lunes, 7 de julio de 2014

                                                       León Cohen  Mesonero
                                                      

León Cohen Mesonero (Larache 1946) reside en Algeciras desde 1968, es Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad de Sevilla y Catedrático de Ingeniería e Investigador de la Universidad de Cádiz. Dentro de su actividad literaria podemos destacar: Con la Editorial Libros en red  ha publicado dos libros: “Relatos robados al tiempo” 2003 y “Cabos Sueltos”  2004.  Con Hebraica de Ediciones Madrid, ha publicado los libros: “La Memoria Blanqueada” 2006,  “Cartas y Cortos”  2011 y  “Entre dos aguas” 2013.   
Algunos de sus relatos figuran en diversas antologías, como: Caminos para la Paz (C. Ricci, I.López Calvo, 2007), Viajes a Larache (M. Laabi 2007), Calle del Agua (Manuel Gahete y otros 2008), Ufrán”   (Hebraica 2010 ) y “Zarzamoras y otros relatos” (Hebraica 2012).  
También ha colaborado y colabora con las revistas literarias: TRES ORILLAS , ENTRERIOS y DOS ORILLAS.Ha publicado algunos artículos de opinión en el diario EUROPA SUR. Extractos de sus libros figuran en el portal de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes : http://bib.cervantesvirtual.com/FichaAutor.html?Ref=36775&portal=177


 Historia de un cuento

 (Reflexión sobre el proceso creativo)

Todas las navidades se sentaba para dar forma definitiva al mismo viejo cuento, cuya primera versión a la que tituló “Cuento de Navidad”, empezó y acabó de escribir en 1984, aunque esta nunca le había convencido. A lo largo de los años había intentado modificarlo de maneras diversas, conservando el núcleo y el mensaje, pero no conseguía un final de la historia aceptable para él. Le producía desazón no haber terminado una tarea que para él había supuesto, sin saber muy bien por qué, un reto personal. Ahora, en plena primavera, treinta años más tarde, se había decidido a concluir de una vez su versión final del cuento. 

En esa versión original, un cuento corto, que no abarcaba más de un folio, había tratado de transmitir una idea que le rondaba desde siempre: Con el objetivo de salvar al mundo, un equipo de científicos crea artificialmente un ser, al que imbuyen de todas las virtudes y capacidades de los grandes personajes de la historia moderna. Al menos, de aquellos personajes que el escritor consideraba en su momento los representantes de valores morales eternos, como lo fueron: Jesús de Nazaret, Francisco de Asís, Gandhi, Che Guevara, Lutero King o Mandela… El autor, sin pretenderlo conscientemente, quiere reinventar a Dios, al fundir en un ser nuevo todo lo que él contempla como valores éticos. Descontento con el mundo que le ha tocado vivir, el equipo de investigadores quiere redimirlo, trayendo a un nuevo mesías. Sorprende en un primer análisis, que el autor agarrándose al concepto moralista de regeneración, repita una historia de hace dos mil años, que ya ha demostrado su estrepitoso fracaso. Pero el final del cuento desmiente ese primer análisis, pues el profeta vuelve con un mensaje desesperanzador, sin retorno:” -Ya nada se puede hacer en un mundo tan podrido, es demasiado tarde”. El autor no cree por lo tanto en la salvación y crea a un dios impotente ante un mundo perdido. Se trata pues de un pesimismo moralizante, que queda reflejado en esta hermosa frase de Edgar Allan Poe que figura al principio del cuento: “Entre tus esperanzas y el cielo: ¿No parece suspendida para siempre una densa, lúgubre, ilimitada nube? “ A pesar de la sencillez aparente de la idea que expresa el cuento, este se presta sin embargo, a diversas lecturas. 

En la segunda e inacabada versión escrita transcurridos más de veinte años, el autor decidió situar la historia en Manhattan, quizás llevado por el especial significado de esa ciudad para él, así como por sus propias recuerdos visuales plasmados en sus visitas relativamente frecuentes y en la cantidad de películas norteamericanas que tienen como paisaje de fondo la navidad, una navidad por supuesto edulcorada. 

Manhattan ya estaba presente en el primer cuento y en el pensamiento del autor, si bien no aparecía de manera explícita. El autor aludía implícitamente a Nueva York aunque no la citara. Esta puede ser la razón por la que en esta segunda versión, el narrador aporta una breve descripción de la ciudad que le sirve para situar la acción y al lector. También se detiene y se toma su tiempo, para dibujar determinados rasgos de la personalidad de algunos de los personajes principales del cuento. 

¿Cuál era pues su intención no manifestada, alargar el cuento o hacerlo menos impersonal? Parece más bien que el escritor hubiera madurado en esos años y hubiera aprendido que una historia sin personas es una historia hueca. El lector, no solo ha de entender lo que se cuenta y por qué se cuenta, sino que ha de sentir también simpatía o antipatía hacia los protagonistas de la acción. Si no se establece ese necesario nexo de unión entre los personajes del relato y el lector, este último difícilmente se sentirá atraído e interesado, y los hilos de una potencial complicidad dejarán paso a los de la frialdad o la indiferencia. Había ocurrido en definitiva, que el cuento había evolucionado paralelamente a la evolución del propio autor, como no podía ser de otra manera. 

