sábado, 7 de abril de 2018

Paloma Fernández Gomá en la biblioteca de la Fundación Mgara Rebahi junto a los libros de Mohamed chakor y Mohamed Sibari


El día 3 de abril de 2018 tuvo lugar la presentación de la revista Dos Orillas, editada por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Algeciras, en el espléndido marco de Dar Sanaa, en la ciudad de Tetuán;  el acto fue organizado por la Fundación Mgara Rebahi.   Estuvieron presentes, el director de Dar Sanaa, Sr. Anas Sordo, el presidente de la Fundación Mgara Rebahi, Sr.Ahmed  Mohamed  Mgara, representates de la cultura de Tetuán, profesores y público en general, también estuvo presente Paloma Fernández Gomá, directora de la revista Dos Orillas.
En el transcurso del acto se mencionó a los colaboradores del volumen que se presentaba (números XXI-XXII), así como al equipo de redacción de la revista; mención especial tuvo Mohamed Chakor, miembro del equipo desde los inicios de la publicación, periodista, escritor y poeta; persona  muy querida por el Hispanismo Marroquí y por la revista Dos Orillas.
Al finalizar el  acto se acordó homenajear a Mohamed Chakor en el siguiente número de la revista Dos Orillas.
Después el  Sr. Anas Sordo ofreció a Paloma Fernández Gomá una placa conmemorativa en nombre de la Fundación Mgara Rebahi, de la que es miembro fundador.

GALERÍA FOTOGRÁFICA
Paloma Fernández Gomá y Ahmed Mgara, mienmbro del equipo de redacción de Dos Orillas

Momentos de la presentación
Acto de entrega de la placa conmemorativa a P.F.G. por el  Sr.  Anas Sordo,  director de Dar Sanaa
                                                                           
                                   
Foto de familia en la clausura de la presentación
  Durante mi estancia en Tetuán viví uno de los actos más emotivos en la sede de la Fundación Mgara Rebahi,  cuando Ahmed Mohamed Mgara me hizo entrega de dos libros, el de la antología  homenaje al hispanista y amigo Mohamed Chakor y del libro recordando a Mohamed Sibari, otro amigo y destacado escritor hispanista.

FOTOGRAFÍAS EN LA SEDE DE LA FUNDACIÓN MGARA REBAHI.


Ahmed Mgara, fundador y presidente de la Fundación Mgara Rebahi,  Mohamed Chakor y Mohamed Sibari ( en las portadas de sus libros), Paloma Fernández Gomá y Francisco Cubillas.
Paloma Fernández Gomá, junto a su esposo Francisco Cubillas en la biblioteca de la Funadción Mgara Rebahi
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Reseña literaria  por Ana Herrera, del libro Iris de Paloma Fernández Gomá,  publicado  por la editorial Ánfroa Nova.  Córdoba, noviembre de 2017.
Ana Herrera. Crítica literaria.


