser de los últimos libros recibidos me detengo en uno, de más extenso título que hasta ahora me he encontrado en el panorama literario, “La caza, captura y muerte de la abuelita hispánica, en una casa de lujo de una ciudad de lujo, sometida a la más rigurosa de las democracias y repleta de padres honestos y niños felices”, del escritor granadino Francisco López Barrios, que viene a confirmar el magisterio del autor con un libro compuesto por cinco relatos, entre ellos el que da título al libro, y de los cuales, como aperitivo, me inclino por “La noche de terror del terrorista”, por ser una historia extraordinariamente bien contada y mejor resuelta, que deja al lector con la miel en los labios para continuar leyendo y ahondando en las claves de un autor que conoce bien el oficio y sabe transmitir y construir desde la exquisita fabulación historias inolvidables. “El óxido del cielo”, del escritor cordobés Alejandro López Andrada(Villanueva del Duque, 1957)nos adentra en la magia de lo desconocido y la Naturaleza, para devolvernos la esperanza en el olvidado encanto de los pueblos de interior, de las zonas rurales que a pasos agigantados se están vaciando. En esta ocasión López Andrada nos propone un viaje al “declive y añoranza de la minería”, como reza la portada del libro, y lo hace con esa lumínica manera de escribir que posee, con esa mirada serena y deslumbradora que nos descubre otra realidad desde la nostalgia y el amor a la tierra madre. El escritor valenciano Rafael Soler nos presenta la reedición de su novela publicada en 1983 titulada “El sueño de Torba”, cuidadosamente editada por Olélibros. A estas alturas no vamos a descubrir quién es Rafael Soler dentro del panorama literario español, sin embargo, sí reiteraré su destacada voz, particularmente distinta del resto de escritores del momento. En cada historia que nos cuenta, sea relato o novela, se distingue al autor por su lenguaje y por la sólida configuración de los personajes, por su dominio del tiempo y del espacio, creando siempre las condiciones más favorables para la lectura, enriqueciendo el acto de leer. Así ocurre en “El sueño de Torba”, donde se entrecruzan historias y donde la terrible incomunicación del tiempo actual, en detrimento de las relaciones humanas a través de los distintos personajes son la esencia narratológica de esta propuesta. Otra de las citas narrativas imprescindibles es la del novelistas, poeta y crítico granadino Fernando de Villena, con su última entrega “Los nueve círculos”. En ella nos cuenta de Villena, con casi toda seguridad uno de los escritores más prolíficos en lengua castellana, la historia de una ciudad de provincias (Granada) durante las últimas siete décadas, protagonizada por un hombre y una mujer pertenecientes a clases sociales distintas. El magisterio, el estilo y la capacidad narrativa de su autor, Fernando de Villena, es indiscutible. Solo hay que echar un vistazo a toda su trayectoria literaria para comprender que nos hallamos ante una de las voces más destacadas de la literatura española. Así, desde el territorio de la auto-ficción, desde la sabiduría que le otorga su experiencia y su compromiso humano, Fernando de Villena ha escrito unas memorias noveladas, necesarias, que no dejarán indiferente a cualquier lector que a ellas se acerque. Otro de los libros que traemos a este escaparate y continuando con el mismo género anterior, corresponde a “El muchacho pálido”, del narrador, poeta y crítico literario Manuel Jurado López (Sevilla, 1942), que nos presenta la historia del joven Ramón Mengíbar que, tras su paso por el internado de las Escuelas Sagrada Familia de Úbeda, contrae una enfermedad contagiosa que marcará su vida. La evocación de aquel tiempo será el antídoto para su obligada soledad. Un retrato exacto de los internados religiosos masculinos de una época que nos acerca a la verdadera condición humana. La novela histórica es otro de los géneros que bien se adecúa a este tiempo veraniego. Y, “Jaque al Emperador”, del escritor valenciano J.R. Barat(1959), es la elegida. Su autor nos lleva hasta la primavera de 1808, cuando las tropas napoleónicas invaden España. Nunca antes el pueblo español estuvo tan unido para expulsar al invasor. Uno de esos protagonistas fue José Romeu, que Barat recupera para historia. El propio Barat declara que Romeu lo “abandonó todo por defender lo que consideraba justo: familia, hacienda y vida”. Este personaje que descubre por casualidad Barat, va a convertirse en el protagonista principal de esta narración, “un hombre maravilloso que encarna lo mejor del ser humano: nobleza, valentía, dignidad y sentido de la justicia”, al que se conoce como el “héroe Romeu” fue quien puso contra las cuerdas al ejército del Emperador Napoleón. Otra de esas narraciones históricas, en este caso, ambientada en la postguerra española, cuando la guerrilla antifranquista actúa en las sierras de Ronda y Grazalema es “Eras la noche”, del escritor gaditano Ramón Pérez Montero (Medina Sidonia, 1958). Su autor ha sabido trasladar a la narración la esencia de ese momento histórico a través de un lenguaje depurado, lumínico, donde la imaginación, aun cuando la novela está basada en hechos reales, trasciende esa realidad para convertirse en una obra en la cual la condición humana aflora en sus múltiples aspectos. Un autor y una novela para tener muy en cuenta. Tal y como se lee en la contraportada de esta novela: “El imposible lenguaje de la noche”, de del escritor Joaquín Fabrellas (Jaén, 1975), se trata de una narración “fragmentaria, dividida en tres partes. Su discurso se mueve ente la novela, el ensayo y el análisis cultural de los años 50 y 60 en la efervescente Nueva York”. El principal personaje de esta historia totalizadora abarcadora en géneros no es otro que el escritor beat Paul Demut, pero sobre todo es la historia del fracaso, de los naufragios de una sociedad noctámbula con melodías de jazz. El espacio y el tiempo contenidos en una narración inusual, atrevida, pero donde la creación (pictórica, cinematográfica, musical o literaria) es expresión, principio y fin del ser humano, con todos los ingredientes propios del discurrir de la vida. Otra de las novelas que ha dado que hablar y que fue merecedora del Premio Valencia de Narrativa es “Pájaros en un cielo de estaño”, del escritor gaditano Antonio Tocornal (San Fernando, 1964).No sitúa su autor en un pequeño pueblo andaluz, Las Almazaras, y en justo en la posguerra. Se narra en ella la capacidad de transformación del ser humano, las relaciones sociales y la fuerza para conquistar lo deseado, sobreviviendo a cuantas vicisitudes presenta la vida. Una nueva forma de narrar, de adentrarse en los recovecos del lenguaje para expresar, de forma rigurosa, aquello que esencialmente corresponde decir. Una furgoneta deteriorada, un forastero pelirrojo y sus dos hijos y una jaula con un pájaro son los elementos narrativos que desencadenarán los acontecimientos que los lugareños vivirán a partir de la llegada de este ser extraño. Entre el olvidado género del relato encontramos algunos libros muy interesantes que merecen la pena mencionar. Uno de esos libros es “La vida anticipada”, del escritor cordobés Francisco Javier Guerrero (1976), con ilustraciones de Lola Castillo. Para Ángel Olgoso, una de las voces más autorizadas del relato o cuento en España, La vida anticipada “es una obra apabullante, hermosa. Un volumen perfectamente cuajado, repleto de frases redondas, potentes, listas para ser grabadas en bronce; con rumor de letanía, de prisma con destellos incesantes, de molino de pensamientos. Historias que extienden valientemente los límites. Un impresionante libro de relatos”. Un pequeño fragmento podría resumir la fuerza de la palabra, su filigrana: “El presente es un tiempo manchado de cenizas. Tiene bordes afilados y duele”. Luis Lisquete (Villasarracino, Palencia, 1952) nos deja un ramillete de relatos en “La teoría del ímpetu”, que reúne un total de treinta y dos historias. El amor, la venganza, la fatalidad, el destino, y otros tantos temas extraídos de las distintas situaciones existenciales se funden en una prosa locuaz y ágil que hace que el lector mantenga su atención hasta el final de sus páginas. Con un poder de fabulación extraordinario el escritor Andrés Ortiz Tafur (Linares, Jaén, 1972) nos acerca a su último libro aparecido con el título “El agua del buitre”, publicado por el sello editorial Baile del Sol. Dieciocho son los relatos incluidos en este volumen. Y en honor a la verdad hay que decir que bien armados, coherentes, bien resueltos -diría que explosivos-, ocurrentes y sutiles a un tiempo. Después de sus tres libros de relatos publicados hasta ahora Caminos que conducen a esto, Yo soy la locura y Tipos duros, se confirma con esta cuarta entrega que Ortíz Tafur tiene mucho que contar aún y que su forma de hacerlo atrapan al lector. En último lugar llega a mis manos, recientemente -por lo que me ocuparé de él con más detalle en otro espacio-, “En la Era de Acuario”, del escritor vallisoletano Santiago Redondo Vega (Villalón de Campos, 1958), publicado por la editora Difácil. Como aperitivo, me hago eco de lo dicho en su prólogo por el profesor y poeta Fermin Herrero al referirse a los relatos que componen el libro: “De hecho, vistos así, en su conjunto, me da la impresión de que componen una especie de ópera bufa de nuestro tiempo, a veces en forma de vodevil, protagonizada por neurosis variopintas, con las que atañen a trastornos de la libido a la cabeza y por las extremidades, a tal punto que parece con frecuen cia que la función la dirigiera, bajo su atenta mirada, herr doctor Sigmund Freud, rodeado de una cohorte de ceñudos psicoanalista”.
***********************************************+Cantares de flores nuevas
de Antonio García Velasco. Edita Amazon 2020.
Por Paloma Fernández Gomá
El pasado año 2020, el escritor y profesor Antonio García Velasco publicó el libro “Cantares de flores nuevas”, donde se recogen diferentes estrofas: haikus, soleares, pajaronas, coplillas, zéjeles y ovillejos. El antes y el después se citan para recordarnos que nunca estuvieron en desuso las rimas del ayer y que en el escritor está el poder revivirlas llegando a ellas con palabras actuales.
Esta es pues la cita y el
reto conseguido de nuestro autor Antonio García Velasco, que ha conseguido
actualizar aquellas estrofas que creíamos olvidadas.
Nuestro escritor las recrea
y dinamiza haciendo que lleguen hasta aquel 2020, que tanto nos trajo de
inquietud, al contemplar una perspectiva de futuro incierto. Hoy ya en el
verano de este 2021, releemos “Cantares
de flores nuevas” con todo el trasfondo que encierran sus versos, citando la
vida como un transcurrir de fechas, entre lo popular y el más hondo sentir, que
nivela y aquilata tiempo, entrega y enseñanza.
El haiku desnuda la poesía.
Las soleares templan el amor regalando al oído su rima en asonante en el primero
y tercero, quedando suelto el segundo. En las coplas se rasga el alma con el
viejo acento de lo vivido. Las pajaronas traen el aroma de los campos que a
estas alturas del siglo XXI, ya casi hemos perdido, pero que nuestro autor
recupera para incentivar lo que de propio tenemos. El zéjel de origen andalusí
aviva la relación con un pasado común. Con los ovillejos se quiere recordar la
figura de nuestro Miguel de Cervantes, pues esta composición se le atribuye al
insigne creador de Don Quijote de la Mancha, caballero andante donde la
hallara, y que camina hacia este libro “Cantares de flores nuevas” para
acercarnos la rima del que fuera creador de sus aventuras y de esta estrofa,
donde la ironía y la alabanza se buscan hasta encontrarse.
Entre todas estas estrofas,
me detengo en el zéjel por lo que de herencia andalusí conlleva. Una
composición de amplio calado que llegó a derivar en el villancico; con lo que se pone de manifiesto la intensidad
popular de sus raíces.
Señalamos pues que en Marruecos
el zéjel se mantiene vivo, aunque en España no sea una rima al uso; si bien a
este respecto debemos de sostener que la poesía rimada, en ninguna de sus
variantes se emplea en la actualidad, salvo excepciones.
Antonio García Velasco aproxima
el ayer con letras actuales, quizá en ese único y esclarecedor mensaje de que
la Poesía se escribe con letras mayúsculas y que el sentir no lleva rima ni
busca tendencias, simplemente es Poesía.
Título: Devoraluces
Autor: Ángel Olgoso
Editorial: Reino de Cordelia (2020)
Por José Antonio Santano
Devoraluces
Confieso que cada vez que me dispongo a realizar una lectura de un libro, o lo que es lo mismo, abismarme en sus páginas impresas, siento un temblor inexplicable, como si fuera un enamorado que declara su amor por vez primera. Entonces, como el enamorado, miro atentamente, me adentro en el bosque de letras o grafías y me dejo llevar por el aroma de la tinta y el poder de encantamiento de la escritura para conformar mundos y paisajes, personajes de variada índole, sentimientos y afectos. Es este siempre el inicio de un libro un momento especial por cuanto desconoce el lector qué hallará en sus páginas, hacia qué lugares viajará o quienes serán los personajes que guíen sus pasos hasta su conclusión. En realidad todo libro es un viaje, una exploración, un vuelo hacia no se sabe dónde. Por ello que esa incertidumbre primera, en las primeras páginas y el mejor de los casos puede satisfacer las expectativas del lector, o en el peor, que la propuesta carezca de interés y se abandone su lectura. El caso que nos ocupa pertenece al primer enunciado, es decir, que satisface con creces al lector, de tal manera que ya desde sus primeras páginas el lector queda atrapado. Así es el último libro de relatos, “Devoraluces”, de Ángel Olgoso (Granada, 1961), en bella edición de “Reino de Cordelia. Anuncia la faja del volumen: “El esperado regreso de un gran maestro del relato fantástico”, y cierto es que Olgoso representa lo mejor de la producción del relato en España, como se puede comprobar si hemos tenido ocasión de seguir su trayectoria escritural. En este libro, desde el principio, hallamos al trascendente, riguroso y paciente Olgoso desmenuzar las historias, contener gramática y sintaxis hasta crear un universo propio que engrandece su discurso narrativo. Y si bien es cierto todo lo dicho, también añadiría que en este extraordinario libro encontramos al Olgoso lírico, que es capaz de esculpir un bello monumento al lenguaje haciéndose valer tanto de una adecuada sustantivación, como de una lumínica adjetivación, elementos indispensables para ensamblar un relato capaz de conmocionar al lector, como todo buen arte ha de originar. La gran valía de Olgoso consiste en trascender la realidad con su poderosísima imaginación, con su capacidad de fabular construyendo desde un detalle, un objeto o un paisaje una historia sorprendente y enriquecedora por su continuo discurrir por territorios desconocidos, exponiendo situaciones o momentos jamás pensados o imaginados. Esa es la gran virtud de Olgoso, hecho que desde su primer cuento “Las luciérnagas” (“el fuego de la soledad, la amargura y la saña no han conseguido evaporar el remotas noches de verano”), pasando por “Hajdú”, el soñador de sueños; “Fulgor”, el regreso heroico de Ulises en “La Rosa de los Vientos”, los avatares del abuelo marcado con el Azul del número del campo de concentración nazi en “Pelikan”; el reencuentro con los poetas en “Villa Diodati”; la historia del carretero japonés “Okitsu”, “La arena de las historias”, “El calendario quiméri o de lo que podía haber sido”, “Medio real”, “Émula de la llama”, hasta el último “Odres nuevos”, Ángel Olgoso, una vez más, quizá más distanciado de lo fantástico, que no del enorme magisterio de la fabulación, compone historias que dejan perplejo al lector, precisamente por ese aluvión de palabras y palabras, que no cesan de florecer en cada página como verdaderas luciérnagas, como frutos imperecederos de un lenguaje depurado, sutil, sugerente y capaz de emocionarnos hasta extremos impensados. Porque da igual que Olgoso se adentre en el microrrelato, narre hechos extraños y turbadores, como que simplemente escriba de una Villa, para mostrarnos su gran virtud, que como hemos dicho, no es otra que fabular, trascender la realidad para crear otros espacios literarios capaces de conmover al lector. Y esto es lo que ocurre con “Devoraluces”, un título que ya en sí mismo podríamos considerar su credo.