¿Cuál es la situación en esta primavera de 2014? Partiendo de un guion establecido, el autor retoma la narración y lo primero que se plantea es realizar una análisis exhaustivo de las dos versiones anteriores, que ha tratado de exponer y resumir en lo que antecede. El narrador se halla en un impasse que lo mantiene bloqueado, porque muy a su pesar no acaba de creer en una nueva versión de lo mismo, ya que como mucho conseguiría el mismo cuento con más detalles, o sea, un cuento inflado. ¿Qué hacer? El proceso creativo no es lineal, está sembrado de paradas y de dudas. Cuando uno lee un cuento o un relato, no imagina por cuantas vacilaciones ha pasado su autor y cuantas modificaciones ha sufrido cada frase, cada palabra, antes de que su autor la considerara como aceptable, nunca perfecta. Siempre hay lugar para retocar un cuadro por muy acabado que parezca. 

¿Por dónde y cómo empezar entonces la tercera versión? Manteniendo la introducción, al narrador se le antoja que hay que enriquecer el relato de los personajes y ahondar en la descripción de su personalidad. Y en ese intento, una noche, mientras concilia el sueño, le asalta como venido del Más Allá, el recuerdo de uno de sus grandes amigos de siempre desaparecido hace unos años: Bentahar Sbai Abdelaziz, más conocido como Zizi. Es como si su amigo en un intento de ayudarle, le brindara la oportunidad de elegirlo como protagonista del cuento. Esta es una buena ocasión para rendirle un homenaje de cariño y consideración, se dice antes de quedarse dormido. Hecho curioso aunque no sorprendente, es que esa misma noche sueña con él y este le recuerda en primera persona o eso cree el narrador al despertarse, que su amigo falleció un 23 de septiembre del año 2007, hecho a verificar, pues los sueños, sueños son. 

De repente, el autor o el cuento deciden que ha llegado el momento de hacer una pausa y que durante ese entreacto, el cuento se pronuncie sobre su continuación. Pasados unos días, en los que apenas ha retocado algún adjetivo y modificado o añadido alguna frase, el narrador retorna a su trabajo, pero el cuento sigue estancado. ¡Nada que hacer! Mientras tanto, ha tenido un encontronazo vía email, con un crítico literario argentino, de esos que emiten juicios supuestamente académicos, a base de frases y sentencias “dejà vues”, llenas de tecnicismos lingüísticos epatantes pero carentes de profundidad y contenido reales. El autor no encuentra la manera de salir del impasse, incluso modificando el guion. Parece como si el cuento primero se resistiera a sufrir ningún tipo de cambio sustancial. Como si tuviera vida propia y se opusiera a perderla. Ante esta coyuntura, al narrador no le queda otro remedio que mantener el guion original y completarlo con alguna descripción más detallada, respetando así la versión de 1984. Se siente frustrado y aliviado a un tiempo, pero su decisión parece irrevocable y definitiva. Ocurrió entonces, que en la noche del 25 de abril tuvo un sueño donde el propio cuento a través de sus personajes, acudía en su auxilio y le enseñaba el camino para poder continuar. 

Primero fue Franz K., el protagonista de la última versión, quien comentó: “-La creación literaria tiene caminos y veredas ocultos que solo la paciencia y la constancia del escritor avezado pueden descubrir. Conocemos el sufrimiento de toda creación, pues nosotros los personajes del cuento de navidad, también fuimos creadores y tuvimos que vencer noches de vigilia y de desesperanza, pero ahora sabemos que ningún esfuerzo es vano si se consigue el objetivo. Saber esperar es poder encontrar.” 

Zizi, otro de los personajes del cuento de navidad se sumó a su compañero y añadió: “- Un escritor no debería nunca retomar o reabrir una obra propia ya acabada para tratar de versionarla nuevamente, aunque su intención fuera mejorarla. Sería como intentar resucitar a un muerto. Por eso te invito a seguir por el camino que te hemos trazado y olvidar para siempre tu cuento de navidad”. 

Los hermanos Young también se pronunciaron en un sentido parecido: 

“-Las obsesiones no son buenas nunca, tampoco en literatura. Verás, nosotros nacimos y morimos a partir de tu pluma. Es inútil pretender rescatarnos. Tuvimos nuestra misión y la cumplimos, aunque el resultado final no fuese el deseado. Querer cambiar el mundo no es tarea de pocos. Sustituir al dios de los hombres aunque sea con la mejor intención, es una locura, como así demostró el final de la historia de un hermoso sueño que empezó a fraguarse una tarde de otoño del día doce de diciembre de un año cualquiera, de la que fuimos protagonistas. Sin embargo, nadie podrá negarnos la felicidad que compartimos en esa lucha casi titánica por alcanzar el éxito, pues nuestra victoria hubiera sido también la victoria de la humanidad. La felicidad está solo al alcance de los visionarios, de aquellos que orientan su vida al conocimiento y al esfuerzo para ayudar a los demás. ” 

Aroni Muyal zanjó con una frase definitiva: “-Solo la Utopía es realista”. 

El cuento le abría las puertas de su imaginación y le permitía alejarse por fin del guion preestablecido treinta años antes. El cuento, su cuento de navidad, se estaba descomponiendo y sus personajes escapando de él y retomando la palabra para construir otro cuento. El propio narrador se estaba convirtiendo sin quererlo en protagonista de la historia que narraba. Algo mágico estaba sucediendo. Sorprendido por lo que estaba ocurriendo, el narrador sintió a un tiempo vértigo e ilusión, pero optó por seguir el consejo de sus personajes y dio por terminado el cuento en su tercera versión. ¡Por fin! 

León Cohen Abril de 2014 


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