                                             Iris de Paloma Fernández Gomá.
Tres partes en torno al iris es la forma que adopta el poemario de Paloma Fernández Gomá.
Introduciendo la primera parte, unos versos de Garcilaso de la Vega, reconocido “Príncipe de los poetas españoles”, nos invitan a dirigir la mirada hacia una naturaleza idealizada. A continuación, el primer poema del libro lleva por título “Iris”.
¡Cómo pinta el deseo los colores del iris en las nieblas de la vida!, nos dejó escrito Rabindranath Tagore, y es de esta pintura de la vida de donde nacen los versos de la voz poética:
“El destello que se filtra en la mirada
y el hueco de la luz en el iris
siempre permanecen
en una vigilia continua […]”
Una vigilia atenta a todas las vivencias, “la cuenca profunda que recorre la vida”, con todas sus presencias, su noche y sus sentidos.
“El surco hendido desde el que observamos
la tenaz persistencia de los crótalos
que anuncian nuestras estaciones”.
Y la identidad del tiempo pasado, presente y futuro como una constante, como la esencia que todo lo impregna. Maestra de los recursos literarios, muy especialmente de la metáfora, la autora sabe crear un universo de belleza incomparable en la creación poética. Nos conducen sus palabras de la noche a la luz, por playas “en tardes de calima / cuando el rigor del viento / amortigua el peso de los años”, por tardes de tormenta que observa “a través de las rendijas del tiempo”, que la transportan a su infancia, a sus calles, a su tilo. “Y mientras tanto el iris duerme en la mirada”. “Y todo fue tan breve”. Y vuelven las pupilas, la mirada, las gotas, la lluvia y el agua como símbolos de una existencia que pasa cargada de esperanza. “Es la mirada ajada de los años […] / cada hoja del almanaque tuvo su color […] / y en el andén aguardó siempre la esperanza”. Aún nos espera un sublime final:
“La pisada hundió la semilla
para que el fruto germinase
en el cuenco de nuestras vidas”.
Nos adentra Juan Ramón Jiménez en la segunda parte del poemario con su particular visión sobre la arquitectura de los sueños. En ese camino, Paloma Fernández Gomá construye su arquitectura poética en una ronda por los días que asoman su paso a los montes, a la noche, por senderos preestablecidos, por las tardes en la nostalgia, o por los desafíos deshojados junto a la almohada. El origen de todas las cosas, la fertilidad, el principio y el final son el hilo conductor de su voz en poemas como “Vendimia” y “Ruiseñor”, reflexionando en este último, además, sobre el tiempo, la razón y el acto del pensamiento. Un canto a los niños vestidos de exclusión, a los refugiados que vierten su sangre en otras orillas que no son las suyas, una llamada de atención a nuestras conciencias, desde su posición de poeta humanista y solidaria, son otras de las razones de estos entrañables versos. Su crítica a las actitudes del hombre moderno concluye en una invitación al Carpe diem y a un renacimiento continuo. Elementos como la ventana sirven de soporte al iris que nos reencuentra con el mundo: los árboles, la luz de los patios, las abejas, el néctar de las flores, las tórtolas, el viento, y, en definitiva, la belleza de una naturaleza viva que llena nuestra mirada.
“Dirijámonos a las soleadas llanuras de Italia. El invierno llegará pronto y vestirá estos parajes indómitos de una doble desolación. Pero nosotros cruzaremos estas áridas cumbres y la llevaremos a escenarios de fertilidad y belleza en los que su camino se verá adornado con flores y el ambiente alegre le inspirará placer y esperanza.” Recordemos estas palabras de Mary Shelley que nos transportan a estas otras de la autora que estudiamos:
“Si es deslumbrado el pecho por rayos nocivos
y el indiviso fruto del origen perdiera su fuente,
pastos y sementeras andarían desnudos
en el cruce de los caminos
reclamando un tiempo de fértil vendimia”.
Son Poemas en su conjunto escritos en verso libre y de léxico culto que visten la alegoría, transformando la realidad física más cercana del yo poético en un universo de sentimientos y experiencias profundas, y que requieren un ejercicio de lectura atenta y concentrada. Su belleza llega a ser sublime.
En la tercera y última parte, el genio de Federico García Lorca nos abre las puertas al camino. Un camino que Fernández Goma inicia desde el pasado, “Ahora vuelvo la mirada / hacia el recuerdo”. Tiempo plasmado en fotografías y en la propia conciencia que demandan fidelidad a uno mismo. Y aparecen, de nuevo, el mar, la mirada, la erosión de los años, el ayer y el presente, la ventana y la calle conformando la experiencia de la vida, que se convierte en un parque inmóvil, contemplado desde la tarde, donde el paso del tiempo aún persigue la utopía de los sueños incumplidos. Su alma se viste, al mismo tiempo, de nostalgia y de destellos. Recuerda la casa, el almíbar, el patio, los leños, la alacena, la miel, el pan caliente, las manos llenas de harina, la ropa de los armarios, el café caliente, los libros, la libreta de notas, los cuadros, los pasillos, la luna, la alberca entre la oscuridad y la luz, el balcón y las farolas en la noche, las estaciones, los niños, los juegos, el álbum familiar, la Nochebuena…, pequeños detalles que, desde el amor, son dulcificados en la esperanza de nuevos tiempos. Otras, contemplados desde la desolación. Y siempre permanece la exaltación del Sur, del mar, de los navegantes. Y siempre, aproximándose al poeta -Lorca-, canta el sujeto poético: “La palabra tiene la libertad / de explorar nuevos territorios / y abrir todas las puertas”. Otorga, pues, Paloma Fernández Gomá, un lugar de privilegio al poeta. Y, en ese continuo contraste entre la luz y las sombras, “A veces hay ángeles que caminan por porches y plazas […]. / Solo queda la paz de su presencia / el calor de su rastro abriendo / todas las puertas”.
Decía Antonio Machado, desde su alma universal y atemporal: “Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida / otro milagro de la primavera”.
La voz contundente de Paloma Fernández Gomá cierra las páginas de este Iris con versos de equiparable grandeza: “Queda la fugacidad de lo vivido […]. / Después comenzar de nuevo, / volver al requisito establecido/ para que comience la primavera”.

Viejo tilo. Manuel de Gracia (Mora, Toledo, 1937- Madrid, 1992).


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