********************************************
Título:El grito de un pájaro
Autor: José María Muñoz Quirós
Editorial: Difácil (Valladolid, 2020)
Por José Antonio Santano
El
grito de un pájaro
Escribía días
atrás el profesor, poeta y crítico Pedro López Ávila: “Cuando los poetas
orientan sus actividades hacia fórmulas exitosas dominantes, con la finalidad
de no caer en el olvido de sus contemporáneos y adoptan métodos sazonados
ideológicamente con un lenguaje prosaico, conversacional, excesivamente
coloquial, anti literario, soez y hasta procaz en algunas ocasiones, me parece
a mí, que la poesía pierde una de sus aspiraciones fundamentales: la plenitud…”.
No puedo estar más de acuerdo con su opinión. Corren tiempos extraños para la
lírica, sobre todo cuando el objetivo último, la finalidad de la creación
poética se convierte en un simple mercadeo, en el cual la poesía pierde su
verdadero sentido. Dicho lo cual no puedo sino añadir que, de esta persistente atrofia
poética, se salvan algunas obras que sí contienen elementos literarios de peso,
con los cuales se activan la reflexión, la retórica más o menos compleja, la profundización
en las temáticas y la emoción para dar como resultado un libro que imante el
interés de los lectores de poesía. Así, el último poemario de José María Muñoz
Quirós (Ávila, 1957), “El grito de un pájaro”, publicado por la editorial Difácil,
viene a confirmar lo dicho. Creo no equivocarme si afirmo que, de todos sus poemarios
publicados hasta ahora, este es el más intimista, el que ahonda y analiza con rigor
la relación hombre y mundo, quizá el que se desprende de lo banal y superfluo
constituyendo un corpus coherente en el que cohabitan por igual conocimiento,
experiencia y la emoción de lo vivido. Con “El grito de un pájaro” asistimos a
un deslumbramiento que nace de la observación del mundo, de la vuelta a la
Naturaleza y de la constatación de que todo tiempo es fugaz, que a duras penas
somos un instante solo; y todo contemplado desde la óptica del goce, de la
pasión por la vida, de la capacidad para vislumbrar belleza en todo cuanto le
rodea, aunque desde la nostalgia: “Sol de la mañana / acógenos / con toda la
plenitud / que aborda el tiempo herido / en este instante nuevo”. La
esencialidad de la luz y la libertad fijan el pensamiento del poeta, como también
abismarse en lo verdaderamente importante de la vida, en esas cosas que son imprescindibles,
bellas, espirituales, pequeñas: “Son tan pocas las cosas esenciales, / tan
pequeñas / que apenas conocemos / hacia dónde transcurren sus pasos, / dónde
nos regalan su ausencia / cuando están lejos”. Muñoz Quirós sabe bien de los
silencios y por ello nos deja una perla mística cuando escribe: “Estoy callado
/ frente al ruido del mundo”, porque el poeta ya no quiere hablar, solo
abismarse en el silencio, como así lo hicieran Santa Teresa o San Juan de la
Cruz. De todos los poemas que integran el poemario (sesenta y uno), creo que el
titulado “Estar aquí” viene a ser clave para comprender “El grito de un pájaro”,
porque el poeta asiste a un desprendimiento de lo vano, para concebir un mundo
en el cual lo esencial es la búsqueda continua de lo desconocido, del misterio
y la magia que nos liga a la vida. En este poema central, escribe el poeta: “Estar
aquí / para ser testigo / de toda plenitud: / mirar desnudo el día, / bautizar
la mañana / donde se esconden / sustraídos los sueños / que se han perdido / si
despiertan”. Halla Muñoz Quirós en lo cotidiano la desnudez del mundo y es
agradecido por ello: “Y dar gracias al cielo / por la belleza que te entrega /
este vivir así, / este misterio”. Y continúa en estos versos el deseo de ser,
con el recuerdo de otros versos de Santa Teresa: “nada es inmutable, / nada
permanece…”, para concluir con “Al fin de todo, / vivir / es lo que nos deja /
un indecible abismo / en este abismo”. No podría concluirse mejor este
comentario que con estos versos del poeta: “No creo en más verdad / que la que
alienta / este vivir tan pequeño y tan mío”.
********************************************
Supersticiones de Albert Torés. Corona del Sur 2020.
Por Paloma Fernández Gomá
Como apunta el autor en la
introducción del libro, ha contado con la generosidad del reconocido editor
Francisco Peralto y entre los proyectos que compartió con él, ha escogido el
tridecasílabo para Supersticiones.
Cuarenta y siete poemas
conforman este libro, donde la vida, la libertad, el amor, la poesía, paz o la
memoria son alentados por el autor como referencia poética.
Las “vidas” del poeta, en
alusión a La aventura de mis siete vida,
libro anterior de Albert Torés, recorren
los versos acompañando los recuerdos del padre o de la madre y que han ido
dejando grabado su sello en la conciencia del poeta.
Leemos “Sus ojos con el
tiempo más claros tornaron/y sobre el tiempo también me habló más claro/sin pronunciar
palabra, sólo con los ojos/se despide: Me voy y gracias por todo. (pág. 30)
“Madre he visto las lunas incendiándose
de obuses,/estrellas en fuga y golpes de mar, cruces/en las que no creo,
chisteras que me roban/mis noches: pero tu mirada me conforma. (pág. 44)
Los veros tridecasílabos,
poco al uso en la actualidad y que fueron empleados en el Modernismo, suponen
para Alberto Torés un nuevo reto a la hora de “evitar el contagio de las
supersticiones”.
Todos los poemas del libro
guardan y ejercen el valor de la palabra en pos de aseverar certezas, que el
poeta comparte con el lector.
No podemos pasar de forma
inadvertida la coherencia y luz creativa
de Alberto Torés, Premio Andalucía de la Crítica, cofundador de
Humanismo Solidario, avezado crítico literario y una de las voces más acreditadas de la cultura literaria
a nivel nacional y fuera de nuestras fronteras.
De Supersticiones me
gustaría señalar los poemas de las páginas de las páginas 14, 19, 21, 23, 25,
30 ( ya comentado),39, 42, 43, 44 (comentado), 47 y 57. Sin olvidar otros de
los poemas que componen el tablero poético de Supersticiones.
Desde esta aproximación destaco
en ellos la universalidad de la poesía, la muerte como liberación, el paso por
la vida, no perder la esperanza, la brevedad de la vida, el recuerdo de un ser
querido como antorcha que ilumina la vida, los pasos que marcan la existencia,
la fragilidad de nuestra existencia, los momentos vivido frente a la muerte.
Albert Torés también navegó
entre Haikus y Décimas y escribió versos de arte mayor y menor. Buscó el verso
libre y blanco. Un poeta experimentado que toca el núcleo de la Poesía con
ritmos varios, pero siendo siempre fiel a la esencia del verso, transmitiendo
más allá de la palabra, en las distintas confluencias que marcan diversos
ritmos.
El valor de la vida en libertad
es el objetivo más universal y transversal que el hombre debe asumir y
defender, es el mensaje al que nos convoca Albert Torés, en un abrazo solidario y humanista.
Nuestro poeta a lo largo de
toda su obra se ha comprometido con una visión
de aproximación a los valores humanos, que sustentan el reconocimiento de la dignidad.
Título: Actos sucesivos
Autor: Heberto de Sysmo
Editorial: Olélibros (2020)
Por José Antonio Santano
Puede que haya más misterio o magia en aquello que hacemos habitualmente, en nuestros actos cotidianos de lo que pensamos. Observar la realidad que nos circunda con honda mirada es abismarse, aunque no lo parezca, en lo desconocido, o al menos, en lo extraño por singular. Solo así podremos comprender el mundo, nuestro mundo. Todo está por descubrir, si bien algunos quieren pensar que ya todo está hecho y dicho. Un detalle de nuestro entorno puede proporcionarnos nuevos significados y formas según sea nuestra disposición a imaginar, a trascender esa realidad aprehendida. Y en esa otra realidad se suceden actos y señales que muestran caminos dispares por los que vivir se hace necesario. Vida y creación entonces se convierten en una necesidad. Esto mismo es, sin más, este libro de poesía, “Actos sucesivos”, de Heberto de Sysmo, seudónimo del ensayista, crítico y poeta José Antonio Olmedo López-Amor (Valencia, 1977), publicado por el sello editorial Olélibros. El prólogo es autoría del también poeta Antonio Praena, que destaca la convergencia de “naturaleza y humanismo, conciencia y oscuridad, eternidad e instante”. El tiempo y el amor como protagonistas, nos dice Praena, “porque la palabra que sabe de la humidad del silencio es la que alumbra para restañar el daño del otro, y no para inmortalizarnos en un poema retrato”, sentencia. El tiempo y su enseñanza en ese discurrir de los días que el poeta interioriza: “Porque envejeces, crees que pasa el tiempo; / porque se oculta el sol y después sale / y las cosas ocurren o no ocurren / a intervalos de nada”, en estos versos del primer poema que titula “Tu vida”. Es el canto del poeta, la luz de la palabra convertida en luz y esperanza, mientras el tiempo golpea incesante cada minuto de vida: “Vivir es exponerse / a la frivolidad del tiempo. / El tiempo es un vergel de probabilidades. / Si algo te ocurre es porque puede; / si ocurres sobre algo es porque / una pequeña brizna / de cada decisión es inmutable”. Heberto de Sysmo es aquí más José Antonio Olmedo, por cuanto su humana presencia es eco de otras voces. Obedece este poemario a la necesidad de afrontar el tiempo en toda su crudeza, en el dolor si se quiere, cuando el poeta comienza a apreciar cuáles son las huellas que deja el transcurso de los años, si todo pasado es la nostalgia de lo vivido, de la juventud que ya no puede recobrar, de la vejez que vendrá y de la muerte como resultado final del ciclo vital. Mas en todo ese bagaje se incluye la poesía, el acto de la creación en su origen, ese estado de abstracción definitivo y revelador: “Y cuando aquel dolor / que dio origen a su escritura / te impulse a regresar a esos renglones, / comprobarás que debes ofrecerlo; / ya que tal vez, no a ti, / pero sí a otros muchos / será capaz de restaurar su daño”. El poeta sabe bien que “el tiempo nunca accede a sobornos” y por esto mismo advierte de su inflexibilidad, porque se ha de vivir en la esperanza de un nuevo despertar, y así escribe: “Si vivir es saber que todo acaba, / es a partir de entonces, el momento preciso / en el que somos vida, / vida consciente de su acabamiento. (…) Si eres brasa o rescoldo incandescente / muere pensando que serás ceniza: manto nutriente de otras flores / nuevas”. De la observación del mundo que le rodea el poeta registra una voz aud renace, que se hace luz entre la niebla de los días: “En los antepasados del lenguaje / el amor era el modo de entenderse. / El odio / pretende serlo ahora. // Aprender a sufrir es tensar la escritura. / Dejar que todo fluya es amar sin reservas”. Tres pilares fundamentales contienen esta obra de Heberto de Sysmo o José Antonio Olmedo: el tiempo, el amor y la poesía, como así y refiriéndose al último confiesa: “La imposibilidad de ser feliz, / me hizo poeta. / El sentirme una presa indefensa y con miedo. / Sentir hervir las llamas del coraje / y explosionar en letra de furia incontenible. // Recoger a mi madre —y sus dientes— del suelo; / que no se engañe nadie: / me hizo poeta”. Apegado a la vida, sentirla, lleva a Heberto a incardinar cada acto con otro, en heredad creciente, pues al fin y al cabo, como bien dice: “Tan solo somos actos sucesivos, / la suma de momentos que ya hirieron / la anciana arcilla, el barro desprovisto / de una mente fundada por el miedo. // Sólo sé que al amar algo parece / correr a tu favor”.
Por Paloma Fernández Gomá
Fernando de Villena, Granada 1956. Ha
publicado más de una veintena de libros de narrativa. A su obra literaria
también incorpora una importante y fecunda obra poética. Este libro que nos
ocupa, Los nueve círculos, publicado en Ediciones Carena 2021, es un recorrido
por los últimos setenta años de la historia de España, a través de la historia
de dos personajes que si bien conocidos entre ellos, sus vidas corren en
paralelo, viviendo las mismas circunstancias sociales, pero desde un
enfoque diferente.
El libro se divide en nueve capítulos o
círculos, que dan nombre al libro; quizá desde la intención de que esos
círculos son recorridos por los personajes: Arturo y Milagros en una espiral
que les une, teniendo en cuenta que los hechos descritos durante ese periodo de
tiempo los hemos vivido todos en España; de ahí que el lector se llega a sentir
muy identificado con lo descrito por el autor.
Arturo, uno de los personajes principales
es hijo de un militar y Milagros, el otro personaje es la hija del aparcero de
la huerta del padre de Arturo.
La fecha del inicio del primer círculo es
1956, coincidiendo con la del nacimiento de nuestro autor y acaba en el año
1960. Años de infancia de los protagonistas y presentación de sus marcos de
convivencia, visita a la huerta del padre de Arturo con unos amigos y
características generales de todos los actores que intervienen en el libro.
Todo ello dentro del tiempo de una posguerra.
