PALOMA
FERNÁNDEZ GOMÁ Y LA REVISTA DOS ORILLAS:
PREMIO
MECENAS MANUEL ALTOLAGUIRRE
Todos
conocemos la intensa labor creativa y crítica de Paloma Fernández Gomá,
acreditada por relevantes premios y reconocimientos, y de igual manera su
denuedo por acercar a nuestra displicente memoria la voz anhelante y nueva de
los escritores allende el estrecho.
En
2020 se cumplía el vigésimo aniversario de la publicación de la antología Arribar
a la Bahía, excelente corolario de un primicial encuentro de poetas
procedentes de España, Marruecos y Gibraltar, en el que Paloma actuaba como
capital coordinadora. Erraba ciertamente quien dijo que veinte años no son
nada, porque son toda una vida cuando se han dedicado no solo a la creación de
nuevas realidades sino también a la reconstrucción de aquellas que poco a poco
se han ido erosionando. Arribar a la bahía sería el germen de dos
espléndidas revistas literarias: primero Tres orillas,
que alcanzará doce números para convertirse en 2012 en Dos orillas, proyecto
que sigue capitaneando Paloma con acendrado empeño y éxito; una publicación
poderosa y pujante, de amplio calado en el espectro editorial andaluz, modelo
de rigor y voluntad, en la que nuestra creadora se nos muestra activamente preocupada
por aunar, a través de la palabra, a los pueblos unidos por la geografía, la
historia, el arte y las recíprocas influencias.
Es
evidente que reconocer al otro es una de las asignaturas pendientes que todavía
debemos aprobar los seres humanos. Y en este sentido es igualmente prioritario
valorar las obras de los otros. Pero no vamos a ser, en esta obligada
asignatura, parcos en reconocer la obra de una mujer que, nacida en Madrid, se
afincó por amor y trabajo en esta singular e histórica localidad de Algeciras
para construir una obra original y fértil y ser el vehículo de unión entre los
pueblos, puente de acercamiento de culturas, canal de poderosa transmisión de
una energía conciliadora y necesaria que, con tanta eficacia, había iniciado en
el pasado siglo XX la poeta española Trina Mercader,
fundadora y directora de la revista literaria Al-Motamid, a la que el
escritor Fernando Ágreda Burillo imaginaba en Larache, asomada a la ventana de
la casa familiar, con sus sueños y versos.
Hay
que estar investido de la pasión poética para acercarse a la palabra de
aquellos que no tuvieron la oportunidad de compartirla. Y, como Mercader,
Paloma Fernández Gomá se imbuye en la búsqueda de nuevos caminos que la
llevarán a construir un universo poético propio y abrir senderos de encuentro
entre los creadores de las dos orillas del estrecho de Gibraltar, donde
confluyen los grandes mares Mediterráneo y Atlántico en un sereno vértigo y se
erige la frontera líquida entre Europa y África.
Paloma
Fernández Gomá ha demostrado durante estos ya veintidós años que nada se
consigue sin esfuerzo pero que los sueños pueden convertirse en realidad si
realmente nos empeñamos en conquistarlos. Paloma ha tenido la inteligencia
suficiente para rodearse de colaboradores acrisolados, poetas originales y
críticos rigurosos, proyectando el espíritu de solidaridad que todos
reclamamos, fieles al derecho de expresarse con libertad y conscientes de que
todos los seres humanos merecen idéntico trato de tolerancia en las diferentes
opciones que nos ofrece la vida.
Narradores,
poetas, historiadores, críticos, articulistas e ilustradores han pasado por las
páginas de la revista que tan dignamente dirige creando un corpus ya
indispensable para conocer los procesos de creación e interacción cultural
entre la vecina Marruecos y España. Ciertamente es una labor loable mantenerse
durante tanto tiempo en el difícil espacio de la literatura y la crítica
literaria, cuanto más si lo que se pretende es aunar vínculos y concertar
culturas.
Desde
que conozco a Paloma Fernández Gomá no ha dejado de crecer en ambición
literaria y amplitud de miras. En 1969, con catorce años, en el bullir de la
adolescencia, llega a Algeciras para quedarse definitivamente. Esta
"algecireña nacida en Madrid", como le gusta llamarse, ha dedicado su
vida a la enseñanza de la Historia, la pasión por la Literatura y el eficiente
cometido de la gestión cultural, labor por la que ha sido reconocida en una y
otra orilla del Estrecho; y así posee títulos tan relevantes como la mención
extraordinaria de la Asociación de Mujeres Progresistas Victoria Kent de
Algeciras y la insignia de la ciudad concedida por el Ayuntamiento de
Algeciras.
