lunes, 30 de marzo de 2015


Los reinos solares de Manuel Gahete. XXII Premio de Poesía de  Rincón de la Victoria. Málaga 2014.
Por  Paloma Fernández Gomá

Si atendemos a aquellas palabras que pronunciara San Juan de la Cruz: “La música oculta y el silencio sonoro de la palabra” y leemos las páginas de Los reinos solares de Manuel  Gahete, hallaremos la palabra sonora,  música callada que va recitando los versos de Gahete, desde un cromatismo que siempre se  ajusta al poema con precisión, respetando los pulsos necesarios de la poesía, para que ésta no pierda un ápice de su transmisión ni se debata en versos demasiado largos que resten esencia.
El poemario está conformado por tres apartados: El mármol y la sangre, La nieve  y el  fuego y El acero y el  oro.
Cada apartado queda subdividido en distintos títulos y poemas; así el primer apartado consta de La torre de las vírgenes (nueve  poemas), Legado de Sagunto (cuatro poemas), Numancia  en luz (cinco poemas), Farsalia (tres poemas).
En el apartado  La nieve y el fuego está Cartago (dos poemas),   El cáliz de  los muertos (un poema), Sinagoga (tres poemas), Azarías (tres poemas).
En el acero y el oro leemos Tezcatlipoca ( ocho poemas), Huitzilopochtli (doce poemas), Tecun- uman ( cuatro   poemas), Quetzalcoatl, Caupolicán (seis poemas), Cuauhtémoc (tres poemas).
Los últimos  versos de Manuel  Gahete  dicen:
“No me  siento  heredero   de los hombres.
Tal vez mi corazón no fue mar nunca”.
Y desde esta convicción el poeta extiende su palabra  orlada de  versos constitutivos de esplendor métrico,  en una musicalidad perfecta y de corte clásico, para reflexionar sobre todo ser humano que  sufre o haya sufrido la violencia tanto física como psíquica.
Manuel Gahete nos ofrece una oratoria de versos interpelativos hacia aquellos héroes anónimos que dejaron la razón de su existencia en el patrón de sus actos,  así nos lo da a conocer el  poeta en versos como: “Una hoguera de cuerpos son palabras/ deja que el sol encienda las ausencias…./¿Qué razón hay para acallar el miedo?.”
Y nuestro poeta también extiende su mirada hacia Cartago, y a las vírgenes de olor  a membrillo, a Sagunto y su legado, y América en sus poemas abre sus valles y sus ojos a la mirada de España,   que interpreta signos y sombras de aquellas mareas  más  alejadas que dicen ser parte de  su nombre.
Y leemos:
“Con la sal en los labios
y ese sudor caliente que funde la fatiga,
creyente de una estirpe
de mártires adeptos al torpe sacrificio,
vejado, escarnecido, roto en la  lucha, cráter
de sonidos sin alma…” (pag. 50)
Y continúa nuestro  poeta para ir hilvanado una senda de periferias que se unen en “su mar”,  mar de la reconciliación de los  hombres,  de equilibrio entre su pasado y el  futuro.
Poesía de compromiso con el ser humano  y sus referencias existenciales.
Manuel Gahete escribe:
“El  hijo de la luz abre su carne.
Bebe savia amarilla de los frutos.
Acude con sus dioses
a besarnos los ojos…” (pag. 79).


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