Los círculos sobre los que gira el libro
son parte de nuestra historia, pero encarnada en la vida de Arturo y
Milagros. El fin de la posguerra es la infancia de nuestros referentes,
constituyendo el primer capítulo o círculo a modo de presentación.
El Despertar de un país (1960-1965).
Vivencias infantiles en la ciudad de Granada.
Ansias de modernidad (1965-1970). El
primer televisor ( Estudio 1).
Ilusión y cultura (1970-1975). Marx y
Lenin en las librerías.
El cambio (1975-1981) Las primeras
elecciones democráticas. Reaparecen Santiago Carrillo y La Pasionaria.
Los nuevos valores (1982-1996) La Caída
del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y el auge del nuevo mundo.
Fuegos reales (1996-2004) Entra a gobernar
el PP con José María Aznar, poniendo fin a la era socialista.
La caída (2004-2011) Surgen en España
leyes como la de Igualdad, Dependencia y Memoria Histórica.
La confusión (2011-2017) La gran crisis.
El 15M. La guerra de Siria.
Arturo y Margarita han ido viviendo y
envejeciendo junto al mundo cambiante que les acompaña. Granada su tierra les
ha visto envejecer y es testigo de sus vidas. Los años igualan en monotonía y
también socialmente. Nuestros protagonistas son testigos de una España que ha
ido evolucionando y cambiando, quizás no siempre para bien, pero como sujetos
de este cambio ellos, Arturo y Margarita, y también los lectores, damos
fe, que se podrían haber hecho las cosas bastante mejor. Pues a la parte final
del libro me remito: Conclusión, donde nuestros compañeros de viaje Arturo y
Margarita se ven en un hospital en plena pandemia de Covid 19. Cuando las cosas
están peor y hay que elegir a quien salvar. Entonces, la cuestión se determina
desde una óptica distinta, entra un tercer personaje, al que políticamente es
correcto salvar. Arturo y Margarita son rechazados. Es la pandemia.
Pero hay otras pandemias como las
conductas anómalas que nos han llevado a este estado de cosas; donde los
valores han sido trastocados y hemos ido sumando puntos en nuestra contra. Así
hemos llegado a ver como normal lo anormal y como cotidiano lo extraordinario.
Fernando de Villena en su novela nos
descifra la vida y desmonta lo ocasional de lo necesario. Los valores corren
paralelos a los personajes que habitan esta ciudad que tanto y bien ama
nuestro autor Ferrando de Villena. La plaza de Bib Rambla, el Darro, las casas,
calles, amigos y vecinos componen la estrategia de dinamismo narrativo
–histórico al que nos invita este excelente y gran escritor que es Fernando de
Villena.
********************************************
Jacob Cohen de León Cohen Mesonero. Hebraicas Ediciones. Madrid 2020.El escritor León Cohen Mesonero nos presenta su último libro “Jacob Cohen”, donde hace un homenaje a su padre. No se trata de un homenaje al uso; se trata de recordar desde el mayor aprecio a su progenitor, exponiendo todo lo que éste representó para el autor. Así y desde esta perspectiva León Cohen Mesonero inicia este libro con unas palabras de su autoría, donde expresa lo que ha supuesto a lo largo de su vida, la figura de su padre.
“Si esta especie de biografía ilustrada o retrato, empieza con el entierro de mi padre, es porque a raíz de su muerte inesperada, cobró vida para mí una manera diferente de ver mi infancia y sus personajes” Nos explica el autor en el Prefacio.
Fotografías de su padre en Larache, lugar de nacimiento del autor ilustran las primeras páginas del libro, también Sevilla, Madrid, Córdoba y la lápida donde reposan los restos de su padre en el cementerio judío de Casas Bermejas en Málaga, donde reza: “…Jacob Cohen Levy (Larache 1917-Algeciras 1997), larachense eterno donde los haya, que nació y vivió en Larache desde su nacimiento hasta 1975, y sobre cuyos apellidos descansa todo el peso de la historia y de la tradición judías”, constituyen un documento gráfico que aporta realismo vital a los textos.
La estrecha relación que ha supuesto la figura paterna en la vida del autor, se traslada a su obra donde en la gran mayoría de sus libros se reflejan vivencias, recuerdos o relaciones con su padre, unas veces como personaje, otras como persona. Siempre vinculando una estrecha relación, que es el común denominador de este intercambio emocional y creativo entre padre-hijo, autor-personaje. Es muy difícil en la obra de León Cohen desasociar el vínculo emocional entre padre-hijo. Además ha de tenerse en cuenta que la obra de León Cohen está asociada al recuerdo infantil y juvenil de su vida en el Marruecos del Protectorado; dando así una visión histórica de un tiempo acontecido. Sus vivencias son el exponente histórico de una sociedad, que no trata de ser asociada a opiniones más allá de lo que su tiempo constata. Así creo que lo quiere transmitir su autor.
La Memoria Blanqueada, Relatos robados al tiempo, Apuntes, Crónica de un reencuentro son algunas de las obras que reaparecen en este libro con algunos de sus capítulos como testigos de la relación familiar que ha motivado la obra de nuestro autor.
Siempre mantuve en mi reseñas sobre León Cohen la coherencia expresiva, la calidad de sus textos y el uso preciso que hace del lenguaje, sin olvidar el valor testimonial de sus escritos, imprimiendo la relación con la historia que vivió en primera persona el autor.
Sea pues esta nueva entrega de León Cohen una nueva ventana abierta a la historia social y familiar de nuestro autor. Pero esta vez se suma a sus páginas la fuerza expresiva de las imágenes que avalan las palabras, imprimiendo a los relatos una dimensión nueva, más directa y como consecuencia reforzando los lazos con el lector, que a partir de ahora verá la figura de Jacob Cohen (padre de nuestro autor) como un personaje mucho más directo, capaz de ser objeto de todos los calificativos que expresa el narrador.
Y la abuela Luna, recobra presencia directa, a través de imágenes que sustentan presencias. Victoria (la madre del autor) revive en su sonrisa. Y las calles de Larache sobreviven al tiempo, como la calle Chinguiti.
Pero yo me pararía en el capítulo “El rincón del comedor” donde la familia se reúne y habla, se mira, comparten el alimento la dafina y la orisa. Todo se vuelva retorno y cobra presencia. El vínculo familiar se percibe y recorre las páginas de este libro “Jacob Cohen” donde las ausencias se suman al presente.
Leer este nuevo libro de León Cohen es pasearse en blanco y negro por la biografía de León Cohen, siempre con la compañía del entrañable recuerdo que el autor guarda de su padre y que le ha conducido a permanecer allegado a sus a sus raíces.
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
Mil grullas de Origami de
Felipe Sérvulo. El Bardo Colección de Poesía, 2020
Las mil grullas de Origami
de Felipe Sérvulo dejan patente un acercamiento en el recuerdo. El poeta recrea
vivencias y mira al pasado; se asoma al futuro y ve en la comunicación
virtual y en la papiroflexia una vía de acercamiento a un viaje a Japón. La nostalgia,
la juventud, la tierra primera y las sensaciones que le envuelven son el
margen que define el transcurrir del libro. Los poemas cortos y sin título
marcan una secuencia firme y definitoria que te conduce en busca de la
idea central del libro: el poeta y su
yo, su voluntad de transmitir con poemas
de versos con ocho sílabas o menos.
Las grullas de Origami
sobrevuelan más allá del papel y traen
al libro nombres de ciudades y personas, costumbres y formas de vida ajenas,
pero cercanas. Pues el otro siempre suma, y así lo percibe Felipe Sérvulo en su
libro. Mostrando su viaje como un acercamiento cultural que reafirma el
espíritu de la condición humana en el acercamiento a otras nuevas costumbres de
vida.
Estamos ante una poesía que
surge de forma directa, conectando con el lector desde la aproximación, mostrando vivencias, pensamientos y la
voluntad de conocer mejor la realidad que vivimos; la nuestra y la de los otros.
El libro dividido en tres
partes: Ayer por la mañana, donde leemos versos como: morir mucho, vivir poco,
con el mandato de nacer, volver al tedio
de las mañanas en Castelldefels, poesía
es la mujer que amas.
Tokio es un dragón que
canta, en el segundo de los apartados, encontramos: Las dunas de Tottori,
Mitaka-Shi, Tokio, Skipe y la Navidad en Oriente, de Reyes Magos y Papa Noel.
Narita , Terminal 1, es el
último de los apartados en el que leemos: Cuando se agotan las veredas/ que van
a la laguna,/acudes a destiempo/ y el sueño se entreabre./ En Kyoto pronto
amanece/ porque despierta al día./Yanaka en la lejanía,/es un horizonte gris.
La vida, su transcurrir y
la muerte, la juventud, el amor, la nostalgia y el recuerdo de un viaje a
Oriente, la proximidad y la lejanía son conceptos sobre los que giran los poemas
de Felipe Sérvulo y nos transmiten la experiencia de un poeta comprometido con
su pensamiento. Sus poemas son testigo
de una vocación poética que vuela más lejos que las grullas de Origami.
***************************************************
El cuerpo del aire de José Juan Yborra. Corona del Sur. Málaga 2020.
Por Paloma Fernández Gomá
El cuerpo del aire es la
última entrega de José Juan Yborra, doctor en Filosofía y Letras. Ha publicado
más de cincuenta estudios sobre la creación literaria en las dos orillas del Estrecho
de Gibraltar, así como sobre aspectos patrimoniales y culturales relacionados
con el Campo de Gibraltar.
En El cuerpo del aire José
Juan Yborra explora la sintonía poética de su experiencia armónica con la
naturaleza. El aire es compañero de su
viaje para hilvanar recursos literarios
que evidencian sensaciones percibidas, a veces,
más allá de lo que los sentidos nos pueden transmitir. La ciudad sin
aire, En busca del aire son partes que concluyen en una tercera: El cuerpo del
aire, que da título al poemario. Así el poeta observa, experimenta, argumenta y
percibe en el aire su búsqueda poética, modelando sus poemas a manera de círculos que se retroalimentan y
sugieren experiencias cognitivas propias, que revierten en un poemario
personalísimo, lírico y sensitivo.
Los espacios urbanos como boca del Metro, calles de luces rojas o la
luz de los semáforos son la oportunidad del poeta para buscar en el
aire el mensaje de sus poemas que trascienden más allá de lo que vemos a
simple vista; pues sus versos ocupan también dimensiones románticas, como en el
poema Lucero amable, entre otros.
Tampoco olvida Yborra su
admiración por Caballero Bonald, a quien dedicó su tesis doctoral.
La presencia reflexiva del
propio poeta también identifica este poemario como una obra de matices, extensa
y llena de inquietudes. Si bien podemos
recordar al poemario Mar de azogue, obra anterior de Yborra, en este poemario que cometamos vemos una división en tres partes bien definidas y observamos
una consolidación en torno a un campo de acción más amplio.
La poesía de José Juan
Yborra se abre ante vivencias propias
que determinan un ritmo más abierto y comunicativo hacia los lectores; siendo
estos mismos los que determinarán los códigos
poéticos empleados por el autor.
Las citas poéticas : Juan
Ramón Jiménez, Luis Cernuda , Trino Cruz, que dan inicio al libro o las referencias
a Dante, en el poema de la mano de Dante, a Caballero Bonald con Campo de Agramante
o a Venus en el poema Lucero amable, denotan un espectro de acción poética que
abarca un amplio conocimiento y un deseo de ejecución implicado en saberse heredero de tendencias que conjugan un
libro pleno en profundidad con poemas breves en su mayoría, que son memoria
escrita. Leemos: Escribo para conjurar el
olvido (pág. 129), así el poeta nos transmite la decisión con la que
escribe y que le impulsa a llegar al lector.
******************************************************
Herencia del tiempo de Alfredo Jurado. Ánfora Nova. Rute (Córdoba) 2021.
Por Paloma Fernández Gomá
El poeta cordobés Alfredo Jurado
nos presenta su última publicación, Herencia del tiempo, publicado por Ánfora
Nova. Un libro divido en tres partes que constituyen la memoria temporal del
poeta. Desde el Pretérito Perfecto, primera de estas tres partes, donde se
constata el presente de la acción terminada. En el segundo apartado con el
nombre de Bitácora, cajón que acoge la brújula, para guardar por esta vez los
versos de Fernando de Villena junto al timón del libro: Antaño siempre me eran/muy propicias las musas,/acaso en mí veían la
inocencia perversa/de los años alegres en los que nos creíamos/ungidos por los
dioses y dueños de otras vidas. Para encarar el último de los apartados:
Ventana interior, y tercera de estas partes, el poeta cita versos de Paloma
Fernández Gomá: Aguardamos un milagro que
nos saque/ de nuestro ensimismamiento./Somos y seremos guardianes imperfectos
de nosotros mismos./Hacia dónde caminamos. Desde esta ventana, Alfredo Jurado mira hacia su interior.
Alfredo Jurado es un poeta de una
trayectoria consolidada en base a una obra cimentada en una poesía intimista de
hondo calado, bien construida y sensitiva, que sabe acercarse al lector con
poemas sugestivos.
En esta entrega nuestro autor se centra en el tiempo y la herencia que deja en nosotros. Somos
consecuencia del tiempo y éste nos va doblegando. Somos pasajeros de un tiempo
que vamos consumido lentamente, mientras vivimos, con mayor o menor intensidad como
Alfredo Jurado apunta en la primera parte del libro. Para después resucitar el recuerdo de la juventud,
del amor en sus albores. La luz cálida de un tiempo ya consumido, que nos
devuelve la placidez de intensos momentos que forman parte del pasado. Más
tarde el poeta se asoma a la ventana del presente y logra configurar la
realidad de su tiempo. De lo que vive ahora.
El libro es un paseo de la palabra a través del tiempo, que nos deja un recorrido de relación vivida
desde un prisma sensitivo de leves matices eróticos, con una visión de la
naturaleza transmitida en el uso de nombres de plantas que son elementos
adjuntos de fondo para que los poemas recobren vigor natural aproximación e incluso compañía . Así torvisco,
celindas, nenúfares, jara o licopodio acompañan los versos de Alfredo Jurado.