Poeta,
narradora y crítica literaria, su trayectoria literaria es muy fecunda y reúne,
entre otras muchas atribuciones, las de ser miembro de las juntas directivas de
la Asociación Colegial de Escritores de España, sección autónoma de Andalucía,
y de la de Andaluza de Escritores y Críticos, formando parte del Jurado
del Premio Andalucía de la Crítica desde
el año 2006; miembro de honor de la
Asociación de Escritores Marroquíes en Lengua Española y del Club de Amigos de
Marruecos en España; haber sido asesora literaria del Instituto Transfronterizo
del Estrecho de Gibraltar hasta su cierre, y haber pertenecido a la Asociación
Mujeres y Letras de Barcelona y a la Fundación Al-Idrisi de Cooperación
Hispanomarroquí; es así mismo consejera de número del Instituto de Estudios
Campogibraltareños de la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar y
del movimiento internacional Humanismo Solidario. Directora honorífica del
Premio de Poesía “Encuentros por la Paz” de San Pablo de Buceite (Cádiz) desde
su creación en el año 2005, dirigió la colección de poesía femenina Calíope en
la editorial Zumaya de Granada.
Además
de un nutrido número de libros de poesía y cuantiosos poemas en revistas
literarias, en narrativa ha publicado numerosos relatos y la obra en prosa Veinticuatro
retratos de mujer, donde el género de la narrativa breve se mezcla con el
relato histórico de marcada impronta femenina. Son notables sus colaboraciones
en libros de homenaje y pliegos poéticos. Escribe crítica literaria en
diferentes suplementos literarios y ha impartido conferencias, comunicaciones y
recitales en instituciones de diversa índole. Ha sido galardonada numerosas
veces por su obra literaria e intercultural.
Finalista
del Premio de la Crítica Andaluza en 2005 por su libro Cáliz Amaranto,
su producción poética abarca ya un nutrido conjunto de obras
que configuran una dilatada y cualificada trayectoria literaria: El ocaso
del girasol, Calendas, Sonata Floral (Premio Victoria Kent), Paisajes
íntimos, Senderos de Sirio (Premio María Luisa García Sierra), Umbral
de vigilias, Paisajes íntimos, Lucernas para Jericó, Tamiz del
desasosiego, Cáliz amaranto, Ángeles del desierto, Desde el
alféizar, Acercando orillas, Zéjeles de alborada, Espacios oblicuos, Interpretación
de Dulcinea, Las edades del alma e Iris. Su obra, traducida al
mallorquín, al árabe, al inglés, al francés, al italiano, al rumano, al
portugués y al griego ha sido recogida en numerosas antologías.
Entre
ellas destacan la antología Poetisas españolas de Luz María Jiménez
Faro; la antología Humanismo Solidario (Poesía y Compromiso en la sociedad
contemporánea), editada por la profesoras Remedios Sánchez García (Granada)
en colaboración con Marina Bianchi (Bérgamo) y la antología Mujeres Poetas
del siglo XXI en Andalucía, publicada por los profesores Mark Putnam y Lola
Hidalgo Calle (Universidad de Tampa en Florida), quien asimismo sigue
investigando su obra de igual manera que la profesora Susana Medrano de la
Universidad San Juan Bosco de la Patagonia.
En
2010 recibió el premio La Barraca de Letras y Teatro que entrega la Fundación
Dos Orillas de la Diputación Provincial de Cádiz en reconocimiento a su labor
en pro del acercamiento intercultural de los pueblos a través de la literatura.
La mayoría de sus obras poéticas recogen la entusiasta dedicación de Paloma por
el país hermano, pero muy especialmente observamos esta predilección en Ángeles
del desierto que tiende decididos puentes entre las culturas de las dos
orillas del Estrecho, siendo el desierto, las luces y las sombras, los aromas y
los sentidos, el paisaje y sus gentes una pertinaz constante. En este orden, Acercando
orillas integra poemas pluridimensionales de orientación árabe-andalusí,
que nos ofrecen temas de reflexión para el fomento de la amistad entre los
pueblos de ambos lados del Estrecho; y Zéjeles de alborada pretende
recuperar el zéjel, símbolo de la expresión lírica popular y del entendimiento
entre culturas.