Alfredo Jurado sabe
transmitir tensión temporal- sensitiva en sus poemas, recogiendo la vibración
de juventud, la intensidad aproximativa de los años primeros cuando crece el
amor de forma espontánea. Despuésviene la nostalgia cuando leemos: Y pasaron las horas/los
días, las semanas/todas las estaciones/que trajeron los años;/alcanzaron
distancia/descubrieron caminos/y contaron los cúmulos/ -que se forman
inmensos-/como grandes magnolias./ Pasó la juventud,/ se escapa lo mismo/que
una torcaz en vuelo; (pag. 47)
Porque la juventud fue como recita el poeta en estos versos:
Apresa la torcaz que se esconde en su pecho,/que no escape volando, que no se
escape huida,/pues se abronca asustada y pudiera perderse,/enlaza muy despacio
su cintura,/con tus brazos de hiedra. (pag. 30)
Al finalizar el libro, el
autor se encomienda al amor como valedor del tiempo, requisito único para
alcanzar el concepto que encierra la palabra vida. El
poema Epílogo reúne estas consideraciones. Leemos: Amar es un concepto
inabarcable/que te arrastra hasta el centro de un volcán que no estalla,/la
fuerza inexplicable que te sacude el alma,/la savia enrojecida que te hidrata
la piel,/el juego de los brotes de una tierna mandrágora. (pag. 56)
*************************************************************
Madre lluvia de José Antonio Santano. Editorial Olifante. Zaragoza 2021.
Por Paloma Fernández Gomá
El poeta y crítico
literario José Antonio Santano nos presenta su nueva obra editada en tierras
aragonesas con acento andaluz: Madre lluvia. Un libro de poemas que aproximan
los recuerdos del poeta hacia su madre, desde su admiración. El afecto hacia su
progenitora eleva el contenido de los versos, siempre sugerentes, transparentes
y acertados; trazando una sincronía de tiempo y acontecimientos vividos por su
madre. Vivencias que van marcando la existencia del propio poeta como
coprotagonista. Su madre vivió la guerra y la posguerra , como muchos otros
españoles, perdiendo parte de su familia en una contienda fratricida que
produjo muchísimo dolor. Pero nuestro poeta se sobrepone al dolor; lo va
dilatando en sus versos, hasta convivir con él y demarcar su campo de acción
entre recuerdos, sensaciones, vivencias, ausencias y amor como regenerador de
la convivencia.
La lluvia es un elemento
regenerador que aparece en el libro como símbolo necesario para unir y
transmitir. Identifica nuestro poeta la lluvia con su madre, para aproximarse a
ella a través de la huella limpia y
fértil que supone la lluvia en los versos de José Antonio Santano.
El autor inicia el poemario
con citas concernientes a la lluvia, de Ángel Valente, Pablo García Baena y
Antonio Colinas.
José Antonio Santano es un
poeta de calado con una trayectoria amplia y fructífera. Su poesía bebe de la
fuente del humanismo y siempre está cerca del hombre y su esencia vital y
trascendente como persona, capaz de
reconducir la sociedad e intentar
cambiar el mundo. Junto a otro escritores Santano es fundador del Movimiento
Humanismo Solidario fundado en el año 2013 con ocasión de la primera gran
crisis vivida en el siglo XXI.
Los versos de Santano son humanistas y cercanos, donde la figura de su
madre es la lluvia necesaria para cambiar el mundo y acercar la conciencia
hacia la solidaridad y el respeto al otro.
En la página 26 del libro
leemos: La lluvia toda/ su voz en la azotea,/ en el patio y los geranios,/
aletea como una mariposa/ de múltiples colores por la estancia,/un río en los
ventanales/ corriente abajo/ regresa,/ en murmullo de sílabas/ al tiempo de la
historia/ sigilosamente,/ de puntillas pasa la hierba,/ su frágil cuerpo
acomoda,/ azulan los recuerdos en la sala,/ el retrato de una joven relumbra/
en el silencio/ lento vuela/ monocorde el sonido de campanas,/ también de los
espíritus,/ la lluvia que no cesa.
Página 29. En otoño/ los
amantes se sueñan/ y un temblor de cuerpos/ se oculta en la noche/ por la
lluvia invocados/y la negrura del miedo..
Página 33. Madre lluvia/
que humedece las mejillas/ y sabe a sal y sangre/ y a derrota/después de aquel
temblor/ primero y naciente/ llegado el invierno a los caminos/ y a los campos
de olivos,/ como si nada existiera/ en la alcoba/ desolada de la ausencia,/repetida
y fría como el hielo/ que se hospeda en la mirada/ que otea el horizonte/ y
nada ve y todo extraña.
La ausencia de la madre
deja un espacio de vacío que el poeta no puede llenar con palabras. Es un salto
mortal imposible de afrontar que te deja: un grito vacío en los muebles oscuros
de la sala lejana en la puerta palabras que las noches de estío se tragaron de
un golpe de regreso a la lluvia.
Las calles y plazas del
pueblo, los muebles de la casa y hasta la lluvia recobran vida llaman a la
ausencia sentida que se muestra en este libro. La ausencia de la madre son su
dolor y el amor, junto al recuerdo y la
añoranza.
Nuestro poeta describe en
su poemario la figura de su madre alentando su vida. La lluvia fértil y
necesaria que le ayudó a crecer.
La sincronía y similitud
entre madre y lluvia son eje y cuerpo en torno al que gira el libro. Los versos
escalan las sensaciones vertidas por el poeta y a las que el lector se aproxima
llegando a la máxima del libro: identificar madre y lluvia como dualidad única
que genera protección, amor y sendero que nos conduce en la vida.
El hombre es el auténtico
protagonista, capaz de llegar y asombrar con sus versos fraternos,
transmitiendo los valores inculcados por su madre.
Un libro y un poeta unánimes,
necesarios para recuperar valores sociales desde la convivencia.
En el epílogo leemos:
Nuevamente la lluvia por su pálido rostro en rumor de silencios y una leve
sonrisa.
José Antonio Santano nace
en Baena en 1957 es poeta, ensayista y crítico literario. También publica
narrativa.El Excmo. Ayuntamiento de Baena ha creado en 2021 el Premio
Internacional de Poesía Joven “José Antonio Santano”.
Blogs: www.elolivardelaluna.com En este enlace podrán ver y consultar la obra
del escritor y poeta José Antonio Santano.
****************************************************
Al final del paisaje de
Alicia Aza. Editorial Valparaíso. Granada
2021.
Por Paloma Fernández Gomá
La palabra mujer. El espíritu de la mujer. La esencia
mujer está en “Al final del paisaje” de Alicia Aza. Ediciones Valparaíso. Granada 2021.
Nunca fui proclive a las comparaciones ni a las citas con respecto a otros autores, sobre posibles parecidos o
referencias del libro que comento. No es
por nada. Sólo es mi forma de enfocar el contenido del libro que he leído. En
contadas ocasiones reflejo ciertas
similitudes. En este caso me sumo
a las percepciones de la profesora Remedios Sánchez. Y sigo impregnándome
de la lectura de “Al final del paisaje”, para llegar a su último contenido,
en cierta media hacerlo mío, perderme en él, y después expresar lo que yo
he visto, sentido o
intuido. Quizá me aleje de la
intención del autor. En todo caso el lector no tiene que contemplar el
contenido de los versos de la misma forma
que el autor.
Los versos tienen que
transmitir y encerrar mensajes para ser auténticos.
Y ante el libro “Al final
del paisaje” me encuentro con versos auténticos
y como decía al principio de mi comentario: encuentro en ellos, esencia de mujer.
Alicia Aza nos presenta una
obra muy personal y humana.
La poeta divide el libro en seis partes, cada una de las cuales se inicia con un texto en prosa
poética para ir acercándonos a los
versos que podremos leer a continuación.
En estos apartados de prosa
poética Alicia Aza nos abre las puertas al contenido de sus poemas desde la estrecha franja de un silencio implícito que más tarde se convertirá en
versos abiertos, sensitivos, humanos y muchas veces enérgicos con una carga de
pasión desnuda y contenida, que concilian erótica y verso.
En los versos de Alicia
siempre hay una fusión acertada de humanismo y mujer, sentimiento personal y naturaleza. Las imágenes en sus poemas proyectan la emoción
del verso.
La voz de la mujer va de de la mano de Alicia, y cita a
Cesare Pavese, Claudio Rodríguez o al
río Yangtsé en China. Porque la
poesía es universal y la poeta así lo reconoce en este libro.
Los apartados de este libro son:
La suerte no viene de fuera
de mí.
Despertar en esta época del
año.
Cada objeto cambia según la perspectiva.
No sé en qué lugar nos perdimos.
Amanecer y darte cuenta de
que apenas has dormido.
Fui madre junto al
río Yangtsé.
Estas partes del libro
indican el interés de la poeta por la
vida, el tiempo y sus cambios, los proyectos, la mutación que poco a poco nos transforma y la maternidad. Son pilares sobre los que
nuestra poeta construye esta nueva obra que hoy comentamos.
Apartados o puertas giratorias
para recorrer este camino al que nos
conduce la poeta con veros tan brillantes, tales como:
Contigo conocí a una
Ofelia/sumergida en el río de tus valles,/respuesta a tu mirada embravecida,/abandono en las
rejas de mis sueños./Paramos, conocimos
la violencia/de la piedra en el
alga,/ademán lujurioso en el silencio/de tus tierras sin mar estremecidas./Y
supe de la mancha verde/convertida en el mito/ de tu pasado en mi presente,/agua arrastrando la memoria/de las
huellas desérticas,/y tus ojos desembocando/en las laderas húmedas del alba.” Mancha verde (pag. 42)
“Se hacía la
noche,/tus manos no florecían,/esperaban la llegada del sol/y la
tierra arrastrada por los pájaros/dibujaba
en el suelo/el espacio de la espera.” Noche
(pag.43)
En la contraportada figuran las palabras de
Remedios Sánchez, profesora de la Universidad de Granad con un amplio recorrido
sobre la poesía escrita por mujeres; avalado por sus investigaciones y
tesón en que la mujer ocupe el puesto
que se pertenece por méritos propios en el panorama literario actual, rescatando muchas voces que
han sido silenciadas.
Remedios Sánchez percibe en los poemas de Alicia Aza influencias de Herta Müller, Unica Zürn, Virginia Woolf, Byung – Chul Han, Mario Sanz, y Siri Hustvedt. Destacando la musicalidad de los veros de Alicia, así como el riesgo asumido por nuestra autora para construir una nueva obra en la que se combinan verso y prosa poética. Riesgo que logra superar con este brillante libro.
******************************************
El libro El resplandor de la lágrima, editado por Renacimiento, de Belén Núñez.
Por Paloma Fernández Gomá
Viene a mis manos este libro de la poeta Belén Núñez, que no tiene fecha de caducidad. Sus versos fecundos investidos de la llama de la poesía, la que prende en, no todos los libros de poesía, hace que me detenga en todos sus poemas. Poemas sin título, pero con el titular de sus versos emplazando a su lectura, adentrándose en el alma de cada poema. Veintiséis poemas con nombre propio que nos trasladan a la vivencia dilatada del tiempo - emoción - sensación de la poeta Belén Núñez. Nuestra poeta nació en Triana (Sevilla). Anteriormente ha publicado La música del sol (1996). Su poesía con sentido carácter emocional rememora la tradición andalusí del amor.
***************************************************************
Tipos de interés. Relatos breves, de José Cenizo Jiménez. Ediciones Vitruvio. 2020.
Por Paloma Fernández Gomá
José Cenizo prestigioso
crítico literario y flamencólogo, nos presenta este libro de relatos breves,
que suman un total de treinta y cuatro, todos ellos intensos, con la tónica
común del interés que despiertan en su lectura, en momentos misteriosa, a veces
irónica, siempre humana.
El prólogo del libro es de
Antonio Rodríguez Almodóvar; y en él me gustaría destacar algunas consideraciones que creo esenciales a la hora
de hablar de esta obra de José Cenizo: Su
figuración del mundo. Punto de irrealidad. Así pues figuración e irrealidad
son dos ejes esenciales en este libro, bajo mi punto de vista.
José Cenizo ejecuta su
propia figuración del mundo con personajes no atípicos, pero sí diferentes a lo
que asumimos como cotidianos o normales
desde la perspectiva que acostumbramos a vivir a diario. Así pues, el
cartero, el huérfano o aquel hombre que iba a tomar café al mismo bar, a las
cuatro de la tarde, son personajes diarios, pero en los relatos de José Cenizo
toman una dimensión que va más allá de lo que suponemos como habitual.
En referencia a la
irrealidad, el otro eje que he tomado como identificativo de este libro;
constituye una tendencia que se mantiene
en la obra, dando un carácter de vía intermedia entre hecho real y lo
parapsicológico ( como en el caso de las mariposas que barruntan una muerte
cercana). En otros relatos la ficción corre paralela al terror, como en el caso del lobo que
devoró al abuelo.
Los relatos de José Cenizo
en ningún caso nos dejan indiferentes.
Cada relato tiene su
impronta y aunque no tienen nada en común, sí nos llevan a establecer un estilo diferente y muy
personal de contar las cosas. Bien
merecen denominarse relatos cortos en el más amplio sentido de la palabra
“corto” rehuyendo a ese esnobismo de llamar relato corto, a lo que constituye
poco más de una frase.
José Cenizo se centra en el
hecho que nos quiere transmitir, siempre de forma breve y guiando nuestra
atención directamente, con un lenguaje preciso y bien definido.
He querido rescatar de
entre todos los relatos sólo cinco, sin desdeñar ninguno de los otros; sólo por
lo que personalmente me pueden transmitir estos cinco:
Las tribulaciones de
Margarita Alcántara. A las cuatro de la tarde. El alma de las mariposas. Apenas
una sombra. El lobo.
Bondad y maldad, interna o externa; dos caras de una sola moneda, moneda - persona ¿ Cuál prevalecerá?. En el relato Las tribulaciones de Margarita Alcántara, se desvelará después de una noche.
La imaginación vuela,
determina y delata la acción de este otro relato breve: A las cuatro de la tarde. El hombre que entra
en el bar, siempre a las cuatro de la tarde buscando su mujer ideal. El
camarero solícito que vive esa historia, quizá su propia historia.
Esta vez no es el efecto
mariposa, es El alma de las mariposas de José Cenizo; donde las mariposas son augurio de muerte, que se cumple
en hora y día. Presagio funesto que planea en su vuelo.
Apenas una sombra es el
título de otro de los relatos. Sombras que se van perdiendo en el recuerdo de
los que ya no están; y sin darnos cuenta flota en nuestra propia conciencia,
fluyen como nuestras.
El relato El lobo lleva
tintes misántropos. El lobo que se comió al abuelo y al padre del autor. El
padre lo relata. Juzguen ustedes.
Fantasía, misterio o es que el abuelo y el padre bebieron de la
singladura atávica del lobo y el autor lo quiere hacer ver como si se los
hubiera comido.
José Cenizo explora personajes y sus características y nos ofrece su visión más personal, para que el lector imagine, suponga o saque sus propias conclusiones.
Un libro que experimenta sensaciones y se adentra en las posibles conducta del hombre.
***********************************************
La lactancia seca de Rocío Biedma. Editorial Autobiografía. Barcelona 2021.
Por Paloma Fernández Gomá
El libro Lactancia seca de la poeta Rocío Biedma
se divide en seis apartados: Los niños de la guerra. Los ahogados. Los que
huyen de la barbarie. Los feminicidios. Las madres. La esperanza.
Todos son puntos esenciales
de un único tema que es el centro del libro y constituye su leitmotiv. Me refiero a la queja en
forma de llamada de atención a la
totalidad de lo que sucede en la sociedad de este siglo XXI que habitamos,
quedando insertada a lo largo de todo el libro y, cómo no, presente en los poemas.
Los versos de Rocío Biedma retoman
la línea de atención del poemario, y que la autora se ha propuesto de forma
inminente, para llamar a la puerta de la conciencia de aquellos lectores que se
acerquen a Lactancia seca.
Todos los poemas del libro
son esenciales, todos transmiten fuerza y despiertan la atención de los
lectores desde una perspectiva de humanismo – social, buscando iniciar una
lectura de compromiso literario – humanista del que estamos muy necesitados.
Me gustaría citar algún
poema de Roció Biedma para que quedase patente el marcado carisma que la poeta
imprime a su obra.
He elegido un suceso que
nos marcó hace años y que aún sigue conmoviéndonos; se trata del caso Marta del
Castillo, un crimen sin resolver, a pesar de estar detenidos los presuntos
autores.
“Tal vez, si te busco
detrás de cada astro/y pregunto a los lirios si por aquí soñaste,/se me haga
más fácil, este echarte de menos/que aconseja el atajo que eterniza tu
ausencia./
Tal vez, si te nombro a
escondidas/con este amor de madre,/que escarba con las uñas/los terrones
inciertos,/te regrese a mi llanto;/y un manojo de días te coronen la frente/y
te alienten la vida, tal y como te hube pensado./
Tal vez, sé que pretenden
esconderte/en las profundidades./Y tú, inundas este carnal espacio/cuando sales
cada día con el sol/y te veo alzar la mano, ya de espaldas,/para decirme adiós
desde la calle./
Y luego en el silencio hostil,/percibo ese aroma a café,/el sonido arterial de la cucharilla,/las horas amordazadas,/que transitas cual mariposa,/irradiando tu luz entre mis cosas.” **********************************************
Título: Felizidad
Atutor : Olga Novo
Editorial: Olifante
Por José Antonio Santano
Sería aterrador vivir sin poesía. La poesía está en todos los objetos y seres vivos. No podemos escapar a su influencia, a su perseverancia, a su existencia, no solo la que fluye en la palabra escrita, sino también aquella que revolotea en cada uno de los silencios que nos acompañan mientras vivimos. Nada existe sin ella. Podría decirse que la poesía nos hace ser lo que fuimos, somos y seremos, nos condiciona aunque nos cueste percibirlo. Está ahí, delante de nuestros ojos, en el aire que respiramos, en la voz de la lluvia o en la tierra que pisamos. Poesía de la nostalgia y de la luz. La poesía como estallido y quietud, ley de contrarios, como la vida, vida en sí misma, como lo es el libro objeto de este comentario, Felizidad, que merecidamente ha sido galardonado recientemente con el Premio Nacional de la Crítica de poesía en gallego, autoría de Olga Novo (A Pobra do Brollón, Lugo, 1975), publicado por uno de los sellos editoriales españoles más singulares del momento actual, Olifante, con traducción y notas de Xoán Abeleira, quien nos aclara que «el título original del libro es un calambur creado a partir de la división en dos partes de las sílabas del vocablo gallego felic-idade: Feliz Idade (Feliz Edad). Un juego semántico que, por desgracia no es posible mantener en castellano». Desde sus primeras páginas el lector puede comprobar que se trata de un poemario lúcido, nacido de una experiencia vital que trasciende lo puramente cotidiano y donde el tiempo marca la expresividad del yo poético, que se debate entre el nacimiento a la vida de su hija Lúa y la muerte del padre. Principio y fin de un tiempo que no puede detenerse y en el que Novo proclama el amor y la belleza como razón existencial. Todo se sucede de forma natural, y entre el crecer de la hija y el decrecer del padre, queda al descubierto un poderoso vínculo con la palabra, con la poesía. La poesía entonces toma el vuelo hacia lo más secreto y lo más hondo hasta sentir que el oxígeno se acomoda muy adentro del cuerpo, muy adentro del alma, en el centro mismo del corazón, y fluye y fluye sin parar. Felizidad es un libro mágico, doloroso y tierno al mismo tiempo, porque bebe de una experiencia vital única, pero también un canto extraordinariamente bello. Olga Novo afirma que “la belleza salva”, como también la poesía, añado yo. Y así, con estas mimbres, Novo construye un universo personal de una grandeza inequívoca: «porque un milímetro de vida / basta / para saber / que un milímetro de vida basta / para que persista la vida». Esta es la poesía honda e introspectiva de quien se ha dejado embaucar por el sonido de una rama, el rugido de un bosque o el silencio de la piedra, una poesía directa al corazón. Como dice la poeta en la Carta proemio, “la poesía es un acto radical de vida”, y, ciertamente, indiscutible parece esta aseveración cuando nos adentramos poco a poco en Felizidad, cuando nos dejamos llevar por la música de sus versos en nombre del amor paterno: «Estabas allí / sentado / yo admiraba tu potencia de bicho sin domesticar / que hozaba en el aire y me había concebido a mí / que lloro leyendo los versos de Derek Walcott / como si entre nosotros mediasen tres siglos o más / y era una victoria sobre el mundo que tu hija escribiese libros / que tú no leerás nunca». Pero la palabra viene a la vida y se va también hasta oscurecer el mundo en el más aterrador de los silencios y olvidos: «Porque al fin / papá / te diriges a mí sin orden en tus órdenes / y deshaces la sintaxis igual que desgranabas habas / y todo cobra el sentido profundo de cuanto no tiene lógica / ni está sometido a nada. // Igual ves cómo se me encoge el alma / cuando se te encoge la tuya». Es la poesía de Olga Novo vital, amorosa, indómita en su belleza, y la emoción, el instrumento que la crea y la define: «Y yo aún no sabía / que la poesía tiene ojos / como el pan / esas burbujas de dióxido de carbono / que contienen los secretos del Universo / y calman el hambre / y ven / más allá de lo invisible».
*****************************************
Concierto de contrarios de Juan Ramón Torregrosaa Torregorsa. Ediciones Entorno Gráfico. Granada 2017.
Por
Paloma
Fernández Gomá
Descubro al poeta Juan
Ramón Torregrosa a través de su libro “Concierto de Contrarios”. Amor, tiempo y
mundo, esa extraña burbuja que nos envuelve en todas sus vertientes y
controversias; invitándonos a desvelar mensajes y percepciones, aquellas que duermen
en este Concierto de Contrarios, donde los versos se suceden como la vida misma
en una corriente de imprevistos, sensaciones y vivencias.
Las citas de Jorge Guillén,
Miguel de Unamuno, Francisco de Quevedo, Agustín de Hipona y Fernando de Rojas nos
hacen reparar en los gustos poéticos y humanistas de nuestro autor, así como en
la amplia y variada visión que para él supone la poesía.
Su libro recorre espacios
de compromiso y acercamiento en un ámbito de rigor literario, donde los versos
alcanzan cercanía y excelencia.
Estamos ante cuarenta y dos
poemas divididos en cinco apartados, estando el último de ellos compuesto por
un solo poema, que con el título: “Dos vidas” nos invita a compaginar trajín y
ociosidad (paz y acción).
El prólogo de Fernando Parra
Nogueras nos lleva a acercarnos a los poemas de Juan Ramón Torregrosa y dice
textualmente: “Este recelo ante el hombre produce en el poeta una desorientación
ante un mundo, el actual…Pag 11
Y es este recelo, quizá
esta impotencia del hombre ante su mundo
más cercano, el que invita al poeta a
explorar en sus momentos, en su vivir cotidiano, para avanzar en un mayor conocimiento
de sí mismo, a través de su
poesía.
Conforme vamos leyendo este poemario nos
introducimos en una poesía de matices con voz propia y generosa, que siempre
nos motiva.
Leemos:”La nieve cubre
prados y senderos/que se adentran y ocultan/entre árboles desnudos,
ateridos/como tus labios secos y cortados.” Pag.58
“Corrí desesperado, como un
loco,/por la playa desierta. Un miedo frío/se apoderó de mí. No estaba solo./Aquella huella
infame no era mía./¿De quién podría ser? Más de veinte años/llevaba construyendo
con tesón/un mundo confortable a mi medida./ La soledad no me pesaba y
era,/feliz, el soberano sin rival/de aquella isla que Dios en mi
desgracia,/generoso me había destinado.”pag.46
Y seguimos adentrándonos en
los poemas de Juan Ramón Torregrosa, para pararnos en el poema “Teatro Griego”.
Un poema corto de gran calado, donde arraiga el sentimiento del poeta, con
visos románticos: Qué pequeños los hombres, los actores;/los dioses, qué
terribles y crueles./Indiferente, la naturaleza/ sigue su curso./Los olivos
viejos,/el aire, el cielo azul/y estas piedras sonrosas son
testigos:/continuidad de la tragedia eterna.
Juan Ramón Torregrosa es
poeta de oficio y vocación. Licenciado en Filología Hispánica por la
Universidad de Barcelona, nación en Guardamar del Segura (Alicante) en 1955,
doctorándose en Teoría de la Literatura, del Arte y Literatura Comparada por la
Universidad de Granada.
También ha escrito teatro y
crítica literaria y ha sido coautor de libros de texto de Literatura Española y
Universal.
***************************
Mecánica de fluidos de Santiago Redondo Vega. Ediciones Vitruvio 2018.
Por Paloma Fernández Gomá
Como bien apunta el autor en el Preludio de su libro: “De todo lo que por el mundo fluye se alimenta el espíritu del ser humano”. Esos fluidos que son elixir de su existencia, le rodean y le hacen ser tal cual. Las leyes físicas conviven con el hombre en su día a día y dictan sus obras. La naturaleza y sus fluidos, sus leyes, la Física, Arquímedes y su principio, las Matemáticas y la relevancia de sus algoritmos que conciertan, acotan y descifran “el íntimo fluir de un no sé qué, que –al menos íntimamente-le ayude a imaginarse, a creer, a soñar que vuela libre” Y será aquí donde Física y Poesía se dan la mano en este poemario vibrante, que apuesta por el hombre y su dimensión más allá de lo material.
El libro está dividido en cuatro apartados, cada uno de los cuales consta de quince poemas bajo el nombre de Hipótesis básicas, Hipótesis del medio continuo, Concepto de partícula fluida, Estados de equilibrio.
Para nuestro autor la Poesía es esa dimensión esencial que acentúa el límite entre lo material y el espíritu. Es ese punto donde el hombre encuentra su dimensión más humana en la que lo inmaterial cobra presencia y trasciende para ser vínculo de experiencia a través de la palabra. Con Santiago Redondo Vega, la palabra toma esa dimensión necesaria que transfiere dimensión más allá de lo puramente material.
El apartado Hipótesis básicas contiene poemas derivados de una emoción permanente del poeta que lleva su mirada sobre el deseo depositado en sensaciones, la persona, la vida o la tristeza “emboscada en los cristales”.
En el siguiente apartado Hipótesis del medio continuo. La sensación del poeta se expande hacia el recuerdo, la soledad o la lluvia.
Después en el Concepto de partícula fluida, tercero de los apartados, los poemas encuentran cierta conexión entre materia y lo espiritual o código sensitivo que enumera poemas y escribe sensaciones.
Y llegamos al último de los apartados donde el equilibrio es el eje que dirigen los poemas hacia una plena sostenibilidad.
Todos y cada uno de los apartados en sus distintos poemas están escritos desde una conciencia sensitiva, que apuesta por el valor poético.
Leamos el poema "Noche":
Noche
de
entablillado espectro, negra/percepción que entumece con terquedad la
sombra./Rompe/ un violín la abstracción de la nostalgia/altisonante y
cuerda,/tose un oboe,/y un saxofón renuncia , sin más, a seguir vivo./¿Con
cuánta oscuridad se alumbra el miedo/en bulevares de silencio ilícito?/Me ha
dado por pensar, sentirme aupado/sobre esta tierra abúlica y con asma/que
insonoriza de ebriedad los féretros./La muerte es un lugar, una inclemencia/
vacía y delatora/de filo embaucador negro y cortante./La muerte es impiedad, aunque no duela;/al fin y al
cabo –amor-/la muerte es muerte sólo.(pag.56).
En este poema se muestra como los versos de Santiago Redondo Vega son esa sincronía perfecta que guarda Física y Poesía. Materia y espíritu sostenidos por el vínculo de la palabra, la frase, el verso, que el poeta interpreta y transmite de forma tangible en este libro Mecánica de fluidos.