No
hay más que allegarse a la arriesgada escritura de Paloma Fernández Gomá para
percibir ese difícil y no siempre accesible contraste entre fondo y forma,
significante y significado, esencia y existencia. Paloma nos inmerge en un
complejo universo de memorias y percepciones, un corpus complejo donde la
enunciación lírica del imaginario femenino es irrenunciable. Sus textos, plenos
de alusiones míticas y legendarias que se asoman a las dos orillas del
Mediterráneo, con todo lo que esto supone de clásico y vanguardista, aparecen
investidos por la disrupción de los esquemas sintácticos y el asombro de
múltiples asociaciones léxicas que transmiten una aura de misterio al lenguaje,
una magia poco usual en el espacio de la poesía contemporánea, uniendo esta
escritura a la de los novísimos con toda su carga culturalista e incluso al grupo
cordobés Cántico tatuado por la fastuosidad semántica de algunos de sus
componentes
En
su discurso poético, simbólico y metafórico, Fernández Gomá nos va proyectando
imágenes visualmente poderosas donde se alean el ritual de las vivencias y la orfandad
de los sueños. La mirada sirve para establecer ese puente invisible entre lo
externo y lo íntimo, lo material y lo ilusorio. Es sin duda el motor esencial
que nos capacita para reconstruir con palabras el universo visible que penetra
en nuestro ánimo a través de todos los sentidos.
El
anhelo de un mundo más humano siembra de evocaciones y cuestionamientos la
escritura de Paloma Fernández Gomá. Comprometida con una realidad cercana que
nos afecta a todos, pero a la que damos la espalda fácilmente, Fernández Gomá
nos pone en aviso de nuestra negligencia ante esa “oleada de refugiados” que
“deambula entre angarillas y dolor” y denuncia la desafección infinita hacia
los desheredados y el sufrimiento por quienes no tienen ni siquiera lo básico
para sobrevivir, dolor ante el que seguimos callados, indolentes, confesos de
“una conciencia oxidada”
Paloma,
que ha venido ejerciendo una intensa profesión docente y una reconocida gestión
cultural en Algeciras, muestra un inusual respeto y admiración por las culturas
próximas del Mediterráneo que, con tanta saña, sufren las desigualdades de un
mundo inarmónico. La catarsis interior que impulsa a Paloma Fernández Gomá no
es una mera impostura, trasparece en sus libros como un cuño, como un sello de
identidad. Esta percepción de la tierra yerma para algunos seres humanos
imprime una fuerza inusitada a sus versos, mostrándonos el deseo renuente de
todo ser humano por renacer de sus cenizas, el firme denuedo para conquistar lo
inconquistable, el ansia no domada del amor y la paz.
En definitiva, lo que mueve a nuestra autora en este proceso de
reconstrucción literaria es el deseo de despertar esa innata capacidad del ser
humano de renacer de sus cenizas, ese denuedo para conquistar lo
inconquistable, esa ansia no domada del amor con mayúsculas que a veces dejamos
que se apague, cuando en el fondo todos sabemos que: “sólo el eco eterno del
amor posibilita la vida” (F. Gomá 2005:20).
Tanto en su poesía como en sus
actuaciones personales, donde quedan integradas las publicaciones periódicas
que, partiendo de la palabra poética, han ido dando paso a prosistas, críticos
y artistas gráficos de las dos orillas, Paloma ha mostrado siempre una
contagiosa solidaridad, una generosidad sin límites para que todas las voces
sean una sin distinción de razas, nacionalidades y creencias. Indagando en el
misterio del ser humano y sus insolubles contradicciones, Paloma alcanza esa
meta accesible de lo que deberíamos ser, sin renunciar a lo que somos. Lectora
insaciable de los clásicos, donde se ahorma el tesoro de nuestra tradición, las
generaciones del 98 y del 27, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y un largo
etcétera de imprescindibles autores, su obra avanza siempre en un proceso de
crecimiento y maduración, en la búsqueda de nuevas sendas posibles, rumbos que
recobren –o descubran– el verdadero sentido de la vida, la convicción
inalienable de que todos los seres humanos, a pesar de la primera gran injusticia
que es el nacimiento, tenemos idénticos derechos y el mismo anhelo de la paz,
la tolerancia, la felicidad y el amor. Gracias y enhorabuena por todo lo que
nos ha enseñado en solo veinte años que son toda una vida.
Manuel
Gahete: presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España,
Sección
Autónoma de Andalucía. Algeciras (Cádiz), 25 de octubre de 2021