*******************************
Título: Estanterías vacías
Autor: Ricardo Bellveser
Editorial: OléLibros (Valencia, 2020)
Por José Antonio Santano
Estanterías Vacías
Nunca el verbo se hizo tan carne, carne herida y sangrante. Carne de otra carne dolorida, carne hermana, carne gemela, esa que solo la palabra puede explicar en sí misma, porque grande y generosa son las huellas dejada en ella, la carne, señales y cicatrices que solo el verbo es capaz de mostrar en su rotundo esplendor de cenizas o de luz. Horadada la carne se halla el verso más limpio y puro, como si te hubieran abierto las entrañas y notaras fluir toda su esencia, desnuda y libre, cuando el tiempo cae sobre el mundo como una gigantesca losa que acalla todos sonidos del silencio. La carne y el verbo, la palabra renacida una vez y otra, hasta la extenuación. Nunca el verbo se hizo tan carne como ahora, nunca. Y digo esto por aquello de que la “literatura es artificio”, que queda bien para la abstracción teórica, pero no para el poeta, sobre todo, que es un ser ungido por la revelación, el conocimiento y la emoción. El poeta, desde su experiencia no puede ni debe dejar de expresar lo que adentro lleva, lo que es carne y alma al mismo tiempo. No puede abstraerse de lo que es, de su humanidad como tal, de su lugar en el mundo, de la emoción que contiene todo lo creado y sobrevenido a su mirada, a su verdadera concepción vital. Porque la poesía es vida, y la vida, todos lo sabemos, nos sitúa en realidades que no se pueden abordar exclusivamente desde el artificio, sino también y acompañándose de la emoción al sentirlas, al vivirlas. Esta es la cuestión de fondo. La poesía que se escribe desde el mestizaje de lo uno y lo otro, es decir, desde el conocimiento y la emoción, trasciende, llega al lector con una gran dosis de humanidad, que no puede ser talada de un hachazo por la simpleza de una modernidad falsa y una mirada corta, sin horizonte alguno. El poeta verdadero bebe de una y otra fuente, y esa es la diferencia entre una poesía clónica, plana, amorfa y otra, personalísima, clara, culta y viva. Y en esta estamos cuando hablamos de un libro, una obra singular, diría que maestra, de la poesía española actual, cual es Estanterías vacías, del gran poeta valenciano Ricardo Bellveser, y publicada por la destacada editorial OléLibros. No es Estanterías vacías un libro más que viene a engrosar la lista del gran número de títulos que se vienen publicando en nuestro país, todo lo contrario es “el libro” que uno querría haber escrito o el que siempre se deseó leer. Es un libro, que si se me permite, diría que tensa, que identifica, que marca un camino y una esperanza, a pesar de su dramatismo argumental, que no deja indiferente al lector que se acerca a sus páginas, que desde la primera lo mantiene imantado a ellas. Los anteriores libros de Bellveser cumplieron sobradamente su propósito, y en su buen hacer nadie duda, pero estas Estanterías vacías son, por decirlo de una manera gráfica, la guinda del pastel. Sabiduría y emoción son su esencia, y ambas, al unísono, se reparten el protagonismo, sin duda, pero si tuviéramos que delimitar alguna, diría que la emoción potencia a la otra. El yo lírico de Bellveser en este libro es de tal calibre que deja al lector perplejo, por serlo en su grandeza y generosidad poética. Es el mejor, que ya lo era, de todos los Bellveser anteriores, el Bellveser definitivo, el más puro poéticamente hablando, el poeta de raza, que ha sabido, nunca mejor dicho, trascender lo aprehendido al verso, a la palabra, que fue siempre el más sobresaliente de sus dones, y Estanterías vacías, lo contiene: «Desde su alto, / ya no llueven palabras / ni se enredan los espesos nubarrones / entre mis libros. / Mi biblioteca viva, / tenía su voz y sus truenos, ahora / el silencio se ha ido adueñando / de los estantes, y apenas percibo / su jadeo, como el de quien retrepa / el empinado barranco de la melancolía. / En ellas no hay susurros como antes / los había, ni eco de voces que retruenen / por las paredes del desfiladero / que se inventaban las portadas alineadas / como abedules en los rusos bosques, / cuyas hojas el otoño ha enrojecido. / No existe lugar donde protegerme / de los vendavales de las ideas. / Aquel griterío, se ha transformado / en silencio y ausencia de las cosas». La decisión de donar sus libros determina el hecho poético de este libro. Esa vaciedad de las estanterías, para el hombre que siempre anduvo pegado a ellos, viviendo en ellos, provoca una terrible tormenta interior, pero aún así, se sabe recompensado. Es esa soledad contemplativa del vacío la que conduce a la revelación, al origen de lo creado para vivirla en primera persona, y crear él un mundo nuevo donde el dolor de esa soledad y la esperanza de lo por venir adquieran el valor de la emoción, que traslada magistralmente al verso: «Con ello me voy despidiendo / de los amigos que han viajado / conmigo tantos años y recuerdos / tras la colosal ruido que allí había, / los ensayos, las epopeyas, las historias / inventadas contadas como verdades, / mis libros amados, compañeros, reos. // El tiempo ha podido con todo, / y podrá hacerme olvidar / aquel que fui cuando no sea». Esta es la poesía tonificadora, expresión máxima de un sentir que deviene en magisterio y en creación intachable. Es el verbo hecho carne que decía al inicio del texto. La carne y el alma consumidas. Esta es la verdad poética de Ricardo Bellveser, indiscutible, trascendente, sin artificio, pero con el magisterio que los libros y la cotidianidad de lo vivido han hecho de él un gran ser humano y un gran poeta. En su poética se advierte lo diferente, que no es sino lo íntimo, el yo poético llevado hasta sus últimas consecuencias, y en esa diferencia estriba la riqueza respecto al otro, y respecto a sí mismo. La pluralidad de lo diferente es la grandeza de lo particular, de lo individual frente a una misma realidad externa. Esa es, quizá, la principal enseñanza de estas Estanterías vacías, el hallazgo más sobrecogedor de este libro que nace para perpetuarse en quienes aman la poesía y la vida. No hay más magia que la de la propia palabra, la inspiración sustentada en lo vivido y sentido, como el río que nunca se detiene y en su soledad desemboca en una otra más inmensa tal es la mar: «Las estanterías vacías. / El péndulo del reloj, detenido. / El viento en calma chicha. / El sol abrasador, la brisa muda. / Un alacrán camina mi conciencia, / mientras una mosca se ha enredado / en la tela de araña, y sus alas se ha pegado / a la viscosa red casi transparente, / en la que la agonía va tomando forma. // Todo anuncia el fin y el fin adviene». He aquí la esencia poética de Ricardo Bellveser, en un solo poema, el primero de la serie que compone este libro, y en el que solo he querido detenerme expresamente por entender que en él confluye todo en un tiempo único. El resto de poemas lo complementan y lo engrandecen también, pero he querido, conscientemente, dejarlo para los lectores que se acerquen a él, con la convicción que seguirán deleitándose con su lectura, pero a veces, un solo poema condensa y perpetua toda una obra. Resumo este comentario, que no ha sido sino un aleccionador viaje a la médula de la poesía, en este caso a la esencialidad de una de las voces más sobresalientes del panorama actual de la poesía española, la del valenciano Ricardo Bellveser, con los versos que cierran esta apasionada aventura poética: «No es necesario coincidir en el tiempo, / basta con hacerlo en la emoción / y el tiempo desaparece al abreviarse. / Yo ya no estaré cuando leas esto, / mas mi voz pensada, en ti se preserva». Poesía a borbotones, diferente, en la que el verbo se hace carne, pura emoción y esencia.
*************************
La Tierra y El Cielo de José Manuel Ramón. Editorial Ars Poética 2018
Por Paloma Fernández Gomá
José Manuel Ramón, Orihuela (Alicante) 1966. Escribe “La
Tierra y El Cielo” Ars Poética 2018 un poemario con prólogo de Miguel Veyrat,
donde el cielo y la tierra se tocan con sus alas únicas, abrasadas de sol unas
y otras de fuego mortal.
Abre el libro las citas de Jeans Clottes, Hildegrad Von Bingen y los oráculos hallados
en tabillas de arcilla en el Valle del Kifdum, Antiguo Oriente, que adentran de
algún modo en el mundo del poemario.
Un poemario que asume de alguna forma los principios de
la naturaleza: aire, agua, fuego y tierra; y el poeta los lleva a su campo de
acción. El cielo, el aire. El agua, el hielo. El fuego, fusión. La tierra y la
nieve. Legados arcaicos que se conjugan en un poemario.
El poeta observa el cielo con citas en cursiva y poemas,
que miran una realidad que gota a gota nos cubre y origina la sucesivas
secuencias de lo vivido. En la misma sincronía José Manuel Ramóm pisa la tierra
y sus surcos:
“ sin descanso/ danzaron entre brazos de fuego/como
ingrávidas osamentas/atraídas por ritmos/tribales/danzaron/e invocaron
espíritus/que preservaran las conquistas/y danzaron en círculo/para que el alma
alcanzase/nuevos territorios y sentidos/como hermosas visiones/de la vasta
dimensión/o diáfanas lascas del pedernal eterno/sin descanso danzaron/rozando
altas energías/danzaron y danzaron/descarnado breviario enigmas/como estaciones
descortezando la vida…”
Palabras llenas de energía que consolidan esa mirada
cosmogónica de latidos que se funde en versos, versos que se expanden buscando realidades
etéreas que se suspenden en márgenes inviables y hablan y generan poesía.
Así es La Tierra y El Cielo de José Manuel Ramón **********************************
Título: La metáfora del mirlo
Autor: Pedro Ojeda Escudero
Editorial: Eolas & menos lobos (2020)
Por José Antonio Santano
La
Metáfora del Mirlo
En los días aciagos de un año, 2020, que difícilmente olvidaremos, y con una voluntad férrea, emergía de entre las sombras, un hálito de esperanza en un pueblecito de la provincia de Salamanca, Béjar. En aquellos días del mes de marzo, cuando todo parecía desvanecerse, como queriéndose parar el mundo, sin horizonte casi, y anidando un silencio sepulcral en todas las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, amén de que los muertos comenzaban a contarse por decenas primero y luego por centenares hasta alcanzar miles de cadáveres a causa de un maldito virus, nos esperanzaba, aunque no mucho, todo hay que decirlo, escuchar la voz de un poeta, leer una novela o dejarse llevar por el sueño de un paisaje deseado o una música que recorriese el cuerpo de pies a cabeza. De ese tiempo, digo, y aun sabiéndose herido por la incertidumbre y el desasosiego, brotó una creciente necesidad de ser otredad, de compartir con el resto del mundo las horas y los días vividos, recluido en su hogar de Béjar. De la experiencia vivida al límite, como jamás se hubiera pensado que sería unos meses antes, surge “La metáfora del mirlo”, del poeta, escritor, ensayista, crítico literario y profesor de Literatura española en la Universidad de Burgos, Pedro Ojeda Escudero (Valladolid, 1963). Narra Ojeda en este libro su experiencia vital durante los meses de marzo, abril y mayo, centrada en la profunda meditación sobre la sociedad actual, donde la tensión ideológica, política, social, económica y cultural ha venido a replantearnos, quizá, un nuevo modelo más acorde con los tiempos por venir. “La metáfora del mirlo” es un viaje al interior hacía sí, al pensamiento y las ideas, a la necesidad de sustentar una sociedad, la nuestra, sobre bases más sólidas, es decir, más humanas. En ese trayecto Ojeda ha sabido sustanciar lo mejor y lo peor de nuestra sociedad actual, pero sobre todo, ha construido un universo en el que convivir todos sin discriminación alguna. La expresión humanista del contenido de este libro es suficiente para acrecentar la esperanza en el futuro, a sabiendas que el camino no será fácil, que necesitará, como todas las conquistas, del esfuerzo y la capacidad creadora para convertir en realidad nuestros sueños. Reflexiones sobre política, economía, ética, naturaleza, literatura son acicate suficiente para acercarse a este texto, pero sobre todo, y permítanme que lleve el agua a mi molino, se aprecia una considerable tensión expresiva en el terreno puramente literario. Abordar tan variadas temáticas y mantener esa sensibilidad creciente con la que Pedro Ojeda vislumbra y certifica al mismo tiempo su oficio de escritor, su capacidad creadora para mostrarnos el interior de las cosas en ese abismarse en la nada para alcanzar lo absoluto no es fácil, y él lo ha conseguido. Prueba de todo ello es ese continuo ir y venir de lo hondo a lo cotidiano, y viceversa. Este es un libro, un diario del tiempo detenido, donde la fuerza de la palabra lo es todo, y el hombre su actor principal, el único capaz de atemperar calamidades, el centro de la vida y de la muerte. Y en ese estado laberíntico, el escritor no puede ser sino esa luz que muestra la salida del túnel. Escribe Ojeda: «Es curioso. A pesar de que solo hace tres días que no salimos de casa, echo de menos, sobre todo, andar sin dirección fija. Con las manos en los bolsillos, despreocupado, como quien no tiene más oficio que no ir a ningún sitio en concreto». La ansiada libertad de un tiempo detenido y cautivo, como si nada más importara en el mundo, solo el deseo de ser libres, como los pájaros que sobrevuelan la sierra de Béjar, ese lugar mítico donde tanto brilla el silencio de los atardeceres y el amor es el único horizonte: «En el centro del paisaje, Mayca, que me salvó de la tristeza». He aquí, una vez más, el verdadero poder de la literatura en la serena voz del escritor y poeta Pedro Ojeda Escudero.
*********************************
Título: La sílaba de ónice
Autor: José Antonio Ramirez Lozano
Editorial: Junta Castilla-León (2020)
Por José Antonio Santano
La
sílaba de ónice
Para un
tiempo de desolación e incertidumbre como el que estamos viviendo, cuando el
hombre no es capaz de ejercer de hombre y cumplir con su verdadero destino en
la tierra, que no es otro que avivar el fuego de la solidaridad y convivir en
paz y plenitud con sus semejantes, el remedio más eficaz es la lectura, si me
apuran, un buen libro de poesía. En el panorama actual no es fácil hallar
textos poéticos que, desde la primera a la última, nos entusiasmen; textos
capaces de hacernos olvidar este disparatado e infernal mundo en que vivimos, y
ofrecernos otros distintos, creados ex profeso para vivirlos con absoluta
emoción. Entre esos pocos libros que a veces uno tiene la suerte de poseer está
“La sílaba de ónice”, de José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz, 1950),
merecido “Premio Fray Luis de León, 2020”.
Como una premonición resulta la primera cita del libro, de Octavio Paz:
“En la verdad del tiempo no fechado”. Es este tiempo sin tiempo el que hace al
poeta meditar sobre sí y el mundo que le rodea, buscar nuevas fórmulas que
aplicar al poema, rebelarse y revelar lo oculto para crear otros espacios donde
el poder de fabulación sea tan elocuente como intenso y lo narrado configure
una verdad poética tan subjetiva como real. La capacidad creadora de Ramírez
Lozano es extraordinaria y su voz un oasis de palabras de innegable belleza. En
él siempre admiré al narrador y al poeta, pero he de confesar que a día de hoy,
y tras la lectura de “La sílaba de ónice”, creo no exagerar si digo que estamos
ante uno de los grandes poetas de España y el mejor de sus poemarios. Ejerce en
este libro de poeta orfebre, y lo hace desde el primer poema “Fabián Duclés” («Este hombre no sabe que se llama / Fabián Duclés y
Samarí, / ni que ha vuelto a salir de un barrio de Munara, / una ciudad que
tiene un río que se lleva / las palabras
usadas y a la que debe un día / volver para besar la piedra negra en que está
escrita / la cruz de su orfandad, / el filo de una sílaba de ónice / con la que
abrirse paso en las tinieblas.») hasta el último, “Vaca sola”, excepcional en
su forma y fondo («Hay una vaca enorme aquí en mi sueño / que pasta entre las
tumbas. / Una vaca que ignora el himno de los mártires, / el ciclo de las
témporas / y que apedrean los deudos cuando acuden / con su hebra de luto y sus
flores de plástico.»). La capacidad de
fabulación y síntesis de Ramírez Lozano
es abrumadora, no deja descanso para el lector y así construye un universo que
destella, que crece hasta alcanzar la luz incendiada de la luna. Dividida en
tres partes: “Fabulaciones”, “Invertebrados” y “Vaca sola”, el poeta muestra
una originalidad infrecuente, con un lenguaje y pulso narrativo, a veces
surrealista y otras de una certera observación del mundo que le rodea o intuye
esencial en su existencia: «Hay vidas que no fueron vividas y de noche / toman
cuerpo en las sombras y frecuentan / las vidas que los hombres descuidan cuando
duermen». Podría señalar algún poema en concreto, pero todos y cada uno de
ellos bebe de lo absoluto y la nada al mismo tiempo, se complementan y brillan
con luz propia, crecen en su voz de sílaba y vuelan por el firmamento azul del
lenguaje, de tal manera que un fulgor inesperado nos vive desde entonces para
siempre. Ramírez Lozano busca en el abismo de la hondura, de las profundidades,
debajo de la nada, la luz del pensamiento, y en la mar se precipita hasta
encontrar su tesoro, el tesoro del mundo: «En el mar de Estambul hay una llave
/ perdida para siempre / que abre un cofre en Esmirna que contiene / la edad
del mundo en cuentas / pequeñas de granates, el préstamo de los desheredados,
el diapasón del iris». “La sílaba de ónice”, es un libro memorable y
apasionante, escrito por una de las plumas más destacadas del panorama
literario español, José Antonio Ramírez.
Autor: Rafael
Soler
Editorial: Contrabando (2019)
Por José Antonio Santano
Necesito una isla grande
El mejor de los refugios para estos días aciagos que vivimos es la
lectura. Dejarse llevar por la letra impresa a los lugares más insospechados es
de una extraordinaria necesidad. Romper momentáneamente al menos con la
realidad más cruel y abismarse en los variados mundos que nos proporcionan las
páginas de un libro parece perfilarse como uno de los remedios para este tiempo
de penurias. Los libros nos ayudan a pensar, a comprendernos y comprender el
mundo y ser más libres. Sin libros, por mucho que quieran sus detractares son
un elemento esencial en la vida de los seres humanos, y como tal debiera de
procurársele atención, una especial atención. Sin embargo, otras son las miras
de quienes administran el común. Craso error que pagamos, ya lo estamos pagando,
con el desmesurado crecimiento de la intransigencia y la insolidaridad, algo
que no debe ni puede consentir el género humano. Para evadirnos,
circunstancialmente, o penetrar en esos otros mundos del imaginario
o la fantasía están los libros, su utilidad más inmediata, pero también para
conformar nuestra personalidad, nuestra identidad y nuestra libertad. En este
sentido, cabe destacar un libro, una novela no muy extensa pero de una
extraordinaria ejecución que nos acerca al mundo de nuestros mayores, concretamente
a un grupo de ancianos de una residencia y que responde al título de “Necesito
una isla grande”, publicada por la editorial Contrabando, y de uno de los
escritores más solventes del actual panorama literario español, Rafael Soler
(Valencia, 1947). A estas alturas no hay duda alguna de la excelencia narrativa
de Soler, algo que viene demostrando con cada entrega, sorprendiéndonos siempre
por esa continua superación de su apasionante discurso narrativo. No
me duelen prendas en reconocer que Rafael Soler es una de las voces más
interesantes y necesarias de la actual narrativa. Su concepción del hecho
narrativo es de una brillantez poco usual. Soler se adueña de las palabras para
construir un universo único, el suyo, el de su verdad y no ceja nunca en el
intento de aprovechar cuantos recursos le están a su alcance para dar vida a
sus personajes de una manera diferente al resto de narradores españoles. Es su
toque personal y contenido en la natural frescura de sus diálogos, por ejemplo,
hasta el punto de hacer hablar a los muertos cuando tan complejo ya por sí es
hacer hablar a los vivos; el mimo con el que estructura la narración, los
silencios, el humor y la ironía que hacen de él un atípico novelista. “Necesito
una isla grande”, en resumidas cuentas, es historia de un grupo de ancianos que
viven en una residencia y al que les toca un segundo premio de la
lotería que marcará un antes y un después en sus vidas. Soler es un
maestro del diálogo, por su gracia natural en construirlo, y en esta historia
mucho tiene que ver este recurso. La historia que se nos cuenta en esta novela
contiene todos los ingredientes: amor, soledad, ternura, generosidad,
compañerismo, miedos, humor, ironía, humanidad, muerte, y todos en esa
coctelera mental del novelista toman las formas más variadas de emocionarnos,
de producir en el lector ese temblor propio de la escritura rigurosa, rica en
conocimiento y valores humanos, esa literatura capaz de hacernos creer que,
pese a todo, hay que seguir caminando en la búsqueda de la felicidad, aunque
solo sea de una pequeña porción de ella, porque la vida no es si no se vive
intensamente a cada segundo. No es la primera vez que me acerco a la escritura
de Soler y nunca hasta ahora me ha decepcionado, ni creo que me decepcione en
futuras ocasiones, si las hubiera, que espero que sí. La razón es bien
sencilla, Rafael Soler es un excelente narrador, su grado de percepción de lo
oculto e imaginario es tan profundo que en su observación detenida del mundo
que le rodea está su don más preciado, la luz que ilumina su literatura, tan
especial y cercana a la vez, tan precisa en el lenguaje, tan viva y abarcadora,
tan suculenta y necesaria.
*******************************
Título: Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones
Autor: Ángel Guinda
Los
Deslumbramientos seguido de Recapitulaciones
La poesía
es ese lugar al que se acude siempre que la vida golpea con dureza. El refugio
donde el silencio trasciende y se hace luz y paz, plenitud. El poeta y Nobel
Octavio Paz dejó escrito: «A veces la poesía es el vértigo de los cuerpos y el
vértigo / de la dicha y el vértigo de la muerte», una definición que cuando
menos nos hace reflexionar, hundirnos en el abismo de la nada y vivir en sus
silencios para ser más nosotros y ser, también, en los otros, más hombres y más
libres. Abrirnos en canal para vivirnos y asombrarnos por cada tiempo, cada
objeto, cada espacio, cada palabra pronunciada, cada acto de vida, único e
irrepetible. La poesía es como el oxígeno para nuestros pulmones y sin ella nada somos. La poesía nos embriaga con su
fulgor, con su continuo deslumbramiento que nos acerca a lo absoluto y a la
nada al mismo tiempo. De este sentido último de la poesía nace este libro “Los
deslumbramientos seguido de Recapitulaciones”, del poeta aragonés Ángel Guinda
(Zaragoza, 1948) y al cuidado editorial de Olifante,
serie Maior. Si nos atenemos a las distintas opiniones existentes sobre la
poesía de Ángel Guinda hallaremos distintas y variadas, pero ninguna
censurable, algunos, como Fernando Aínsa considera que es “la primera voz
aragonesa y una de las más reconocidas de España”, y no le falta razón, porque
Ángel Guinda ha construido, a partir de otros mundos, su mundo propio, su universo
poético, y lo ha hecho desde una espiritualidad innegable y una profundidad de
pensamiento extraordinaria, desde una individualidad enriquecedora por cuanto
se precipita en el vértigo de lo vivido y aprendido o experimentado. Solo así
puede construirse una obra poética de la calidad y la dimensión de la de Ángel
Guinda, un poeta que no deja de preguntarse y ahondar en las muchas realidades
y pocas certezas. Una forma de ser y estar trasciende en el luminoso verso de
nuestro poeta: «¡Ser humano, rodar / entre el suelo y el cielo! / ¿Vivir devora
el tiempo / o el tiempo nos devora? /¡Quiero abrazar el aire, / pero el aire me
envuelve / sin que yo me dé cuenta! / ¡Nacer es deslumbrarse!». Todo ronda
hacia dentro en una búsqueda por despertar la esencia de la vida, de lo que
ésta en nosotros y fuera de nosotros, y en ese ir y venir del poeta a los
asuntos cotidianos halla su propia existencia, a veces en la nada y otra en lo
pleno. Guinda ahonda en la belleza, en su sencillez de diosa y no se oculta, al
contrario, regresa a la luz primera, al deslumbramiento del alba, a la génesis
de todo, con un lenguaje de precisión de orfebre, revelando en la palabra toda
plenitud: «En esta casa con cimientos de árboles. / Muda y aislada como un
monasterio. / En esta casa donde el monte reza. / Cerca del cielo, contemplando
el mar. / ¡Qué sereno está el mundo en esta casa! / En esta casa yo me
quedaría. / A esperar la llegada del adiós». La capacidad de asombro del poeta
se muestra desnuda, sin boato alguno, pero con la belleza propia que el verso
bien hecho procura a la creación y enraizado en una mística renovada: alma y
corazón. Pero si en los deslumbramientos Guinda nos descubre los silencios de
la luz, no menos brillante es en lo que sigue, es decir, en las “Recapitulaciones”.
Así, el poeta se pregunta por “la grandeza de lo insignificante”, recuperando
de nuevo el hálito de lo invisible e indecible hasta alcanzar un estado de
absoluta clarividencia. Es el tiempo y la memoria de regreso a la casa del
poeta, al interior de su ser, al humano ser que lo habita: «Tápate los ojos con
las manos, como un niño, para no / ver el mundo. / Busca las orillas del aire
desde el balcón de la lluvia. / ¡Cultiva la serenidad! Vive austero. Apartado
de tanta / vanidad, de tanta codicia. (…) Y olvídate de ti para ser tú con
todos los demás!». Poesía de gran calado la de Ángel Guinda, determinante, como
el último verso que cierra el libro: «No
hay más lúcida embriaguez que la Belleza».
****************
Por Paloma Fernández Gomá
Fernando de Villena y su libro de poemas Acerca de los días.
Acerca de los días es una recopilación de sus últimos
poemarios, seis nuevos títulos , dos de ellos ya editados: Morir por mi demanda
y Estampas de Vejecia, los otros cuatro son inéditos: Noticias que me duelen,
La luna en la enramada, Libro de las peregrinaciones y Búcaro de cenizas.
Según nos cuenta en Nota Previa el autor afirma que sus poemarios
se pueden dividir en los escritos como una suma de textos dispersos y aquellos
que tienen una clara intencionalidad temática y estilística.
Sobre este libro han hecho reseñas muy acertadas José
Antonio Santano y José Antonio Sáez Fernández; ambos son avezados críticos
literarios con un largo recorrido en la crítica literaria, además de relevantes poetas.
Acerca de los días es un extenso y sólido poemario del
poeta, narrador y ensayista Fernando de Villena. Poemas llenos de sensaciones
donde los días viajan en el tiempo.
Estamos ante un poeta que representa una de las voces
más destacadas dela literatura española contemporánea. Pertenece al movimiento
de la Diferencia y su poesía es una de las más preclaras. Una voz diferente, significativa,
propia y personalísima que señala la autoría de sus poemas. Una Diferencia que
hace propia y libre su obra.
Fernando de Villena está antologado por el también
destacado poeta Pedro Rodríguez Pacheco en El unicornio en el café Libertad. 25
años después. Ediciones Carena. En la antología también figuran los poetas
Antonio Enrique, Concha García, Antonio Rodríguez Jiménez, entre otros
destacados autores de la Diferencia. En el cuaderno “Pedro Rodríguez Pacheco
Las Poéticas de la Diferencia. El Bardo, colección de Poesía”, escribe su
autor, Pedro Rodríguez Pacheco: Fernando de Villena, un luminoso poeta, actual,
muy Siglo de Oro, en la corte de Felipe VI de España…”
Ante estas palabras del maestro Pedro Rodríguez Pacheco,
al maestro Fernando de Villena, poco más tengo que añadir. Sólo me cabe hablar
de algunos de los poemas de Acerca de los días, como muestra de la excelencia
de la poesía de nuestro autor.
Una extraña quimera (pag.227). En este poema, Granada y
su alma, los tilos de la plaza de Bibrrambla, aromas y jardines, junto al eco
dormido que sólo recita el tiempo son el mensaje que nos recita el poeta para
manifestar el amor que siente hacia su ciudad.
Relojes de Dios (pag. 27). El poeta evidencia la
eternidad del alma.
En La poesía es imposibilidad (pag. 204). Leemos: “ Si
me dieran el verso que explicase/el revuelo silente de los ángeles…” Imposible
descifrar el intimismo que encierran los versos. Una lírica profunda que sondea
el alma.
Continúan los bombardeos en Siria (pag.183). Los
bombardeos de Siria golpean las sienes en la distancia, el poeta lo sabe y lo
expone desde sus veros:”Este es el triunfo de los veinticuatro: el jardín de
Israel está cercado/ por escombros y muerte”.
Cañizares acusa a los refugiados de ser “El caballo de
Troya de Europa” (pag. 180). La desidia, política, su mensaje confuso y
arbitrario, son motivos de denuncia para nuestro poeta.
En el poema
Paisaje interior (pag.158), el poeta nos descubre su íntima propuesta vital,
desde un paisaje cercano, que acumula vivencias y paz.
Los Difuntos (pag. 148), donde acecha la muerte y las
presencias de los que no amaron nos protegen.
España III (pag.
146) Fernando de Villena mira la España que vivimos, con la tristeza de ver
como poco a poco se desvanece todo lo que fue y pasa a ser un reflejo oscuro
permanente en la memoria.
Palabras Encadenadas. Multiversos nivel cero, de Alfredo
Barrera Cuevas. Letrame, Grupo editorial 2019.
Por Paloma Fernández Gomá
El libro consta de dos capítulos.
I Capítulo: Multiversos de los horizontes paralelos:
Palabras encadenadas al lenguaje ideal.
II Capítulo: Multiversos de las generatrices continuas:
Palabras encadenadas al lenguaje natural. Ambos capítulos se subdividen en
otros.
El autor afronta la poesía desde una mentalidad de
conceptos apriorísticos. El libro tiene
un carácter pragmático y conceptual, basado en quien entiende la poesía desde
un punto de vista matemático. No en vano nuestro autor es doctor en
Ciencias Matemáticas.
Poesía de verso libre, poesía rimada, prosa,
microrrelatos y microensayos tienen cabida en este libro de jugoso contenido y
experimentador de diversidades, si bien tratándose de un libro de poesía, o al
menos así lo interpreto, la poesía no es
el contenido prioritario.
La originalidad del libro radica en el tratamiento que
hace el autor de la poesía y de la prosa, sumándolas en el contenido de un solo
libro, que es exponencial de un pensamiento, reuniendo experiencias desde
distintas perspectivas o géneros literarios.
El gusto por lo
rural es un denominador común en esta obra. El autor nació en el pueblo de Las
Navas de la Concepción (Sevilla). El
poeta se siente bien junto a la naturaleza y así lo expresa.
La portada y el interior son dibujos de José María Reyes Cazalla
**************************
Título: Las edades del viento
Autor: Francisco Morales Lomas
Editorial: Dauro (2020)
Por José Antonio Santano
Las
Edades del Viento
¿El viento tiene edad? ¿Podemos hablar del viento exponiéndolo a las vicisitudes de un tiempo dado, una época, un acontecimiento histórico específico? Quizá desde un punto de vista meramente material no, pero como metáfora es de una extraordinaria agudeza. El viento va y viene, libre, no tiene dueño. “El viento sopla donde quiere, aunque oyes su murmullo, no sabes de donde viene ni adónde va…”, dice el Evangelio según San Juan (3:8), y el poeta chileno Gonzalo Rojas afirma que “Uno escribe en el viento:¿para qué las palabras?”. Cada interpretación es una verdad, al igual que la pretendida edad del viento. El viento puede ser interpretado, significado o experimentado de multitud de formas. Y esto viene a colación por una apasionante novela, de título “Las edades del viento”, primera de una tetralogía del narrador, ensayista, poeta, dramaturgo, profesor de la Universidad de Málaga Francisco Morales Lomas (Campillo de Arenas, Jaén, 1957). El anuncio de ser esta la primera novela de una serie de cuatro, del periodo de entreguerras en Europa, confirma que el poder de creación de este autor no tiene parangón en las letras españolas actuales. Su dedicación plena a la literatura no hace sino acrecentar un legado que no dejará indiferentes a quien se acerque a él. Confieso que esta primera entrega de la tetralogía anunciada es, por muchas razones, un monumental homenaje a lo mejor de la poesía del siglo pasado, en concreto al poeta Antonio Machado, pero también una inmensa obra que rastrea el pensamiento y las ideas de un tiempo histórico fascinante, el que va de los últimos meses de la II República española y el golpe de estado del General Franco hasta principios de la II Guerra Mundial, donde el amor es el acicate, la fuerza interior que mueve el mundo, siempre contenido en la idea de un humanismo abarcador y solidario. En las “Las edades del viento” hallamos elementos suficientes como para considerarla de una extraordinaria excelencia narrativa. Morales Lomas ha sabido reunir todos los ingredientes para construir una sólida obra, desde la trama, los personajes, los diálogos, el género epistolar, la ambientación, el espacio y el tiempo, la precisión de orfebre en el discurso narrativo, la forma y el fondo, donde una vez más el pensamiento humanístico del poeta Antonio Machado adquiere un valor relevante que el autor hace también suyo. Es una novela coral, que inicia su andadura en Colliure pasando por París, Madrid, Valencia, Barcelona, entre otras ciudades y que cuyo hilo argumental es quizá el hallazgo más interesante por imaginativo y arriesgado, pero que viene a demostrar, por eso mismo, la capacidad creadora de Morales Lomas, nos referimos al hecho de insertar en la escenografía a un tercer amor Rose (después de Leonor y Pilar de Valderrama), una actriz francesa que viene a representar a Madrid una obra de Anatole France. Dos investigadores de la figura de Antonio Machado, Virgilio Aguilar, español y Vicent Bergére, francés, la amante, la hija y la nieta de Machado, Rose y Luci Savarroi y Rose Strindberg respectivamente, además de otros personajes secundarios conforman una historia que, ahonda en una época dramática, plena de oscuridad donde la intolerancia y el terror del fascismo, asola no solo España sino Europa. Morales Lomas en su afán por encontrar la perfección, que no es sino la belleza, ha escrito una magnífica novela, de un intenso ritmo narrativo, situando al lector como un actor más que no puede inhibirse de cuanto acontece, para entrar en el imaginario del autor y hacerlo suyo. El conocimiento de Morales Lomas de la Literatura española añade un valor a la historia, la complementa con sus investigaciones, acrecentando así el interés por la lectura de esta obra centrada en el más grande de los poetas españoles, don Antonio Machado, el poeta que hay que soñar como se dice en la novela. Tiempo es de reconocer en Morales Lomas al creador que es, al hombre de un nuevo Renacimiento literario andaluz, y por ende, español, y al
************************************
Título: Acerca de los días
*********************************
Los signos ocultos del paisaje de Rafael del Campo Vázquez. Editorial
*****************************
Días de asfalto de Francisco Beltrán Sánchez. Ediciones Esdrújula. Granada 2020
*************************
Título: La destrucción del cielo
Editorial: Diputación del Huelva (2019)
*******************************
Título: Intermezzo lírico
Título: Entre trenes
Título: Lumbre y ceniza
Título: Los límites de la singularidad
***********************
Título: Parques Cerrados
José Antonio Santano
****************************
Por Alberto Torés
Título: Zéjeles de alborada
Autor: Paloma Fernández Gomá
Editorial: Imagenta. 2019
Zéjeles de alborada, Paloma Fernández Gomá, Traducción de Chakib Chairi, Editorial ImagenTa, Tarifa, 2019.
La melodía humanista solidaria en la poesía de Paloma Fernández Gomá.
Albert Torés García
Hace ya una década, se presentaba en una primera edición Zéjeles de alborada que conformaban el segundo número de la colección “Zéjeles del Estrecho, editado por la Fundación Dos Orillas de la Diputación Provincial de Cádiz. Con esta colección la entidad deseaba recuperar el zéjel, poema hispanoárabe del periodo almorávide que se desarrolló en los siglos XI y XII y que supuso una expresión poética popular. Este proyecto de la Fundación Dos Orillas se enmarcaba dentro de su línea de interculturalidad y se ha optado por el zéjel por pertenecer a una etapa histórica donde predominó el entendimiento entre las diferentes culturas y donde la mezcla de una y otra dio como fruto un enriquecimiento para una y otra parte. Paloma Fernández Gomá ha seguido ahondando en este mensaje de entendimiento entre los pueblos con diversas iniciativas, desde la creación de la revista Tres Orillas hasta esta reedición de los zéjeles, aumentada con una traducción al árabe del escritor, docente e investigador Chakib Chairi así como por un prólogo del profesor y escritor Aziz Amahjour, sin olvidar las magníficas ilustraciones de Antonio López Canales pasando por una antología de obligada consulta, Arribar a la bahía que, precisamente cumple su vigésimo aniversario.
Por tanto, el peso histórico además del poético que este poemario proyecta es indiscutible, amén de cierta valentía y reivindicación del movimiento Humanismo Solidario al tomar como base un metro, poco difundido actualmente pero con unas resonancias tan ilustres como determinantes. Nos lo explica sobradamente el prologuista Aziz Amahjour, pues el zéjel viene a ser una composición estrófica dividida en tres partes: un preludio, una mudanza y un verso de vuelta que repita la rima del preludio, con el octasílabo como telón de fondo. Su origen está en la literatura hispanoárabe, posteriormente utilizada en la castellana. En palabras de Aziz Amahjour “ el zéjel es una poesía popular que apareció en paralelo con las moaxajas en el Al-Ándalus; es de carácter oral-dialectal y, por tanto, natural y espontánea (…) que los poetas improvisaban en reuniones donde no faltaban instrumentos musicales para acompañar el ritmo y la musicalidad de los versos” : "En canto de algarabía/ que la noche heredaría./ Todo un vergel nacido/ de luces amanecido/ regó el más fértil nido/ con trino de aljamía./ En canto de algarabía/ que la noche heredaría".
En efecto, nuestra poeta no ha escrito nunca desde la ocurrencia o desde lo externo a los marcos literarios, muy al contrario, su obra se inserta en la tradición poética sin por ello desmerecer el componente de diversidad, aunque ciertamente no cae en lo que podría estar de moda. Con estos 17 zéjeles afianza algunos rasgos recurrentes. Sin duda, el carácter fronterizo pero sobre todo la luz, el brillo y el centelleo apuntados por críticos como Aziz Amahjour, Francisco Huelva o José Sarriá. Una disposición casi pictórica cuando se refiere a los colores del mar, los matices del cielo o los distintos momentos de la jornada. La presencia del ruiseñor, simbolismo máximo de la musicalidad a flor de piel. En este sentido, conviene señalar la reseña de José Sarriá en Luz Cultural (22/09/2019), resaltando dicho aspecto: “El canto del ruiseñor, protagonista de los poemas, va a metaforizar esa sinfonía armónica que se acomoda en el seno de este tipo de composición a la que Fernández Gomá rinde un merecido homenaje con el rescate de tan bellos poemas estróficos. Un canto que se hace melodía, fantasía o algarabía, desde el almendro, a la llanura herida, desde el naranjo a las arenas enamoradas, desde el laurel a las alboradas del Estrecho o desde el rosal a la letanía del viento, para reivindicar el valor de la naturaleza, de lo primigenio, de lo esencial que se refugia en las pequeñas cosas que nos rodean y que la poeta eleva a verdad apodíctica mediante estos vigorosos poemas”.
Ciertamente, esta reedición de Zéjeles de alborada refuerza la consideración tan fehaciente como manifiesta de su participación del Humanismo Solidario en la consideración de la labor del escritor consistente en una búsqueda permanente que se sustenta tanto en el plano del conocimiento de la realidad como el modo de interpretarla.
En este sentido, la profesora Remedios Sánchez retoma la “fraternidad universal”, reflejado en el Manifiesto de Humanismo Solidario, como eje crucial de las voces poéticas que lo conforman. De esta suerte, Paloma Fernández Gomá intenta a través de los versos buscar la solidaridad en la sociedad actual. Con una llamada intimista de profundo lirismo, cuyas sensaciones poéticas se enlazan a los principios más efectivos de la musicalidad. De ahí, los campos semánticos y léxicos, escogidos con esmero y certeza, que van dejando huellas en cada rumor de oleaje. Melodías, cantares, meceduras y suspiros por el amanecer; brisa, espuma, bruma, viento o vacío al alba; estremecimiento, melancolía, herida en los albores de la fantasía y los surcos de la algarabía; y de nuevo, la sintonía, el espacio, la bahía, el azul, las hojas de almendro, laurel y mirto, los reflejos naranjos de las rosas, en suma, toda la luz que sus zéjeles absorben para luego devolver con tanta sensualidad como fuerza expresiva una fórmula para seguir creyendo en la esperanza.
**********************
TORÉS GARCÍA, Albert (París, 1959). Profesor Agregado de Francés de Escuelas Oficiales de Idiomas. Director de la Revista Literaria CANENTE. Miembro de la Asociación de Críticos Nacionales. Corresponsal de la revista SIGILA. Ha sido miembro del Consejo Asesor de la Colección de Poesía "Puerta del Mar" de la Diputación Provincial de Málaga y de la revista EL MAQUINISTA dependiente del Centro Cultural Generación del 27.
Por José Antonio Santano
Autor Juan Manuel Gil
Editorial: Expediciones Polares (2019)
Por José Antonio Santano
****
José Antonio Santano: Nace en Baena en 1957. Autor prolífico con más de veinte libros publicados. Cultiva la narrativa, la poesía, el ensayo y la crítica literaria, colaborando en numerosas revistas especializadas en Crítica Literaria. Cercano a las otras culturas del Mediterráneo, está desarrollando actualemnte trabajos de investigación sobre este tema.
***********************
Trato Preferente. Voces esenciales de la poesía actual en español
El acto se desarrolló el Salón de Actos del Ateneo de Madrid en la calle Prado 29, Madrid.
Intervinieron en el acto: Miguel Losada, escritor, Balbina Prior, poeta, Basilio Rodríguez Cañada, editor y presidente del PEN Club de España.
Tenemos razones para la celebración de este libro y también el deber de la gratitud de lo que doy como lector de poesía.
Autoras Antologadas: Julia Uceda, Dionisia García, Francisca Aguirre, Mª Victoria Atencia, Pilar Paz Pasamar, María Teresa Espasa; Juana Castro, Mª Cinta Montagut, Noni Benegas, Luz Pichel, Rosa Romojaro, Carmen Ciria, Olvido García Valdés, Ana Rossetti, Herme G. Donis, Chantal Maillard, Dolors Alberola, Maricel Mayor, Angeles Mora, Mercedes Castro, Paloma Fernández Gomá, Julia Otxoa, Maria Antonia Ortega, Lila Zemborain, Concha García, Julia Barella, Ángela Serna, Blanca Andreu, María Rosal, Amalia Bautista, Balbina Prior, Beatriz Hernanz, Josefa Parra, Pilar Sanabria, Mercedes Escolano, Almudena Guzmán, Isabel Pérez Montalbán, Luisa Castro, Ana Merino, Eva Vaz, Miriam Reyes, Mertxe Manso, Vanessa Pérez-Sauquillo y Ana Gorría.
*********
El libro que nos presenta Balbina Prior Trato preferente. Voces esenciales de la poesía actual en español exige un campo de lectura y búsqueda de sentido común, porque la poesía, es un género de ficción que realizan mujeres y hombres por igual. De hecho, como lector interesado, debemos rechazar de pleno una lectura en clave genérica. La responsable del libro y autora de un magnífico estudio preliminar, sensato, preciso y documentado, Balbina Prior, nos lo ratifica: “ No deseamos hacer distinción sobre la categoría de antología de la que se trata, es decir, voces singulares, por ser féminas, como es habitual en las de su naturaleza”.
Trato preferente es un volumen con escrúpulos y principios bien definidos y con la misma belleza y estimulación estética que presentan los textos de las autoras reunidas, con el mismo camino de recíproca dignidad que crítica y poesía estructuran. Por cuestiones de espacio y especialmente porque Balbina Prior lo hace con maestría en su estudio, no podemos detenernos en la selección de textos poéticos, y casi preferible. Sea el lectora el que desentrañe el sendero a seguir y sin querer desvelar el final, es obvio que encontrará una polifonía poética indispensable en el abanico de las letras hispanas. Una antología de poesía planteada por orden de edición, iniciándose pues con la poesía indispensable de Julia Uceda (1925) hasta llegar a Ana Gorría (1979) pasando por autoras tan absolutamente necesarias como Francisca Aguirre (1930), Pilar Pasamar (1933) Teresa Espasa (1944), Juana Castro (1945) Rosa Romojaro (1948), Ana Rossetti (1950), Chantal Maillard (1951), Dolors Alberola (1952), Paloma Fernández Gomá (1953), Julia Otxoa (1953), Josefa Parra (1963), Mercedes Escolano (1964) o Isabel Pérez Montalbán (1964) hasta formar las 45 participantes, incluyendo la propia responsable del volumen.